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Sección espectáculos

Estreno: 14 de noviembre de 2002
Las bellas durmientes

Hable con ella es una inusual aproximación de Pedro Almodóvar al mundo masculino. Darío Grandinetti aporta su gravedad.

Autor: Diego Lerer

Dos mujeres bailotean sobre el escenario en el comienzo de Hable con ella, la nueva película de Pedro Almodóvar, su más íntima y desgarradora desde La flor de mi secreto. Los personajes, vestidos con una simple combinación, con rostros sufrientes y evidentemente ciegos, se golpean contra las paredes y se tropiezan con todo. Y es un hombre el que intenta mover los obstáculos que ellas encuentran a su paso.

Es parte de una función de Cafe Müller, de Pina Bausch, y en el público están sentados Benigno (Javier Cámara) y Marco (Darío Grandinetti). Benigno es enfermero de un hospital y desde hace cuatro años cuida noche y día a Alicia (Leonor Watling), una promesa de bailarina que quedó en coma tras un accidente. El la baña, la peina, la maquilla y le cuenta cosas. "A veces superas todos tus obstáculos y te pones a bailar", le dice, hablándole de la pieza de Bausch.

Marco aún no lo sabe, pero pronto su vida se acercará a la de Benigno. El es un periodista y escritor argentino que vive en España y se dedica a viajar escribiendo guías turísticas. A partir de una entrevista, se enamorará de Lydia (Rosario Flores), una torera que viene de un explosivo romance con un colega. Convivirán, escaparán de sus adicciones (las de ella), se refugiarán junto a la familia de Lydia hasta que, en una corrida, un toro furioso la deje en la misma situación que a Alicia. En la clínica, los dos hombres solos, con sus mujeres silentes y postradas, conocerán los secretos del otro.

Hable con ella es el consejo que Benigno le da a Marco, que no sabe qué hacer con Lydia. "Háblele, cuéntele cosas", le dice. Pero Marco no encuentra el sentido en hablarle. "El cerebro de la mujer es un misterio", le dice Benigno. Y el remate es de pura cepa almodovariana: "Y en este estado, todavía más".

Almodóvar habla de hombres en Hable con ella. Las mujeres han pasado a un plano secundario. Son, igualmente, figuras centrales, imposibles de obviar. Ellas arman y desarman la vida de Marco y Benigno, las forman y les dan sentido. Pero es a ellos a quien vemos amar, sufrir, penar, equivocarse, reincidir y llorar. Sobre todo, llorar. Si algo hacen los hombres de Almodóvar aquí, especialmente Marco, es llorar. Llora al ver a Bausch, al matar una culebra, al escuchar a Caetano Veloso cantar Cucurrucucú Paloma ("que todavía la espera/a que regrese la desdichada") y al enterarse de ciertas cosas.

"La soledad, supongo", le dice Benigno a un psiquiatra cuando éste le pregunta el por qué de su visita. El y su complicada historia (y la cándida interpretación de Javier Cámara) son el centro, el corazón latiente que tiene Hable con ella, el que la diferencia de los últimos filmes —algo más fríos y calculados— del manchego. Este es un relato más despojado, en el que el director abandona algunas de sus volteretas narrativas (no todas) y sus rasgos de estilo más sobrevalorados (tampoco todos), para adentrarse en las inconsistencias y misterios de un personaje de riquísima complejidad como es Benigno.

Grandinetti es pura presencia. Aunque a veces el texto le juegue unas malas pasadas, su estampa, su rostro compungido y siempre al borde del abismo dan al filme una gravedad que se balancea a la perfección con la inocente máscara de Cámara.

Hable con ella es una película de hospitales, de enfermos y de milagros, temas que parecen obsesionar cada vez más al director. Acaso Almodóvar se sienta identificado con el enfermero Benigno y la pagana forma de curación del dolor femenino que él ejerce. De hecho, no sólo se le parece un poco sino que hasta ambos utilizan al cine como metáfora clave.

Como Atame!, hecha después del furor de Mujeres al borde de un ataque de nervios, Hable... es una película de redescubrimiento, de volver a empezar, casi una afrenta de Almodóvar, quien rechazó las ofertas de Hollywood para hacer un filme sencillo, melancólico y —peor aún— sobre hombres. "De la muerte, nace la vida —le dice a Alicia su profesora de baile—. De lo masculino, nace lo femenino." Acaso sea otra forma de decir lo mismo.