Este tipo tiene rasgos distintivos que se dejan ver con total claridad en los momentos importantes de definirse por una idea, jugarse por una causa, participar en una cruzada solidaria, poder decir no o si  sin temer la perdida de la popularidad que tanto cuida y que lo hace estar siempre bien con Dios y con el diablo.

Se los puede ver militando un ratito en cada partido siendo los mejores “ chupamedias “ del candidato de turno, hasta que él mismo cae en desgracia y se desgracia con alguna tropelía efectuada en  contra del pueblo, que algún periodista descubre y luego es mandado a matar; pero nuestro tipo flan ya está puesto a salvo y afiliado a otro partido a otras ideas. Se pueden dar infinidad de ejemplos y muchos otros podrán agregar ustedes, pero el punto no es éste, sino reflexionar sobre cómo se gesta éste tipo de flan.

Entonces, tenemos que pensar en qué cosas, qué tipos de experiencias moldearon a nuestro “ flan”. Caemos así en la famosa frase: “ se educa con el ejemplo “, nuestro “ flancito “ aprendió viendo a los adultos que lo rodeaban que no siempre era conveniente decir la verdad, que defender a un amigo podía ocasionarle conflictos, “ mejor no te metas “, le dijeron. Muchas veces cuando pensó en voz alta fue descalificado por pequeño, o se ligó un “ bife “ por decirle a la tía Genoveva que papá había dicho que era una pesada.

Le mostraron que había otro camino que siempre estar del lado del más fuerte porque era la forma más cómoda de sobrevivir cómodamente.

Pero se olvidaron de explicarle que iba a perder la magnífica oportunidad de ser libre de tener ideas propias, de superar los conflictos trabajando en ellos, de que la ganancia de decir la verdad es tener la conciencia tranquila, de que cuando se es honesto se ganan amigos de los buenos, que cuando se es libre también se es feliz.

Ya vimos pasar demasiadas generaciones de flanes, no desperdiciemos más tiempo porque estamos necesitando gente como la gente. Porque al fin de cuentas un flan está destinado a ser siempre dulce, siempre empalagoso, pero una vez que lo probamos no nos deja nada.

 Patricia Faré

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