Anfortas y los suyos seguían sufriendo grandes tormentos. Él les suplicaba, desesperado;
incluso les amenazaba, para que se apiadaran de su dolor y lo dejaran morir. Pero ellos
tenían la esperanza de que se sanara desde que vieron el mensaje escrito en el Grial,
hacía tiempo. Por eso no dejaban pasar más de cuatro días y le mostraban la sagrada
piedra al rey, para que siguiera con vida. "Esperaban de nuevo al hombre que había
perdido toda su felicidad y confiaban en que los salvara haciendo la pregunta".
En Terre de Salwäsche, los templarios centinelas recibieron dichosos a los tres
recién llegados y los escoltaron hasta Munsalwäsche. En la gran sala del castillo les
quitaron las armaduras y les trajeron ricos vestidos; bebieron de las copas de oro que les
sirvieron y, acto seguido, se dirigieron hacia el doliente Anfortas.
El les dijo: " 'Lleno de dolores he esperado a ver si con vuestra ayuda podía volver
a ser feliz. Cuando marchasteis de aquí, me dejasteis en tal estado que, si vuestro
corazón es leal, se os debería ver afligido. Si os han alabado y reconocido alguna vez
vuestra gloria, ordenad a los caballeros y a las doncellas que me dejen morir, para que
terminen así mis tormentos. Si sois Parzival, impedid que vea el Grial siete noches y
ocho días. Entonces terminará mi sufrimiento. No me atrevo a ser más claro. ¡Qué
felicidad para vos que os digan que me podéis ayudar!. Vuestro acompañante nos es
desconocido. No quiero que esté delante de mí. ¿Por qué no le hacéis ir a su
albergue?'."
"Entre lágrimas contestó Parzival: 'Decidme dónde está el Grial. Si vence en mí
el amor de Dios, esta comunidad lo sabrá'. Se arrodilló tres veces en dirección al
Grial, en honor de la Trinidad, y suplicó que el hombre doliente quedara libre del
tormento. Entonces se levantó y preguntó: 'Tío, ¿qué te atormenta?' ". Anfortas sanó; su esplendor era tal, que la
belleza de Parzival no era nada comparada con la suya.
Como la inscripción en el Grial lo había designado soberano, no había otra opción:
Parzival fue reconocido enseguida como rey y señor. Los mensajeros llevaron las alegres
nuevas a la reina Condwiramurs. Feliz cabalgó muchas millas acompañada de sus nobles,
hasta Munsalwäsche. En esas tierras se encontraba el bosque en el que las gotas de sangre
en la nieve habían configurado un rostro muy parecido al de ella. Allí debía
encontrarla su esposo. Pero antes de ello, Parzival se encaminó, con una parte de las
huestes del Grial, hacia la eremita de Trevrizent; le comunicó a su tío de la curación
de Anfortas.
Al amanecer del día siguiente, Parzival encontró las tiendas donde acampaba su esposa y
los suyos. El anciano duque Kyot de Cataluña lo condujo hacia la tienda de Condwiramurs,
donde pudo conocer a Lohengrin y Kardeiz, sus hijos, y reencontrarse con su amada.
Los vasallos dieron la bienvenida a su soberano con noble fidelidad. Ese día fue coronado
el pequeño Kardeiz, el cual heredó todos los países que pertenecían a su padre.
Después de desmontar las tiendas y de reunir el ejército que había acompañado a la
reina, iniciaron la marcha de regreso a Brobarz junto al pequeño rey. Los templarios
cogieron entonces a Lohengrin y a su hermosa madre y cabalgaron rápidamente hacia
Munsalwäsche.
En el camino de regreso, Parzival pidió pasar a la eremita de Sigune, su prima. Allí la
encontraron muerta, de rodillas. Al verla, la reina se sintió profundamente afligida,
pues Joisiane; la madre de Sigune; la había educado cuando era niña. "Parzival
pidió que levantaran para su prima la tapa de piedra del sarcófago, y en él apareció
Schionatulander, no descompuesto, sino magníficamente embalsamado. Pusieron a su lado,
muy cerca de él, a la que en vida tan castamente lo había amado y cerraron después la
tumba."
Luego de ese episodio, los viajeros continuaron su camino hacia Munsalwäsche. Allí los
esperaba Feirefiz y Anfortas. Se iniciaron los preparativos para el Grial, preparativos
que se realizaban sólo en determinados días festivos, tal como sucedía en ese momento,
en que eran felices, habían superado la tristeza que los afligía. El Grial fue llevado
de la misma forma ceremoniosa ante Parzival, como lo había sido ante Anfortas.
De entre todos los presentes, el único que no veía el Grial era Feirefiz. Según el
anciano y paralítico Titurel, era por ser pagano; sólo mediante el bautismo podría
conseguir la vida eterna, y contemplar la piedra maravillosa. Además, Feirefiz se había
enamorado de la doncella que portaba el Grial, Repanse de Schoye.
Pidió ayuda a su hermano y a Anfortas; fue llevado a la pila bautismal al día siguiente,
en el templo, ante el Grial. Allí, ante muchos caballeros, dijo al sacerdote: "Si me
ayuda contra mis penas, creo todo lo que me pedís. Si ella me recompensa con su amor,
cumpliré gustoso los mandamientos de Dios. Hermano, si tu tía tiene este Dios, creo en
Él y en ella. Nunca había estado en mayores dificultades. Abjuro de todos mis dioses.
Tampoco Secundila seguirá participando de mi gloria. Por el Dios de tu tía, haz que me
bauticen." "Cuando el pagano recibió el agua bautismal y terminó el bautizo,
un final que esperaba con impaciencia, le llevaron a la hija de Frimutel y se la
entregaron como esposa. Antes de que le tocara el agua del bautismo, estaba ciego para ver
el Grial, pero inmediatamente después se le apareció ante los ojos."
Once días pasó Feirefiz en el castillo, dichoso y contento, y al duodécimo partió de
allí. Tanto Anfortas - ahora su cuñado- como el hijo del rey Parzival, Lohengrin,
declinaron cortésmente su invitación de irse con él. Para facilitarle su viaje,
enviaron a Cundry como mensajera hacia el señor del castillo que regía las tierras por
donde tenían que pasar en su camino hacia el puerto; para que los protegiera. Los
ejércitos que Feirefiz dejó allí se alegraron al volver a ver a su señor. Cundry se
enteró de una importante noticia: la reina Secundila había muerto. Repanse de Schoye
quedó libre de su poderosa rival.
Más tarde ella dio a luz en la India a un niño, al que llamaron Juan. Feirefiz hizo
divulgar por escrito en todo su reino la doctrina del cristianismo, que antes profesaba
poca gente.
Lohengrin, el hijo de Parzival, creció y se hizo un joven fuerte y valiente. No conocía
la cobardía. Cuando fue armado caballero, consiguió gran gloria al servicio del Grial.
FIN
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