Hay actitudes en la vida del hombre que lo integran al género humano; puede uno sentirse neutralizado por un sentimiento negativo, puede estar luchando consigo mismo para superar el mal momento y no conseguirlo. Pero en otras oportunidades, cuando ha medido en toda su dimensión los acontecimientos vividos, es el espíritu que se predispone a superar todos los conflictos de la miseria humana, siempre parece que no es suficiente la fuerza de voluntad que se ponga, pero he aquí que la predisposición anímica de darse sin ninguna reserva transforma al hombre cuando éste responde a las circunstancias impuestas por el destino, manifestado de distintas maneras por Dios para que el hombre, cual salvavidas se aferre a Él y comience una nueva recuperación, una nueva integración al medio, del cual por una susceptibilidad nacida de las luchas contra el convencionalismo impuesto, se ha sentido desechado. Ahora por una paradoja circunstancial, su capacidad de dar y sentir lo ha integrado con renovadas fuerzas en sus principios de la verdad y el amor por la vida, consolidando así el inestable valor del espíritu. Hay actitudes por las cuales merecemos el agradecimiento de nuestros semejantes pero el "no hay de qué", no nos sale, porque los que debemos decir "Gracias a Dios", realmente somos nosotros mismos...