Como muchas otras jóvenes, ella ha tenido que sobrevivir en condiciones tan adversas como dramáticas. Nació en medio de una familia disfuncional, con un padre alcohólico y violento. Teniendo que soportar golpizas que con el paso de los años se convirtieron en agresiones sexuales. Fue así como el consumo neoprén y otras drogas llegaron a su vida a muy pronta edad, transformándose en su único “refugio”.
A pesar de ser pequeña su rostro revela la larga cadena de experiencias que la han hecho actuar en ocasiones como una mujer adulta y el daño que de manera irreparable le ha dejado la inhalación de solventes, Marcela narra su historia con serenidad, entre lágrimas y risas: “Soy adicta desde muy pequeña. Ya no se ni cuando empecé. Dejé el colegio en octavo cuando mi papá me echó de la casa. Me fui a la calle y empecé a hacer de todo para conseguir plata para la droga”
Confiesa haber estado perdida durante mucho tiempo, pero el nacimiento de su hijo a finales del año pasado le abrió los ojos. Ella había tocado fondo y no podía permitir que su hijo corriera la misma suerte. Por fortuna el centro de rehabilitación le abrió las puertas: “Cuando supe que estaba embarazada pensé miles de estupideces que me llega a dar vergüenza contar. Traté poco a poco de ir dejando la droga pero era demasiado fuerte. Cuando llegué aquí lo hice con súper pocas expectativas. Pero poco a poco se ha ido transformando en mi familia y gracias a ellos llevo harto tiempo limpia”.
A pesar de su esfuerzo, Marcela ha debido enfrentarse a la crueldad y prejuicio que la sociedad establece contra aquellos que han caído en la drogadicción. Todos los días, ella dedica un par de horas con el fin de buscar un trabajo y otorgarle un mejor pasar a su retoño, lamentablemente su suerte no ha sido la misma que su esfuerzo. “Igual es súper fome que la gente no te de la oportunidad de cambiar, me gustaría volver al colegio más adelante y trabajar, pero creo que primero debo completar mi tratamiento para que la gente comience a darme las oportunidades”
Ha sido un largo camino el que Marcela ha debido recorrer para llegar a donde está, y es aún más largo el que le queda por recorrer. Un camino que guía a un sueño que, desde ya, estará lleno de altos y bajos, de críticas y estereotipos, pero que con esfuerzo, trabajo y ante todo superación podrá lograrse. Uno de muchos otros sueños que nacen día a día tras las corroídas pero siempre alegres paredes de un centro de rehabilitación.
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