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Acontecimiento cinematográfico de 2005 | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Cinderella Man es una historia de interés humano conducida por un humilde obrero de los puertos que lucha contra los avatares para sacar a su familia de la pobreza. Es una historia de superación personal y como sucede con el cuento de la cenicienta, conocemos su final, pero son los pequeños detalles los que marcan la diferencia. La recreación de la época es exquisita, realzada con encuadres fotográficos en semipenumbras y tonalidades ocres que ayudan a describir la realidad del momento. Siendo fidedignos con esa realidad, los productores de Cinderella Man no han escatimado medios para reproducir la dureza de la gran depresión. La rigurosa suntuosidad de los decorados imitando los escenarios del hambre y la pobreza, después de todo, no deja de ser una paradoja. La elegancia es la otra gran protagonista en Cinderella Man, como resultado del apropiado lucimiento de la ternura, la humanidad y el dramatismo, sin caer en la sensiblería y el melodrama. La plétora interpretativa de Russell Crowe es inagotable, aunque el actor ha asegurado que los principales factores que han contribuido a su éxito han sido la disciplina y la suerte. Crowe también ha asegurado
que ha tratado de ser mejor en cada nueva película, poniendo mucha voluntad y disciplina en cada faceta de su carrera cinematográfica, como una forma de corresponder a tanta suerte. Ha descrito la oportunidad de trabajar nuevamente con Howard como un hecho basado en la confianza profesional entre ambos. Por su parte, Howard ha puntualizado que trabajar con Russell Crowe es como rodar en una isla paradisíaca, encantado con el lugar, pero teniendo que lidiar con el clima. En el fondo, la poética referencia de las cualidades interpretativas del actor corrobora el compromiso de Crowe con la vida. |
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El rodaje de Cinderella Man | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Nuestro héroe debió instruirse en el cross, el uppercut, el swing, el jab y otras técnicas clásicas, además de adquirir una excepcional forma física, siempre supervisada por un entrenador personal. No tuvo mucho tiempo nuestro Capitán Jack de lucir su rubio pelambre por los mares de la fama. Cuando todavía sonaban las trompetas del estreno de Master & Commander, el polifacético Crowe ya lucía una cabellera azabache de época, para adentrarse de lleno en el rodaje del hombre cenicienta. Una cualidad que define el temperamento singular de Crowe es su entrega absoluta a los personajes que interpreta. Por un lado, derrocha un exceso de confianza a su físico marcado por la contundencia. Por otro, es característica su tozudez a querer valerse por si mismo, en las escenas de riesgo. Así, no sorprende en absoluto, el dislocamiento de hombro que sufrió durante uno de los entrenamientos previos. Esto le supuso una intervención artroscópica seguida de una intensa fisioterapia y el retraso de varios meses en el comienzo del rodaje. Ya este hombro le había dado algunos serios problemas y arrastraba secuelas desde el rodaje de Gladiator. Y sin ninguna magia, oráculo o poción, solo con la ayuda de una estricta dieta alimenticia y el entrenamiento dirigido, consiguió Crowe modelar un cuerpo mas fibroso y espectacular, capaz de emular al mítico James J. Braddock. |
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Desde el pugilato ancestral hasta la porfía de Cinderella Man | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Descubrimientos arqueológicos de reliquias pugilísticas halladas en la actual Irak, prueban que en 1550 AC se celebraban acontecimientos pugilísticos de atracción de masas. Homero, en su obra “La Iliada” hace referencia al boxeo, un arte llegado a la antigua Grecia desde Egipto, para más tarde, hacia el 688 AC, convertirse en disciplina olímpica y deparar al primer campeón olímpico de la historia: Onomastes de Esmirna. El Imperio Romano incorporó el deporte heleno a su cultura hacia el 27 AC, pero paulatinamente lo fue desprendiendo de sus características originales, convirtiéndolo finalmente en una atracción de gladiadores, hasta que en el 40 DC, la profusión del cristianismo hizo desaparecer toda forma de boxeo en el continente europeo. La primera reseña, tras este largo intervalo, hace referencia a un combate organizado en 1681en Inglaterra por el Duque de Albermarle. De este modo volvió a renacer el pugilismo, en que dos contrincantes a puño descubierto, se enfrentaban entre si. Entonces los encuentros se organizaban por dinero, empleándose muchas veces, tácticas de juego sucio. De esta etapa sobresale la figura mítica del inglés James Figg, que nunca perdió un combate, consiguiendo de la gente un cambio de mentalidad, a la vez que ganaba más adeptos para el mundo del boxeo. Fue a partir de 1743 cuando el pugilismo empezó a perder el carácter antideportivo. La reglamentación de John Broughton -considerado como el padre del boxeo moderno- supuso entre otros avances, la eliminación de los golpes bajos y en general, todos aquellos que recibiera el contrincante en desventaja, dándole la posibilidad de recuperarse en treinta segundos. Paulatinamente, los luchadores fueron definiendo sus estilos, al tiempo que se establecieron clasificaciones de categorías por pesos y se introdujo el uso del guante. Las normas del Marqués de Queensberry de 1872 fueron el inicio del boxeo reglamentado, perfilándose la duración de los combates, el descanso entre cada asalto, la cuenta de protección de diez segundos y toda una serie de normas, para convertir a esta confrontación en una moderna disciplina de combate. Paradójicamente, los enfrentamientos pugilísticos no gozaban del apoyo de las leyes inglesas de la época, por lo cual muchos boxeadores europeos decidieron emigrar a Estados Unidos en busca de mayores logros y recompensas en el ámbito profesional. Así una humilde familia se sintió seducida por la ilusión del sueño americano, estableciendo entonces su nuevo hogar en una tierra muy diferente a su querida Irlanda. La fuerza bruta era el signo característico de los Braddock, exigencia necesaria para que el chaval Jim pudiera defenderse en las calles de Hell´s Kitchen de su personal existencia. La vida de este fulgurante boxeador le asestó los más duros golpes, pero un día su amiga la mala suerte se distrajo y entonces surgió un campeón. Consiguió mantenerse en la cúspide durante 24 meses, desde 13-06-1935 hasta 22-06-1937, no demasiado tiempo si lo comparamos con el record mundial establecido en 140 por su compatriota Joe Louis, pero no cabe duda que su trayectoria meteórica en el mundo del pugilismo fue espectacular. |
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El cuento de hadas de Cinderella Man | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Entretanto, la eventualidad de su madrastra se adornaba de una aparente subsistencia, acaparando conveniencias para tan regio baile. Mientras soñaba entre los hollines del crack económico que sumió a muchas familias en la precariedad, las hermanastras de Jim derrochaban opulencia y lujosos y placenteros flirteos entre los grandes pesos de la aristocracia pugilística. Un día, al son de la varita mágica, el hada madrina apareció envuelta por un destello de oportunidad, transformándole su bata verde de ilusiones y su trébol blanco, en bello carromato tirado por majestuosos caballos de esperanza. Cuando llegó al palacio Madison Square Garden Bowl aquella noche del 13 de Junio de 1935, el baile estaba a punto de comenzar y el contundente Max Baer lucía una espectacular reputación entre la corte de las cuatro cuerdas. La multitud congregada disfrutaba las apuestas tan desiguales de diez a uno, a favor de Max Baer, el príncipe del máximo peso, mientras chismorreaba la astucia del recién llegado. La belleza que el obrero de los muelles empleaba en su táctica ofensiva, dejó perplejo al poderoso príncipe pegador, quien no pudo resistirse al hechizo de los quince rounds de atractiva estrategia. Finalmente, Baer vería como se le tambaleaba la corona, al tiempo que Braddock se convertía en el héroe popular de la Gran Depresión. El prototipo de ídolo boxeador -conocido por el sobrenombre cinderella man que le diera el destacado escritor Damon Runyon- permanece desde entonces como pieza de imitación para todos aquellos que esperan, en el fogón de los sueños, la visita del hada madrina. Después de dos años de estancia romántica en el gran salón, el reloj de palacio comenzó a sonar, advirtiendo del brusco abandono de la fiesta: cuando firmaba contrato para defender su título ante el boxeador alemán Max Schmeling, resonó la primera campanada. Su manager -en defensa de las organizaciones judías que veían al boxeador germano como a un ciudadano de la Alemania Nazi- rehusó el contrato, para a continuación firmar un compromiso con Joe Louis y disputar el título mundial. El 22 de Junio de 1937 se produjo la mayor atracción deportiva del momento, al tiempo que el reloj de palacio avanzaba en la cuenta. Cuando sonaba la octava campanada, el aspirante Louis dejaba fuera de combate a cinderella man. Lo bueno es que la reputación de Braddock nunca sufrió menoscabo por su señalada derrota, a pesar de que ya se escuchaban las últimas campanadas en el reloj del gran salón. Mientras abandonaba apresuradamente el palacio y su cortejo se desvanecía por el camino, advirtió que había perdido una efímera zapatilla de cristal, reconociendo por el sendero de regreso, haber soportado más castigo entre el cuarto y octavo asalto que todo el que había recibido en su carrera deportiva. Ya en casa, mientras realizaba otras faenas, soñaba con los ojos abiertos, esperando que un día se presentara un recadero de palacio y le calzara la zapatilla perdida en el gran baile. Después del combate que ganó a Tommy Farr el 21 de Enero de 1938, fue animado por su esposa Mae para abandonar definitivamente el mundo del boxeo, retirándose con un registro de 52 victorias de 84 combates, incluyendo 28 victorias por fuera de combate y 21 derrotas, pero fue en 1964 cuando el mensajero real apareció en su casa, calzándole la zapatilla de la celebridad, permaneciendo desde entonces en el Boxing Hall de la Fama. Don Parker, periodista del New York Daily Mirror escribió acerca de Jim Braddock y su histórico destronamiento: “la exhibición de valor que el galante anglo-irlandés exhibió antes de que el rayo final le golpeara la
mandíbula, despertó la admiración y la compasión en los corazones de toda la multitud”. Bella alegoría que rubrica el sentimiento popular de admiración y cariño hacia el hombre que una vez asistió a palacio sin ser invitado, y bailó toda la noche con el príncipe de la fama.
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El lado menos fantástico de Jim Braddock | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
De esta manera, a los diecisiete años se estrenó en el boxeo amateur con la supervisión de su hermano, ganando más de cien campeonatos amateur. Ya en el mundo profesional, nunca fue derrotado en sus primeros treinta y ocho combates, siendo destacadas sus victorias sobre Pete Latzo en 1928 y Jimmy Slattery en 1929, pero su declive se inauguró el 18 de Julio de 1929, cuando desafió al campeón Tommy Loughram en el Yankee Stadium, siendo derrotado fácilmente. Entonces comenzó a cosechar hasta 1933 una serie de derrotas superiores en número al de combates ganados, por lo que su nombre fue desapareciendo de las listas de popularidad. En un combate celebrado el 25 de Septiembre de 1933 contra Abe Feldman sufrió una severa lesión en ambas muñecas. El árbitro no tuvo mas remedio que detener la desigual contienda, a pesar de la bravura y pundonor de Braddock, por considerar inhumano el pelear en estas condiciones. Como su solvencia económica no le permitió someterse a la operación que necesitaba para continuar boxeando, tuvo que abandonar el mundo del boxeo. Mientras tanto, había contraído matrimonio en 1930 con Mae Fox, con la que tuvo tres hijos. Fueron momentos muy difíciles, puesto que los desastres de Wall Street se ensañaron con las familias más humildes. Para alimentar a su familia, ejerció varias profesiones como jornalero, camarero o estibador en los muelles de Hudson. Cuando la sombra del desempleo le azotaba, recurría tanto a la ayuda de conocidos, como a la beneficencia. Desgraciadamente, estos momentos difíciles han sido vividos por muchos púgiles, especialmente después de su retirada del ring. Mas tarde Braddock decidió su vuelta al boxeo, habida cuenta además que se había curado de la lesión. El 14 de Junio de 1934 dejó anonadada a toda la multitud que había acudido a Long Island City a presenciar un disputado encuentro contra John Griffin. A partir de aquí su carrera deportiva se colocó en lo mas alto del ranking, ganando sucesivas confrontaciones, la primera contra John Kenry Lewis el 16 de Noviembre de 1934 y la siguiente contra Art Lasky el 22 de Marzo de 1935, ambas celebradas en Nueva York. El 13 de Junio de 1935 fue una fecha importante en la vida de Braddock, proclamándose campeón mundial de los pesos pesados, al vencer en Long Island City al anterior entorchado Max Baer. Su reinado no fue largo -marcado por un ascenso asombroso y una caída también rápida- pero lleno de constantes desafíos en un interminable combate contra las duras condiciones de vida impuestas por la Gran Depresión. Así, el 22 de Junio de 1937 en Chicago, perdía ante Joe Louis su preciado galardón, no así los 500.000 dólares que le habían sido garantizados si perdía el combate, mas el diez por ciento de los beneficios derivados de la promoción de su adversario en los siguientes diez años. Después de disputar un combate contra Tommy Farr en Nueva York el 21 de Enero de 1938 y más tarde, otro contra Clarence Burman el 26 de Marzo de 1941 en Charlotte, se retiró definitivamente del pugilismo. Perdió la fortuna que le había deparado el boxeo, después de haber regentado varios negocios fallidos. Una vez más, Nueva York frenó sus dificultades económicas, acogiéndole como digno trabajador, pero esta vez como engrasador de la maquinaria empleada en el puente Verrazano. Murió el 29 de Noviembre de 1974, y a pesar de que se le considera un boxeador modesto, es una figura popular del boxeo. Sin duda, la oportuna caracterización de Russell Crowe ha propiciado que el nombre de Jim Braddock se haya incorporado al estrellato de los filmes pugilísticos. |
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La complicidad de Hollywood con el drama pugilístico | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Particularmente la década de 1940 marcó un hito en la industria cinematográfica, filmándose las mejores películas de boxeo: “Gentleman Jim” (1942) con Errol Flynn en el papel del púgil James J. Corbett; “El ídolo de Barro“ (1949) caracterizando Kirk Douglas a un ambicioso y cínico boxeador; etc. Después tuvimos la oportunidad de ver la cara oculta del boxeo a través de Humphrey Bogart en la notable cinta “Mas dura será la caída“ (1956). Paul Newman también tuvo la oportunidad de encarnar a Rocky Graciano en “Marcado por el odio” (1956). La irrupción del rockero Elvis Presley con su extraña mezcla de puños y baladas en “Piso de lona” (1962), dejó atónitos a muchos aficionados. Más tarde, un casi desconocido Sylvester Stallone saltó a la fama con su popular saga “Rocky” (1976) dejando atrás papeles secundarios en diversas producciones. También Robert de Niro aportó su contribución en “Toro Salvaje” (1980) dando vida a Jake La Motta. Incluso Denzel Washington, quien fuera compañero de Crowe en el reparto de “Virtuosity” (1995) dio vida en la pantalla a Reuben Carter con la cinta “Huracán Carter” (1999). La alianza entre la meca del cine y el pugilismo ha tenido igualmente otra razón de peso pesado; así Cassius Clay fue inmortalizado en la pantalla por el actor Will Smith en la obra testimonial “Ali” (2001). Un día Clint Eastwood se sintió fascinado por la lectura de un guión cinematográfico, esta vez de una heroína del ring, y pensó que era una buena historia para llevarla a la gran pantalla. El drama de “Million dollar baby” (2004) utiliza el pretexto del boxeo para mostrar la soledad y la melancolía, y cuando suena la campana del ring, comienza el enfrentamiento de la protagonista con otra realidad, transformando su sueño millonario en controversia. Así llegamos hasta “Cinderella Man” (2004) donde Russell Crowe brilla en espectacularidad, emulando el perfil presionador de James J. Braddock, con su habitual carga de dinamita. |
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El dinamismo de Russell Crowe | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Nos vuelve a sorprender Crowe con su deslumbrante interpretación. Su gesto visual irradia la vida de película de un hombre, cuyo espíritu guerrero le enfrentó a un sinfín de desdichas y calamidades. Había una vez una extraordinaria vivacidad interpretativa de Crowe, idónea para robustecer la fascinante vida de un hombre sencillo, simpático y honrado. Esa capacidad natural desprendía el aroma del éxito desde el primer fotograma, mientras una nebulosa estela de gratos recuerdos se apoderaba de nuestro sentimiento y hacía aparición un placentero sabor de los locos años treinta. Al tiempo, nos sentíamos cómplices con el hombre que alcanzó el profesionalismo del boxeo de una manera no convencional, celebrando su triunfo y llorando su derrota. Obviamente, nos dimos cuenta de que, como también ha ocurrido en muchas películas, tuvo un final feliz. Al fin y al cabo, lo que importa es que Cinderella Man tiene varias lecturas posibles. Si todavía alguien cree que “todos fueron felices y comieron perdices”, tal vez en eso no esté muy descaminado. El final de cualquier historia llevada al cine, no siempre va acompañado de tracas y multicolores destellos en el firmamento. La satisfacción de los espectadores no se mide por los finales apoteósicos, sino por el trabajo intenso de los actores que se identifican con el personaje que interpretan. La emulación de Jim Braddock es genial y nos trae gratos recuerdos del decidido
Jeffrey Wigand (The Insider), del desafiante Maximus (Gladiator), del catedrático John Nash (A Beautiful Mind) y del intrépido Jack Aubrey (Master & Commander), por citar los personajes mas carismáticos. No es necesario prender fuego a la mecha de los fuegos artificiales; la fiesta de Russell Crowe no ha terminado y lo veremos nuevamente interpretando personajes que logran imponerse a la adversidad, bien porque tiene una gran similitud con ellos o porque tal vez, sea su destino. |
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