De cosas sencillas...
Estimada Emma Cunietti:
Me permito dirigirte esta carta haciéndome eco de la invitación a la participación que se desprende de las afirmaciones del gobernador electo al presentar su Gabinete, “Gobernar con la gente y desde la gente”, para hacerte conocer algunas apreciaciones e inquietudes que no quisiera acallar. Asimismo, me han incentivado a escribirte, tus propias palabras preñadas de sensatez -¡condición tan ausente desde hace tiempo en las autoridades gubernamentales de Educación ¡- “Cobos me ha pedido cosas sencillas para la escuela...quiere ver alumnos que estudien...alumnos que tengan derechos y obligaciones...una escuela que enseñe a leer y escribir...trataremos de trabajar con el SUTE en la salud laboral del docente, queremos docentes que estén contentos de dar clase y se sientan orgullosos de ser docentes...”
Hecha la introducción, me presento. Soy María Silvia Suoni, Profesora de Lengua y Literatura, me desempeño fundamentalmente en escuelas de Enseñanza Media (expresión lamentablemente ya borrada del discurso oficial durante la demoledora década del 90), también trabajo en el Preuniversitario de la Facultad de Derecho de la UNC. Tengo 54 años, casada, seis hijos. Al comienzo de la gestión pública que finalizás, me contacté con vos para presentarte mi currículum y solicitar una adscripción a la Secretaría de Desarrollo Social para colaborar como Mediadora de Conflictos . Acompañé el currículum con una nota en la que te explicaba las distintas motivaciones que me impulsaban, entre las que figuraba - junto a otras de signo positivo- mi necesidad de “descansar” un poco de la “ardua faena aúlica”. Ello no fue posible y ahora te escribo, con el objetivo mencionado en el primer párrafo, desde el lugar de profesora de EGB 3 y Polimodal en el que debí quedarme. (Adjunto mi currículum para que recuerdes mi perfil, ambas entendemos la importancia del “contexto de enunciación”).
Soy consciente de lo colmado de obligaciones que debe estar tu tiempo, pero no puedo menos que desarrollar mínimamente los núcleos temáticos que menciono a continuación, en función de lograr eficazmente mi objetivo, en esta circunstancia comunicativa tan particular. Desde ya mis disculpas por lo extenso de la nota.
Los puntos que abordaré son los siguientes:
- El descrédito y la crisis de la Escuela Media.
- La desjerarquización del profesor de Secundario.
- La desprofesionalización de la docencia Media.
- La pérdida de la cultura del esfuerzo en el alumno.
- La ausencia de la familia en el compromiso con la escuela.
- El malestar docente.
Sobre estos puntos, intento poner, humildemente, una mirada “situada” en el quehacer cotidiano en la escuela, en términos experienciales, y hacerte llegar algunas propuestas que se me ocurren, a modo de esbozos, quizás algunas irrealizables, otras no tanto.
En primer lugar quiero confesarte el sentimiento que experimento desde que empezó la Reforma Educativa de los 90, de pertenecer al grupo de los “innombrados” en los Medios. Se habla siempre de los maestros (que me merecen todo el respeto por su excelsa tarea: alfabetizar), de los investigadores, de los profesores de la Universidad. Los docentes de ex_Enseñanza Media somos asimilados a los maestros. No lo somos, en la realidad. Tenemos un rol distinto y nuestras problemáticas también lo son, trabajamos en condiciones muy diferentes, tenemos una preparación especializada - somos en gran parte docentes con una titulación universitaria-, estamos a cargo de una población escolar adolescente, con demandas que no son las propias de la infancia y la Institución en que trabajamos representa el nexo con la etapa universitaria o la vida laboral. Una de mis expectativas sería volver a existir simbólicamente ante la sociedad con una expresión que connotara nuestra propia investidura profesional . Es una cuestión de reconocimento como “actores sociales” con una función específica.
Creo que esta situación forma parte del gran descrédito que ha sufrido la Escuela Secundaria y cuyos motivos son múltiples y muy profundos. Estoy convencida de que es el nivel que más agudamente acusa la crisis, porque no se le encuentra sentido: no prepara para seguir estudiando, no prepara para trabajar y no sé en qué medida contiene, ya que cada vez hay más violencia en este Nivel, aun en escuelas de Clase Media (o tal vez sea violencia “contenida” que así no se proyecta hacia afuera del área escolar). La Escuela Primaria, al menos alfabetiza, aunque sea con deficiencias. Considero que el rol de la Escuela Media debe ser redefinido o quizás la escuela debe ser reencaminada hacia su rol tradicional, que sigue vigente; así como el rol del profesor, que , como vos lo manifestaste también, es el de enseñar. De lo contrario, no sería dislocado convertir las escuelas en Centros de Contención socio-afectiva y plantearse la enseñanza por otros medios, como podría ser un sistema No Presencial, para el que no se necesitan tantos recursos como puede pensarse, sino que, puede llegar a resultar más barato para el Estado. No creo que esto promoviera la desigualdad de oportunidades sino al revés.
En relación con la violencia, estimo que habría que afectar más recursos a los Gabinetes escolares, que no deberían faltar en ninguna escuela y que deberían estar constituidos por un Asistente Social, uno o quizás dos sicólogos, uno clínico y otro social, (estos últimos son indispensables y parece ser absolutamente ignorado por las autoridades educativas) y una sicopedagoga. Con perdón de mis colegas, los Licenciados en Ciencias de la Educación creo que son prescindibles, en el rol que hoy se les asigna en la Escuela Secundaria. Quizás en la Escuela Primaria hagan más falta, pero de eso podrían opinar con plena y legítima autoridad los mismos maestros. Se necesita gente que esté con los alumnos, no asesorando a los profesores, quienes en su mayoría sentimos no ser realmente ayudados por ellos en las dificultades reales. No sé cuál puede ser su función, pero es opinión mayoritaria que al profesor no logran apoyarlo en sus verdaderas necesidades sino más bien, importunarlos. Su función se limita a cambiar la redacción de la Planificación y de la forma de llenar los libros de temas por ejemplo, lo que no modifica las prácticas áulicas del profesor ni los aprendizajes de los alumnos. Todo queda a un nivel muy burocrático y administrativo, que más bien irrita y complica al ya agobiado profesor de la escuela de hoy. Frases como “Ya soy un profesor frustrado” o “qué será de mí dentro de unos años”, son comunes en la Sala de Profesores, en boca de gente que lleva entre seis y diez años de docencia y que no tiene treinta y cinco (¡treinta y cinco!) horas cátedra sino quince o menos. Otras frases más lamentables aun, son expresadas por docentes de más de 50 años como “me traerán en silla de ruedas y me bajarán de un asensor a la clase si tengo que trabajar más años en el aula”.
Para seguir con enunciados de políticos, Elisa Carrió dijo en una oportunidad que “había que devolverle la voz a los sin voz”: los docentes. Me sentí profundamente interpretada. Salvando algunos pocos Cursos de Capacitación de muy buen Nivel, ojalá pertenezca al pasado la prepotencia de los 90, ejercida a través de las famosas Capacitaciones impuestas autoritariamente, que deben haber sido útiles en mínima medida y en una proporción inversa a los recursos invertidos. Recuerdo, al solo efecto de un ejemplo más, el curso del “Sujeto del Aprendizaje” (el que personalmente me negué a realizar, por dignidad , pues preferí leer -entre otras- de la fuente directa de Obiols “Adolescencia, posmodernidad y escuela secundaria “ de donde se había sacado muchas ideas) que representó una pérdida de tiempo reflejada en los comentarios adversos que suscitó en sus destinatarios, que- en muchos casos por miedo a perder su fuente de trabajo- lo hicieron y nunca transfirieron nada al aula, porque el “sujeto del aprendizaje” y el “sujeto que enseña” , se relacionan de una manera totalmente alejada a lo que allí se planteaba, cuando de suerte se planteaba algo coherente de parte del “capacitador” (qué fea palabra, al menos cuando evoca ciertas situaciones) porque se trataba de una persona por excepción bien preparada.
Creo que un aspecto de la recuperación de la “profesionalización” del docente radica en darle la libertad de que enseñe según su criterio y a partir de sus propios marcos teóricos. Aunque el contexto no sea por cierto idéntico, en una institución estatal a un sicólogo no se le dice que haga terapia desde el sicoanálisis o desde la teoría sistémica o cognitiva; ni a un profesor universitario se le pide que enseñe tales teorías desde su Cátedra; ellos desde su propio discernimiento, que no se le ocurre a nadie cuestionar, deciden. Sí, por supuesto, se deben establecer los contenidos básicos unificadamente, pero en las Comisiones de curriculistas que hacen esto no deberían faltar representantes maestros y profesores “que estén frente a alumnos”, que son los que verdaderamente conocen al “alumno real”y no elaborarían una currícula pensando en un “alumno ideal”. Veo ilustrativa esta cita que extrapolo del ámbito administrativo y político al ámbito educativo, extraída de Le Monde diplomatique, Agosto 2003 en Requisitos para una Reforma democrática y participativa: “...Una reforma exitosa en relación a la burocracia sólo será posible si no se hace ‘en contra’ de los auténticos trabajadores, sino con su concurso activo y entusiasta. Es imprescindible integrar a los empleados y a quienes los representan genuina y democráticamente [¿cómo se eligen los curriculistas?] reconvirtiendo el sentido horizontal de las directrices por un modelo mucho más flexible y horizontal, en el que todos ‘los saberes’ aporten. Partir de la base, por ejemplo de que quien ejecuta una tarea diariamente tiene bastante que decir acerca de ella. Porque la participación motivada y voluntaria y el control horizontal resultarán mucho más efectivos y menos corrompibles que los ritualismos jerárquicos ....Incluso en la capacitación necesaria para la ejecución de las tareas es central que los propios agentes participen en la identificación de sus déficit y habilidades...Creer lo contrario es seguir aferrado a una ilusión tecnocrática “...
Debería ser tomado en cuenta, a su vez, el título con que se ejerce la actividad y el curriculum individual. Se nos trata a todos por igual y no estamos todos en la misma situación. No se paga por título como en otros trabajos o en otros países. No es lo mismo un maestro dando clase de Lengua que un estudiante de Letras o un Comunicador Social o cualquiera de los anteriores comparado con un Profesor y Licenciado en Letras. No es lo mismo alguien que nunca se actualizó a alguien que permanentemente lo hizo por su propia iniciativa, sin necesidad de que el peso de una Ley recayera sobre él (y no son lo mismo cualitativamente unas actualizaciones que otras). Hay gente que es profesora de carrera y otra que no lo es. No es lo mismo un título terciario que uno universitario.
En cuanto a las teorías que se quieren “bajar” al aula, creo que debe respetarse al alumno como “sujeto epistémico” y pensar también en qué es lo que necesita realmente aprender. No todo lo que produce la Ciencia debe ser transferido lineal o indiscriminadamente al aula, como a veces pretenden los curriculistas. Sí es importante que el profesor se actualice, pero eso no implica que todo lo que aprenda tenga un correlato didáctico.
Lo que acabo de enunciar, la actualización (que me parece un término más adecuado que “capacitación”) del profesor merece particularmente unas líneas.
En las condiciones de trabajo y de vida que se le proponen a un profesor, ya desde un pasado no tan próximo pero aún más desde la última crisis del país, no se puede pretender que actúe como un profesional. Si solamente pensamos en ese máximo autorizado de treinta y cinco horas (que curiosa e incomprensiblemente algunos -aunque pocos- profesores defienden), ningún profesor responsable puede tener espacio mental, físico y síquico para poder estudiar en serio, después de “batallar” aproximadamente seis horas reloj diarias con alrededor de 120 adolescentes desmotivados totalmente - salvo unos cuatro o cinco alumnos por curso-. Además se trata de alumnos que transgreden las normas básicas de respeto entre pares y para con el profesor (impotentizado institucionalmente ante tal situación- no en lo formal- pero sí en lo real). Retomaré este punto más adelante.
El profesor debería disponer de un tiempo pago para leer y estudiar por su cuenta, no padecer la humillación de que venga un curriculista que muchas veces huyó del alumno y del aula, y que sí es pagado para “ese lujo” tan preciado de estudiar, a traerle un pliego de fotocopias y a hacerle unos cuadritos en el pizarrón sobre lo que él ha estudiado, mediándoselo como si el profesor fuera realmente una especie de discapacitado funcional que no es capaz de estudiar por sí mismo.
Hay mucho que hablar sobre las condiciones de trabajo del profesor de Enseñanza Media. Sería ideal que concentrara sus horas en turno y escuela, que tuviera un cargo con menos horas frente a alumnos y con horas extra-áulicas a cumplir en la Institución- si se quiere- para corregir y estudiar, horas de trabajo con sus compañeros de área para una coordinación más seria en el sentido horizontal y vertical. Tal situación significaría un “blanqueo” de las horas que realmente se trabajan y no son reconocidas económicamente. Un caso aparte es el de los profesores de Lengua. En el sentido de la corrección (si realmente se pretende que el mismo enseñe a escribir a sus alumnnos.¡ Tamaña tarea de corrección personalizada!...) deberían ser retribuidos diferenciadamente y así evitar el éxodo de los profesores de esa asignatura hacia otros quehaceres. También se podría organizar el Polimodal cuatrimestralmente o algunas materias: un cuatrimestre para dar clase y otro para preparación de material, actualización, trabajo conjunto con otros colegas, asistencia a congresos y a cursos sobre temáticas propuestas por los profesores–cuya calidad sea justificada- a precios muy accesibles, acordes al magro salario que se percibe, si no pueden ser gratuitos- como en otros países. Deberían disponer de una biblioteca respetable en la Escuela (o centralizada en otro espacio físico, accesible a los profesores de distintas escuelas) en cuanto a libros, cantidad, calidad, material sobre temáticas propuestas por los profesores según sus necesidades. En fin, pueden surgir muchas ideas si hay voluntad de cambio con sentido participativo. Se trata de optimizar el uso de los recursos económicos de los que se dispone para crearle mejores condiciones de trabajo al docente en lugar de alimentar una burocracia educativa (capacitadores, curriculistas que no se limitan a la elaboración del curriculum) inútil a los efectos de un significativo cambio en la “calidad de la educación”.
Reitero aquí el tema particular de los profesores de Lengua. Quizá –habría que considerarlo con detenimiento- se podrían hacer convenios con la Facultad y tener pasantes que ayudaran a corregir y que dieran clases de apoyo; mucho más necesario que otras acciones en las que hasta hoy se ha invertido dinero, hecho que, a su vez, daría un discreto apoyo económico a estudiantes que lo necesiten. Y también sería muy sensato, que el profesor que enseña a escribir tuviera un limitado número de alumnos, de lo contrario ningún profesor podrá enseñar a redactar bien, en serio.
Otra instancia digna de ser tenida en cuenta es la del rol de los preceptores. Desde mi óptica y la de mis compañeros, con quienes charlamos todos los días, los preceptores prácticamente no cumplen trabajo docente, probablemente por problemas presupuestarios porque hay pocos en proporción a los alumnos. De seguir las cosas así, no se les debería asigmar cargo docente. Hace unos dos años, por ejemplo, se solicita a los profesores que elaboren fichas de trabajo para las horas libres, para cuando falten, contrayendo el compromiso de llevárselas para corregir. Si ya se sufre un descuento de presentismo al faltar, por qué el profesor debe recargarse presentando fichas para las horas libres, si hay preceptores que tienen cargo docente. Creo que tienen la capacidad de instrumentar técnicas para aprovechar las horas libres con iniciativas personales en actividades que no sean de aprendizaje intelectual específico de disciplinas determinadas, que sean socio-afectivas, que es de lo que están sedientos los alumnos. Si no la tienen, podrían adquirirlas y si no se desempeñan simplemente como administrativos. ¿Con qué tarea se recarga al preceptor cuando falta para que no deba ser suplido por otro? ¿O al bibliotecario? Y a propósito, sería interesante ver llegar a las escuelas resoluciones sobre las obligaciones de preceptores y bibliotecarios, no sólo instrucciones para el profesor, que fueran expuestas también en la Sala de Profesores. Hay bibliotecarios que han querido darle al profesor la obligación de reintegrar los libros a la biblioteca después de haber sido usados en el aula, de contarlos, revisar si se les ha hecho algún daño, que no prestan libros a domicilio a los alumnos, que no plasman en hechos los pedidos de libros, según el criterio que plantea el profesor, sino según el suyo. Creo que la biblioteca es de uso fundamentalmente de alumnos y profesores y no del bibliotecario. A la biblioteca no pueden entrar los alumnos a leer en horas de clase, ¿es que rompe la paz del bibliotecario que está en la hora del té o entregándose al tranquilo placer de leer el material que llega para luego “asesorar” al profesor y al alumno o cumpliendo otras funciones en la escuela? ¿No pueden hacerse cargo de alumnos en algunas ocasiones, por ejemplo cuando se toma examen y los alumnos que van terminando no pueden salir y deben quedarse en el aula molestando y perturbando la tarea del profesor y sus compañeros? Para completar, los profesores que atienden la Sala de Informática, por lo que yo he visto, no sé si será igual en todas partes, tampoco están dispuestos a hacerse cargo de alumnos. Hay un verdadero “borramiento” de todo este personal frente al trabajo colectivo con los alumnos y falta de apoyo al profesor, al que cada vez se lo recarga más y pierde autoridad y respeto en su rol. Para mí “cargo docente” es el que desempeña quien está con alumnos un tiempo significativo, ayudando a aprender o bien conduciendo una Institución educativa.
Para no excederme y resultar agobiante en detalles intentaré considerar globalmente qué otros aspectos deberían tomarse muy en cuenta y ser revisados:
- El alumno debe poner “su parte” en el proceso de aprendizaje, debe estudiar extra-escolarmente, debe recuperar la cultura del esfuerzo, no disponer de sucesivas instancias de recuperación, compensación -o como se les llame- interminables, que solo llevan a que especule con “sacar” toda una materia de golpe en los últimos quince días cuando ya tanto el profesor como él no quieren saber nada más de escuela, a raíz del cansancio y el desgaste acumulado de todo el año. Pero aún más, se le vuelve a dar posibilidades en febrero. Creo que con esto no se contribuye a educar en hábitos de estudio, disciplina en el uso del tiempo y adquisición de responsabilidad. Estas etapas representan una pérdida de tiempo en la mayoría de los casos, deberían usarse, en todo caso, solo para situaciones muy particulares en las que sí se justifican, para un número muy reducido de alumnos, evitando estandarizar al alumno y al profesor. Muy lejos de esto, llegan a manos del profesor las indicaciones del Asesor Pedagógico “advirtiendo” que las clases de diciembre no deben convertirse en toma de lecciones y pruebas, sino que se deben plantear propuestas de aprendizaje distintas de las que se haya empleado antes, para tenderle más puentes al alumno para que logre acceder a los contenidos y metas que no alcanzó durante “todo el año”, a pesar de los esfuerzos que se supone el alumno ha realizado. Se actúa como si hubiera que controlar a un profesor distraído que trabaja con un alumno aplicado y que puede aprovechar para trabajar menos y boicotear una posibilidad que es un derecho del alumno. Yo no creo que a los alumnos -que en su mayoría no han hecho el mínimo esfuerzo durante todo el año o han hecho un esfuerzo mínimo- se les deba dar esa oportunidad. Me parece sinceramente que a lo que se está faltando es a los derechos y al tiempo del profesor que corrige y corrige trabajos sobre los mismos temas reiteradamente, sin ver una evolución en los alumnos. Es más, a veces ni presentan los trabajos y en lugar de eso están preguntando cómo se los evaluará en la próxima etapa de recuperación mientras asisten a las clases en forma totalmente pasiva, en el mejor de los casos.
El profesor se siente presionado para aprobar alumnos, porque cuando tiene muchos desaprobados, se lo responsabiliza bajo sospecha de que falla en su metodología. Estos son códigos implícitos, que campean en la mayoría de las Instituciones.
En otro sentido, tampoco se le pone un límite contundente al alumno que falta el respeto al profesor. Creo que se ha caído en lo contrario de otros tiempos, el alumno tiraniza al profesor porque sabe que no sufrirá ninguna consecuencia. A este último lo hacen víctima de agresiones verbales, gestuales y fácticas inimaginables, como por ejemplo llenarle el bolso de agua a una profesora, por tener a todos los alumnos desaprobados, arruinándole su celular y encontrarse a la salida de la clase con el auto pintado con aerosol. Y este tipo de agresiones atraviesa los distintos niveles socio-económicos.
Hacen víctima también al profesor de agresiones más sutiles, por el interés de aprobar la materia con el menor esfuerzo posible, situación esta que se agrava porque las autoridades de la escuela, en muchos casos, no dan importancia a estos hechos - que quizás se suponen de menor importancia- y no sancionan al alumno, ni siquiera lo hacen reflexionar con más objetividad. Todo esto me parece fundamental que se reconozca. Habrá que ver de qué manera se lo puede ayudar realmente al alumno, no creo que sea fomentando esta suerte de “anomia” que empieza a reinar en la Institución Escolar, que deja al profesor descalificado.
No es posible, por ejemplo, que al profesor se le deje el banco roto para que use de escritorio y la peor silla, en el mejor de los casos, ya que en muchas ocasiones no hay silla para el profesor, porque no alcanzan, y que a todo el personal de la escuela y a los alumnos eso les parezca algo natural. Hasta las personas que tienen un plan trabajar tienen su silla para sentarse en sus prolongados ratos de ocio, en los patios de las escuelas.
Habría que crear escuela para padres: “capacitarlos” para que recuperen el rol que les corresponde, para que puedan compatibilizarlo con el estilo de vida actual, que obliga a estar a los padres muchas horas fuera de la casa, cuando de esto se trata o- por qué no decirlo- de simple negligencia, irresponsabilidad o incapacidad. Talleres de reflexión en los que se tome consciencia de los valores que se priorizan en la familia y en la sociedad, en los que se tome consciencia de que se debe destinar dinero -en los sectores medios, por supuesto- a la compra de un libro o de unas fotocopias, que es tan importante como un par de zapatillas o las golosinas para los recreos; en los que se revisen los hábitos horarios de la familia, el respeto por crear un espacio adecuado al hijo para realizar las tareas de la escuela. Habrá que diferenciar los ámbitos socio-económicos de las distintas poblaciones escolares, teniendo en cuenta la precarización de las condiciones habitacionales y de la calidad de vida en general, en que está sumergida gran parte de la población, pero en todos los casos habría que poder generar creativamente nexos entre los padres y la escuela, tarea esta que debería estar a cargo de profesionales especializados. Creo que ahora más que nunca la escuela debe convertirse en un Centro de trabajo pluridisciplinario. Para mí hay que focalizar la mirada en muchos más factores de los que han sido tenidos en cuenta hasta ahora si se quiere en serio mejorar la calidad de la educación y no descansar en simplificaciones como la de hacer recaer el peso de los problemas de aprendizaje en la metodología del profesor. ¡Llega a parecer irrisorio, además de ser sumamente irritativo!
La articulación de la EGB 3 con la EGB1 y la EGB 2 y del Polimodal con la Universidad es otro ámbito de trabajo que está abierto. En particular, la articulación con la Universidad, como ha sido planteada, resulta algo formal e ineficaz. Y de nuevo se baja una ”capacitación” inadecuada. Es bastante largo de explicar, requiere algo mucho más profundo de lo que se está haciendo. Se trata de fortalecer determinadas competencias del alumno en forma sostenida desde la escuela primaria y durante toda la escuela Media, no de darle a este unas clases aisladas de Comprensión Lectora en los últimos meses del último año, a cargo de profesores que se resisten a resignar horas de su materia para destinarlas a trabajar el Cuadernillo de Comprensión Lectora ya preelaborado, que a su vez requiere que el alumno lo trabaje en su casa y luego lo corrija en la escuela a lo que también, obviamente, se resiste, ya que no cumple ni siquiera con las obligaciones curriculares, debido a la gran desmotivación que sufre.
La escuela está basada en la oralidad. Los alumnos no quieren leer. Cuando el profesor pretende que aprendan un tema a partir de una explicación escrita, se resisten. Piensan que ese profesor no explica, pues para ellos, la única explicación posible es oral. De este modo se les da todo pre-digerido; ellos ocupan un lugar más pasivo en el aprendizaje que el que implica ir siguiendo los pasos de una guía escrita de estudio y tratando de comprender por sí mismos, usando diccionario, por ejemplo, buscando información complementaria en otras fuentes, haciendo inferencias y demás. De este modo ¿cómo no tener problemas de Comprensión Lectora del texto escrito, si nunca se quiere hacer el esfuerzo de leer?
La cuestión de la jubilación. Es inhumano que los maestros y los profesores, en particular las mujeres estén al frente de alumnos después de los 45 años. He visto casos de maestras jardineras de 50 años. Creo que, en este sentido, también se podría proceder con una mentalidad más flexible. Si presupuestariamente es imposible jubilar a toda la gente de esa edad que tenga los años de aportes correspondientes, ¿no se los podría jubilar en un porcentaje de sus horas y que siguieran dando clase en las restantes? Creo que hay antecedentes en Francia. Ya sería un gran alivio. O promover un cambio de funciones, pero no hacia el área administrativa como se hace en casos de excepción, sino a través del desempeño de muchas de las tareas que he mencionado a lo largo de esta nota, recibiendo en algunos casos, sí, una capacitación, ya que se trataría de pasar a una función para la que la persona no se formó originalmente. O bien podría producir material impreso con contenidos de su provincia, que no figuran en los manuales que vienen todos de Buenos Aires, en las distintas disciplinas, o especializarse en Mediación de Conflictos y colaborar a ese nivel en las escuelas, Talleres de Comprensión Lectora, de apoyo a los alumnos que deben rendir materias, con grupos pequeños, en distintos horarios, estar al frente de las Jefaturas de departamento que son muy importantes y hoy es un espacio vacío porque al no ser rentado, ningún profesor quiere hacerlo, asesorías, investigaciones y otras funciones cuya necesidad pueda detectarse. ¿O es acaso que un profesional universitario formado por el Estado , en el que se invirtió tanto dinero y que tiene mucha experiencia áulica, no es capaz de investigar o prestar asesoramiento a los profesores jóvenes- si se lo solicitan. ¿Tan pobres fueron “las competencias”que acreditó para que lo diplomaran?
No obstante lo dicho anteriormente, habría que investigar si realmente sería más caro jubilar a la gente, porque según aseveró en una ocasión el abogado del SUTE, la cantidad de licencias que se pagan tiene un muy alto costo económico. Y las licencias existen porque la gente se deteriora mucho en ese tipo de trabajo (así lo atestiguan radiografías, estudios médicos diversos presentados) y estar frente a adolescentes enseñando requiere de un óptimo estado sicofísico.
Otra línea en la que habría que hacer revisiones es la forma de adjudicar puntaje a los antecedentes en La Junta de Calificaciones. En algunos casos se le otorga un puntaje superior a Jornadas Institucionales realizadas en las escuelas (que para ser sincera, también son experimentadas, en general como pérdida de tiempo por el modo en que se organizan, los objetivos que se plantean) que, por ejemplo, a cursos de envergadura hechos en Universidades. Además los profesores sienten que las opiniones que se les piden no son realmente tenidas en cuenta porque “ya viene todo cocinado”.
Un tema asimismo relevante, me parece el de los tutores. Creo que el perfil más adecuado es el de los sicólogos, quienes están más preparados para contener las demandas sicológicas y afectivas que los alumnos tienen y que en este momento no son atendidas en las escuelas por personal especializado. Los chicos están muy solos, insisto y toda esa conflictividad interna, grupal y con profesores y autoridades que no es bien trabajada, interfiere mucho en su predisposición para escuchar y tener interés en aprender. Los sicopedagogos pueden apoyar en lo que son problemas cognitivos de aprendizaje y es muy necesario, pero como la adolescencia es un fenómeno bio-sico-socio-cultural , a mi criterio, es igualmente imprescindible, el acompañamiento a nivel emocional, dimensión que puede llegar a bloquear el aprendizaje de una manera muy significativa.
Hay otros aspectos sobre los que me gustaría expresarte alguna opinión, pero no en esta ocasión. Por ejemplo, sobre la doble escolaridad: una transformación que entiendo ha de encararse diferenciadamente, haciéndose preguntas como las que se ha hecho algún legislador (lo escuché por radio, no sé quién es): ¿se debe extender a sectores de la población escolar con determinadas características o a todos? Si lo conveniente fuera lo primero, ¿cuáles serían las variables a tomar en cuenta para incluir o no a los educandos? ¿Cabe implementarla reproduciendo la estructura de la currícula y organización administrativa actuales? ¿Con cambios cuantitativos básicamente?
También hay situaciones que no menciono, aun cuando sé que no son de ningún modo ajenas a lo planteado, como los múltiples y graves problemas sociales que impactan y se reflejan en la escuela, y que exigen una coordinación con otras áreas de gobierno por cuanto su resolución no es de competencia del sistema educativo.
Hasta aquí, mi percepción de lo que podría llamarse "microfísica de las relaciones institucionales de un establecimiento escolar", espero te sea de alguna utilidad. Para mí, experimentar la confianza de ser escuchada como ciudadana por un funcionario ya es una gran gratificación que me reivindica con la denostada función política, esencial para una sociedad democrática.
Con esto finalizo y me despido agradeciendo tu consideración, confiada en que ponderarás con la seriedad que te caracteriza el contenido de esta nota. Creo, como el Ingeniero Cobos, que la reforma que hay que hacer en la escuela consiste en “cosas sencillas” y no en palabras ni acciones grandilocuentes, pero vacías. De eso ya tuvimos bastante y los resultados están a la vista.
Mendoza, marzo 2003
María Silvia Suoni
DNI 6.144.475
T.E. 4312623
Currículum vitae: http://www.oocities.org/ar/silviasuoni/curriculum.html