đHwww.oocities.org/ar/misa_tridentina03/rosario/meditacion02.htmlwww.oocities.org/ar/misa_tridentina03/rosario/meditacion02.htmlelayedxźSŐJ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙ČĐtkwOKtext/html?2÷kw˙˙˙˙b‰.HMon, 20 Oct 2003 22:59:49 GMT˘Mozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *źSŐJkw Meditaciones sobre los dos ultimos Misterios del Rosario meditaciones_rosario

MEDITACIONES
SOBRE LOS DOS ÚLTIMOS MISTERIOS
GLORIOSOS DEL ROSARIO Y EN ELLOS
 SOBRE EL ROSARIO EN CUANTO TAL

EXTRAÍDAS DE
ARCO IRIS DE PAZ

Por el M. R. P. Presentado, y Siervo de Dios,

FRAY PEDRO DE SANTA MARÍA Y ULLOA,

Varón Apostólico, del Orden de Predicadores, Hijo ordinario
  del Religiosísimo Convento de San Esteban de Salamanca, y
prohijado en el Real Convento de San Pablo de Sevilla.*

CON LICENCIA.

A

QUINTO MISTERIO GLORIOSO
DE LA CORONACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
EN EL CIELO POR REINA DE ÁNGELES Y HOMBRES

1.

   Considera cómo, sentada nuestra Reina en el Trono, le habló el Hijo Santísimo de esta manera: «Dulcísima Madre, y Esposa carísima: tres son los Imperios eternos de los Cielos y, siendo tres, son uno: El primero es el Paternal; el segundo es el Filial; y el tercero el Espiritual. De estos tres Imperios os habéis de coronar eterna Emperatriz, y como a tal es mi voluntad que os reconozcan y adoren todas las criaturas.»

   En esto vio el Santo que venían quince Reinas de suprema potestad y grandeza, cada una con cincuenta Doncellas de incomparable hermosura; y éstas, postradas a las plantas de la Emperatriz Soberana, en nombre de todas las criaturas la adoraban, y en reconocimiento del supremo dominio que sobre todas las celestiales, terrestres e infernales tiene, le presentaban las cinco primeras Reinas cada una una Rosa de incomparable grandeza y de milagrosa hermosura en cuyas hojas se veían escritas con letras de oro las palabras del Ave María. Ofrecidas las Rosas, y recibidas por la Suprema Emperatriz, postradas de nuevo en su presencia las quince Reinas con sus Damas, le ofrecía cada una de las cinco segundas Reinas una piedra preciosa de tanta grandeza y hermosura, que de todas las del mundo no se podía componer una de aquellas. Tenían estas piedras en sus varias labores esculpidas las palabras del Ave María con milagroso artificio. Recibíalas asimismo la Soberana Emperatriz con demostración de grande estimación y agradecimiento; y haciendo nueva reverencia con profunda humildad, le ofrecía cada una de las cinco terceras Reinas una Estrella de tanta claridad y hermosura, que excedía incomparablemente a la hermosura del Sol. De los rayos y resplandores de estas Estrellas se formaban milagrosamente las palabras del Ave María. Recibió la Soberana Princesa con las Rosas y piedras preciosas las Estrellas, y volviéndose al Eterno Padre con profundísima reverencia y humildad, le consagró las Rosas que le habían ofrecido y lo saludó, diciendo:

«Gózate, Padre Eterno, Ente primero de donde proceden todos los entes, Ser inconmutable del cual todo ser depende. Gózate, Padre Eterno, Soberano Rey de las eternas luces. Gózate, Eterno Padre, magnífico y graciosísimo Rey de la Eternidad. Gózate, Eterno Padre, Rey Potentísimo, Señor de infinitos tesoros y riquezas. Gózate, Padre Eterno, Omnipotentísimo Señor y Creador universal de todas las cosas: recibid las Rosas que me han ofrecido las cinco Reinas, las cuales os ofrezco por Mí y por todos los que en la sucesión de los tiempos me las ofrecieren alabándome con la Angélica Salutación con que tu altísima Majestad dispuso me alabasen los hombres y los Ángeles: vuestras son, Señor; y así es justo que Yo las vuelva a cuyas son.»

   Recibió el Padre Eterno las Rosas y dijo: «¡Oh qué dignas, gloriosas y excelsas Rosas son las que me ofreces, Hija mía! Uno es mi Imperio, que se llama Paternal, debajo del cual tengo cinco Reinos: el primero de mi Paternidad, el segundo de mi Unidad, el tercero de mi Poder, el cuarto de mi Eternidad, y el quinto de mi Omnipotencia creativa de todas las cosas. De hoy en adelante te constituyo Emperatriz de este Imperio y te hago Señora de mis cinco Reinos. Reina eres del Reino Paterno; Yo soy Padre y Rey; y Tú eres la Reina y Madre, y como tal quiero, y es mi voluntad, que seas venerada, reverenciada y adorada de todo ser creado. Reina eres del Reino de mi Unidad; Yo soy único Rey; y Tú eres única Reina, y, como única sin segunda, quiero que a tus plantas se rinda todo el Universo. Reina eres del Reino de mi Poder; Yo soy Rey poderoso a cuya Potencia está sujeto todo poder; y Tú eres asimismo la Reina a cuya Potencia quiero que estén sujetas todas las Potestades celestes, terrestres e infernales: sobre todas tienes dominio y poder para ordenar, disponer, hacer y deshacer a tu voluntad. Reina eres del Reino de mi Eternidad; Yo soy Eterno Rey, cuyo Dominio ni tuvo principio ni fin; y Tú eres Reina cuyo Dominio, aunque tuvo principio, mas eternamente durará sin fin. Reina eres del Reino de mi Creación; Yo soy el Creador; y Tú la Reina y Señora de todo lo creado.»

Y diciendo esto, le dio el Cetro y Corona con autoridad y dominio sobre los cinco Reinos de su Imperio Paternal y mandó a todos los Cortesanos del Cielo la aclamasen, recibiesen y adorasen como tal. ¡Oh qué fiesta! ¡Qué regocijo! ¡Qué alegría! ¡Qué voces! ¡Qué alabanzas de toda la Corte celestial! Todos postrados ante el Trono, llenos de gozo y alegría, humildes y reverentes, le dieron la obediencia y la confesaron Emperatriz y Señora de los cinco Reinos Paternales.

 

2.

   Considera con el Beato Padre lo que prosigue, diciendo: «Coronada Nuestra Señora por Emperatriz del Imperio Paterno, se volvió al Sacratísimo Hijo, y ofreciéndole las piedras preciosas que le habían ofrecido las otras cinco Reinas, saludándolo le dijo: “Gozaos, Hijo del Altísimo, Verbo de Dios humanado, Sabiduría increada, Redentor de los hombres y Gobernador de todas las criaturas. Gozaos, Señor y Dios mío, en la grandeza infinita de vuestra gloria, y recibid por Mí y por todos los míos las piedras preciosas que las cinco Reinas me han consagrado del tesoro infinito de vuestras riquezas: de Vos salieron para Mí y para aquellos que por amor y especial devoción son míos; y así es muy justo que vuelvan a Vos. Recibidlas, pues, en nombre mío y de todos aquellos que por la sucesión de los tiempos con la Angélica Salutación me saludaren.”

Recibió el hijo Divino la ofrenda de su Madre, diciendo: “¡Oh qué ricas, qué soberanas y preciosas piedras son, Madre mía, las de vuestras Salutaciones! Dignas son de toda mi estimación; y así es justo que a Vos y vuestros devotos por quienes me las ofrecéis se hagan crecidas mercedes. Uno es el Imperio que gozo, con cinco tributos de Filiación, Verbo, Sabiduría, Redención y Providencia; de hoy para los siglos infinitos os hago y constituyo Emperatriz de mi Imperio, os doy el Dominio sobre sus cinco Reinos. Reina sois del Reino Filial, que es el Reino de los hijos de Dios, que son todos los predestinados para la eterna vida: de todos quiero que seáis venerada, adorada, alabada y servida en tiempo y eternidad. Reina sois del Reino que ganó y conquistó el Verbo humanado; vuestros los merecimientos, vuestras las virtudes, y vuestra la gloria de sus conquistas. Reina sois del Reino de la Sabiduría eterna; en vuestras manos está la sabiduría, la ciencia y la luz: enseñad, iluminad, e ilustrad al mundo universo; desterrad las tinieblas, extirpad los errores, concluid con las ignorancias y ceguedades, llenad todo el universo de vuestra claridad. Reina sois del Reino de la Redención; vuestros vasallos y siervos son todos los redimidos con la Sangre del Verbo humanado. Vuestro es el Reino de mi Providencia; gobernad, ordenad, disponed, premiad y castigad según conocéis y sabéis conviene para la conservación de mi Imperio y vuestro.”

Diciendo esto, le dio el Cetro y Corona del Imperio Filial, con sus cinco Reinos; y mandó que todos los Cortesanos del Cielo la aclamasen y confesasen como tal. Aquí por segunda vez fue aclamada con universal regocijo y alegría de todos los Ángeles y Bienaventurados del Cielo; postrados todos ante el Trono, le dieron la obediencia y la confesaron y aclamaron Emperatriz de los dos Imperios, Paternal y Filial.

 

3.

   Considera lo que se sigue en la visión: «Coronada Nuestra Señora Emperatriz de los dos Imperios, Paternal y Filial, se volvió al Espíritu Santo y lo saludó, diciendo: “Gozaos, Divino Espíritu, por esencia Santo, del Hijo prometido al mundo y por el Padre enviado; gozaos, Bondad infinita; gozaos, liberalísimo Señor que de balde a vuestras criaturas comunicáis soberanos dones; gozaos, Divino Consolador que a los pobres enriquecéis, a los flacos dais valor y levantáis a los humildes, y de todos sois conservador; alentáis a los tibios, a los fríos dais calor, y a todos los inflamáis en las llamas de vuestro amor; gozad de la grandeza de vuestros dones, porque de que sean vuestros y los gocéis, inefablemente me gozo; si, como son vuestros, fueran míos, todos habían de ser para Vos; pero pues no tengo sino lo que me da vuestro amor, lo que me habéis dado os vuelvo; aceptadlo, Espíritu Consolador; recibid estas Estrellas de mi devoción que en nombre mío y de mis devotos os ofrece mi amor.”

Recibió el Espíritu Divino las Estrellas que le habían ofrecido a Nuestra Señora las últimas cinco Reinas; y habiéndolas aplaudido y engrandecido a vista de toda la Corte celestial habló a nuestra Reina y Señora, diciéndole:

   “Dulcísima y amabilísima Esposa mía, única Paloma, hermosa y escogida mía, es muy justo que el Esposo honre siempre a su Esposa, y más en el día de los Desposorios cuando es admitida a la posesión de los bienes del Esposo; hoy se efectúa nuestro Desposorio eterno; y así es fuerza que entréis gozando, como Esposa, a la posesión de los bienes eternos. Uno es mi imperio con el del Padre y del Hijo, con cinco Reinos que se me apropian según mis cinco atributos de Espíritu, de Santidad y Consuelo, de Dones, de Promesas, de Bondad y Conservación; desde hoy, Esposa mía, sois levantada a ese imperio y constituida Reina de mis cinco Reinos. Reina sois de mi Reino Espiritual de Santidad y Consolación; todos los Santos quiero que como a Reina suya os veneren, adoren y obedezcan, como a propia Reina y Señora; en vuestras manos pongo toda la grandeza de mi consolación; Reina y Señora sois: expended como Reina, y dad como Señora a quien quisiereis y como quisiereis. Reina sois y Señora de mis Dones y dádivas: ninguno, ahora sea de naturaleza, ahora de gracia, ahora de gloria, se dará a alguno, que no sea por Vos, como Medianera, Abogada e Intercesora. Reina sois de mis Promesas: prometed, mandad y ofreced a vuestros siervos y amigos lo que quisiereis, cuanto y como a Vos pareciere; vuestras promesas se cumplirán, y vuestra palabra será palabra de Reina, que jamás faltará. Reina sois del Reino de mi Bondad y Misericordia: por Vos y por vuestra mano se ha de dar a los que la hubieren de tener; y así, el que quisiere ser bueno, recurra a Vos; el que quisiere ser mejor, y el que desea ser mucho mejor, a Vos debe recurrir, como a medio por donde el sumo Bien determina comunicarse a sus criaturas. Reina sois del Reino de mi Conservación; de manera que, así como sois Reina y Señora para dar, así quiero que lo seáis para conservar, y así, cualquiera que quisiere conservarse del todo en mi gracia y conservar en sí mis dones, ha de reconocer que los tiene por vuestra mano; y por ese medio no solo tendrá lo bueno, sino también lo conservará.”

   Y diciendo esto le dio el Cetro y la Corona del Imperio Espiritual con sus cinco Reinos de Amor y Consolación, de Dones, Dádivas y Promesas, de misericordia y conservación; y mandó a todos los Cortesanos del Cielo que como a tal la aclamasen. Con cuanto gozo y alegría, con cuantas alabanzas, voces, música y regocijo se hizo esta aclamación, no hay lengua humana que lo pueda explicar. Coronada, en fin, Nuestra Señora con Corona Imperial de quince Coronas y con el Cetro de los tres Imperios, Paterno, Filial y Espiritual, se ofreció a sí misma y a todos aquellos que por la sucesión de los siglos se viesen en estos quince Reinos a la Inefable Beatísima Trinidad; y su Divina Majestad le dijo que todo lo hecho y ordenado por cada una de las tres Divinas Personas lo ratificaba y quería que valiese por toda la eternidad: “Y tú, Esposa mía, desde ahora para siempre serás el Noble Triclinio y Templo de toda la Santísima Trinidad, que toda estaré en ti, y tú estarás toda en Mí; tu voluntad se hará, y cosa alguna de cuantas quisieres jamás se te negará.”»

   Halla aquí la primera parte de la visión como está escrita; y ahora, para que no se quede en sola la forma de visión, puedes sobre ella hacer las consideraciones siguientes.

 

4.

   Considera lo primero: cuan dignas, altas y soberanas son las alabanzas del Santísimo Rosario, pues en un triunfo tan solemne, en el día del mayor regocijo que ha tenido jamás nuestra Soberana Reina, solas las Angélicas salutaciones eran las que se le cantaban; ésas cantan los Querubines, que son Espíritus llenos de ciencia; ésas los Serafines, que son Espíritus llenos de amor; ésas todas las Jerarquías de los Ángeles, que son criaturas espirituales, intelectuales, sin materia ni cuerpo; ésas los Bienaventurados ilustrados con la lumbre de gloria y visión clara de Dios; y si estas criaturas tan excelentes, llenas de sabiduría, de amor, de luz y caridad, no hallaron otras palabras más dignas de las alabanzas, grandezas y prerrogativas de esta Gran Señora; porque a haberlas entendido, con ellas la hubieran alabado entonces; luego el Ave María es la más alta y más digna alabanza que se puede dar a esta Reina. Así lo reveló Nuestra Señora a Santa Matilde con estas palabras: «Ninguna persona ha de llegar jamás a saludarme con más altas palabras que las del Ave María; ni cosa se puede hallar a mis oídos más dulce ni más agradable que el Ave María; y así sábete que estas alabanzas son las que tú deseas, tan altas y excelentes, que ni humano, ni Angélico entendimiento las puede comprender.» Saca de aquí una grande estimación de esta santísima devoción; y puesto que es la mayor alabanza que puedes dar a la Madre de Dios, no ceses de alabarla continuamente.

   Considera lo segundo en aquélla palabra que le dijo el Ángel al Beato Padre: que serán eternas en la Gloria las alabanzas del Ave María, y que eternamente se oirán en el Cielo, por ser el Cántico nuevo9 de la Ley de Gracia, principio de todos los altísimos Misterios que obró el Señor, para redimir y reformar al hombre y para reparar las ruinas del Cielo. Y pues que ha de ser eterna alabanza en los Coros de los Ángeles; con mucha más razón lo debe ser de los que caminamos a incorporarnos con ellos: sea, pues, continua entre los hombres en la tierra, pues es eterna entre los Ángeles en el Cielo.

 

5.

   Considera lo tercero: cómo, dichas por los Ángeles y Bienaventurados estas alabanzas, siendo siempre unas mismas palabras, con todo, siempre se hacen nuevas, porque son incomprensibles los Misterios que encierran; y así, cantadas de un modo explicaban un Misterio, y de otro modo otro nuevo; así, aunque se estén diciendo por toda la eternidad, siempre se harán de nuevo; porque siempre hay nuevas cosas que entender en sus Misterios. Y si esto es en la Gloria, en donde las Almas y Ángeles entienden con soberana luz; ¿qué no será en ese valle de miserias, en donde por mucho que se entienda, sin comparación es más lo que se ignora? Junta, pues, a las Angélicas Salutaciones del Santísimo Rosario la atención a los Misterios, y aunque repitas toda tu vida las Avemarías, siempre se te hará de nuevo, y nunca te causará hastío.

6.

   Considera más: que los Coros Angélicos no cantaban ni una ni diez Avemarías, sino ciento cincuenta; y cuanto se oía, se tendía y se veía, todo era de números de ciento cincuenta. Ése era el número de las voces, de la armonía, de los acentos de los Músicos, de los instrumentos, de los Órganos y Salterios. En cada uno de los Coros ni se veía ni se entendía otra cosa que salutaciones Angélicas, números, imaginaciones y figuras de las ciento cincuenta Avemarías del Santísimo Rosario; y dio la razón de todo el Ángel diciendo que era ese número propísimo para las alabanzas de la Soberana Emperatriz, y consagrado a su Majestad, como se vio en el Arca de Noé, en el Tabernáculo de Moisés, en el Templo de Ezequiel y en el Salterio de David.

En el Arca de Noé se halla este número, porque —como dice la Escritura— a los ciento cincuenta días, que es el número sagrado del Rosario, los manantiales del Abismo que anegaban la tierra se cerraron10; las nubes y las tormentas cesaron; fueron a menos las aguas del Diluvio; descansó el Arca sobre los montes, y se acordó Dios de Noé y de todos los animales; por donde se conoce cuántas son las maravillas que andan juntas con la sombra del Santísimo Rosario. Con él se cierran las puertas del Abismo infernal; con él se serena el Cielo, cesan las tempestades y rigores de la divina Justicia, van a menos las tribulaciones y descansa la Iglesia, se acuerda el Señor de los hombres y animales del Arca; esto es, de los buenos y malos Cristianos. Mira si es digno de eterna memoria el Santísimo Rosario y su sagrado número.

   Está asimismo figurado en el Tabernáculo de Moisés —como lo dice la Escritura11— en todos sus números, de diez, cincuenta, y ciento cincuenta, en las cortinas, hebillas, presillas y anillos, o coronas de oro con que se había de vestir el Arca, adornar el Santuario y perfeccionar todo el Tabernáculo; por todo lo cual debes entender las virtudes de que se vistió y adornó el Arca María Santísima, el Sancta Sanctorum, Altar de los Sacrificios, que es la Sacratísima Humanidad con todos los Misterios de su santísima Vida; y en las hebillas, presillas y anillos de oro, que eran ciento cincuenta, y unían las cortinas y vestuario del Arca y Santuario, has de considerar las ciento cincuenta Avemarías del Santísimo Rosario, que unen y juntan en uno entero las virtudes, obras y Misterios de Cristo y su Madre de que se vistieron sus Santísimas Almas y se visten todas las de los Cristianos; y advierte que, como de aquellos anillos, hebillas y presillas pendían toda la firmeza, disposición y hermosura del Tabernáculo; porque de otra manera se llevara el viento las cortinas y se confundieran unas con otras, y más andando por los desiertos, como andaba aquel Pueblo; así también lo has de entender de las Avemarías y del Santísimo Rosario, que con él se enlazan las virtudes, se consigue la fortaleza, y consiguientemente la disposición para todo lo bueno; porque entra de por medio María Soberana, que es el medio más poderoso que puedes escoger para conseguir y conservar las virtudes; mas si te falta esta santísima devoción, teme al viento de la vanidad y soberbia, que se te ha de llevar las virtudes y te ha de llenar de confusión. Mira que andas por el desierto del mundo en donde corren los vientos muy fuertes, las tormentas y tempestades, y si las virtudes no estuvieren muy firmes, se las llevarán.

   Está asimismo contenido en los ciento cincuenta Salmos de David, porque viene a ser el Santísimo Rosario como alma de aquel Salterio. Aquél contenía las profecías de todos los Misterios de la Vida, Muerte y Glorias de Cristo y su Madre; y el Santísimo Rosario contiene el cumplimiento de esas profecías, los Misterios y verdades todas cumplidas; y así se llama Cántico nuevo y Salterio de la Ley de Gracia. Y, como los Misterios y verdades en profecía se cantaban en ciento cincuenta Salmos, en la Ley de Gracia se cantan en ciento cincuenta Avemarías. Mira tú cuan célebre es y ha sido aquél en toda la Iglesia, pues son las comunes alabanzas con que es en ella alabado el Señor; y advierte que la misma celebridad se debe al nuevo Salterio de la Ley de Gracia, que es el Santísimo Rosario, cuyas alabanzas deben ser comunes a todos los Fieles por la misma razón: pues uno y otro Salterio contienen los mismos Misterios; unos profetizados, y otros cumplidos. Ahí tienes la razón por qué en el Cielo es el Santísimo Rosario tan celebrado; y pues que los Ángeles y Bienaventurados hacen de él el aprecio que has oído, justísimo es que en la tierra sea apreciado de todos los Fieles, y mayormente de todos aquellos que se precian de ser verdaderos devotos de esta Soberana Reina.