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QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA
 
20 de mayo de 2001

Padre Basilio Méramo
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    Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:        

   En el Evangelio de hoy Nuestro Señor nos exhorta a pedirle al Padre en su nombre. A sus discípulos les dice que no han pedido en su nombre, que todo lo que se le pide al Padre en el nombre de Nuestro Señor, el Padre lo dará.

   ¿Qué significa pedir en el nombre de Nuestro Señor? ¿Qué significa el nombre de Nuestro Señor? Que El es el Salvador, el único Redentor del universo, el único que nos salva y por eso hay que pedir en su nombre. Hay que pedir justamente lo que su nombre significa: la salvación del alma. Nuestro Señor les dice a sus discípulos que no han pedido a Dios en su nombre, no han pedido a Dios Padre su salvación.

   Jesús significa Salvador, por tanto nuestra oración no puede ser otra que en el nombre de Nuestro Señor, pero no para pedir ganarnos la lotería, ser presidente de la república o reina de belleza, ni lo que fuere, sino para pedir una sola cosa: la salvación del alma y la salvación de las almas de los demás. Si pedimos salud, bienestar y cualquier otra cosa, tiene que estar supeditada en primer lugar a la salvación de nuestra alma y en segundo lugar a las almas de los demás. De esto depende a veces el fracaso en la oración: no pedirlo en nombre de Nuestro Señor, no hacerlo pidiendo la salvación de nuestra alma. Pedimos la salud, pero no para salvarnos, para vivir virtuosamente y dar ejemplo, sino para bailar, para gozar, para trabajar, para lo que fuere, para cosas incluso que pueden ser muy lícitas, pero que son efímeras, porque son cosas de este mundo y eso hay que tenerlo presente; hay que pedir la eternidad y la salvación del alma y todo lo demás va subordinado a ello.

   ¿Para qué querer dinero y salud si me voy a condenar? ¿Para qué querer el bienestar si me voy a perder? Y ¿para qué estar bien en este mundo si me voy a condenar? Luego, hay que pedir en el nombre de Nuestro Señor a Dios Padre que nos salve; si le pedimos eso, El nos salvará; no somos nosotros los que nos salvamos; es más, si fuera por nosotros, ya estaríamos todos condenados, de ahí la gran confianza que debemos tener en Dios Padre y El quiere que le pidamos la salvación. Quien se condena es porque no quiere salvarse, no quiere pedir la salvación de su alma, no quiere a Dios.

   Es tanto el amor que nos tiene Dios Padre que Él mismo lo dice en el Evangelio, que El no pide por sus discípulos y por nosotros al Padre porque ya es sabido que el Padre nos ama, y nos ama porque hemos creído que Nuestro Señor salió de Dios y que es Dios. Hasta dónde llega, que no necesita pedirle a Dios por nosotros porque el Padre nos ama, Él es quien nos ama primero. Nosotros con nuestro amor no hacemos más que corresponderle cuando lo amamos; y al contrario, cuando lo injuriamos o lo despreciamos, lo odiamos; eso lo hacemos cuando pecamos mortalmente, rechazamos el amor de Dios y preferimos cualquier amor que no está cifrado en Dios, amor que será entonces hacia la criatura, hacia nosotros mismos, tomando las cosas creadas por Dios no como meras criaturas, no como medios, sino como fin último como si fueran Dios.

   Así hace el avaro con sus riquezas, con el dinero; así hace el orgulloso con su propia voluntad, erige en dios su propia voluntad por encima de todo; el que manda, se entroniza en su poder y hace de ese poder su dios; y así hay muchos ejemplos de endiosamiento de la criatura y desacralización de Dios; ese es el pecado, el mal y, por lo mismo, el infierno.

   No hay otro nombre; no puedo rezar pidiendo a Mahoma, pidiendo a Buda, a cualquiera de los representantes de todas las falsas religiones. Ni siquiera como hacen los protestantes; tengo que pedir en el nombre de Cristo y a Cristo me lo da la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, no me lo dan los evangélicos, no me lo dan los judíos, ni los musulmanes. Esa es la necesidad de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y no de una falsa Iglesia. Porque hay que decirlo, la Iglesia oficial hoy no es la Católica, Apostólica y Romana; es la Iglesia ecumenista que tiene a los judíos por hermanos, también a los budistas y a todo el mundo.

   Tal como la olla donde se prepara el sancocho, todo le cabe, todo le entra y todo va bien. Esa no es la Iglesia Católica, y el que crea que esa es la Iglesia Católica, lo lamento pero está muy confundido; yo no pertenezco a esa Iglesia Católica que no afirma la doctrina Católica, Apostólica y Romana y que no tiene la liturgia romana.

   Dice el apóstol Santiago en su epístola que tenemos que poner en práctica la palabra de Dios; pero, ¿cómo se va a poner en práctica si se diluye la Iglesia en un templo masón como es la ONU, allí donde va todo el mundo, todos los credos? Eso no debiera ser así, la Iglesia Católica, como la verdad, es exclusiva, rechaza todo lo otro y esa exclusividad está en el nombre de Jesús. Por eso es falso el ecumenismo que hoy se predica, va en contra del Evangelio, en contra de Jesucristo, en contra de nuestra salvación. Y hay que decirlo, porque si los obispos no lo dicen no están cumpliendo con su deber; alguien tiene que decirlo, porque hay que estar alertas.

   Como dice Santiago, "no hay que dejarse corromper por el siglo, por el mundo"; y hoy en día se quiere una Iglesia mundana, no una Iglesia celestial, una Iglesia del cielo; se quiere una Iglesia del hombre y para el hombre, endiosando al hombre como si fuera Dios; ese es el principio que anima a la sociedad moderna: endiosar al hombre; si Dios existe es para el hombre, no es el hombre quien existe para Dios, se invierte el orden. Se predica, entonces, una falsa religión, guardando una apariencia de verdad, guardando una apariencia de autoridad y de prestigio no para predicar a Dios y a Nuestro Señor Jesucristo sino para predicar al hombre; no se puede excluir según el ecumenismo a ningún hombre, porque, según esto "nadie es más que otro", poco importa si es musulmán, judío, budista, evangélico, ateo, no importa porque "todos somos hombres".

   Pero es que las cosas hay que mirarlas desde el punto de vista de Dios y no del hombre, porque somos criaturas; Dios es primero, es Dios el fundador de la religión, es Dios el dueño de la Iglesia Católica, no somos nosotros y por eso la jerarquía no tiene ningún derecho a destruir esos principios divinos que son de Dios; esa es la tristeza y el dolor que embarga nuestro corazón.

   Pidamos pues en el nombre de Nuestro Señor, como lo decía también San Agustín: "Pedir en el nombre de Jesús es pedir la salvación, porque eso significa Salvador, salud-dador", el que da la salud, no como la pueden dar los médicos, sino la salud eterna, la vida eterna.

   Imploremos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María. Ella es ultrajada cuando se ultraja a su Hijo y se ultraja a su Iglesia. Ella, es ultrajada con todo esto que está pasando dentro de la Iglesia. Que nos ayude a pedir en el verdadero y único nombre por el cual podemos salvarnos.

   Que se pueda salvar el mundo por Nuestro Señor Jesucristo; que todos los hombres se acerquen, le quieran y le correspondan con fe y amor y se salven, no por otra cosa, porque en otra cosa está la condenación eterna. Pidamos a Ella, a la Bienaventurada siempre Virgen María que nos ayude a perseverar en la fe, en el amor a Dios y a su Santa Iglesia. +

 

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