Libro XVI

Arriba ]

 

Concluye la búsqueda, comienza otra etapa.

     Anfortas y los suyos seguían sufriendo grandes tormentos. Él les suplicaba, desesperado; incluso les amenazaba, para que se apiadaran de su dolor y lo dejaran morir. Pero ellos tenían la esperanza de que se sanara desde que vieron el mensaje escrito en el Grial, hacía tiempo. Por eso no dejaban pasar más de cuatro días y le mostraban la sagrada piedra al rey, para que siguiera con vida. "Esperaban de nuevo al hombre que había perdido toda su felicidad y confiaban en que los salvara haciendo la pregunta".

    En Terre de Salwäsche, los templarios centinelas recibieron dichosos a los tres recién llegados y los escoltaron hasta Munsalwäsche. En la gran sala del castillo les quitaron las armaduras y les trajeron ricos vestidos; bebieron de las copas de oro que les sirvieron y, acto seguido, se dirigieron hacia el doliente Anfortas.

   El les dijo: " 'Lleno de dolores he esperado a ver si con vuestra ayuda podía volver a ser feliz. Cuando marchasteis de aquí, me dejasteis en tal estado que, si vuestro corazón es leal, se os debería ver afligido. Si os han alabado y reconocido alguna vez vuestra gloria, ordenad a los caballeros y a las doncellas que me dejen morir, para que terminen así mis tormentos. Si sois Parzival, impedid que vea el Grial siete noches y ocho días. Entonces terminará mi sufrimiento. No me atrevo a ser más claro. ¡Qué felicidad para vos que os digan que me podéis ayudar!. Vuestro acompañante nos es desconocido. No quiero que esté delante de mí. ¿Por qué no le hacéis ir a su albergue?'."

    "Entre lágrimas contestó Parzival: 'Decidme dónde está el Grial. Si vence en mí el amor de Dios, esta comunidad lo sabrá'. Se arrodilló tres veces en dirección al Grial, en honor de la Trinidad, y suplicó que el hombre doliente quedara libre del tormento. Entonces se levantó y preguntó: 'Tío, ¿qué te atormenta?' ". Anfortas sanó; su esplendor era tal, que la belleza de Parzival no era nada comparada con la suya.

    Como la inscripción en el Grial lo había designado soberano, no había otra opción: Parzival fue reconocido enseguida como rey y señor. Los mensajeros llevaron las alegres nuevas a la reina Condwiramurs. Feliz cabalgó muchas millas acompañada de sus nobles, hasta Munsalwäsche. En esas tierras se encontraba el bosque en el que las gotas de sangre en la nieve habían configurado un rostro muy parecido al de ella. Allí debía encontrarla su esposo. Pero antes de ello, Parzival se encaminó, con una parte de las huestes del Grial, hacia la eremita de Trevrizent; le comunicó a su tío de la curación de Anfortas.

   Al amanecer del día siguiente, Parzival encontró las tiendas donde acampaba su esposa y los suyos. El anciano duque Kyot de Cataluña lo condujo hacia la tienda de Condwiramurs, donde pudo conocer a Lohengrin y Kardeiz, sus hijos, y reencontrarse con su amada.

   Los vasallos dieron la bienvenida a su soberano con noble fidelidad. Ese día fue coronado el pequeño Kardeiz, el cual heredó todos los países que pertenecían a su padre. Después de desmontar las tiendas y de reunir el ejército que había acompañado a la reina, iniciaron la marcha de regreso a Brobarz junto al pequeño rey. Los templarios cogieron entonces a Lohengrin y a su hermosa madre y cabalgaron rápidamente hacia Munsalwäsche.

   En el camino de regreso, Parzival pidió pasar a la eremita de Sigune, su prima. Allí la encontraron muerta, de rodillas. Al verla, la reina se sintió profundamente afligida, pues Joisiane; la madre de Sigune; la había educado cuando era niña. "Parzival pidió que levantaran para su prima la tapa de piedra del sarcófago, y en él apareció Schionatulander, no descompuesto, sino magníficamente embalsamado. Pusieron a su lado, muy cerca de él, a la que en vida tan castamente lo había amado y cerraron después la tumba."

    Luego de ese episodio, los viajeros continuaron su camino hacia Munsalwäsche. Allí los esperaba Feirefiz y Anfortas. Se iniciaron los preparativos para el Grial, preparativos que se realizaban sólo en determinados días festivos, tal como sucedía en ese momento, en que eran felices, habían superado la tristeza que los afligía. El Grial fue llevado de la misma forma ceremoniosa ante Parzival, como lo había sido ante Anfortas.

La procesión del Grial.

    De entre todos los presentes, el único que no veía el Grial era Feirefiz. Según el anciano y paralítico Titurel, era por ser pagano; sólo mediante el bautismo podría conseguir la vida eterna, y contemplar la piedra maravillosa. Además, Feirefiz se había enamorado de la doncella que portaba el Grial, Repanse de Schoye.

   Pidió ayuda a su hermano y a Anfortas; fue llevado a la pila bautismal al día siguiente, en el templo, ante el Grial. Allí, ante muchos caballeros, dijo al sacerdote: "Si me ayuda contra mis penas, creo todo lo que me pedís. Si ella me recompensa con su amor, cumpliré gustoso los mandamientos de Dios. Hermano, si tu tía tiene este Dios, creo en Él y en ella. Nunca había estado en mayores dificultades. Abjuro de todos mis dioses. Tampoco Secundila seguirá participando de mi gloria. Por el Dios de tu tía, haz que me bauticen." "Cuando el pagano recibió el agua bautismal y terminó el bautizo, un final que esperaba con impaciencia, le llevaron a la hija de Frimutel y se la entregaron como esposa. Antes de que le tocara el agua del bautismo, estaba ciego para ver el Grial, pero inmediatamente después se le apareció ante los ojos."

    Once días pasó Feirefiz en el castillo, dichoso y contento, y al duodécimo partió de allí. Tanto Anfortas - ahora su cuñado- como el hijo del rey Parzival, Lohengrin, declinaron cortésmente su invitación de irse con él. Para facilitarle su viaje, enviaron a Cundry como mensajera hacia el señor del castillo que regía las tierras por donde tenían que pasar en su camino hacia el puerto; para que los protegiera. Los ejércitos que Feirefiz dejó allí se alegraron al volver a ver a su señor. Cundry se enteró de una importante noticia: la reina Secundila había muerto. Repanse de Schoye quedó libre de su poderosa rival.

   Más tarde ella dio a luz en la India a un niño, al que llamaron Juan. Feirefiz hizo divulgar por escrito en todo su reino la doctrina del cristianismo, que antes profesaba poca gente.

    Lohengrin, el hijo de Parzival, creció y se hizo un joven fuerte y valiente. No conocía la cobardía. Cuando fue armado caballero, consiguió gran gloria al servicio del Grial.

IR A LA PÁGINA PRINCIPAL.

FIN