Llegó entonces Carla Opazo, una de las funcionarias del lugar a explicar que el objetivo no es solo evitar que superen sus problemas y que dejen las drogas, sino que reciban las herramientas necesarias para iniciar un proyecto de vida diferente. “El tratamiento consiste un mucho trabajo psicológico con el fin de volver implantar el auto respeto en ellas”. Fue entonces que no pude dejar de fijarme que en las otras habitaciones del lugar existía un enorme movimiento de un lado hacia otro. Unas hacían las camas, otras lavaban la ropa y algunas más cuidaban a los niños mientras el resto laboraba. Era un lugar alegre, pues cada uno de sus movimientos denotaba la esperanza que aun yacía en sus corazones.
Entendí entonces el gran respeto que había de Marcela hacia Carla pues mientras esta última me contaba detalles sobre el funcionamiento, Marcela guardaba un riguroso silencio.
El día en un centro de rehabilitación está estructurado por una serie de actividades continuas e incesantes. “Es importante mantenerlas ocupadas para que no tengan tiempo de pensar en sus problemas” comentaba Carla.
“El día comienza a las 7 a.m. Tras levantar. Algunas hacen labores hogareñas y de aseo mientras otras cuidan a los niños. Las mañanas son principalmente aprovechadas en actividades de desarrollo personal y autoestima, más que nada para que poco a poco las internas superen sus problemas”.
Un psicólogo especialista viene al menos 2 veces a la semana y en el caso de quienes tienen problemas con drogas, un riguroso control es llevado a cabo con el fin de verificar sus progresos.
“Cada una de las mujeres que forman este centro tiene su historia, sus problemas y aunque no poseamos muchos recursos, intentamos darle lo mejor posible”. Concluía Carla.
La falta de recursos es impactante, muchas de las labores son llevadas a cabo por las mismas internas, transformándolas en el pilar fundamental del lugar. Y es que así debe de ser. Son sus sueños los que están en juego, sueños que comenzaron con un pasado, sueños que entre pañales y pasillos en decadencia, crecen a diario con el fin de aspirar a un mejor futuro.
Las mujeres que habitan este lugar tienen la posibilidad de hacerlo junto a sus hijos siempre y cuando no superen los 5 años, es por eso que los niños también forman una parte importante del lugar. Los pañales, gritos, dibujos y juegos son los responsables de darle vida y alegría a un lugar que cualquiera pudiese pensar que es deprimente. “Ellos son los responsables de darnos algo por lo que seguir para adelante” dijo Marcela. Diferentes rostros, diferentes pasados y diferentes situaciones. Pero con un objetivo muy similar.
Con dolor Marcela decidió comentarme su historia, sus manos se refriegan mutuamente, su mirada se dirige hacia abajo y la firmeza de su voz comienza a decaer como preámbulo a una historia de violencia, drogas y agresiones sexuales. Siguiente - Anterior |