đHwww.oocities.org/ar/misa_tridentina03/rosario/meditacion04.htmlwww.oocities.org/ar/misa_tridentina03/rosario/meditacion04.htmlelayedx˝SŐJ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙ČĐt{OOKtext/html€ˆ2÷{O˙˙˙˙b‰.HMon, 20 Oct 2003 22:59:49 GMTŁMozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *źSŐJ{O Meditaciones sobre los dos ultimos Misterios del Rosario meditaciones_rosario

MEDITACIONES
SOBRE LOS DOS ÚLTIMOS MISTERIOS
GLORIOSOS DEL ROSARIO Y EN ELLOS
 SOBRE EL ROSARIO EN CUANTO TAL

EXTRAÍDAS DE
ARCO IRIS DE PAZ

Por el M. R. P. Presentado, y Siervo de Dios,

FRAY PEDRO DE SANTA MARÍA Y ULLOA,

Varón Apostólico, del Orden de Predicadores, Hijo ordinario
  del Religiosísimo Convento de San Esteban de Salamanca, y
prohijado en el Real Convento de San Pablo de Sevilla.*

CON LICENCIA.

A

13.

   Considera ahora cómo nuestra Soberana Emperatriz gobierna su Imperio en los quince Reinos de la Misericordia, y cómo la entabla sobre sus vasallos —prosigue la visión— y destierra de ellos las plagas y rigores de la Justicia.

   «Tres son mis Imperios: uno es del Poder del Padre, otro de la Sabiduría del Hijo, y otro de la Bondad del Espíritu Santo, y estos Imperios resplandecen en las tres partes de mi Rosario. El Imperio del Poder en la Encarnación, obra propia del Poder y Omnipotencia del Altísimo; el de la Sabiduría infinita del Verbo y el de la Bondad y Amor en los Misterios Dolorosos y Gloriosos, obra especialísima del Amor del Espíritu Santo. En estos tres Imperios tengo quince Reinos: en los cinco primeros se gozan mis vasallos; en los cinco segundos pelean y batallan; y en los cinco terceros descansan. Éste es el ejercicio y trato de mis Reinos; y la vida de mis vasallos, gozos y penas; victorias y descansos. Con los gozos se alientan, con las penas se ejercitan, con las victorias se coronan, y con la Gloria por último descansan.

Ea, mortales, venid a estos quince Reinos, gozad de las misericordias que con ellos se os prometen; atended a que cuantos en ellos estuvieren, las consiguen. El tributo y carga que se os pide en estos Reinos son los quince Misterios de alabanzas cada día, y en ellos tengo vinculadas quince misericordias generales que conseguirán todos los que fielmente me pagaren ese tributo en repetidas alabanzas de la Angélica Salutación, por la cual, y mediante ella, el Padre me hizo su Hija, el Hijo su Madre, y el Espíritu Santo su Esposa. Y, por cuanto en cada una de las Angélicas Salutaciones me ofrecen quince alabanzas de incomparable estimación para Mí, a cada una de sus palabras quiero que les corresponda una misericordia mía, para que conozcan todos los que me sirvieren que soy verdadera Madre de Misericordia y que liberalmente les comunico y franqueo todos mis bienes con gran liberalidad.»

 

14.

   Considera que dice Nuestra Señora: «Porque me dicen Ave, que es lo mismo que llamarme libre y exenta de la maldición y lamentables ayes de Eva, ellos serán libres de la maldición con que la divina Justicia castiga a los desterrados hijos de Eva, y gozarán de la bendición eterna de mi Hijo y mía.»

   Y, diciendo esto, usando del poder de Reina, Madre y Señora de las misericordias, desterró de los quince Reinos de su Santísimo Rosario la maldición que reinaba en los hijos de Adán, y en su lugar hizo que reinase eternamente la bendición. Y de camino advierte, Devoto de la Virgen, cómo el Santísimo Rosario es un Reino de bendición, y todos los que en él sirven a la Soberana Reina son hijos de bendición; y puedes entender que con ellos habla la Sabiduría Encarnada cuando dice: «Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del Reino que os está preparado desde el principio del mundo»15. Éste, que era Reino de bendición, lo perdieron por su pecado, e incurrieron en la maldición, de la cual maldición dijo San Jerónimo16 que nos libro la bendición de María Santísima; y ésta se explica —dice San Alberto Magno— en aquella palabra de la Salutación Angélica, Ave, que es nombre de Eva trocado; y así le decimos a esta Reina Soberana Ave; porque en ella y por ella se trocó la maldición de Eva en bendición, y por ella así nosotros como nuestros Padres la conseguimos, y de hijos de ira pasamos a ser hijos de bendición. Díganle, pues, todos sus devotos, Ave, y con grande afecto, que con esa palabra se aseguran en el Reino de sus Misericordias, que, como dice Nuestra Señora, para ellos son. Pondera aquí cuan útil y provechosa es esta palabra Ave con que se saluda a la Virgen, para que, conociendo que por ella te haces participante del Reino de la bendición y de las misericordias de Dios y de la Reina y Emperatriz de los Cielos, nunca la dejes, y siempre la traigas en el corazón y en la boca.

 

15.

   Considera cómo nuestra Soberana Emperatriz, entablando la misericordia en sus Reinos, dice: «Quiero que a la segunda palabra con que me alaban mis devotos en la Angélica Salutación, que es María, corresponda la segunda de mis misericordias: porque me alaban con el Nombre de María, que es lo mismo que aclamarme ilustrada e iluminada con los rayos de la divina luz, ellos serán ilustrados e iluminados singularmente en sus almas, y de ellos será desterrada la ignorancia y ceguedad con que la divina Justicia castiga a los hijos de Adán.»

   Y, diciendo esto, usando del poder de Reina y Madre de misericordia, desterró de su Dominio, en los quince Reinos de su Imperio, la ignorancia y ceguedad que había reinado por tantos siglos en el mundo, y en su lugar hizo que reinase la luz, según aquello de la Sabiduría: «Yo hice que naciese la luz indefectible17, y así será eterna en mis quince Reinos la luz para todos los que en ellos me sirvieren».

   Ea, Cristianos, aquí tenéis el Reino de la luz contrario al Reino de las tinieblas: el Santísimo Rosario de María Santísima. En él está la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo18; en él están las dos lumbreras del Firmamento; en él el Sol Jesús, y la Luna María, esparciendo los rayos de sus luces, que son las obras de sus santísimas vidas, que cada una da soberana luz a las almas que las contemplan. Quien quisiere luz, pase a este Reino, alístese debajo de las Banderas de esta Soberana Reina, que así prevalecerá contra las Infernales Milicias de las tinieblas.

 

16.

   Considera cómo prosigue la Emperatriz celestial gobernando con misericordia sus quince Reinos, y dice: «Todo el Reino de mis misericordias tengo vinculado a mis alabanzas; y así, a todos los que en mis salutaciones cada día me ofrecen aquellas palabras, Gratia plena, quiero que por cada palabra les corresponda una misericordia de misericordias de la fuente de la divina Clemencia. Yo, Madre de misericordia, les alcanzaré los auxilios de la divina Gracia, y les prometo que de la grandeza de los divinos Tesoros de que el Altísimo me llenó, llenaré sus almas y corazones, y desterraré de ellas eternamente la dureza y obstinación de corazón y la vanidad y pobreza miserable que son dos plagas con que la Justicia divina castiga a los pecadores.» —Y, diciendo estas palabras, usando del poder de Reina de misericordias, desterró de sus quince Reinos la obstinación y dureza de corazón y la vanidad, pobre de todo lo bueno y solo rica de soberbia, y en lugar suyo mandó que reinase la compunción y ternura de corazón, y la humildad llena de todos los bienes.

   Ea, pecadores endurecidos en vuestras culpas y obstinados en la malicia, pecadores llenos de vanidad, de mundo y soberbia, y solo pobres de las virtudes y de la gracia, pasaos a los quince Reinos de la Emperatriz de los Cielos, María Santísima, Reina y Madre de misericordias, juntos al número de los que la sirven en los quince Misterios del Santísimo Rosario; que por estos, y por su consideración, os será quitado el corazón de piedra, y se os dará un corazón de carne, blando y amoroso19; huirá de vosotros la dureza y obstinación, y reinará el espíritu de compunción y de ternura de corazón. Juntaos al número de sus devotos, pobres pecadores llenos de la vanidad y soberbia, servidle en sus quince Reinos, o Misterios, y os llenará de sus bienes. Atended a que su misericordia os llama, y os llama no para su conveniencia, sino para la vuestra. Pasaos a mí todos —dice—, y os llenaréis de mis frutos.20 ¿Y qué frutos son los vuestros, oh poderosísima Reina? Decidlo, para que aficionados de ellos los pecadores, llevados del deseo, se pasen a vuestro Reino y servicio. Oye a San Alberto Magno, que responde en persona de nuestra Reina21:

«Mis frutos son el vino de comunión, que en mí y por Mí se alcanza, por cuanto Yo soy Vid que lo doy muy suave y oloroso; mis frutos son el nutrimento y pasto de la devoción; mis flores son frutos de honra y honestidad; mis frutos son el verdadero amor, el santo temor, el propio conocimiento y la esperanza santa; porque de todo esto soy misericordiosa Madre; mis frutos son la gracia de los principiantes, la de los aprovechados y la de los consumados; porque en Mí está toda la gracia; mis frutos son los consuelos, las dulzuras y suavidades espirituales; porque está escrito que mi Espíritu es más dulce que la miel y mi herencia más gustosa que el más dulce panal. Pasaos todos: pásese el pobre a Mí, que soy rica y lo enriqueceré; pásese a mí el manchado, que soy fuente y lo lavaré; pásese a Mí el flaco, que soy fuerte como una torre y lo defenderé; pásese a Mí el muerto en las culpas, que hallándome hallará la vida; pásese a Mí el ciego, porque soy la que ilumina a todos los que esperan en el Señor y le daré luz; pásese a Mí el afligido y lo consolaré; pásese a Mí el enfermo, porque de Mí sacó el Altísimo la medicina y lo sanaré; pásese a Mí el hambriento, porque Yo soy el Granero del depósito del Altísimo donde se juntó el trigo para el tiempo del hambre, y lo hartaré; pásese a Mí el desnudo, porque Yo doy a mis domésticos duplicados vestidos y lo vestiré; pásese a Mí el cautivo de sus pasiones, porque soy Madre del Redentor y por Mí conseguirá la redención; pásese a Mí el perdido Pródigo que malbarató la herencia de su Padre, porque el Fruto de mi Vientre es la herencia de las almas, y se la restituiré, pásese a Mí el esclavo del pecado, que soy el medio por donde vino al mundo la libertad, y por Mí la conseguirá; pásese a Mí el que está en tinieblas y sombras de muerte, porque Yo soy la luz creada de la cual se formó el Sol, y lo haré hijo de la luz; pásese a Mí el que milita y pelea contra los enemigos visibles e invisibles, porque Yo soy para ellos un Escuadrón bien ordenado, y por Mí vencerá; pásense a Mí todos los pecadores miserables, que soy Emperatriz, Reina y Madre de las misericordias, y las conseguirán por Mí.»

   Ves ahí, Cristiano, la misericordia general, que está vinculada a aquella palabra de la Angélica Salutación. Solo falta que te pases al Reino de María Soberana y la alabes con los que la sirven en los quince Reinos de sus Misericordias, que son los quince Misterios de mi Santísimo Rosario.»