ðHwww.oocities.org/ar/misa_tridentina07/sermones/sermon23.htmwww.oocities.org/ar/misa_tridentina07/sermones/sermon23.htmdelayedx¯UÕJÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÈp’|SaOKtext/html?2÷Saÿÿÿÿb‰.HMon, 10 Sep 2007 20:26:04 GMTÇ Mozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *¯UÕJSa Sermones: Vierne Santo - En memoria de la Pasion y Muerte del Señor Sermones: Vierne Santo - En memoria de la Pasion y Muerte del Señor - Padre Basilio Meramo

VIERNES SANTO
 EN MEMORIA DE LA PASIÓN Y MUERTE DEL SEÑOR
 
21 de abril de 2000

Padre Basilio Méramo
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   Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

   Hoy tenemos un significado principal y es que asistimos a un día de completo luto por la muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, en este día no se celebra la Santa Misa en ninguna parte del mundo. Ayer, Jueves Santo, tampoco se celebró la Santa Misa, únicamente la Crismal y una Misa por iglesia, capilla o comunidad religiosa; pero en el día de hoy y lo mismo en el día de mañana no hay Misa, la Misa será de Vigilia, será la Misa de Resurrección y no Misa del sábado sino de Pascua, es la Misa del Domingo que se dice en la vigilia. Normalmente la liturgia pide que se haga a medianoche, porque es a medianoche cuando comienza el día, pero en vista de las dificultades de la vida y por el ajetreo del mundo moderno, se adelanta para facilitarla a los fieles.

   Tenemos entonces ese carácter de duelo absoluto por la muerte de Nuestro Señor.

   Nos dice San Marcos, o sea el Evangelio de San Pedro (ya que Marcos era secretario de Pedro, por eso viene a ser el Evangelio de San Pedro) que Nuestro Señor fue crucificado a la hora de tercia; eran pues las nueve de la mañana[1].

   Los romanos partían el día en dos, de las seis de la mañana a las seis de la tarde y de las seis de la tarde a las seis de la mañana. A la hora sexta -al mediodía- se cubrió de tinieblas el Calvario y toda Jerusalén hasta la hora nona. Es decir, eran las tres de la tarde cuando Nuestro Señor murió en la cruz; fueron horas de un largo suplicio, horas de agonía, de asfixia, horas de la peor de las muertes, la muerte de los esclavos, de los malvados, de los malhechores según el derecho romano.

   Más doloroso aún para Nuestro Señor fue haber sido clavado en la cruz, ¿por qué? Porque los clavos no hacían más que multiplicar al infinito ese dolor que causaba el estar suspendido al rozar los tendones. Si a uno le llegan a tocar un tendón por un segundo o por menos, salta y grita de dolor. Y estar ahí, izado en la cruz, mantenerse colgado de los tendones de las manos durante tres largas horas incrementando su dolor, apoyándose sobre los pies -también clavados- para izarse y así poder respirar, ya que la muerte en la cruz es originada por asfixia. Cuando querían que el condenado muriera rápido -si no había perecido ya-, le quebraban las piernas para que no tuviera punto de apoyo y no se izara con las piernas, lo que le impedía respirar, ocasionándole la muerte inmediatamente. Y por si esto fuera poco, si pensamos nada más en lo acontecido antes de la cruz, eso bastaba para que Nuestro Señor ya estuviese muerto. El solo pensamiento, la imaginación de lo que Él sabía que iba a ocurrir a cada segundo lo hizo exudar sangre. Solamente el terror, el dolor producido por la previsión de un sufrimiento que no podemos evitar puede producir esa exudación. Si pensásemos en una tortura terrible y viésemos todo lo que nos ocurriría, estaríamos espantados. Ese terror, ese dolor intenso nos haría exudar sangre, si es que no morimos de la misma pena antes de sufrirlo; a veces es mucho más doloroso el imaginar un sufrimiento, que padecer el sufrimiento mismo, porque imaginarlo es más terrible. Santo Tomás y los teólogos dicen que si los mártires pensasen en el suplicio sensible, material, del que serían objeto, no podrían resistir el martirio. Por ende, no es bueno pensarlo y, más aún, sólo se tiene la gracia en el momento, ni antes ni después, únicamente en el abandono en manos de Dios.

   De allí viene que la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro presente al Niño en los brazos de la Santísima Virgen María con una de sus sandalias cayéndose, además de dos ángeles con los instrumentos del suplicio de la cruz. ¿Eso qué significa? Que Nuestro Señor, siendo niño, al mostrarle los dos ángeles la cruz del Calvario y los clavos, se asustó y por eso se cae su sandalia; es una bella manera de mostrar cómo Nuestro Señor desde niño ya tenía ese pensamiento y ese dolor.

   Nuestro Señor Jesucristo, como hombre, sufrió lo indecible y he ahí el gran misterio: que siendo Dios, gozando de la visión beatífica, sufrió lo indecible en su naturaleza humana, anonadándose literalmente, haciéndose o volviéndose nada; ¿en qué sentido? En que en El, teniendo el privilegio por la unión hipostática, por la unión con la naturaleza divina, la segunda persona del Verbo, su naturaleza humana debía estar glorificada, impasible, inmortal; esa gloria la dejó El traslucir en el Tabor. Pero El no quiso que ese cuerpo, esa naturaleza, esos huesos, esa carne, estuviesen en el estado glorioso. Así no hubiera sido posible que El sufriese y, menos aún, que muriese en la cruz; esta es la razón por la cual se anonadó. No por el hecho de la Encarnación, que manifiesta asimismo el poder de Dios y su unión con la criatura y a través del hombre con el universo. De ahí esa unidad, esa perfección. Todo sale de Dios y debe volver a Dios por medio de Nuestro Señor Jesucristo y es absurdo pensar que hay otro hombre en la tierra que nos pueda salvar. Es absurdo pensar que hay otra religión, otras religiones, otras creencias, otras iglesias; todo lo que salió de la mano de Dios por el Verbo de Dios, debe volver por el Verbo Encarnado que es Nuestro Señor Jesucristo, Rey del cielo y de la tierra. Hoy en día se niega eso, amados hermanos; el ecumenismo niega ese principio, y eso es una herejía, es una apostasía.

   Desgraciadamente nosotros no estamos acostumbrados a ver con los ojos de la fe los dogmas esenciales de nuestra religión y los curas no enseñan al pueblo el catecismo, ni ellos mismos saben en qué creen; quieren ser hombres del mundo cuando deberían ser todo lo contrario. La misión de la Iglesia no es convertirse al mundo sino transformar al mundo, que el mundo ascienda hacia la Iglesia para sobrenaturalizarse y cristianizarse. Dice la Sagrada Escritura: "Id y bautizad a todas las gentes en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo"; esa es la misión de la Iglesia Católica, Apostólica Romana, no la libertad religiosa que dice: cada uno buenamente se salva en lo que según la estupidez de su conciencia crea; si cree que el Sol es Dios se va a salvar, y si cree, como los budistas, que Dios es una rata o una vaca, también se salvará. ¿Se ha visto mayor estupidez?

   ¿Y por qué esa ceguera? Por falta de amor a la verdad, por falta de fe, por falta de luz sobrenatural. Eso nos demuestra entonces el grado de postración que hay dentro de la Iglesia, lamentablemente, y duele decirlo, pero hay que decirlo: es necesario permanecer firmes en la fe si no queremos que el demonio, que anda dando vueltas en derredor nuestro como un león rugiente, nos devore, como dice San Pedro.

   Entonces Nuestro Señor, que vino al mundo para reconciliarnos con Dios por medio de su sangre e inmolándose Él como hombre para glorificar al Padre Eterno, no escatimó dar su vida hasta la última gota de sangre, en un pacto de sangre, no en un pacto a medias; de ahí que, según el grado de amor hacia Nuestro Señor así será el grado que tengamos de aproximación a Dios, el grado de santidad. Y por eso nuestro primer mandamiento es amar a Dios, amar a Dios sobre todas las cosas y ese fue el amor que Nuestro Señor nos prodigó y nos prodiga desde la cruz, sufriendo su crucifixión, la coronación de espinas, la flagelación; no quedó un solo centímetro de su carne sana, estaba despellejado, su piel fue arrancada a pedazos; tal fue el estado en que quedó el cuerpo de Nuestro Señor. Y eso fue lo que Pilatos, juez cobarde, hizo para salvarlo de la muerte. ¿En qué quedan esos jueces débiles? Pilatos reconoció que era un hombre justo, ¿entonces, por qué no lo liberó, si no encontraba en Él ninguna causa de delito? ¿Por qué no lo dejó libre? Porque tuvo miedo de que los judíos lo acusaran delante del César, así se le vendría encima el César y lo dejaría a un lado. Por conservar su puesto se lavó las manos: "Yo no hallo culpa en este justo", dijo, y para congraciarse lo manda azotar. Los judíos, el odio implacable del fariseísmo contra la divinidad, no se queda en medias tintas , va hasta la muerte. Por esto hay que cuidarse del judaísmo; el judaísmo es diabólico, no le basta cuarenta, cien o mil latigazos, va hasta cumplir su cometido, acabar con lo que hay de divino. En eso consiste el fariseísmo, en nombre de la religión destruir lo que la religión tiene de divino; es la perversión más tremenda de lo religioso. Ese fariseísmo fue lo que destruyó al pueblo elegido por culpa de sus dirigentes y ese mismo fariseísmo puede destruir y, de hecho, está destruyendo a la Iglesia. No nos damos cuenta, pero cuando se destruye en la Iglesia católica lo que en ella hay de divino como es la Santa Misa, como es el sacerdocio, como es la doctrina y se pregona otra cosa como el ecumenismo, como la libertad religiosa, queda al nivel de las falsas religiones, que son invenciones de Satanás. En eso se está convirtiendo la religión católica oficialmente reconocida; el fariseísmo persigue a la verdadera religión católica, persiguió a Monseñor Lefebvre y lo condenó, los derechos humanos condenaron a Monseñor Lefebvre el mismo día en que murió; ellos son implacables y nos persiguen a nosotros. Todos estos curas fariseos de la iglesia de San Francisco, de Fátima o de Chiquinquirá, que no son capaces de dar la cara, que se tragan todas las sectas protestantes que hay en el barrio, y que no toleran la presencia de esta santa capilla, son unos cobardes fariseos.

   Clínica y científicamente si a un hombre se le quita la piel, muere, aun quitándole el cincuenta por ciento de la superficie de su piel. Muere porque la piel es necesaria. Y Nuestro Señor Jesucristo no murió, por su divinidad; cayó tres veces, por eso los verdugos temían que muriera bajo el peso de la cruz. Obligaron al cireneo a que le ayudara para que no desfalleciera y poder llevarlo hasta el Calvario con vida para crucificarlo allí, y que soportara, además, tres horas de amarga agonía. Pero aún faltaba el golpe de gracia del centurión[2], del soldado, atravesarle el corazón con una lanza.

   ¿Se sabe acaso por qué se viene aquí? Se viene aquí porque queremos permanecer católicos, apostólicos y romanos a pesar del fariseísmo que está destruyendo a la Iglesia Católica. Nos acusan de excomulgados, de rebeldes, de herejes; pues bien, si hay algún rebelde, algún cismático, algún hereje, ésos son ellos, como decía Monseñor Lefebvre; son ellos los que están cambiando la Iglesia bajo peso de la autoridad abusivamente ejercida en contra de Dios, y en este caso hay que obedecer a Dios antes que a los hombres y a ningún ángel del cielo como decía San Pablo en su Epístola a los Gálatas:  "Aún cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os predicase un Evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema". Y eso hay que tenerlo muy presente, estar muy consientes de ello y saber defender nuestra posición, que es una posición católica, una posición de obediencia y de sumisión a la Santa Madre Iglesia y de sumisión a Nuestro Señor Jesucristo. Por eso no damos la comunión en la mano: porque es un sacrilegio; ni de pie, porque es una irreverencia. Recibimos a Dios de rodillas en un acto de adoración.

   Nuestro Señor derrama sus últimas gotas de sangre provenientes de su corazón. Entonces, amados hermanos: ¿cómo no vamos a responder de algún modo? Hay que ser muy insensibles, hay que ser muy bestias, o no pensar para no conmovernos ante lo que significa la Pasión de Nuestro Señor, lo que significa la cruz; de ahí la insistencia de la Iglesia en los crucifijos. Pero, desafortunadamente, somos tan débiles que a veces, mientras más nos acostumbramos a algo, menos apreciamos su valor, hasta que lo perdemos.

   Debemos meditar diariamente, debemos conocer nuestro catecismo, profundizar nuestra doctrina, que no venga cualquier protestante estúpido a enseñarnos la "palabra de Dios" y quedarnos con la boca abierta como si nos estuvieran dando la verdad; eso es una aberración. Nos falta amor por nuestra doctrina católica, no la conocemos y en consecuencia, no la sabemos defender. Se debe al grado de postración universal, de pérdida de la fe, de inmoralidad, y por ello, el mundo se está satanizando cada vez, más y el demonio ríe, se alegra, y nosotros tenemos gran culpa de todo eso.

   El cardenal Siri[3] -uno de los más conservadores-, esscribió un libro intitulado "Getsemaní"'; y ¿qué es Getsemaní, sino el monte de los Olivos?, donde Nuestro Señor lloró, donde Nuestro Señor exudó sangre, donde comenzó la Pasión de Nuestro Señor; ahí está entonces la Pasión de la Iglesia actualmente descrita.

   Lamentablemente aquí tenemos poca información, poca lectura, nos dedicamos a leer el periódico, las revistas, que no sirven para nada, sólo nos mantienen distraídos, obnubilados, sin conocer la realidad. Pues bien, la Pasión de la Iglesia no nos debe asustar; al contrario, debemos estar de pie al lado de la cruz con Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, e inmolarnos como Ella y como también se inmoló Nuestro Señor. Por eso, cuando asistimos a la Santa Misa, la mejor manera de asistir no es estar allí hablando o diciendo, gritando o moviéndose ni guitarreando sino en silencio, inmolándonos en esa misma intención de inmolación de Nuestro Señor Jesucristo, porque se está renovando el mismo sacrificio del Calvario pero de un modo sacramental, de un modo incruento. La Misa es sólo eso y si pensamos que debe ser otra cosa, no tenemos ni idea de lo que es la Santa Misa, y en ese caso no sabemos ni para qué venimos a Misa y saberlo es esencial, es fundamental. Una cosa es estar guitarreando, aleluyando y bailando -como hoy se hace-, o estar ahí, recogidos, en profundo silencio, sin saber qué decir, viendo a Nuestro Señor morir en la cruz; ¿qué otra participación queremos?

   Pidámosle entonces a Nuestra Señora, que estuvo heroicamente de pie ante la cruz ofreciendo a Su Hijo amado, y quien fue legada por Nuestro Señor como madre a San Juan y madre nuestra, que podamos permanecer de pie en esta crucifixión que vivimos hoy en la Iglesia, en su pasión. Siendo Ella así Corredentora. Cuando a una madre se le muere un hijo es capaz de ofrecerse a Dios del mismo modo que Nuestra Señora ofreció a su hijo, a su único hijo en la cruz; ese fue el acto de oblación, de generosidad y de sufrimiento de Nuestra Santa Madre.

   Pidámosle a Ella esa firmeza, esa consistencia, esa solidez para no claudicar, para no dejarnos arrastrar por el error y la apostasía que demoníacamente quieren destruir a la Iglesia, quieren destruir a Dios; eso es lo terrible y por esto seremos perseguidos, cruelmente perseguidos. Pero ahí está entonces ese espíritu de verdaderos soldados de Cristo, basándonos en el sacramento de la Confirmación para poder perseverar y así, si es necesario, dar también nuestra sangre por defender la Santa Religión, Católica, Apostólica, Romana, la Santa Iglesia Católica.

   Es el corazón de Nuestra Señora el único que en realidad puede enseñarnos eso, porque los apóstoles -no olvidemos- salieron corriendo despavoridos. San Pedro, en un golpe de furor había sacado la espada y cortado la oreja a Malco y Nuestro Señor se la restituyó. Pero en la cruz, San Pedro y todos los otros apóstoles estaban cada uno por su lado; San Juan fue el único que permaneció junto a Él, y no por mérito propio, sino por estar allí como un niño aferrado a las faldas de la Virgen María; fue Ella la que estuvo ahí, de pie. San Juan estaba, por decirlo así, como de chiripazo y además porque era pariente de la Santísima Virgen María, era pariente de Nuestro Señor. Entonces es Ella la única que, como en la Pasión de Nuestro Señor, puede también mantenernos firmes en la Pasión de la Iglesia. +

 

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  • [1] San Juan 19, 14 dice que era la hora sexta ( 12 del día). La diferencia podría consistir en que el uno se refiere al inicio del proceso que lo lleva a la Cruz (San Marcos) y el otro se refiere a la hora misma de la crucifixión (San Juan)

  • [2] Tal Parece que ese centurión fue el que tuvo relación con la sangre de Lanciano. Lanciano viene de Lanza, donde está el milagro eucarístico. Uno de los milagros eucarísticos más renombrados; este centurión se convirtió al ver ese prodigio, ese milagro. Las mismas Escrituras nos dicen que exclamó: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.

  • [3] El cardenal Siri fue electo Papa, rehusó al cargo y en vista del hecho, se negó el humo blanco argumentando haber existido una confusión.