La Aventura comienza

Primeros aullidos

Trekking y trineos en Paso del Arco

Huskys en Punilla 2001

Crónica del Andirod 2001, Parte I

Crónica del Andirod 2001, parte II

Carta Abierta: Sobre carreras "eco-aventureras"

Pino Hachado, primeras travesías de reconocimiento

 

La aventura comienza

Comenzar una actividad como el Sled Dog no es cosa fácil. Deben conjugarse algunos elementos que no pueden adquirirse mediante cursos, prácticas, libros o por imitación mediante la observación.

En esto de navegar sobre la nieve con un montón de perros delante, debe existir un factor fundamental que es innato en las personas: el respeto por los animales. Junto a esta cualidad van el amor y la paciencia. Estos elementos son esenciales para comenzar con un grupo de perros a moverse por la nieve. No alcanza con un poco de buena predisposición o un "... voy a probar, creo que esto me gusta"; el vínculo que une a un conductor con su jauría es para siempre. Los perros lo entienden así, por naturaleza, y contra eso nada se puede hacer.

Otro elemento necesario es una pequeña dosis de romanticismo para trasladar nuestra mente a épocas en que la única opción para viajar de un pueblo a otro o llevar una carta en medio de un duro invierno era subirse a un trineo con perros. Esto despierta en cada uno la cantidad adrenalina precisa para resolver esas situaciones donde un GPS o un teléfono satelital no ayudan mucho, y sólo sirve la capacidad de improvisar sobre la marcha. Y tal vez, con la mente puesta en otros tiempos, es que aparece esa idea salvadora para arreglar un trineo, pasar una grieta peligrosa o cruzar un arroyo cargado de agua.

El trabajo con el Sled Dog comienza mucho tiempo antes de llegar a la montaña. Comienza en nuestras casas, con la llegada del primer grupo de cachorros, estos nos van a dar un buen tiempo para soñar con esas épocas remotas de las que hablamos, y van a poner a prueba ese otro y fundamental factor necesario del que también hablamos: La Paciencia.

 Esto hace a esta actividad muy distinta de cualquier otra. Tendremos que esperar una larga temporada, que pueden ser de unos ocho a diez meses, para llegar a la montaña con nuestros perros. Acá no se trata de comprar un par de raquetas, subir al jeep, y salir a la montaña el fin de semana a caminar. Tenemos que criar los perros desde cachorros, y eso nos dará el valiosísimo tiempo para conocernos ( noten que hablo de conocernos, y no de conocerlos, sutil diferencia...), cosa imprescindible entre un equipo de perros y su Musher. Por otra parte hará que deseemos a esas montañas como nunca, y cuando llegue el momento de transitarlas sentiremos el placer que solo se siente cuando se alcanzan esas metas que tanto nos han costado. Que tantas noches hemos soñado, cuando le contamos a nuestros cachorros de las interminables travesías o rápidas carreras que iríamos a realizar, mientras ellos nos miraban, con su cara torciéndola de un lado al otro, preguntándose de que estábamos hablando. O quizás sí entendían... y solo prestaban atención a una lección mas.

 Esta la opción de comprar perros grandes, cosa nada recomendable por varios motivos. El principal es que los perros adultos que provienen de jauría distintas van a competir por el liderazgo de esta nueva jauría que se esta formando. Y esto va a producir peleas constantes entre ellos, cosa que hay que evitar en forma tajante. Un team de perros tiene que funcionar como una unidad, tienen que tener su mente y su energía en el camino que vamos a transitar, y no en una lucha constante por el liderazgo. Por otra parte el echo de que intenten pelearse nos va a complicar toda las tareas que realicemos, desde transportarlos, hasta alojarlos, ya que tendríamos que procurar sitios separados para todo eso.

 Otro inconveniente de comenzar con perros adultos es que no nos conoceremos en profundidad, por lo que no sabremos como pueden llegar a comportarse en una situación límite, como un temporal de viento blanco. Y eso es muy peligroso para todos, perros y hombres.

 Cada perro del equipo es una pieza única, con un temperamento y comportamiento propio, que solo a través del trato diario y la crianza iremos forjando y conociendo. Y ellos nos irán conociendo a nosotros, hasta el punto en que perros y Musher se parezcan. El carácter y temperamento nuestro se verá reflejado en nuestra jauría. Y he ahí una de las cosas fundamentales de criar nuestra propia jauría desde su mas temprana edad.

 Una vez puesto en claro la importancia de armar nuestra propia jauría, y para ir avanzando en el entrenamiento y la preparación del equipo, tendríamos que ver un glosario de este deporte. Al igual que otras actividades tiene sus nombres específicos, los cuales iremos mencionando a medida que avancemos en la especialidad, y es bueno que sepamos algunos principales de antemano.

 Glosario

 Team: es el conjunto de perros preparado para correr. Cada team esta formado por varios perros, pueden ser de 2 a 12 o incluso hasta 20 perros. Hablamos de team cuando es un equipo ( tal su traducción) que ya está habituado a trabajar junto. También entre nuestros Mushers locales se le suele decir Tiro.

 Musher: es el conductor, criador y encargado del team. La parte humana del equipo. Este nombre proviene del vocablo francés Marche (marchen!) con el que los europeos daban la orden de partir a sus perros guías.

 Posición de los perros según el lugar en que trabajan

 Los perros de trineo van atados al trineo en parejas, (de a pares) sucesivos uno detrás del otro. De acuerdo al lugar y trabajo que desempeñen serán denominados de la siguiente forma (desde el trineo hacia delante):

 Wheel Dog´s: Son los perros que están inmediatamente delante del trineo, el término significa "perro rueda" , esto es por que son los que realizan mas fuerza, los que rompen la inercia del trineo, y por ello son los de contextura mas fuerte. También allí ubicaremos a los perros que se están iniciando o que muestren alguna dificultad en mantenerse en un rumbo determinado o sean propensos a salir corriendo en una dirección distinta a la del resto del team. En esa posición y con el resto de sus compañeros delante se le dificultará apartarse o abrirse de la trayectoria ideal del team.

 Team Dog´s: Son los perros que se ubican delante de los wheel, y no tienen un trabajo mas especializado que el de correr en sincronía y ritmo con el resto. De ahí lo de team dog, o sea perro de equipo. Es el sitio que ocuparan todos aquellos perros que se están iniciando o que no tienen especiales aptitudes.

 Swing Dog´s: Están delante de los team, es el lugar que ocuparan los perros rápidos y que además tengan aptitudes como perro guía. O al menos que acompañen muy bien a estos sin entorpecerlos. Su nombre significa perros con movimiento.

 Lead Dog´s: Perros líderes o perros guías. Son el eslabón fundamental del equipo, los encargados de llevar la dirección del team. Y acá, dada su importancia, deberemos detenernos unos párrafos.

 Un trineo se conduce por órdenes verbales dadas por el Musher a los perros guías, y estos son los encargados de interpretarlas. Pero además marcarán el ritmo del team y son los primeros que se encontrarán con las dificultades del trazado, ya que van en la primera posición , al frente del resto de los perros. Y por ende, deberán ser perros de mucho instinto y coraje, así como también, una buena madurez mental (perros cercanos o mayores de los tres años de edad) y estar dotados de una inteligencia superlativa.

 Son los perros que mayor afinidad tendrán con nosotros, los mushers, ya que entre los guías y el Musher se establece un dialogo, un entendimiento, que hace que una travesía o una carrera lleguen a buen término. Siempre se ha dicho que un pero guía "nace", no se "hace", y esto es una gran verdad. Pero también depende mucho de la aguda observación que realiza el Musher de sus perros para descubrir aquellos perros con vocación de lead dog.

 Y aquí de nuevo entra en juego el tema de la relación con nuestros perros. Cuanto mas estrecha lo sea, mayores probabilidades de descubrir estas cosas tendremos. Otra cosa importante de destacar y que por lo general se presta a confusión es que el Lead Dog, no es sinónimo de líder de la jauría, o lo que comúnmente se denomina Lobo Alfa. El echo de que un perro, macho o hembra, tenga un temperamento fuerte hacia el resto de la jauría no quiere decir que se trata de un posible Lead dog, o perro guía. Muy por el contrario, un perro de temperamento marcadamente fuerte o agresivo hacia el resto de la jauría nos podría traer problemas teniéndolo al frente de un trineo. Este podría darse vuelta para pelearse con otro miembro de la jauría sin previo aviso. También, cuando tengamos hembras en su período de celo corriendo en el team, su comportamiento será muy difícil de controlar.

 En reglas generales, en mi opinión, no hay que tener perros de temperamento excesivamente fuerte o "dominante" en una jauría de perros para trineo.

 Las órdenes comúnmente usadas internacionalmente son:

 Gee: Significa: derecha, proviene de voces esquimales y fue adoptado internacionalmente. Su pronunciación es: "Yi!".

 Haw: Izquierda, y al igual que el anterior es un vocablo esquimal. Se pronuncia: "JA!".

 Hay otras palabras utilizadazas como órdenes de dirección, como por ejemplo: Go! o Hike! para arrancar, Ho! o Stop! para detener la marcha; Easy! para disminuir la marcha; pero en general estas órdenes cada Musher las arma según su idioma o de donde provino su aprendizaje. Lo fundamental es que sean órdenes cortas y sonantes, y sobre todo que siempre sean las mismas. Existen órdenes para pegar la vuelta en "U", para retorcer o para quedarse quietos o parados.

 Equipamento

 Arnés: Son correas de nylon acolchado con goma E.V.A. que van colocadas entre el pecho y el dorso del perro desde la que realizan su fuerza para tirar del trineo.

 Tow Line: o en nuestro país tiro principal. Es la soga o cable que hace de columna vertebral del tiro y a donde van unidos todos los perros de a pares.

 Tug Line: o tiro individual, es la soga que une el tiro principal con el arnés del perro.

 Neck Line: o cogotera, es la soga que une el tiro principal con el collar del perro.

 Stake Out: o maroma , es una cadena o cable de acero con varias salidas cortas e individuales para atar cada perro. Muy útil cuando viajamos para poder tener todos los perros seguros.

 Ancla o Snow Hook: Es un grampón o gancho de acero o aluminio y va unido al tiro principal. Este se clava en la nieve o el hielo para mantener el trineo firme, sin que pueda ser movido por los perros, en el caso que estos quieran arrancar sin nuestra orden (cosa bastante probable...). Es el freno de mano del trineo.

 Ahora sí, hablando el mismo idioma, podremos ir avanzando en el mundo del Sled Dog, cosas que haremos en sucesivas entregas.

Arriba

 Los primeros aullidos

Ya tenemos los cachorros aullando por todas partes. Me pasaría horas escuchándolos y viéndolos. Levantan sus hociquitos y con voz finita arrancan a coro. Siempre hay uno que arranca primero. Seguramente ese tendrá algún liderazgo sobre el resto de la jauría. Es decir, la voz de mando de la jauría. El primer impulso en general es reprimir esos aullidos. Error. Se están expresando... y si no dejamos que se expresen, no podemos iniciar el diálogo, entonces... ¿cómo haremos entonces para conocernos?

 Soy de la idea de dejarlos lo más libres posible, al menos hasta que maduren y estén en edad de mantener cierto orden en la jauría. De esta manera se llegaremos a saber realmente cómo son. Cada perro, como cualquier ser vivo, nos irá develando sus características en la medida que los dejemos actuar. Si ejercemos un temprano control sobre ellos, sin dejar que pongan en evidencia lo que realmente y naturalmente son, nunca lo llegaremos a saber. O lo que es peor, nos podríamos enterar de ese temperamento en el momento menos oportuno, o cuando es demasiado tarde.

 Ese temperamento que a veces no dejamos aflorar es una carga genética que tarde o temprano sale a la luz. Y cuanto antes conozcamos ese temperamento, mejor.

 Los perros de trineo vivirán en jauría, así lo han hecho sus antepasados lobos, nómadas por excelencia. Cazan en jauría y se desplazan de igual manera. Son muy fieles a la jauría y si mantenemos a la jauría unida estarán mucho más a gusto y por lo tanto disfrutarán a pleno cada salida en grupo. Y de eso se trata andar en trineo con un grupo de perros. Disfrutar nosotros y que disfruten ellos.

 A propósito de la fidelidad a su jauría, recuerdo un día en Caviahue, provincia de Neuquen, cuando me encontraba armando un tiro de 12 perros con los que recién llegaba de Buenos Aires, para quedarme toda la temporada trabajando en la zona. Dada la desesperación por correr que acumulaban desde que subieron al trailer -unas 30 y pico de horas antes-, antes que termine de cargar el equipo en el trineo cortaron el tiro central justo por la mitad.

 Quedaron seis perros en el trineo y otros seis salieron corriendo solos por la ruta congelada, seguramente en dirección al refugio de piedra que habitualmente usamos como base en el centro de montaña. Apuré la carga y me dispuse a salir con los seis perros que aún estaban unidos al trineo. Al pisar la ruta levanté la vista y vi venir en mi dirección y a toda velocidad a los seis perros que habían salido un tanto anticipadamente. Estos se colocaron en sus respectivos lugares y, como si fuera un solo tiro, y de echo hasta que se corto lo era, comenzaron a correr junto a los otros seis.

 En muchas otras oportunidades me ha sucedido que un arnés o un tiro individual se corten, y el perro, después de adelantarse unos metros, vuelva a su ubicación original para seguir corriendo como si aún continuara atado.

 En la medida que los dejemos interactuar entre ellos, y que establezcan desde cachorros las distintas jerarquías, su comportamiento futuro será mucho mas tranquilo, y esto facilitará notablemente nuestro trabajo diario. Y nuestro humor. No es nada agradable estar continuamente ejerciendo de juez entre partes "perrunas", tratando de mitigar los ánimos en cuestiones jerárquicas habituales y sobre todo si los "litigantes" están en los 25 o 30 kilos de peso per cápita.

 En cambio, cuando esas jerarquías se establecen a temprana edad, las cosas no pasan a mayores y el liderazgo de la jauría se establece en forma natural, simplificando notablemente las relaciones.

 Ya tenemos a los perros conviviendo juntos, cosa inicial y primordial. Si tienen alrededor de dos meses o poco más, no deberíamos ponerlos a tirar de nada aún. Pero eso no quiere decir que no comiencen a trabajar. Tenemos que empezar a despertar lo primordial en un perro de trineo: El deseo de correr, o como dicen los americanos, "desire to run".

 Eso será lo más buscado por un criador de perros de trineo. Poco importa que el perro sea blanco, negro, de orejas perfectas o bellos ojos celestes si no lleva en la sangre, a flor de piel, ese deseo de correr que lo diferencia de cualquier otro perro.

 En ese deseo, a pesar de ser innato, debemos trabajar. Necesitamos despertarlo e incentivarlo aún mas. Esto lo lograremos en los primeros meses por medio del juego. Después de un tiempo de estar alimentándolos a diario, notaremos que nos siguen por todos lados, sin importar que sea la hora de comer o cualquier otro momento del día. Es ahí que debemos comenzar a salir con ellos a correr, llamándolos con la misma vos de mando que usaremos en el futuro para darles la señal de partida.

 Lo ideal es realizar este trabajo en algún lugar distinto que el corral o sector donde están a diario. Puede ser en algún campo lindero o cercano al que podamos llegar corriendo sin tener que mover los perros en ningún vehículo o cosa demasiado extraña para su corta edad. Esto marcará una diferencia muy grande en la vida del cachorro. La experiencia de cambiar de lugar, recoger distintos olores, encontrarse con situaciones completamente nuevas y distintas hacen que estas primeras salidas dejen una marca en la joven jauría.

 Por lo tanto debemos extremar las precauciones para que nada los atemorice y para que ganen confianza y seguridad en ellos mismos. Esto les irá forjando el valor que luego se verá reflejado en la montaña cuando deban afrontar las peores condiciones climáticas o las pendientes mas pronunciadas.

 En estas salidas es donde debemos comenzar una aguda observación de cada cachorro de la jauría. Iremos descubriendo al que tiene más valor, al más osado, o al más tímido, que necesita que lo incentiven para que deje la seguridad de su corral, equivalente a su madriguera en la vida salvaje.

 Todo esto lo volcaremos después en las posiciones del tiro. Seguramente los más osados irán al frente del tiro, mientras que los más tímidos en largarse solos hacia adelante irán atrás, como wheel dogs, donde seguirán las seguras huellas dejadas por los guías.

 El tema de la observación de la jauría es fundamental. La mejor forma de corregir un error en un perro es adelantarse al momento en que éste ocurrirá. Parece cosa de brujo, dirán. Pero cuando conocemos en profundidad a nuestros perros y estamos acostumbrados al comportamiento de cada uno en especial, podemos anticiparnos a la reacción que tendrán ante determinado estimulo o acción.

 Es el momento de indicar al cachoro, mediante una enérgica orden -más teatralizada que violenta-, el error cometido. Esto llamará enormemente la atención del perro, quien seguramente en una actitud de sumisión vendrá hacia nosotros con su cabeza gacha y tumbándose con la panza hacia arriba.

 No debemos olvidar que si bien en la jauría hay un líder canino, nosotros debemos ser los líderes absolutos. Es una cuestión de suma importancia el ganar ese lugar, ya que de otra manera ellos escaparán buscando competencia con otro líder o, lo que es peor, mandarán ellos sobre nosotros. Ellos mandan o son mandados, no hay término medio.

 En breve, al cabo de unas pocas salidas y si siempre mantenemos una rutina pareja, notaremos cómo esperan el momento de la salida más que cualquier otro. Ya no se contentarán con correr junto a nosotros si no que empezarán a alejarse un poco más, siempre hacia el frente nuestro. Esto indicará que ya están tomando confianza y que se está despertando ese deseo de correr tan buscado.

 Ahora sólo resta tratar de encaminar ese deseo en forma conjunta y hacia el mismo lado. Lo cual no es poca cosa.

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Trekking y trineos en Paso del Arco

Nuestros perros nos han llevado hacia un paso fronterizo ya en desuso. En la provincia argentina del Neuquén, sobre la cordillera de los Andes y cerca de Villa Pehuenia (Aluminé), se encuentra esta pampa que limita con Chile. Para llegar al puesto de Gendarmería que hace de límite con Chile hay que recorrer unos 16 kilómetros desde la Ruta Provincial 13. A esta altura del año el puesto se encuentra en la más absoluta soledad.

 El trabajo que debíamos realizar con nuestros bien dispuestos perros era el de acompañar y apoyar a un grupo de ocho aventureros guiados por Daniel Villarruel, un experimentado montañista argentino, quien tuvo la innovadora idea de recurrir a los trineos con perros para llevar todo lo necesario para el campamento base más algunas exquisiteces culinarias que sólo así podría cargar. De este modo, cuando el grupo arribara al campamento encontraría todo armado y listo, para sentarse alrededor del fogón a disfrutar alguna carne asada y con un tinto ya templadito al calor de las brasas.

 Allí, además de buena cantidad de agua y algunas comodidades, como fogones y establo, tendríamos un lugar seguro donde refugiarnos en caso que el mal tiempo nos visitara. Pero, el clima hasta ahí acompañaba con sol, cielo despejado y sin viento en superficie.

 Al margen del transporte, iríamos abriendo la senda sobre la nieve blanda para que el trabajo de caminata sea más fácil. Los caminantes se trasladarían muñidos de modernas raquetas o snow shoes, como se las conoce en la actualidad. Estas raquetas facilitan y alivianan mucho el desplazamiento en la nieve profunda.

 La otra función que deberíamos cumplir era la de cuidar la seguridad de todo el grupo, manteniendo un fluido contacto por Radio y realizando recorridas con nuestros perros para asegurarnos que nadie extravíe el camino. Esta función, tal cual lo teníamos previsto, fue la más útil, ya que el grupo se sintió apoyado en todo momento, pero sin la molesta presencia de algún medio motorizado que desentone con ese maravilloso y agreste paisaje: A la vez, los trineos le daban a la travesía esa cuota de romanticismo siempre necesaria.

 Los trineos

 Los trineos serían llevados por 14 perros, y conducidos por Pablo Germann y quien suscribe. Pablo es un experimentado Musher que empezó con el Sled Dog en Ushuaia, hace ya unos 10 años y hoy vive en San Martín de los Andes y realiza travesías con turistas en el cerro Chapelco. Él llevaría un team de seis perros Alaskan Huskys con un trineo de travesía del tipo canadiense, mientras que mi team sería de ocho Alaskan y dos trineos a la vez, uno de travesía de unos tres metros de largo con mucha capacidad de carga y el otro del tipo tobogán, de fibra de vidrio y aluminio, con más carga.

 El camino de aproximación lo transitamos con la fiel Toyota de Pablo, que en baja y con la doble tracción conectada nos permitió llegar hasta donde había nieve suficiente para que los trineos puedan desplazarse.

 Una vez en el punto de nieve realizamos la ultima verificación de los equipos, distribuimos la carga en los trineos y comenzamos a bajar los perros del trailer. Mientras tanto, estos aullaban desesperadamente, indicando sus ganas de comenzar lo que mejor saben hacer: ¡Correr!

 Mientras los montañistas comenzaban su caminata por los últimos tramos visibles de la ruta, terminamos de colocar los arneses a los perros y de engancharlos a la línea que los une al trineo para, finalmente, despedir a Gonzalo Vitale, nuestro Location Manager, quien desde su camping y refugio Lagrimitas nos brinda un constante apoyo en todas nuestras incursiones en Villa Pehuenia y aledaños. No teníamos prisa, a pesar de que ya eran casi las 18:00. Sabíamos que en pocos minutos alcanzaríamos a los caminantes y llegaríamos con tiempo suficiente para armar el campamento.

 Confiamos en el instinto de nuestros perros. Ellos saben "leer" muy bien el suelo cubierto de nieve. A cargo de la tarea de abrir camino estuvo Pablo que, con "Mañana" -una perra guía que vino desde Francia y que posee un sentido de orientación y una capacidad de conducción únicos- iba copiando, como si tuviera un mapa, el trazado de la ahora invisible Ruta 12. Yo lo seguía a cierta distancia.

 La geografía a esta altura está poblada por unos increíbles bosques de Pehuenes, -Araucaria araucana- variedad única en el mundo. El Pehuén, tal su nombre Mapuche, crece en suelos volcánicos como el que transitamos. Estos densos bosques están separados por grandes planicies del níveo elemento. Es ahí donde más se complicó establecer un rumbo ya que una vez cruzadas estas planicies, hubo que encontrar exactamente el paso dentro de otro bosque de Araucarias, más adelante.

 Antes que la tarde cayera por completo terminamos de recorrer los 15 kilómetros que nos separaban de nuestro objetivo. Este trayecto nos demandó un poco más de una hora. La ultima planicie costó atravesarla. La nieve, muy blanda y profunda, hacía que los trineos cargados con cerca de 200 kilos, se hundieran con facilidad.

 Finalmente vimos al final de la planicie por la que transitábamos el destacamento El Arco, puesto fronterizo de la gendarmería nacional. En un bosque lindero al puesto y a la vera de un arroyo, desatamos nuestros perros y los colocamos sobre un sector de suelo seco, debajo de unas añosas Araucarias. Esto fue agradecido por los perros, que lo expresaban estirándose y revolcándose entre la hojarasca formada por las cáscaras de los piñones y el poco pasto que ya empezaba a aparecer en los manchones de tierra que iba descubriendo la nieve.

 El grupo

 Mediante el contacto radial habíamos seguido hasta ahí el avance del grupo de raquetistas pero ahora, al llegar al puesto de gendarmería, habíamos perdido todo contacto con ellos. Cabía la posibilidad de que alguna de las radios se encontrara con poca batería, producto del intenso frío o que se encontraran aún a mucha distancia del campamento.

 El día se había presentado muy despejado y con buena visibilidad. Por el momento no había que preocuparse. Pero la noche ya lo cubría todo y estábamos con luna nueva, de manera que la visibilidad nocturna dependía sólo de sus linternas frontales. No tenían un rumbo preestablecido, así que dependían de seguir la pisada echa por los trineos para arribar al campamento del Arco.

 A modo preventivo, mientras Pablo se encargaba del fuego y de acondicionar el lugar y la carga, yo armé nuevamente un trineo grande y me preparé para salir en búsqueda del grupo en caso de no tener noticias rápidas por radio.

 Empezó a caer una brutal helada. El suelo comenzó a endurecerse en forma abrupta, lo que hizo que se formen las llamadas placas de hielo, nieve congelada en superficie pero que en su base no lo está. El efecto que esto causa es que al transitarla con un peso significativo, se partan las placas, descendiendo unos centímetros todo el trineo. Lo mismo ocurre debajo de las patas de los perros más pesados o de nuestros pies.

 A las 21:00 y con todas estas condiciones en contra, lo que hacía presumir que no me desplazaría en forma sencilla y rápida, decidí salir en busca del grupo.

 La búsqueda

 Salí por la pisada que habíamos dejado, pero en dirección contraria. Si no perdieron el rumbo, debía encontrarlos en esa picada abierta. El suelo estaba muy duro en superficie. Se escuchaba claramente el sonido del hielo desprendido por las pisadas de los perros y el crujir de los patines del trineo. Pero esto era sólo en superficie y, tal cual lo habíamos supuesto, por debajo la nieve aún no había escarchado. Así, se desprendían grandes placas del tamaño de todo el equipo de perros. Algunos de ellos se tiraban al suelo cuando sentían la caída de la placa. Las perras guías buscaban por instinto un suelo más firme donde pisar. Pero no debía apartarme del camino que habíamos realizado en la nuestro viaje de ida. La solución fue ir avanzando en forma de "S".

 A poco más de tres kilómetros y en plena oscuridad, escuché voces a la salida de un tupido bosque de araucarias. Cuando comencé a bajar, vi la linterna frontal del que iba adelante. Eran tres integrantes del grupo, los más entrenados. Les dije que estaban muy cerca y les convidé agua y comida para que recuperen el aliento. Del resto -otros cinco integrantes- no sabían mucho, salvo que venían bastante más atrás.

 Al rato los escuchaba por radio, pero no los veía cerca, así que entré a un bosque de araucarias que tenía delante de mí. Tal vez estuvieran adentro y por eso no los veía. Crucé el bosque sin encontrarlos y salí a una planicie nevada muy amplia.

 Modulé por radio con ellos y pregunté si llevaban alguna luz. Entonces, uno de ellos prendió la luz estroboscópica que llevaba en su bastón y ahí los vi, sobre un filo mucho más alto. Les mostré mi luz indicándoles que bajaran directo hacia ella. Mientras, acomodaba mi tiro de perros en dirección al campamento.

Eran cerca de las 23:00 y el frío se hacía sentir. Hacía algunas horas que caminaban en esas condiciones por lo que algunos se encontraban algo cansados. Decidimos llevar en el trineo al más sentido de ellos a quien, además, le dolía una pierna. Lo colocamos dentro de una bolsa de dormir de Duvet para que no se enfríe y comencé el regreso al campamento.

El campamento

Una hora después, y tras algunos vuelcos del trineo producto de las placas que ahora se quebraban más por el peso extra del trineo, arribamos todos juntos al campamento, felices de encontrar el calor del fuego y el olor del asado!

La cena se prolongó hasta entrada la madrugada, ya que comenzó a medianoche. Fue el momento de comentar las experiencias vividas durante la travesía. Más tarde, el sueño reparador nos invadió a todos: hombres y animales.

Pero al amanecer nuevamente comenzaba nuestro trabajo: reavivar el fuego, traer y calentar agua, preparar la comida con caldo para hidratar a los perros y limpiarlos. Ellos agradecieron ese sol de la mañana que calentaba el suelo helado de la pasada noche.

 Ya a media mañana empezaron a emerger de sus respectivas carpas los integrantes del grupo de trekking, ya con nuevas energías y dispuestos a calzarse nuevamente las raquetas para recorrer la zona del Paso. Después del mediodía los trekkers fueron partiendo. La idea era llegar temprano al refugio de Gonzalo Vitale y tener tiempo de un baño caliente. Los Mushers nos quedamos para dejar en condiciones el campamento y cargar los trineos, que gracias a lo consumido en la cena y el almuerzo bajarían bastante más livianos.

 El suelo estaba nuevamente blando, pero eso no impidió que la bajada sea rápida, con lo que llegamos a la ruta antes que el grupo. Para su llegada estaba todo el equipo, con perros y trineos incluidos cargados en el trailer y la camioneta. Sólo restaba, ya en el refugio, servirles a los perros su merecida cena.

 A la mañana siguiente quedó tiempo para visitar el Volcán Batea Mahuida y la comunidad Mapuche Puél donde, con gran esfuerzo, se armó un parque de nieve con un medio de elevación para la práctica del esquí alpino en el volcán. También hubo una visita a la tienda de artesanías, muy bien atendida y provista por Ana y Gonzalo dentro del Camping Lagrimitas, un sitio que no se puede dejar de conocer en Villa Pehuenia.

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Huskys en Punilla 2001

Se acercan las primeras nevadas y queremos llegar a la nieve, con nuestros perros, lo antes posible y en el mejor estado. La nieve dura menos de lo que quisiéramos en nuestra Patagonia y para aprovecharla a full conviene comenzar la temporada con los perros entrenados, como para no desperdiciar un sólo día de ella en su preparación. Para ello, lo indicado es entrenarlos antes que llegue la nieve. ¿Cómo hacerlo?, es la pregunta que se harán muchos. La técnica es la de utilizar trineos o karts con ruedas. Los carros reemplazan al trineo y nos permiten comenzar la actividad para poner en óptimo estado físico a nuestros perros, unos meses antes de llegar a la tan ansiada nieve.

 Estos trineos con ruedas son una especie de triciclo, con su rueda delantera móvil unida al tiro de perros. Así, esta forma el trabajo es muy similar al trineo que utilizamos en la nieva. El musher, conduce él mismo parado sobre las dos ruedas traseras, como si lo hiciera sobre los patines de un trineo de nieve. Hasta acá todo claro y simple, pero ¿qué pasa si vivimos en la llanura?, y nos vemos obligados a realizar el entrenamiento en el llano, sin subidas ni bajadas pronunciadas. En tal caso, además de un trineo con ruedas, necesitaremos que el trineo sea mucho más pesado que uno de nieve o un carro utilizado en zonas con elevaciones.

 La idea es muscular a los perros lo suficiente como para encarar la nieve con la potencia necesaria. Esa musculación hará que los perros tengan el suficiente estado aeróbico, que nos permitirá realizar largas singladuras sobre nuestros trineos, manteniendo un buen promedio de velocidad, tanto en subidas como en bajadas. Debemos recordar que el esfuerzo de arrastrar un trineo sobre la nieve es mayor que el de arrastrar un trineo de ruedas, razón que se suma al motivo de trabajar con trineos de ruedas mucho más pesados que los de nieve.

 Una opción muy usada es el cuatriciclo o four track, que permite, además de incorporar peso extra al entrenamiento, una ayuda por el motor del mismo, en caso de encontrarnos con una pendiente pronunciada. Es un método muy utilizado en el exterior, sobre todo en los Estados Unidos. Otra opción, a lo mejor más económica, y que es el método que yo utilizo por recomendación de Monique Bene, reconocida musher francesa y jueza de las principales carreras europeas y de nuestro país, es utilizar un chasis de auto sin motor ni carrocería. Este debe tener su sistema de freno y dirección en buen estado y se utiliza con unos ocho a doce perros. La contra de es que sólo sirve en terrenos llanos o con pendientes muy suaves, pues, al no tener tracción propia, no permite ayudarlos en una cuesta pronunciada.

 Una nueva forma de correr

 Tanto el uso de un four track o del chasis hace que el perro llegue a la temporada invernal en un estado óptimo de preparación física. Pero tal entrenamiento debe ser realizado en forma sistemática y con un método. Cada musher tiene el suyo. Pero, a grandes rasgos, lo usual es realizar salidas lo más largas posibles, incrementando en forma gradual los kilómetros a recorrer. El límite de la distancia a recorrer lo dará siempre nuestra expectativa respecto a las travesías invernales o, en el caso de prepararnos para una carrera, la etapa más larga que recorreremos en ella. Durante el entrenamiento, realizaremos las dos terceras partes de esas distancias. Estas salidas se realizan durante unos tres días seguidos. Luego, uno a dos días de descanso y otra vez tres días de trabajo. A medida que avanza el entrenamiento, iremos incorporando kilómetros y peso al entrenamiento, de manera de ir avanzando en el estado físico de nuestros perros.

 Ahora bien, llega un punto en donde queremos saber cómo están funcionando nuestros perros, sin el peso extra que habitualmente usamos entrenando. Para eso existen otros trineos con ruedas, mucho más livianos y veloces, que nos permite desplazarnos a altas velocidades (alrededor de 40 Km/h. ) y, si logramos mantenernos sobre él, comprobar el resultado de nuestro entrenamiento. Así nacieron las carreras sobre trineos de ruedas, como comprobación del estado de entrenamiento de nuestro team de perros y hombres, porque también se requiere un buen estado físico del musher para conducir los veloces trineos. Estas carreras se realizan sobre suelos de tierra y en caminos solitarios o entre bosques, y con temperaturas por debajo de los 15 grados centígrados.

 Actualmente, en la Argentina, se realizan carreras en la ciudad bonaerense de Necochea -río Quequén- y en Córdoba. En la provincia de Córdoba, más específicamente el valle de Punilla, en las localidades de La Cumbre, Villa Dolores, Capilla del Monte y Los Cocos, se corrió el último 25 de mayo la Carrera Huskys La Punilla 2001.

 Esta prueba combina excelentes paisajes con un exigente circuito tanto para los mushers como para los perros. La geografía que transita es típica serrana, con grandes desniveles, suelos duros y vados con abundante agua. Este año se corrió la segunda edición de la carrera, con el auspicio y el apoyo de los municipios involucrados en el recorrido. El recorrido trazado totalizó unos 40 kilómetros, subiendo al cerro Las Gemelas, en Capilla del Monte, y recorriendo las cercanías del cerro Uritorco, en Los Cocos.

 Exigente desafío

 A pesar de los fríos de las semanas anteriores, el fin de semana de la carrera nos recibió con una primavera de unos 20 grados, cosa que no favoreció en nada el rendimiento de los perros. No obstante el calor, y una vez que el juez y organizador de la prueba Pablo Germann consideró que la temperatura era la adecuada, se realizó la largada. El lugar elegido fue la vieja estación de La Cumbre, con la presencia gran cantidad de público, que se repitió a lo largo de todo el recorrido y durante los dos días de competencia, cosa bastante inusual en esta actividad ya que lo habitual, exceptuando las largadas y llegadas, es no encontrar gente en medio del recorrido.

 La primer etapa finalizó en Capilla del Monte, a donde arribamos bien entrada la noche. Allí, fuimos muy bien recibidos por Lucho, dueño del excelente parador Agua de los Palos, en el cerro Las Gemelas, donde fue sede del último mundial de parapente. Una vez allí, corredores y perros armamos campamento y, como es habitual, comenzamos a atender a nuestros perros poniendo especial atención a sus almohadillas plantares, ya que el suelo del recorrido en algunos tramos se encontraba muy duro debido al ripio. Por lo tanto era fundamental revisarlas bien y controlar su estado para que al día siguiente estén en óptimas condiciones.

 Al otro día saldríamos de Agua de los Palos con dirección a Los Cocos, allí con Ricardo Camogli, director del Museo La Loma, como excelente anfitrión. Al mediodía, y en el parque del mismo museo, haríamos una parada evitando las horas de mayor temperatura, para seguir al atardecer hacia nuestro destino final de La Cumbre, entrando en plena noche a la misma estación desde donde largáramos el día anterior.

 Este recorrido serrano es de gran exigencia para hombres, perros y, en este caso, trineos de ruedas. Por un lado, los mushers debemos descender constantemente del trineo o kart, debido a las ondulaciones serranas, para colaborar empujando en las subidas. Por otro lado, los perros deben tener extremo cuidado cuando apoyan su patas sobre el suelo, ya que éste es muy desnivelado y con algunas piedras sueltas. Los karts pueden sufrir serias roturas si no lo controlamos cuidadosamente, sobre todo en las pronunciadas bajadas. A eso se agregan las habituales pinchaduras en sus neumáticos, por morder o derrapar sobre el monte espinoso del costado del camino.

 Por todo esto es que, en mi modesta opinión y parafraseando a otras actividades deportivas, fue una carrera para "cuidar máquinas". No sólo hubo que ir más rápido que el resto, si no que además había que terminar cada etapa sin romper nada y cuidarse de no andar muy rápido en terrenos que no fueran lo suficientemente parejos o seguros para las patas de los perros. Todas estas cosas, por cierto, son las que le dan un sabor distinto a cada competencia. Y en esta oportunidad tal sabor se hizo presente de buena forma. Finalmente, le podio quedó conformado así: las primeras dos posiciones fueron para el Gooster Tema, conmigo en primer lugar y Sergio Curio en segundo. El tercer puesto lo ocupó Dante Correia, del Royal Canin Argentina. Más allá de resultados, fue un fin de semana de aquellos y esperamos encontrarnos nuevamente allí el año próximo.

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Crónica del Andirod 2001, Parte I

Llegó la hora de vivir a una nueva edición del Andirod, la décima desde el año 1992, cuando en Ushuaia, de la mano de Pablo Germann y un par de colegas de la zona, se organizó lo que fue la primera carrera de trineos en el Hemisferio Sur. Recién al año siguiente, y con el apoyo de algunos sponsors, se dio a publicidad el circuito Andirod y recibí la invitación para correr lo que sería mi primera carrera de trineos. Paradójicamente, siendo de Buenos Aires, mi primera competencia fue sobre nieve, cosa que no esperaba, ya que venía entrenando sobre trineos de rueda y pensaba que para mi debut en la nieve faltarían algunos años.

 Desde entonces, y de la mano del Andirod, he tenido la fortuna de recorrer toda la Patagonia con mis perros, lo que "pegó" muy fuerte en mi persona y en mi familia, al punto de pensar en instalarme definitivamente al sur de la cordillera andina, lo que espero concretar a fin de año.

 Hemos transitado los valles fueguinos hasta el norte de Neuquén, pasando por Esquél, Bariloche, San Martín de los Andes, Junín de los Andes, Aluminé, Villa Pehuenia, Batea Mahuida, Caviahue, Copahue, y prácticamente toda la cordillera patagónica quedó marcada por las huellas de nuestros perros y las marcas de los patines de nuestros trineos.

 En los últimos tiempos el Andirod se ha instalado en la provincia de Neuquén, para acortar las distancias que existen entre cada sitio de carrera y para aprovechar al máximo la nieve de cada lugar.

 A pesar de que este año la idea era realizar una carrera de media distancia (unos 300 kilómetros), el tiempo nos jugó una mala pasada y faltó la nieve en algunas partes como en Junín de los Andes y en la base del volcán Lanín. En Caviahue, por ejemplo, el viento blanco impidió realizar las distancias previstas, lo que transformo al circuito en un sprint.

 Todo esto dificultó un poco la performance final de mi team, entrenado para distancias mucho más largas. Igualmente, al margen de lo deportivo, el balance y lo positivo de este Andirod fue el gran despliegue organizativo y de prensa, lo que augura para las próximas ediciones un fuerte apoyo de sponsors al sled dog, necesario tanto para corredores como para organizadores.

 Presentación con presencias destacadas

 Todo arrancó en Neuquén, con una mega conferencia de prensa en uno de los principales hoteles de la ciudad y con la siempre bien apreciada presencia de los medios de prensa, que se encargan de difundir esta actividad, lo que favorece el crecimiento de la misma. En la conferencia y gracias a la presencia de nuestra madrina y gran amiga del sled dog en el país, la francesa Monique Bene, a la que este año se le agregó como juez un mito viviente del deporte, el norteamericano Joe Runyan, corredor por diez años de la famosa Iditarod con varios triunfos y otros tantos podios, se informó de los distintos puntos que tocaría la caravana de este año.

 Al día siguiente, bien temprano y con bastante nieve, iniciamos viaje en la ruta desde Cutralcó hasta Las lajas, con los vehículos y trailers cargados con todo el equipo para los diez días siguientes de carrera. El primer destino fue Caviahue, lugar muy querido y al que no iba desde antes de la erupción del volcán Copahue, en 2000. Pero este año, no tuve allí un buen arranque en lo que a clasificación se refiere.

 Después de unas seis horas de viaje y con bastante retraso por la gran cantidad de nieve acumulada a la altura de Zapala, cosa bastante anormal, llegamos a Caviahue. La idea de los organizadores era, esa misma noche, realizar un "prólogo" o primera etapa clasificatoria corta, que determinaría la posición de largada para el día siguiente.

 Así fue que a la diez de la noche y después del habitual musher meeting a cargo del Race Marshal Monique Bene y del Juez Joe Runyan, se largó una etapa de cuatro kilómetros, en un circuito armado dentro del pueblo. En sí, dicho circuito no presentaba grandes dificultades, pero la idea era que los perros estiraran sus músculos tras tan largo viaje y que sirviera de precalentamiento para la siguiente etapa.

 Largada del Andirod

 En esta oportunidad formaron parte del Andirod conocidos musher del exterior como Joel Rauzy de Francia, Mikel Irueta del País Vasco y Joao Trabuco de Portugal, quienes vinieron con sus perros desde Europa. Ellos trajeron Alaskan Huskys y equipo de primera línea, lo que siempre es bienvenido para incorporar conocimiento y mejorar día a día. También son expertos montañistas, lo que motivó su compromiso de volver a la Patagonia a escalar y recorrer más ampliamente alguno de los lugares que conocieron durante la carrera.

 Al finalizar la etapa nocturna y después de que cada musher atendiera, siempre con la ayuda de los handler, a sus respectivos equipos de perros, fuimos muy bien recibidos en el Hotel del Instituto de Seguridad Social del Neuquén con una suculenta y reparadora cena.

 A la mañana siguiente empezaría "realmente" la carrera. El circuito original unía Caviahue con Copahue, pero debido a fuertes vientos de altura hubo que cambiar el recorrido sobre la marcha. Entonces, saldríamos del centro de esquí con dirección al cerro Mesa, muy cerca del cráter del volcán Copahue, muy tranquilo tras descargar su enojo el pasado año. De ahí, el impecable circuito trazado por el equipo de Caniche, Fabián y Leo, viraba hacia el sur, a la base del Cerro Pirámide, para luego retornar al punto de partida.

 Este recorrido no me favorecía, ya que por algunos años realicé allí junto a Sergio Curio, co-equiper de este Andirod, travesías turísticas, por lo que algunos de los perros, sobre todo los guías, tenderían a repetir el circuito habitual complicando un poco la guiada. Además, cuando se trata de un circuito conocido para ellos, suelen realizarlo sin mayor entusiasmo, bajando un poco la velocidad.

 Una vez largada la etapa, comprendimos porqué el cambio de recorrido. Al llegar a la cota de los 2000 metros sobre el nivel del mar, el viento borraba la huella marcada por las motos de Caniche, dificultando el recorrido previsto. Algunos perros guías, como el caso del equipo de Mikel, el español, una vez que llegaban a la zona de fuerte viento se negaban a seguir hacia arriba.

 El husky sabe por viejo

 Para el trazado se dispusieron banderas colocadas en cañas. La única forma de seguir el trayecto era ir de baliza en baliza, lo que obligaba a conducir con más atención en el camino que en el team de perros o en el manejo del trineo. A pesar de las dificultades del recorrido, hasta la mitad del mismo venía bien ubicado, dentro de los tres primeros puestos. Hasta que ocurrió lo previsible: Ganda, mi guía más vieja, llegado al punto donde habitualmente volvíamos al refugio desde donde operábamos en las travesías turísticas, comenzó a desviar a todo el team en la dirección incorrecta, obligándome constantemente a detener corregir la marcha mediante las habituales órdenes de " ji " o "ja", para derecha e izquierda respectivamente.

 Finalmente detuve el trineo y coloqué a la guía más vieja detrás, dejando a las jóvenes adelante, las que con menos experiencia en el circuito obedecerían mejor las órdenes. Para entonces, además del tiempo perdido por las constantes detenciones, equivoqué el camino sobre el final, pues no llegué a ver una de las banderas y tuve que desandar gran parte del mismo para pasar por el puesto de control que marcaba el trazado correcto. A pesar de las demoras y extravíos, llegué en quinto lugar, entre once corredores que largaron.

 Por la tarde llegaba el tiempo de ocuparse de los perros. El trabajo habitual es controlar la hidratación, revisar almohadillas y su estado general. Un buen indicio del estado de cada uno consiste en controlar la manera en que come. Cuando los perros están con demasiado desgaste físico o estrés, el primer síntoma lo notamos en la forma de comer. Cuando pierden la voracidad habitual, algo ocurre. Por eso hay que estar siempre ahí, atentos a la hora de la comida.

 En el caso de algunos perros cansados, siempre es bueno, sobre todo después de etapas largas, un buen masaje. También hay productos energéticos (este año, el laboratorio John Martin me dio un producto nuevo, Nutri Pet, que resultó excelente) del estilo power bar, que ayudan a una rápida recuperación. Además, son muy ricos al paladar de los perros, incentivan su apetito y los ayudan a descansar bien, lo que es fundamental en una carrera.

 Para un buen descanso de los perros en competencia son necesarios un lugar seco y abrigado y una buena comida, después del esfuerzo de la carrera. Yo utilizo un trailer con una cama de paja de trigo, como la utilizada en los boxes de caballo. Así, los perros duermen secos y abrigados, ahorrando la energía que gastarían en calentarse si durmieran a la intemperie. Por otra parte, al dormir siempre en el mismo lugar, encuentran un hábitat conocido y no extrañan su hogar, haciendo más efectivo el descanso.

 Un largo camino a Villa Pehuenia

 Al otro día, la caravana del Andirod siguió viaje hacia la zona de Villa Pehuenia. La idea original de los organizadores era ir hacia el paso Pino Hachado para, largando desde la Ruta Provincial 23, que se encuentra cubierta por la nieve en esta época del año, llegar hasta el lago Aluminé recorriendo el valle del río Litrán. Lamentablemente no había conexión para los vehículos de apoyo, al estar cortada la Ruta Provincial 13 que une Zapala con Villa Pehuenia, por acumulación de nieve. Así que hubo que hacer unos 400 Kilómetros rodeando el camino del Rahue y pasando por Aluminé. Esto impidió que ese realizara la etapa prevista para ese día, ya que por el estado de los caminos y la distancia extra nos llevó todo el día llegar a Villa Pehuenia.

 Esa y las siguientes dos noches las pasaríamos en el refugio de Gonzalo Vitali, un viejo anfitrión de la carrera, que siempre nos recibe con los brazos abiertos. La sugerencia tanto de Monique Bene como de Joe Runyan, para el próximo año, es tratar de acortar estos tramos de enlace entre etapa y etapa, ya que son muy desgastantes para los vehículos, perros y hombres que viajamos, y tratar de realizar más etapas en cada localidad.

 Por la mañana del tercer día nos encontramos en el volcán Batea Mahuida, a unos 16 kilómetros de Villa Pehuenia, donde, una vez más, la comunidad Mapuche Puel nos recibió para correr una de las más increíbles etapas del circuito.

 El Batea Mahuida es un lugar paradisíaco e ideal para la práctica del sled dog, con nieve "como para hacer dulce", a decir de los lugareños, con largas travesías y un paisaje maravilloso. Nos movimos en una cota que ronda los 2000 metros sobre el mar y la vista era espectacular, con los lagos Moquehue y Aluminé en todo su esplendor y con el inconfundible cono del volcán Lanín, como imponente marco en el horizonte. Por otra parte, la muy buena nieve del lugar, seca en polvo y sin hielo, favoreció el desplazamiento de los trineos.

 Las dificultades del circuito estaban dadas por las fuertes pendientes, que exigían un muy buen control del trineo. Lo usual en condiciones de bajadas largas y pronunciadas es utilizar el freno de alfombra o cepillo. Este freno, a diferencia del habitual de puntas de acero que se clava en la nieve, es un rectángulo de goma con unas pequeñas protuberancias que pueden ser de goma o acero. Unido al trineo, funciona independientemente del otro freno, permitiendo aminorar la velocidad sin frenar en forma brusca. Esto permite mantenerse en forma más firme y con mayor equilibrio, y frenar sólo lo justo, para no encimarse a los perros y mantener el tiro con tensión.

 Mirando el equipo extranjero pudimos ver nuevos modelos de este tipo de freno, con sistemas automáticos para subirlos y bajarlos a voluntad y diseños verdaderamente innovadores, los que seguramente en breve, trataremos de copiar para mejoras nuestros trineos.

 El Batea Mahuida

 Esta primer etapa en el volcán Batea Mahuida, a pesar de estar planteada como de media distancia, finalmente quedó algo "corta" para mi gusto, con unos 12 kilómetros de trayecto, pero con la promesa del Race Marshal de armar uno más largo al día siguiente. Para esta altura del circuito, las tres primeras posiciones, si bien se iban intercambiando, ya estaban planteadas. La cosa estaba entre Evaristo Bravo de San Martín de los Andes y Martín Cipriani, mi hermano menor, ambos corredores del team de Pablo Germann del equipo oficial Purina Pro Plan, y el francés Joel Rauzy.

 En un segundo pelotón, pero pegado al primero, estaban Antonio Ocanto, de Aldo Bonzi, Buenos Aires, el portugués Joao Trabuco y mi equipo, que este año participó gracias al patrocinio de las firmas Gooster Pets, de alimentos balanceados, y Libo, de equipamiento de montaña. En un tercer pelotón, con algo más de diferencia en los tiempos, estaban Nacho Ayala, de Buenos Aires, Gustavo Iriarte de Allen, Río Negro, el vasco Mikel Irueta, Sergio Curio, de Buenos Aires, corredor también de Gooster Pets y Libo, y Máximo Junquet, de Caviahue, Neuquén.

 El tiempo en Batea Mahuida estaba a pleno sol, para dar algo de descanso tras tanto mal tiempo que nos acompañó hasta Caviahue.

 Continuará...

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Crónica del Andirod 2001, parte II

Hasta el momento, se habían podido realizar apenas dos etapas de la edición 2001 del Andirod, la carrera de trineos con perros más tradicional del hemisferio Sur (ver Crónica del Andirod 2001, parte I). El mal tiempo nos había obligado a movilizarnos demasiado para llegar a Villa Pehuenia, donde finalmente realizamos la segunda etapa en la zona del volcán Batea Mahuida. Pero, afortunadamente, eso era ya cosa del pasado. Esa etapa al fin se pudo correr y nos dispusimos entonces a largar la tercera, otra vez en las nieves del "Batea".

 Esta vez la novedad, al menos para mí y para el resto de los corredores nacionales, era que se trataría de una largada masiva. Ya en alguna de mis notas habrán leído cómo es el sistema de largada de los equipos, siempre cada dos minutos. Pero, en esta etapa, largaron, por primera vez en una competencia en la Argentina, todos los equipos a la vez. Once mushers, con sus respectivos ocho perros cada uno, ochenta y ocho en total, todos a la vez en una sola largada con el ancho suficiente, pero que se angosta en forma de embudo hacia la primera curva, a unos escasos cien metros de haber largado. Todo un enredo de perros, trineos y mushers. Por momentos yo no sabía cuáles eran mis perros y cuáles los del corredor que largaba a mi lado.

 Realmente fue un espectáculo único para los privilegiados que la presenciaron. La táctica en este tipo de largada es tener perros sumamente explosivos, que tomen muy buena velocidad en un corto trayecto y, a la vez, que no se distraigan con los perros que largan a su lado. No fue mi caso. La verdad es que no quedé muy bien ubicado al final de esa largada. Pero a los pocos kilómetros empecé a pasar a los equipos más lentos, hasta ubicarme en el pelotón de punta.

 A medida que avanzaban los kilómetros comencé a pasar equipos hasta quedar en punta. Pero como éste no era mi año, evidentemente, tuve mala fortuna y en una bajada pronunciada, yendo a gran velocidad, una de mis perras guía se detuvo para hacer sus necesidades. Claro, ellos también lo hacen. Desafortunadamente, no tuve tiempo de frenar el team y sufrí un gran enredo. En resumen, debido a lo junto que iban todos por la largada masiva, me pasaron seis equipos.

 En busca del tiempo perdido

 Pero, como la promesa de Monique Bene se cumplió y el recorrido por primera vez fue largo, mis perros empezaron a rendir como esperaba y comencé a acercarme a los equipos que me habían pasado, llegando finalmente al cuarto lugar. Bastante bien para tan mala largada. En alguna parte de esta crónica comenté que éste no fue mi año, sobre todo teniendo en cuenta que había ganado todas las carreras previas al Andirod (dos en trineos de ruedas, en Córdoba y en Necochea) y que en las ultimas tres ediciones del Andirod terminé con un tercero y dos segundos puestos. Pero este año la cosa cambió para peor. Y aún podía empeorar más.

 Las etapas del volcán Batea Mahuida se terminaban. De ahí, correríamos la siguiente etapa muy cerca, a unos nueve Kilómetros de Villa Pehuenia. El circuito siguiente sería en Pampa del Arco, lugar ya conocido por mí (ver Trekking y Trineos en Paso del Arco), donde, de seguir con etapas largas como estaba previsto, podría llegar a recuperar el tiempo perdido en Caviahue y acercarme un poco más a la punta. Pampa del Arco es un lugar muy similar al Batea Mahuida, pero con un terreno algo más ondulado que el de la etapa anterior, con más bosque de araucarias y algunos cruces de puentes. Finaliza esta zona en el puesto de gendarmería, ubicado en el límite con Chile, llamado Paso del Arco, ahora inhabilitado.

 Pero la noche anterior, los organizadores tenían previsto un agasajo para los mushers en el lago Ñorquinco, en la estancia del Turco Hadab, a 90 kilómetros de Villa Pehuenia. El lugar es un paraíso enclavado en un valle, rodeado de cerros y lagos. En un principio, el cronograma establecía en ese lugar una etapa con vivac nocturno, largando del lago Moquehue, a unos 20 kilómetros de Villa Pehuenia y llegando al otro día a Aluminé. Pero la nieve en esa zona no ayudó y nos conformamos con ir en vehículo y aprovechar el mamón al asador que, con tan buena predisposición y esmero único, nos brindaron el Turco y su gente.

 Desgracias con suerte

 Por la mañana, todos los equipos salimos nuevamente hacia Pampa del Arco, ubicada a unos 9 kilómetros de Villa Pehuenia. Salimos junto al musher Nacho Ayala, como lo hicimos todo el circuito. Por esos pagos, las rutas son muy desoladas y nunca está de más, a pesar de lo que otros competidores crean, salir acompañados, sobre todo por el estado en que se encontraban los caminos de la zona, y con los vehículos muy cargados y trailers a remolque. Efectivamente y por desgracia, no nos equivocábamos. Ibamos a necesitar ayuda en este viaje hacia la cuarta etapa del Andirod.

 A poco menos de un kilómetro de salir del campo del Turco, se partió en dos el eje de nuestro trailer. A causa del traqueteo del viaje, y después de una fuerte helada nocturna, el acero se quebró limpiamente y sin previo aviso. Estábamos en problemas, por cierto. El lugar más cercano para arreglarlo era Aluminé, a unos 90 kilómetros.

 Pero, como toda desgracia lleva acompañada algo de suerte, cerrando la caravana y previendo cualquier tipo de avería que pudiera ocurrir, venía el "location manager" y encargado de la logística local en todo el área de Villa Pehuenia y Aluminé, Hugo. Actuando en forma rápida y teléfono satelital mediante, único medio de comunicación en la zona, llamó a una grúa que se encargaría de llevar todo el equipo a la largada y el trailer a arreglar, como para que estuviera listo para las siguientes etapas. Claro, Hugo trabajó en forma excelente, pero contra la mala suerte nada se puede hacer. La grúa, que venía en camino, unos kilómetros antes de llegar se rompió quedando atravesada en el camino, para completar el panorama.

 Seguir en carrera

 A todo esto, ya habíamos bajado los perros al costado del camino y disfrutábamos (los perros y nosotros) de un hermoso día de sol y un suculento almuerzo, con todas las reservas alimenticias llevadas en los vehículos ahí detenidos. Ya la organización estaba informada de nuestro percance y, en vista de que éramos tres los equipos ahí detenidos, demorarían la largada de la etapa todo lo posible. Comenzamos a analizar el modo de salir de ahí con todo lo necesario para correr. Finalmente desarmamos el trailer y repartiendo la carga entre los vehículos de Nacho, Hugo y el nuestro, logramos salir hacia el Arco.

 Tanto esfuerzo, lamentablemente, no rindió sus frutos. Cuando llegamos a Pampa del Arco, la etapa ya había sido corrida. Perdimos una etapa pero ganamos en amistad, compañerismo y solidaridad, cosa que a la postre fue premiada por los jueces de la carrera.

 Por no haber largado la etapa de Pampa del Arco, los tres equipos fuimos penalizados con el tiempo del último en llegar, cosa que si bien nos bajaba en la clasificación general, nos permitía seguir en carrera. Aún quedaban dos etapas y la carrera no termina hasta la última.

 A falta de nieve

 Después del Arco, la caravana llegó a la ciudad de Aluminé, donde pasaríamos la noche, para salir al día siguiente hacia el volcán Lanín, en Junín de los Andes. Junto con Sergio Curio, mi co-equiper, aprovechamos esa noche y, gracias a que el genio Hugo tenía nuestro eje perfectamente reparado y listo para colocar, rearmamos nuestro trailer e hicimos reparaciones en el jeep, ya que nos quedaba un tramo de ruta bastante complicado y en mal estado hasta Junín de los Andes.

 El arribo de la caravana a Junín de los Andes fue recibido con dos noticias, una buena y una mala, o, más bien, malísima. La buena, las exquisitas e inolvidables empanadas y choripanes, la mala, que no había nieve suficiente para correr en el Lanín. Esto nos ponía en pésimas condiciones a los tres equipos con una etapa menos, ya que lo que quedaba por correr, en San Martín de los Andes, era una etapa muy corta, y en esa distancia no había forma de recuperar el tiempo que llevábamos de diferencia. De manera que la única forma de recuperar algo de tiempo era que alguno de los competidores más cercanos a nuestros "cronos" cometiera algún error grave, como equivocarse de recorrido o largar tarde por algún motivo y recibir una penalización.

 Pero, lo dicho, este no era mi año. La última etapa del Andirod se llevó a cabo con total normalidad en el habitual circuito de Las Pendientes - Antulauquen, en el cerro Chapelco y con la mayor concentración de público de todo el circuito. Un tramo muy rápido de seis kilómetros de subida y otro tanto de bajada por un tupido bosque de lengas no presentó mayor dificultad, ya que la nieve estaba muy pesada y los trineos no desarrollaron grandes velocidades, a pesar de la pendiente.

 Después de unos 70 kilómetros totales de carrera, las posiciones finales quedaron como estaba previsto, con Evaristo Bravo y Martín Cipriani, a escasos minutos uno del otro en el primero y segundo lugar. El francés Joel Rauzy alcanzó un merecido y muy regular tercer puesto. Yo, finalmente, y después de la penalización, quedé en el sexto puesto. Nacho recibió el merecidísimo premio a la solidaridad y al compañerismo por el apoyo que nos brindó a Sergio y a mí con la rotura de nuestro trailer.

 Tratándose de una actividad "de y en" la montaña como el sled dog, creo que el primer premio en este Andirod es el de Nacho Ayala y todos aquellos que tuvieron ese espíritu de unión y de aventura que le dan ese toque de romanticismo a la vida.

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Carta Abierta: Sobre carreras "eco-aventureras"

Me presento, soy Hernán Cipriani, Musher, es decir conductor de trineos con perros.

Me dedico a esto en forma turística y deportiva desde hace ya unos 10 años, recorriendo con mis perros a lo largo de estos años desde Ushuaia hasta el norte de Neuquén. En este momento me estoy instalando en la cordillera neuquina junto a mi familia humana y perruna.

 Lo que me lleva a escribirles es algo que hace rato me esta dando vueltas por la cabeza pero que esta semana cuando retiré un ejemplar de una revista de montaña de un local comercial, y leí detenidamente la sección de anuncios de "Carreras de Aventura" me decidió a comenzar con alguna acción de inmediato.

 Concretamente me refiero a las llamadas carreras "eco" o de aventuras o similares nombres que aluden al cuidado del medio ambiente y que arrastran a la gente a la montaña con discursos de conservación y cuidado del medio.

 Me detuve en la cantidad de inscriptos y los lugares que recorren de nuestra geografía. Vi con asombro carreras de 140 inscriptos, 80, 250, etc, etc, etc.

 Yo me pregunto... qué tiene de "eco" una carrera o travesía o lo que sea que introduce a la montaña esa cantidad de gente, a la que por supuesto, hay que sumarle el equipo de apoyo logístico, auxiliares, curiosos, cholulos y un largo etc. Cada uno munido de su poderosa 4X4, cuatriciclo, helicóptero, hidroavión y creo que hasta nave interplanetaria. Podemos mencionar también, generadores eléctricos largando un hermoso humo y Co2 por ahí, polución sonora por doquier, alguna heladera con su descarga contaminante, micrófonos y parlantes, estacas y varas clavadas en el suelo para montar tiendas, y podría seguir detallando cosas que perjudican muchísimo el delicado ecosistema que rodea a cada prueba "eco" aventura, son miles de personas transitando sendas, o debería decir, destruyéndolas. Ya sé que me van a decir, y lo he visto escrito en reglamentos, que el que tira un papelito queda descalificado y cosas por el estilo. Pero acá el problema es la cantidad de gente solamente transitando el lugar. Imaginen un simple Puma. Después de transitar toda esa cantidad de gente y equipo dejando sus olores, rastros y desechos. Probablemente este Puma no pise esos parajes en meses o años. Ni hablar de un tímido Pudú o Huemul.

 No me quiero extender, creo que está clara mi posición, y sepan que yo trabajo en la montaña y llevo grupos a ella. Pero si de algo estoy seguro y tengo en claro es que nunca llevaré mas de 10 personas (cifra a la que ni me acerco, siendo mi número ideal de 6 a 8) y también entiendo los intereses comerciales y económicos que hay detrás de todo esto. Pero creo que la montaña no es para hacer negocio, para eso está la ciudad y ofrece innumerables formas de ganar dinero fácil y rápidamente.

 Hay gente que trabaja en la montaña (entre los que me incluyo) con grupos reducidos, y está bien que esto suceda, pero como el medio de vida que nos permite, justamente, vivir en ella. Ahora bien, para esto no hace falta llevar tanta cantidad de gente (sobre todo cuando quienes llevan esas cantidades de gente suelen vivir en medio de la ciudad) ya que no se necesitan enormes sumas de dinero para vivir en la montaña. Solo hace falta ganas de vivir en paz y tranquilidad.

 La montaña es para vivirla y disfrutarla, no para usarla de terreno de pruebas o instrumento para ver quien es más poderoso o más fuerte. Por que entrar a una "eco carrera" con un monstruoso equipo de rescate y logística detrás y 200 tipos corriendo alrededor de uno no es mérito alguno para decir que soy el "Hombre de Acero" o el "José montaña de oro", lo difícil en la montaña sobre todo cuando las papas pelan es la carga psicológica que esto produce y a pesar de ello mantener una calma que nos lleve a buen término con nuestra travesía, cosa que nunca ocurrirá en la mente de un "corredor de aventura", cuando sabe de ante mano que detrás y alrededor de él tiene infinitos medios de rescate, apoyo, seguridad, y hasta un reglamento que lo apoya y obliga a sus pares a que lo ayuden en una situación extrema. De manera que ¿dónde está"el hombre de acero"?

 Repito, está bien que se lleve gente a la montaña, no se puede aprender a cuidar lo que no se conoce, pero estas carreras malísimamente llamadas "eco" muy lejos están de difundir la montaña o espacios naturales, todo pasa por un comercio donde valen las personas que compiten, los nombres, el ranking, el sponsor, el campeonato y de lo que menos se habla y se muestra es del entorno, el verdadero protagonista del evento y el que gracias a su infinita benevolencia permite que estos salvajes torturen su rostro, dejando miles de huellas en él. En algún lado leí eso de "...transita la montaña sin dejar huellas" o algo así... que lejos están estas carreras de esa frase...

 Bueno entiendo que esta carta probablemente sea demasiado extensa para publicarla, pero es mi forma de decir las cosas y no es un tema para ser sintético. Si la pueden publicar y por ahí alguien la lee a lo mejor sirve. O por ahí alguien me responde y me explica algo que no sé o desconozco y puedo entender mejor este tema y aprender. Pero sobre todo me sacaría una gran preocupación de encima. Tengo un hijo de 4 años y otro de 9, y no me gustaría que en un futuro no encuentren un solo lado donde no se crucen con un centenar de tipos corriendo y comiendo alimento sintético en barra y un tanque de agua adosado a la espalda tratando de demostrar que son de "hierro".

 Hay muchos lugares en el mundo donde pueden ir a demostrar eso, lugares donde hay guerras, hambre, pobreza y niños y mujeres que caminan muchos más kilómetros bajo el sol, todos los días y solo para poder tener quizás 5 litros de agua que para ese día y sin usar ninguna barra energética y ni un solo litro para eso... y créanme que en esos lugares sí hacen falta hombres con mentes y cuerpos de hierro.

 Gracias por su tiempo si es que llegaron al fin de este texto.

 Hernán Cipriani

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Pino Hachado, primeras travesías de reconocimiento

Invierno de 2002, Año Internacional de las Montañas. Un nuevo lugar que estamos explorando con nuestros perros. Esa es la ventaja de tener un país tan grande como Argentina, siempre hay sitios nuevos para explorar. Solo que esta vez el lugar a explorar es muy especial ya que es el lugar que elegimos junto a mi familia para vivir, trabajar, soñar, crecer y disfrutar de nuestra libertad.

 Ocurre que después de algunos años yendo y viniendo de la cordillera a Buenos Aires, siguiendo como los peones golondrina las temporadas de trabajo, de recorrer un sitio y otro con nuestros perros, encontramos un lugar donde poder instalarnos y disfrutar, temporada tras temporada. Ahora seguiremos a los veranos y los inviernos, alternando actividades y medios de transporte acordes a la temporada, ya sea los perros y trineos en invierno y los caballos en verano.

 El lugar en cuestión es Pino Hachado, al centro-oeste de la provincia de Neuquén, es un paso fronterizo con nuestra vecina republica chilena. La localidad más cercana, Las Lajas, es un pueblo de 4000 habitantes que se encuentra a 50 kilómetros cordillera abajo. Hacia el suroeste, a 35 kilómetros, se encuentra el lago Aluminé y todo el circuito Pehuenia con su villa y el parque de nieve Batea Mahuida, administrado por la comunidad Mapuche Puel. Hacia el noroeste, a 80 kilómetros en línea recta, el volcán Copahue con su centro de esquí Caviahue y su complejo termal.

 Aquí, en Pino Hachado, el refugio está a una altitud de 1560 metros sobre el nivel del mar e inmerso en un milenario bosque de Araucarias o Pehuen, tal su nombre en lengua Mapuche, rodeado de rocas basálticas y volcánicas, sobre un desfiladero de unos 80 metros de altura. Por estos lados no es mucha la gente que vive, serán unos... ¡6 habitantes!, y eso contando a mi señora y mis dos hijos. Además hay personal temporal de aduana, vialidad y gendarmería, a un par de kilómetros del refugio, ya sobre la Ruta Nacional 22.

 La construcción del refugio

 La casi nula población estable ha mantenido casi virgen el lugar, posibilitando avistar frecuentemente zorros, pumas, jabalies, liebres y conejos, y a los reyes del cielo: los Cóndores Andinos, cuyas condoreras se ven desde las ventanas del refugio. Para construir el refugio de manera que no desentone con semejante naturaleza circundante, utilizamos los materiales del lugar, es decir piedra laja y madera. Este tipo de construcción es muy abrigada en los inviernos nevadores y lo suficientemente fuerte para soportar los vientos que a esta altitud suelen soplar. Las piedras lajas apiladas por su cara plana una sobre otra otorgan gran firmeza a la base de la casa, a la vez que la aíslan de la humedad de la nieve acumulada, y sobre esta la madera, mucho más liviana, da calidez y buen abrigo.

 Los perros, desde ya, no han estado ajenos a la construcción del refugio, es más, han participado activamente. En los meses más crudos de este invierno, cuando el acceso desde la ruta quedó cortado por las intensas nevadas los perros fueron los encargados de trasladar los materiales para terminar la casa. Así, ellos han llevado desde la ruta, lugar hasta donde podíamos llegar con nuestro viejo jeep, montaña arriba los más diversos materiales, vidrios para las ventanas, tablas de madera, caños para agua, y hasta su propio alimento balanceado.

 El mecanismo que implementamos para este trabajo era el de dar aviso al refugio desde Las Lajas a través de la radio FM local con la hora estimada de arribo, una vez escuchado el mensaje desde el refugio, partía una traílla con la cantidad de perros necesaria de acuerdo al peso de la carga, estos podían ser de 8 a 12 perros, con un trineo carguero de unos 3 metros de largo hacia el empalme de la picada que sube al refugio con la Ruta 22. Ahí se producía el encuentro de los perros con el jeep. Es increíble como los perros se habitúan a este trabajo y a un recorrido, el team de perros se detenía solo al llegar a la par del jeep sin mediar orden alguna sabiendo que su misión era la de retornar al refugio con la carga abordo. Incluso aquellas cargas mas frágiles como la de los vidrios de la casa se encargaron de llevarlas con sumo cuidado, atravesando altos bardones (especie de médanos de nieve producto de la nieve en polvo movida por el fuerte viento) o serpenteando entre inmensas Araucarias sin lastimar la carga.

 Otro de los trabajos efectuados por las traíllas de perros este invierno fue la búsqueda de leña. En el refugio, la leña, además de alimentar la estufa-cocina se utiliza para el circuito de agua caliente, por lo que su provisión se convirtió en un elemento de vital importancia. Las distancias desde donde acarrear leña variaban de acuerdo a la cantidad de nieve acumulada, de manera que cuando la nieve caida tenía buen espesor había que recorrer grandes distancias hasta encontrar algún pino caído que no estuviera tapado y estuviera seco como para picarlo a hacha y cargar los trineos. Eso sí, la búsqueda siempre era faldeo arriba, cosa que la vuelta con los trineos con cerca de 100 kilogramos de leña sea todo en bajada, ¡adrenalina pura! Un trineo con 10 perros delante y con mucho peso no hay forma de frenarlo, por lo que es esencial tener un buen dominio de la conducción ... y algo de suerte para no volcar en la bajada o terminar abrazado a un milenario Pehuen... Pero, a pesar de alguna que otra rotura de trineo y más de un vuelco, logramos mantener el refugio bien provisto del preciado combustible.

 Toda esta experiencia de construir en plena temporada invernal y sin utilizar ningún medio mecánico para movilizarnos o trasladar provisiones o materiales me ha remontado a la gloriosa época de la fiebre del oro, allá en el Yukón, donde los largos inviernos obligaban a vivir prácticamente arriba de un trineo con perros. Todo dependía de ellos, los perros y sus mushers, el correo, las provisiones, medicinas, rescates, y hoy un siglo por delante aún es posible realizarlo.

 Travesía a "El V olcán"

 Claro que entre tanto trajín para la terminar la construcción quedó tiempo para hacer algunas salidas relevando nuevos circuitos y reconociendo el área. Uno de los sitios que hemos relevado en salidas de un día es la subida a una pared de unos cien metros de altura llamada El Volcán, aludiendo a su origen volcánico y sus formaciones de lava solidificada. En esta pared encontramos gran cantidad de condoreras, y sabiendo la curiosidad de estas magnificas aves, las aves voladoras mas grandes del planeta, no fue extraño verlas aparecer al notar nuestra presencia y mantenerse detenidas en el aire a escasos meros de nuestras cabezas con sus tres metros de envergadura, moviendo sus cabezas hacia ambos lados, observándolo todo. Se encontraban tan asombradas como nosotros seguramente. Es que por esos lados jamás había transitado un trineo con perros, a más de 2000 msnm.

 Para alcanzar esta enorme pared volcánica, saliendo desde el refugio, debemos ascender por sobre un gran mallín (grandes extensiones de esponjosa y verde hierba semi-inundada) congelado que se va encajonando entre el cerro Tres Hermanas de 2050 metros y el citado Volcán, hasta terminar en un angosto paso que desemboca detrás de la pared de piedra del Volcán. Allí se abre una gran meseta plana que se mantiene por encima de los 2000 metros de altitud y está cubierta de nieve y lagunas congeladas. Esta enorme planicie es ideal para dejar a los perros correr a gusto, aprovechando para desplegar todo su arsenal de energía y desplazarnos velozmente encima de las formaciones nubosas que rodean a esta meseta.

 A esta altitud ya no se encuentran las típicas Araucarias, transformándose el paisaje en algo muy similar a la antártica o el ártico, un inmenso manto blanco con apenas alguna saliente rocosa y la nieve con formaciones similares a olas marinas por efecto de los fuertes vientos. Los patines del trineo no dejan rastro alguno debido a la dureza de la nieve, por lo que el regreso es a puro instinto canino; ellos regresarán por sus propios e invisibles pasos así el cielo se cierre o se levante el temido viento blanco.

 La vuelta. Otra vez la adrenalina del descenso, internarse en el bosque de Araucarias, una liebre que sale al atardecer y distrae el trabajo de aquellos perros que, por este tipo de causas justamente, no han llegado a ser guías y obligan a estos a corregir anticipadamente el rumbo del resto del team, doblegado por el instinto lobuno de gran parte de la jauría que no resiste que una liebre cruce frente de sus narices sin al menos intentar soltarles una dentellada fatal. Pero esta vez la liebre gana. La jauría está unida al trineo y un instante después comprenden que también tienen una parte de perro domestico y que hay momentos para trabajar y otros para correr libremente por la montaña, aunque, mientras la siguen con su mirada de lobo, parecen jurarle que se volverán a encontrar, cara a cara, solos uno frente al otro, y ahí regirá la ley de la naturaleza, donde sobrevivirá solo el más fuerte y adaptado. Quizás ese deseo innato en mis perros sea el que los aliente a salir cada vez que encaramos montaña arriba una travesía.

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