Dénes Martos -
El Planeamiento Político
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Introducción Estamos a comienzos del Siglo XXI y si hay algo que nos está quedando en claro ese algo es que las ideologías y las cosmovisiones políticas del Siglo XX - en gran medida heredadas, a su vez, de la mitología intelectual de los Siglos XVIII y XIX - necesitan una profunda revisión. Precisamente, luego de la caída
del Muro de Berlín, que simbolizó de alguna manera el
atascamiento definitivo del socialismo dogmático, el fenómeno
de la globalización impulsó una revisión diseñada
por los intelectuales del sistema capitalista quienes, desde diversos
think tanks ( [1] )
propusieron, esencialmente un nuevo "modelo" económico
pero requiriendo, a su vez, otro nuevo "modelo" político
para el Estado. Este "neoliberalismo" - que existe como desarrollo intelectual aún cuando sus propios partidarios, por cuestiones tácticas y propagandísticas últimamente tienden a negarlo - dejó por el camino justamente a las tres funciones básicas y esenciales de todo Estado: la síntesis, entendida como la capacidad de armonización de las fuerzas divergentes siempre presentes en todo organismo sociopolítico; la previsión, entendida como la facultad de planificar la acción política en función de un futuro necesariamente positivo; y la conducción, entendida como el arte de dirigir y gobernar a conjuntos políticamente organizados de seres humanos. Los resultados concretos del proyecto político neoliberal, montado a modo de una casi clásica "superestructura" marxista sobre el proyecto económico de la globalización, están hoy bastante a la vista después de varias décadas de elaboración, promoción, ejecución y - en algunos casos - hasta de imposición a través de presiones ejercidas por organismos internacionales. Y estos resultados, son altamente controversiales, por decir lo menos. En términos estrictamente políticos, aplicables aún a aquellos países en dónde el proyecto ha conseguido mantener o alcanzar un alto nivel socioeconómico, lo que se ha logrado en realidad es convertir a las democracias dependientes de ideologías políticas en democracias dependientes de factores financieros. Del gobierno de partidos políticos adscriptos a determinada ideología hemos pasado al gobierno de sectores políticos adscriptos a los intereses de organismos económico-financieros. Con lo que la democracia liberal - que ya venía desde su nacimiento fuertemente relacionada con la burguesía económica - se ha convertido hoy en una plutocracia manifiesta dónde lo que primordialmente decide el acceso al Poder político formal es la cantidad de dinero disponible para las campañas mediáticas mientras el Poder financiero real se mantiene en la posición del decisor que determina quién tendrá, y quien no tendrá, los medios suficientes para solventar una campaña electoral. En la Argentina hemos asistido en las últimas décadas a una implementación imperfecta de este modelo. Con ello, a los políticos e intelectuales neoliberales locales les ha quedado como argumento el mismo recurso que otrora tenían los marxistas cuando se les señalaba la inviabilidad intrínseca del materialismo dialéctico aplicado a la Política. Porque, así como los dirigentes marxistas argumentaban antaño que el "Paraíso Proletario" comunista sería una realidad una vez terminado de "construir el socialismo"; del mismo modo los partidarios del modelo neoliberal en la Argentina argumentan hoy que las bondades de la globalización y del Estado administrador propuesto no se han logrado debido a que, en realidad, el modelo no ha sido todavía implementado o, lo que es peor aún, ha sido pésimamente manipulado por una corporación política fundamentalmente corrupta e inepta. El gran problema aquí es que la discusión resulta, en gran medida, circular. Porque, si bien es muy cierto que la dirigencia política argentina es increíblemente corrupta y la política argentina se financia más con dinero robado al Estado que con dinero pedido a las corporaciones económico-financieras; si bien también es inocultablemente cierto que la implementación del modelo neoliberal en la Argentina fue por demás chabacana, poco sería, parcial e ineficiente; tampoco deja de ser cierto que el Estado argentino ha terminado prácticamente paralizado en cuanto a la posibilidad de cumplir con sus funciones esenciales arriba apuntadas ya que, mal o bien implementado, el modelo mismo propone un "Estado residual" embretado en un sistema plutocrático en dónde el margen de maniobra para las decisiones políticas fundamentales es casi inexistente. Al final de un análisis desapasionado, lo único que resulta claro es que ni la dirigencia política argentina ha sabido estar a la altura de las circunstancias ni tampoco el modelo propuesto es viable dentro del marco de un mínimo indispensable de decisión política soberana y un Estado orientado a sus funciones específicas. Dados estos datos de la realidad, los escenarios que pueden preverse para las próximas décadas de nuestro recién nacido Siglo XXI no son demasiado difíciles de construir. El modelo neoliberal - más allá de los procesos inherentes al desarrollo global económico y tecnológico - está condenado al fracaso casi exactamente por los mismos motivos por los cuales el modelo marxista fracasó - más allá de las también naturales aspiraciones a la justicia social inmanentes al socialismo. Ambos modelos han fallado en comprender al Estado y en entender la naturaleza básica de la Política como actividad relacionada con el Poder. Ambos modelos tienden a una distorsión de las funciones del Estado y ambos modelos proponen una Política como actividad relacionada con otros objetivos sin tomar en consideración que es el Poder político (y no la Política en si) lo que puede hacer eventualmente posible el logro de esos objetivos. Lo previsible para el mediano y largo plazo, pues, es: A)-
Una revisión de la Política como disciplina y como actividad;
Estas cuatro tendencias básicas marcarán, sin duda, la orientación de la Política a lo largo del Siglo XXI. Dentro de este marco, el presente trabajo está dedicado puntualmente a una de las funciones esenciales del Estado: la función de previsión y planificación. Intentaremos mostrar aquí los métodos y las herramientas disponibles para la construcción de proyectos políticos viables, así como las nociones básicas de su utilización y aplicación. Queda implícito por todo lo dicho, que éste es sólo un aspecto parcial de un terreno mucho más amplio en dónde hasta todavía se discute - y muy probablemente se seguirá discutiendo - cuanto hay de ciencia y cuanto de arte. Pero, sea como ciencia o como arte, los buenos proyectos son imprescindibles. Sin un buen proyecto, lo único bueno que se puede llegar a tener en Política son buenas intenciones. Y con estas buenas intenciones se podrá construir un buen discurso pero muy difícilmente se pueda desarrollar una buena gestión de gobierno. Con todo, sea subrayado aquí también que aún los mejores proyectos de muy poco servirán si no cuentan con las personas adecuadas para ejecutarlos. En muy última instancia, nunca dejará de ser cierto que ninguna actividad política será jamás mejor que las personas que la hacen. Precisamente esto es lo que hace imperiosamente necesaria la renovación sustancial de la actual dirigencia política que, a grandes rasgos y quitando rarísimas y honrosas excepciones, ha fracasado en prácticamente toda la línea. Sin embargo, no olvidemos que la inversa también es cierta: buenas personas, sin proyecto, nunca tendrán grandes oportunidades en Política. De modo que el desafío es lograr ambas cosas. Porque así como el camino al infierno está sembrado de las buenas intenciones de buenas personas, también es cierto que muchas veces los problemas que padecemos no provienen tanto de malos proyectos de malas personas sino más bien de muy buenos proyectos construidos por malas personas, o de proyectos increíblemente estúpidos de personas que, en el fondo, no dejan de ser buenas personas. Denes Martos, Enero de 2003 Notas: |
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Dénes Martos -
El Planeamiento Político
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