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DETENTE o SALVAGUARDIA
DEL SAGRADO CORAZÓN
El "Detente" es un pequeño emblema que se lleva sobre el pecho, con la
imagen del Sagrado Corazón y la divisa: ¡Detente! El Corazón de Jesús está
conmigo. ¡Venga a nosotros Tu Reino! Es propio de quien ama llevar consigo un signo de su amado, así el "Detente" es signo de nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús y de nuestra confianza en su protección contra las acechanzas del maligno. Le decimos "Detente", en nombre de Jesús, al demonio y a toda maldad. Se le conoce también como el “Pequeño Escapulario del Sagrado Corazón”, aunque en el sentido estricto de la palabra, no es un escapulario. Esta práctica piadosa, otrora muy difundida entre los católicos, es un modo simple, pero espléndido, de manifestar permanentemente nuestra gratitud y amor al Sagrado Corazón, víctima de nuestros pecados. Y al mismo tiempo, recibir de Él innumerables beneficios y una protección extraordinaria. Es un poderoso Escudo que la Divina Providencia colocó a nuestra disposición, a
fin de protegernos contra los más diversos peligros que enfrentamos todos los días.
Para eso, basta llevarlo consigo, sin necesidad de hacerlo bendecir, pues el Papa Pío IX extendió su bendición a todos los Detentes. Además, el Detente nos ayuda a recordar continuamente las promesas del Sagrado Corazón de Jesús; es un símbolo de nuestra total confianza en la protección divina, una señal de nuestra permanente súplica y fidelidad a Nuestro Señor y un pedido de que Él haga nuestros corazones semejantes al suyo. Origen del Escudo del Sagrado Corazón de Jesús Santa
Margarita
María Alacoque –como cuenta en una carta dirigida a su Superiora, Al principio la autorización para esta práctica, fue concedida solamente a los conventos de la Visitación. Fue muy difundida por la Venerable Ana Magdalena Rémuzat (1696-1730), también de la Orden de la Visitación. A esa religiosa, fallecida en alto concepto de santidad, Nuestro Señor le hizo saber anticipadamente el daño que causaría una grave epidemia en la ciudad francesa de Marsella, en 1720, así como el maravilloso auxilio que los marselleses recibirían con la devoción a Su Sagrado Corazón. La referida visitandina hizo, con la ayuda de sus hermanas de hábito, millares de esos Detentes del Sagrado Corazón y los repartió por toda la ciudad donde se propagaba la peste. La historia registra que, poco después, la epidemia cesó como por milagro. No contagió a muchos de aquellos que portaban el Detente y las personas contagiadas obtuvieron un auxilio extraordinario con esta devoción. En otras localidades ocurrieron hechos análogos. A partir de entonces, la costumbre se extendió por otras ciudades y países[2]. Escudo distintivo de los contra-revolucionarios En 1789 estalló en Francia, con trágicas consecuencias par el mundo entero, un
flagelo muchísimo más terrible que cualquier epidemia: la calamitosa Revolución
Francesa.
En ese período, los verdaderos católicos encontraron amparo en el Sacratísimo
Corazón de Jesús, y muchos sacerdotes, nobles y el común de la gente que
resistieron a la sanguinaria Revolución anticatólica llevaban el Detente
protector. Entre las pertenencias de la Reina María Antonieta, guillotinada por el odio revolucionario, encontraron un dibujo del Sagrado Corazón, con la llaga, la cruz y la corona de espinas y las palabras: “Sagrado Corazón de Jesús, ¡Ten misericordia de nosotros!”[3]. Entre los regalos que el Papa Bendicto XIV, en el 1748, envió a la princesa Polaca Mary Lczinska con la ocasión de su matrimonio con el Rey de Francia Luis XV, había, de acuerdo a las memorias de ese tiempo, “muchos escudos del Sagrado Corazón hechos de taffeta roja y bordados en oro.” (De Franciosi, s.j., La dévotion au Sacré-Coeur de Jésus, p. 289). Heroísmo de los devotos del Sagrado Corazón de Jesús En el tiempo de la Revolución Francesa se desató una violenta persecución contra la Iglesia y estos escapularios se tuvieron por “la manifestación viva del fanatismo” y como evidencia de hostilidad al régimen revolucionario. En la región de Mayenne (oeste de Francia), los Chouans –heroicos resistentes católicos, que enfrentaron con bravura y ardor religioso a los revolucionarios franceses de 1789– bordaban en sus trajes y banderas el Detente del Sagrado Corazón de Jesús. Era como un blasón y, al mismo tiempo, una armadura: “blasón” usado para reafirmar su Fe católica; “armadura” para defenderse contra las embestidas adversarias. A comienzos del siglo XX, el Detente fue usado en México por los Cristeros, que se levantaron en armas contra gobiernos anticristianos opresores de la Iglesia, y en España por los famosos tercios carlistas –los llamados requetés– célebres por su piedad como por su arrojo en el campo de batalla, cuya contribución fue decisiva para el triunfo de la insurgencia anticomunista de 1936-39. Más recientemente, los católicos cubanos que no se dejaron subyugar por el régimen comunista tenían especial devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Prisioneros y llevados al “paredón” (en donde eran sumariamente fusilados), enfrentaron a los verdugos fidelcastristas gritando “¡Viva Cristo Rey!” –siguiendo el ejemplo de sus hermanos en el ideal católico, los Cristeros de México, también martirizados por odio a la Fe, a comienzos del siglo XX. En la antigua Perla de las Antillas (la actual Isla Prisión) antes de ser esclavizada por la tiranía de Fidel Castro, había muchas estatuas del Sagrado Corazón de Jesús en sus arboladas plazas. Pero después de la dominación comunista, las bellas estatuas del Sagrado Corazón de Jesús fueran derribadas y –asómbrese el lector– substituidas por otras del Che Guevara... La figura del guerrillero que tenía sus manos teñidas de sangre inocente, del revolucionario que hizo correr un río de sangre en varios países latino-americanos, ¡colocada en lugar de la imagen del Sagrado Corazón, que representaba la misericordia divina y el perdón! El uso del detente se extendió grandemente, especialmente desde el 1866, durante las estragos producidos por la epidemia del cólera de Amiens, Roubaix, Cairo y otras partes. Su influencia beneficiosa se hizo evidente. Después de la guerra Franco-Alemana los “Salvaguardia” probaron ser en mas de una ocasión, un escudo que protegió a muchos soldados franceses de las balas de enemigas. (Cf. Messager du Coeur de Jésus, vol. XIX, p. 180). |