(Publicado en: El espacio cultural de los mitos, ritos, leyendas, celebraciones y devociones. Buenos Aires, Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico de la ciudad de Buenos Aires, 2003).
GABINO EZEIZA: PAYADOR LEGENDARIO
Ercilia Moreno Chá*
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires ve aparecer una variadísima gama de entretenimientos para grandes públicos que incluyen espectáculos ópticos como el polyorama o el stereorama, las vistas, el teatro mecánico, el circo, espectáculos de acrobacia, prestidigitación y danza, volatines, compañias de teatro, ópera y zarzuela, entre otros.
La mayoría de estas novedades sólo alcanzaban a las grandes ciudades, mientras las áreas rurales mantenían sus propias modalidades de esparcimiento. Una de estas formas, tal vez la más difundida, era la del canto con guitarra, que es trasladado paulatinamente hacia la periferia de las ciudades, en boca de la población rural migrante. Así, el repertorio criollo era arrastrado hacia este nuevo entorno ciudadano en el que se producían las mezclas más radicales entre la población criolla de extracción rural y la masa de inmigrantes europeos que llegaba sin cesar.
Hay una figura que representa como ninguna, el pasaje de este arte rural y marginal de la periferia al centro de la ciudad de Buenos Aires y ella es la del payador Gabino Ezeiza. Desde luego no se trata de un traslado meramente físico sino de una completa transformación y adaptación de un arte popular surgido en campamentos, fogones y pulperías a los nuevos espacios del boliche, el club, el circo, la confitería, el comité político, el salón y el teatro, con sus respectovos públicos.
Ezeiza ha sido - por lejos- el payador sobre cuya vida más se ha escrito. Pero curiosamente, mucho de ese material, publicado en artículos de periódicos y revistas como así también en libros, ha aparecido sin la documentación que los avale y han ido construyendo no pocos episodios de los que hoy nutren la leyenda de Gabino Ezeiza.
Esta situación se revierte en nuestros días, gracias a los trabajos del payador Víctor Di Santo, cuidadoso hurgador de archivos y calificado historiador del fenómeno del canto payadoril. Precisamente su último libro está dedicado a hacer la biografía de Gabino Ezeiza; se halla aún inédito, está prologado por el historiador Felix Luna y nos fue facilitado para la elaboración de este trabajo, generosidad que agradecemos muy especialmente.
Según la tradición, Gabino Ezeiza había nacido en el seno de un familia de ascendencia africana en el barrio porteño de San Telmo en 1858. Su niñez había transcurrido en medio de gran pobreza y siempre ligada a la actividad de los payadores que a su barrio llegaban. Uno de los boliches a los que concurría asiduamente era de otro moreno payador llamado Pancho Luna, quien le regala su propia guitarra. Con ella vive una adolescencia de trashumancia ejerciendo su arte por la provincia de Buenos Aires.
En cambio, los documentos presentados en el trabajo de Di Santo denominado El canto del payador en el circo criollo (1987), prueban el nacimiento en la parroquia de La Concepción, vecina de la de San Telmo. Posteriormente, otros trabajos como el de Luis Soler Cañas (1967), el estadounidense Marvin Lewis (1996) y el libro inédito de Di Santo, confirman una adolescencia en la Capital Federal y ejerciendo el periodismo.
Efectivamente, luego de una infancia con estudios primarios incompletos en los que no aprendió a leer, ejerció el periodismo en su mocedad (entre 1876 y 1878), en uno de los más importantes periódicos que circulaban entre la comunidad porteña descendiente de africanos: La Juventud. A través de sus páginas se le conoció su producción de poemas y algunos ensayos, entre los que se destaca el Juicio crítico a la literatura, título premonitorio de quien posteriormente se destacaría en ese campo.
Los rastreos de Víctor Di Santo comprueban que Gabino Ezeiza habría sido reconocido como payador recién a la edad de 22 años. Efectivamente, una nota del diario "La Razón" en la que se refiere su actividad en las luchas que se mantuvieron en la provincia de Buenos Aires en vísperas de la llamada Ley de Federalización (1880), menciona a Gabino del siguiente modo: "Terminada la revolución del ochenta, surgió de los últimos campamentos la afición al canto criollo de contrapunto y se destacó en esa época con título de payador, un morenito vivo, locuaz, satírico e intencionado, que en hermosas y valientes improvisaciones, arrastraba, como orador fogoso, masa del pueblo que le seguían a todas partes para escucharle sus estilos camperos y sus milongas orilleras. (...)" .
Desde entonces, su trayectoria como payador duró más de treinta años, fue interrumpida durante 1893 por su actividad como empresario circense, y retomada hasta el año de su muerte en 1916.
Su faceta de artista popular está signada por ciertos rasgos que marcaron su trayectoria para siempre: la autodidaxia, su militancia política, la búsqueda de excelencia en la práctica de su arte, la decisión de llevar al payador a la categoría de artista y la conquista de nuevos espacios culturales y nuevos públicos.
Su militancia política la brindó a la Unión Cívica Radical, primeramente a través de la figura de Leandro Alem, y más tarde en la de Hipólito Irigoyen. El compromiso con su ideario fue un rasgo permanente en su vida y lo ejerció tanto con la palabra como con las armas, lo que incluso llegó a perjudicarlo con el incendio intencional de su circo y su posterior encarcelamiento.
La búsqueda de excelencia en la práctica de su arte queda de manifiesto no sólo en su ilustración y la variedad de temáticas que podía encarar -debiéndose señalar que se distinguía particularmente en historia, astronomía y teología- sino también en el ingenio y la velocidad con que su talento natural para la improvisación poética era potenciado.
Tras la decisión de llevar al payador a la categoría de artista intuimos una visión clara de la única vía por la que el payador podría sobrevivir a los grandes cambios que se estaban dando en el terreno del espectáculo. Era adaptarlo al nuevo orden de cosas o dejarlo morir de a poco... Gabino elige encabezar ese cambio y está en inmejorables condiciones para hacerlo.
Construye para ello una nueva imagen del payador: impone normas de conducta relativas a la forma de presentación del payador (viste las mismas ropas de uso entre las clases más adineradas, restringe la bebida alcóholica, cuida su vocabulario, impone actitudes acordes a las circunstancias, etc), evita los boliches y almacenes y prefiere los salones, teatros y circos, cobra su trabajo con honorarios y nó con el producto de una rifa o con la paga que buenamente el dueño del local le brinde, usa de la prensa escrita para anunciar sus actuaciones y efectuar sus desafíos a los posibles contrincantes, usa medios de transporte costosos y se aloja en hoteles de categoría durante sus giras.
La conquista de nuevos espacios culturales implicó la llegada del payador al circo y al teatro. Según la documentación hallada por Di Santo hasta el momento, Gabino sería quien inicia la presencia del payador en el circo como artista contratado por temporadas enteras, a partir de su contratación en el famoso circo Podestá -Scotti en 1888 en la ciudad de Chivilcoy. Hasta entonces, el payador era convocado por los circos para ocasiones aisladas, fuera de cartelera y sin previo anuncio. Este espacio dió notable visibilidad al payador, que lo ocupó ininterrumpidamente desde 1888 hasta 1915, en el que sólo un circo los incluía en su programación (Di Santo1987). De ahí en más, las salas cinematográficas con sus espectáculos de varieté y la naciente radiofonía convocan a los payadores hacia nuevos escenarios.
Si bien Gabino Ezeiza comenzó como todos en los pequeños almacenes y boliches de barrio, gozando ya de merecida fama, evitó todo lo posible- por razones de prestigio- ese tipo de espacios, a los que recién volvió en la gran modestia de sus últimos años.
Se cuenta también entre los primeros payadores en haber hecho uso de la grabación discográfica, industria que estaba en su época transitando los primeros pasos.
Para el payador contemporáneo Gabino Ezeiza es sin duda un símbolo, y como tal encarna ciertos valores que la tradición de los propios payadores y de su público ven en su figura.
Como muchos de ellos en la actualidad, también Gabino tuvo formación autodidacta. Construyó - entre fines del siglo XIX y principios del XX- un perfil de trovador distinto al del payador trashumante encarnado en Santos Vega y en tantas figuras literarias que le sucedieron, encontrándose con adversarios circunstanciales a lo largo de sus andanzas que terminaban a menudo dirimiéndose con la ley del cuchillo y poniendo el coraje a prueba.
Instaló al payador dentro del espectáculo moderno usando todos los géneros musicales de su tiempo e introdujo modalidades formales en el arte payadoril, que se mantienen hasta hoy.
Ellas son: la improvisación a pedido del público (que según se dice era su ángulo más fuerte), el saludo al pueblo o localidad en la que estaba actuando y el uso de la milonga como especie preferida para la payada de contrapunto (que anteriormente prefería la cifra, el estilo, entre otras especies).
Pueden considerarse además, otros elementos que son indicadores no sólo para los propios payadores sino también para su público.
Es sabido que el canto del payador tuvo fuerte presencia durante todas las luchas de la independencia y de la organización nacional. Este gran compromiso ideológico se prolongó en el tiempo de modo tal, que no hubo ideario fuerte de nuestro país durante el siglo pasado que no contara con el aporte de algún payador conocido (anarquistas, conservadores, radicales, peronistas, etc). La figura de Gabino Ezeiza ofrece este perfil que sintetiza así, un rasgo conocido de los payadores, que a menudo han puesto su canto al servicio de una idea política.
Pero hay además otro elemento encarnado en nuestro payador, que tiene relación con la posición que en su gran mayoría, tomaron los payadores poniendo su canto al servicio de los sectores más populares, los débiles o los desprotegidos. Y es en este sentido que Ezeiza también personifica esa posición puesto que él mismo era un payador de piel oscura que debió abrirse camino en una sociedad donde los descendientes de esclavos no se incorporaban a todos sus sectores.
Sin embargo, en esa sociedad que se blanqueaba, este payador logra la consagración de su arte en las instancias más altas del poder político y en todo el espectro de la sociedad de su tiempo.
En efecto, su consagración como payador la obtiene cuando viaja a Montevideo en 1884 con el afán de desafiar al oriental más famoso, Juan de Nava. El encuentro se produce en una cancha de pelota de dicha ciudad, con la concurrencia de intelectuales y periodistas. Su enorme éxito hace que el Presidente de la República, don Máximo Santos, lo agasaje al dia siguiente rodeado de su oficialidad y algunos ministros, en el cuartel de la escolta presidencial.
Este es el hito que marca el inicio de la fama que acompañaría buena parte de su larga carrera.
Las difícultades que tuvo en su tarea de conquistar diversos públicos, quedaron plasmadas en numerosas crónicas rastreadas por Víctor Di Santo. Una de ellas, aparecida en el diario "El Demócrata" (21/10/84) cuando se comenta la primera actuación que efectúa en Buenos Aires al regresar de su debut en el Uruguay, señala que "con excepción de tres o cuatro verduleros, el resto de la concurrencia se componía de gente decente...".
A partir de allí su vida de artista se va consolidando en interminables giras por la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, y por largas recorridas que emprendía por el Uruguay.
De las diferentes facetas que hemos referido de su vida -la de periodista, ensayista literario, militante radical, payador y empresario circense- la leyenda ha alcanzado sólo algunas, y con mayor fuerza a su perfil de payador. A dichos aspectos nos dedicaremos a continuación.
De los cientos de payadas que realizara en su vida sólo algunas han quedado en la memoria colectiva de quienes giran en torno a este fenómeno, tanto artistas como público. Entre ellas se destacan su payada consagratoria, la primera celebrada con el oriental Juan Nava en Montevideo en 1884 y dos de los encuentros que tuvo con su contrincante más famoso, el argentino Pablo Vázquez.De estas tres payadas han quedado fragmentos transcriptos y comentarios que aparecieran en los diarios de Montevideo y Buenos Aires, que destacaron enviados especiales para cubrir el evento.
Tal como era costumbre entonces, los payadores de fama se desafiaban para encontrarse a payar de contrapunto. Es fascinante ver como era usada la prensa en este sentido, llegando a crear una tremenda expectativa que antecedía a veces hasta por dos años la concreción del desafío. Así, de modo previo al evento, el público era conocedor de las condiciones, las bases que se pactaban para regir el desarrollo del desafío y los nombres de quienes integrarían el jurado, entre otros detalles. Todo ésto documenta el gran nivel de visibilidad y fervor que había adquirido el payador, lo que no pocas veces estaba asociado a las apuestas de dinero que generaba este espectáculo que siempre tenía un vencedor.
Son innumerables las anécdotas que circulan en torno a estas payadas, sus formas de desafío, las diversas ocurrencias de velocidad e ingenio, el talento demostrado en los momento más difíciles, las interpretaciones del texto, su forma de registro, su larguísima duración de varias horas, etc.
Otro hecho sobre el que mucho se ha especulado es la participación de Gabino en la Revolución Radical de Santa Fé en 1893, encabezada por el Dr.Mariano Candioti, la consecuente quema de su circo y su posterior encarcelamiento.
Su obra, difundida a través de una buena discografía y de algunos folletos a la usanza de entonces, tuvo su punto de mayor éxito en su "Saludo a Paysandú" que lograra más de diez grabaciones diferentes en boca de famosos cantores criollos de su época. La circunstancia que rodeó a su composición y a su primera interpretación en dicho pueblo uruguayo también es motivo de grandes discusiones.
En fin, la leyenda ha crecido sobre una doble vertiente: la de la propia tradición payadoril -corporizada tanto en los payadores como en su público- y la vertiente literaria. Ambas coadyuvaron para acrecentar la leyenda, plena de exageraciones, contradicciones y regida siempre por una gran admiración.
La circunstancias que rodearon su muerte pusieron un significativo broche a esa vida signada por dos grandes pasiones -su arte y su ideología- y las noticias del reconocimiento póstumo nos llegan también por la doble vertiente oral y escrita. Esta última, representada en su partida de defunción en la que se describe su ocupación, con sólo dos palabras que Gabino mereció como nadie en su época: "payador nacional" .
A su vez, la ideología política por la que tanto luchó obtenía su gran triunfo el día que Hipólito Irigoyen asumía como Presidente de la República, lo que coincide exactamente con la fecha de su muerte. Enterado de su fallecimiento, Irigoyen lamentó el deceso con una frase que representa también un reconocimiento, y que fuera repetida innumerables veces hasta nuestros días: "Pobre negro... el sirvió".
El mundo del tango, en cuya geografia arrabalera inicial coincidió con los primeros payadores urbanos, registró para siempre el nombre de Gabino Ezeiza en una obra de Cátulo Castillo y José Razzano. Nos referimos al tango "Café de los angelitos" (1944).
La memoria colectiva recordó a nuestro payador en el homenaje que se realizaba hasta hace pocos años junto a su tumba en el cementerio de Flores y frente al Café de Los Angelitos en la Avda. Rivadavia de esta ciudad al que Gabino solía concurrir, y los recuerda hasta nuestro días en las calles que llevan su nombre: una en la ciudad de Buenos Aires y cinco en su conurbano. Dos bustos mellizos de bronce lo recuerdan: uno en el barrio de Mataderos de nuestra ciudad y otro en una plaza de la uruguaya Paysandú . El molde de yeso que sirviera para dichos bustos se halla actualmente en la Asociación Tradicionalista El Lazo, de San Isidro (Prov. de Buenos Aires).
Por su parte, la memoria de los propios payadores rioplatenses ha mantenido vivo el recuerdo de los colegas más destacados del pasado, en un esfuerzo mancomunado y conciente, que se evidencia en la frecuente aparición de sus nombres durante sus actuaciones.
Los payadores de nuestros días han perdido la visibilidad mediática y el fervor de multitudes que tuvieran hacia principios del siglo XX en su época de mayor esplendor, pero se sienten depositarios de esa larga tradición y han intentado- algunos más que otros- mantenerla viva a través de un riquísimo anecdotario de transmisión oral.
De hecho -dos payadores contemporáneos como José Curbelo y Víctor Di Santo- que gestionaron la institución del Dia del Payador a nivel municipal, provincial y nacional en nuestro país, eligieron para ello al 23 de julio, por ser la fecha en que se realizó en Montevideo el primer encuentro entre dos payadores profesionales del Río de la Plata: Gabino Ezeiza y Juan de Nava.
Otros reconocimientos a Gabino Ezeiza se hacen hoy visibles gracias a la actividad de estos mismos payadores.
Uno es la concepción de la poesía que José Curbelo adosa a una milonga compuesta por el payador Roberto Ayrala (1922-1997), y el otro es la tan esperada biografía de Gabino, realizada por Víctor Di Santo que se acaba de concluir, y aguarda su edición. No es casual que estos hechos que señalamos se deban justamente, a los dos payadores que más bregaron en esta región por un reconocimiento del payador desde las instituciones y el Estado.
Al libro inédito de Di Santo-titulado Gabino Ezeiza. Precursor del arte payadoril rioplatense- le hemos hecho honor durante esta presentación pues en él basamos la información sobre la vida de Gabino que fue brindada.
En cuanto a la milonga de Ayrala y Curbelo -titulada "La guitarra de Pancho LLuna"- diremos que sus versos se apoyan sobre algunos hechos legendarios como el nacimiento y la niñez de Gabino en San Telmo, y la existencia del moreno Pancho Luna que le regala su guitarra para que se inicie como payador.
Su poesía va haciendo referencia a núcleos temáticos muy caros a la historia del payador rioplatense: la negritud y la esclavitud, su formación en los boliches, su escasa presencia en la Historia, su gran compromiso con la libertad, su modo de consagración y el compromiso político que marcó muchas de sus vidas.
La figura de Gabino Ezeiza ha sido alcanzada por la leyenda, y esta canción lo confirma cada año, cuando -fuera de programa y espontáneamente- brota de los payadores y del público, en el teatro en que se festeja el Día del Payador en la ciudad de Buenos Aires. Esto que sucede en nuestro país desde hace diez y seis años consecutivos, comenzó a darse también en el Uruguay desde este año, durante el mes de agosto en que tiene su celebración el payador oriental. La costumbre ya ha establecido que estos eventos cuenten siempre en ambos países con presencia de payadores de ambas márgenes del Plata.
"La guitarra de Pancho Luna" se ha transformado -pues- en una canción emblemática del payador de nuestra región. Con José Curbelo, el autor de su poesía, ella ha viajado llevando el nombre de Gabino Ezeiza más allá del Río de la Plata y actualmente es cantada entre payadores chilenos y trovadores españoles. Fuera de nuestra región, también ha alcanzado la grabación comercial en Brasil, Méjico y Puerto Rico.
LA GUITARRA DE PANCHO LUNA
(Roberto Ayrala- José Curbelo)
Era en San Telmo y era en el tiempo
de las carretas y del candil
y las guitarras se entreveraban
con el retumbo del tamboril.
Cuando los hombres de piel morena
corrían las calles del norte al sur
con cicatrices de las cadenas
de tristes horas de esclavitud.
Allí Gabino tuvo su cuna
bajo ese cielo su voz templó
y en la guitarra de Pancho Luna
halló la luna que lo alumbró.
Mientras que canten los payadores
negro Gabino no morirás
y la guitarra de Pancho Luna
con tu recuerdo vibrando está.
Su piel de noche, por fuera sombra
era por dentro la claridad
aunque la historia poco lo nombra
siempre cantaba a la libertad.
Cuando los pueblos lo consagraron
Gabino Ezeiza, gran trovador
tuvo hasta un circo, se lo quemaron
por idealista y por luchador.
Mientras que canten....
La figura de Gabino Ezeiza tal como hoy se la conoce, sintetiza todas las cualidades que distinguen al payador urbano de nuestros días y se la recuerda con el fervor que merece su máximo exponente. Dueño de cualidades superlativas para este arte y protagonista de un gran esfuerzo de superación, sintetizó un arte rural y marginal, lo transplantó y adaptó al medio citadino, lo colocó en todos los sectores de la sociedad de su tiempo, le abrió nuevos caminos profesionales incluyendo entre sus discípulos a una mujer- Aída Reyna, la primera payadora argentina-, y obtuvo para siempre el reconocimiento de sus pares y del público que gira en torno a este fenómeno.