La
reprivatización
del
Belgrano
y
la
falta
de
acción
sobre
el
San
Martín,
lo
mismo
que
la
decisión
sobre
el
cambio
de
hora,
nos
hablan
de
que
la
era
del
pingüino
no
es
más,
que
más
de
lo
mismo.
Hace
muchos
muchos
años,
recuerdo
que
mi
padre
nos
llevaba
al
campo
a
la
casa
de
mi
tía,
desde
Ringuelet
donde
vivíamos
y
viajábamos
en
un
trepidante
tren
a
vapor
con
dos
coches
de
madera,
uno
de
primera
y
otro
de
segunda,
y
una
locomotora
negra
como
la
noche.
Recuerdo
que
por
Hernández
o
Abasto
había
un
gran
criadero
de
cerdos
a
la
vera
de
la
vía,
y
que
mi
padre
siempre
decía
lo
peligroso
que
podían
ser
esos
animales
si
se
los
dejaba
sueltos
en
virtud
de
su
gran
voracidad.
Recuerdo,
que
para
esa
época,
también
le
decíamos
chancho,
ya
no
cerdo,
a
un
personaje
que
aparecía
por
la
televisión
(de
blanco
y
negro)
de
la
época.
Recuerdo
que
aquel
personaje
hablaba
de
pasar
el
invierno,
y
también
recuerdo
que
cada
vez
que
lo
veía
en
la
tele
después
en
mi
casa
hacia
más
frío.
Mi
tía
vivía
en
un
pueblo
perdido
en
el
medio
del
campo
y
que
llegábamos
a
su
casa
en
un
tren
similar
al
que
pasaba
por
el
chiquero,
unos
días
después
de
oír
al
chancho
por
la
televisión,
mi
padre
nos
dijo
que
ya
no
podríamos
ir
más
a
visitar
a
nuestra
tía
porque
el
tren
ya
no
iba
más
a
aquel
lugar
por
culpa
del
chancho
de
la
televisión,
cosa
que
yo
no
entendí
hasta
mucho
después
aquello
que
me
decía.
Ya
más
grande,
iba
a
Brandsen
a
bailar
en
un
tren
fabricado
en
Italia
y
armado
en
Córdoba
y
cada
vez
que
pasaba
por
el
chiquero
de
Hernández
me
acordaba
de
los
viajes
de
mi
niñez
y
de
lo
peligroso
de
esos
animales.
Afortunadamente
durante
muy
largos
años
el
chancho
de
la
televisión
salió
de
nuestras
vías,
años
felices
sin
duda.
Pero
lamentablemente
los
chanchos
volvieron
a
nuestras
vidas,
el
día
que
se
firmó
el
trágico
decreto
666/89
que
terminó
con
nuestros
ferrocarriles,
ese
día
el
chancho
de
la
televisión
estaba
sentado,
solo,
en
uno
de
los
salones
de
la
Casa
Rosada,
más
viejo,
con
apariencia
de
muy
cansado,
pero
sin
duda
el
mismo,
ahora
ya
no
le
decían
chancho,
si
no
Capitán-
Ingeniero.
El
Chancho
-
Capitán
-
Ingeniero,
según
me
dijeron,
era
ahora
un
asesor
dilecto
del
innombrable
presidente
democrático
prófugo
de
la
justicia.
Cuando
me
dijeron
que
estaba
allí
sentí
un
escalofrío,
me
acordé
de
mi
tía
a
la
que
hacía
mucho
que
no
visitaba
y
de
los
fríos
de
los
inviernos
pasados,
y
razoné,
es
muy
viejo,
no
creo
que
pueda
hacer
ningún
daño.
La
cosa
estaba
empezando,
en
ese
momento,
y
después
de
la
dictadura
y
del
gobierno
del
presidente
de
la
laguna,
pensábamos
que
nada
peor
podría
pasarnos,
cuan
equivocados
estabamos.
Al
poco
tiempo
conocimos
a
la
progenie
del
Chancho,
no
había
heredado
lo
de
capitana
pero
era
tan
chancha
e
ingeniero
como
él,
Mariju
la
llamaban.
La
voracidad
de
estos
animales,
tal
y
como
decía
mi
padre,
es
legendaria,
y
este
nuevo
espécimen
no
tardó
en
mostrar
sus
cualidades.
Al
comienzo
de
su
gestión
destrozó
Somisa,
y
con
ella
la
posibilidad
de
fabricar
rieles
en
nuestro
país.
Luego
se
avalanzó
sobre
los
teléfonos
y
las
tarifas
de
los
mismos
se
multiplicaron
por
7.
700%
de
aumento,
la
mitad
de
los
telefónicos
en
la
calle
y
el
formidable
avance
tecnológico
del
paso
del
cable
a
la
fibra
óptica
y
fundamentalmente
de
la
central
Pentacontax
a
la
central
electrónica,
juntamente
con
la
caída
en
picada
del
precio
de
los
aparatos
telefónicos
en
todo
el
mundo
permitió
que
todos
tuviéramos
acceso
a
los
teléfonos
más
caros
del
mundo.
Privilegio
que
aún
hoy
continúa.
Después
de
esto,
sería
difícil
que
la
cosa
empeorara,
pero
para
la
chancha
ingeniera,
Mariju
para
los
más
amigos,
nada
parecía
poco,
desde
posar
en
un
tapado
de
piel
natural
(¿sugiriendo
acaso
desnudez?)
estando
a
cargo
de
la
Secretaría
de
Medio
Ambiente,
hasta
dejar
quemar,
un
par
de
miles
de
hectáreas
de
una
de
las
zonas
más
bellas
del
planeta,
parar
facilitar
un
negocio
inmobiliario,
y
sin
contar
los
1000
días
para
limpiar
el
Riachuelo,
pero
nunca,
nunca,
Mariju
dejó
de
sorprendernos
y
aterrarnos
simultáneamente.
Ahora,
bien
entrada
la
era
del
Pingüino,
nos
dicen
que
Mariju,
la
chancha
ingeniera,
estará
nuevamente
libre
para
hacer
de
las
suyas.
No
podemos
entonces
hacer
menos
que
los
personajes
de
Lobercraft,
y
sentir
terror
por
esos
malditos
seres
que
nos
acechan,
hoy
desde
la
sombras,
mañana
tal
vez
desde
el
umbral
y
simplemente
pedir,
rogar
y
exigir,
que
la
gran
piedra
que
evito
el
paso
de
esos
monstruos
vuelva
a
ser
colocada
en
su
lugar
y
nunca
se
mueva
de
allí,
no
de
hoy
a
tres
años
si
no
mas
bien
de
hoy
a
la
eternidad.
C.N.S.T
0221-429-7100
(Int.
1225)