La película se inicia en un tiempo presente,
con impecable sonido de gotas cayendo en el
agua, una chica que se quita la ropa y luego se
sumerge en la bañadera. A través de flashbacks
la narración da cuenta de lo sucedido
anteriormente, mientras alternadamente se la
muestra en ese baño.
Un joven
taxiboy, que trabaja principalmente
en el interior de los cajeros automáticos, donde
suele tener sexo con los clientes que van a
extraer dinero, se siente atraído por un chica
común que ingresa en un cajero mientras él
espera a que caiga una presa. Él,
insolentemente, le quita la tarjeta y ofrece
devolvérsela a cambio a de sexo. Ella dice que
por sexo no paga, él dice que entonces lo tendrá
que buscar por los cajeros para recuperar su
tarjeta.
La chica, que está desorientada en el mundo y
que canta en una banda con muy pocas ganas y
nada de carisma, siente curiosidad por el
taxiboy. Y hace lo que debe hacer, según lo
antojadizo de la situación planteada por Chen.
Ambos ingresan en una conflictiva relación de
intereses, que está más articulada por la
circunstancia y la anemia de expectativas
personales que por un sentimiento profundo para
con el otro. Ella esta dispuesta a todo, pero el
rollerboy (los "rollers" son un detalle de
estilo) no se deja tentar tan fácilmente, más
aún cuando disfruta plenamente su promiscuidad
tan nocturna y de frases clisé.
Este es el primer largo dirigido por
Chen,
una realizadora que tiene buenos antecedentes en
el montaje ("Esperando al Mesías", "Garage
Olimpo"), en el que cumple además otras
funciones. El único caso similar y cercano en el
tiempo, que viene rápidamente a la memoria, es
el de Steven Soderbergh. Los atentos lectores de
Fotograma.com sabrán dar otros ejemplos mejores,
seguramente.
Es indudable que la culpa de tal
multifuncionalidad es la falta de recursos
económicos. Desde ese punto de vista es muy
interesante el resultado de Chen. Filmar en la
Argentina, hoy en día, no es poca cosa y sólo
quiénes hayan participado de una filmación o
hayan estado cerca de una, saben que la mitad
del vigor de una vida se va en una película.
Pero dejando a un lado el mérito de presentar
una realización propia en el escenario actual,
es preciso señalar que cumplir varias roles en
una producción le quita fuerza a alguno de
ellos. A menos que un talento sublimado, del
tipo Soderbergh, esté a cargo.
En este caso el montaje es por cierto lo
mejor de "Vagón fumador" y no es raro
porque es lo que mejor sabe hacer Chen. Es
posible que algunos cortes tiendan al desorden,
pero al final todo se vuelve a ordenar.
Sí son muy débiles el manejo de actores y el
guión. Las actuaciones son definitivamente
básicas. El papel de taxiboy a cargo de Brezicki
(también director, o mejor dicho director y
ahora actor) es quien llega a arriesgar cierta
fluidez en algunas escenas. El papel de Reni (Bengolea), en cambio, es muy bajo, casi
lamentable. El resto del elenco se mueve dentro
de una suerte de ensayo de escuela de teatro, en
donde el amateurismo aflora indefectiblemente.
El sonido está muy bien y la música a veces está
extremadamente presente. La fotografía se
corresponde a un TP de facultad. No mal: es allí
donde se aprende.
El guión plagado de lugares comunes y con
diálogos rudimentarios que padecen la penosa
pretensión de creerse interesantes, socavan aún
más el enclenque resultado.
Andrés San
Martín
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