SOFÍA Y DAVID
La habitación estaba helada pensó. El invierno asomaba por la ventana así que Sofía decidió sacar la manta que dormía en el armario desde hacia ya un año. El mismo tiempo que había pasado desde su última relación sexual.
Sus pensamientos buceaban entre las aguas del pasado recordando aquellas caricias, aquellos besos infinitos que arropaban su cuerpo, como lo hacia ahora esa manta de color carmín.
Retales de una historia que volvía a cobrar vida en su mente... recuerdos teñidos de sudor. Recuerdos que impregnaban su ya de por si caliente personalidad. Esos pensamientos pasados eran los que marcaban la dirección de sus manos, los que obligaban a que los dedos trabajasen adentrándose en una flor que poco a poco se abría dejando paso al placer. Sus mieles comenzaban el recorrido por la senda de su profundo y denso bosque. De repente, su tímida lengua recorría sensualmente esos labios finos y suaves acompañada de un discreto gemido...
Suena el teléfono. ¿Quién será? se preguntó. ¿Valía la pena frenar a los más primitivos impulsos para saciar esa curiosidad?, ¿podía más la incertidumbre que el deseo?. En aquel momento lujuria y ansia de saber se retaron a muerte. Demasiado tarde, los nervios barraron la dirección que los dedos seguían. Sofía contestó.
Domingo.
Amanece en la alcoba de David. Ese día se presentaba emocionante. El ritual diario comenzaba su actuación. Un suave masaje en el paquete acompañado de un bostezo. Una descarga de lluvia dorada en el agujero del Sr. Roca y una ducha fría para abofetear a los oníricos pensamientos que todavía pasean por su mente.
¿Calzoncillos verde manzana o azules?. La elección debía ser la correcta. Su intención estaba muy clara. Ese domingo no era un domingo cualquiera. Quería sexo. Quería intercambiar sus fluidos con Sofía, su compañera de trabajo.
11.10. El bar de la esquina es testigo del encuentro entre ambos. Café cargado para él, café con leche para ella.
La situación estaba muy clara. Aquel encuentro se debía a un interés puramente hormonal.
Durante los trece minutos siguientes charlaron sobre el último cotilleo de la TV, la fuerte lluvia y lo malo que estaba el café de David.
Las ganas imperaban.
La puerta se abre. Dejan los abrigos en el sofá. Miradas que se cruzan sin mediar palabra. La mano de Sofía acaricia suavemente el rostro de David. Éste le corresponde con un cálido beso en el cuello. Ambos cierran los ojos. El dormitorio les espera.
Sus dedos se entrelazan formando una enredadera de pasiones. Besos escandalosos aumentan el deseo. David desabrocha la camisa de su acompañante con sumo cuidado y ésta le responde bajando la cremallera de su pantalón. La ropa sobra.
Desnudos ya comienza el baile del sexo. La respiración se agita poco a poco marcando el tempo del acto. Arañazo en la espalda, mordisco en el labio, gemido incontrolado. Todo está permitido en este juego.
David aprieta los pechos de Sofía, muerde sus ya erectos pezones. La respuesta a tal estímulo es una felación en toda regla. Con la boca bien abierta, nuestra protagonista se introduce el pene muy gustosamente para saborearlo. Un lametazo en los testículos colaboran a la hora de potenciar el placer de David. Miradas sucias que atraviesan las almas de dos jóvenes borrachos de vicio. Es el turno de nuestro protagonista, el hambre de sexo le obliga a devorar el bosque ya regado por el más dulce néctar. Primero lo besa, después lo lame , finalmente inicia el ritual gastronómico. Delicioso manjar.
Las ansias son enormes, la penetración se acerca. Ese sable ya endurecido atraviesa las entrañas más entrañables de Sofía. Frenética cópula.
Gemidos acompasados que amenizan el intercambio de fluidos. La explosión de ambos será inmediata .
-¡¡Si, si!!, ¡más cabrón!!, gritaba Sofía.
-¡¡Te gusta, ¿verdad zorra?!!, susurró David.
Una descarga de adrenalina les hizo retozar de placer. Tensión en sus extremidades, ritmo acelerado.
La cascada de fluidos internos de Sofía fue bestial, espectacular, llena de líquidos pecaminosos. Bendito ejercicio físico.
David quiere salpicar a su viciosa compañera. Pretende acabar el trabajo en su cara, su húmedo y excitado sable retrocede de la cliente cueva para bañarla de placer. Pequeñas gotas al principio, una espesa lluvia blanca al final mojará su joven rostro.
Final del juego, final de la cita. Es hora de irse a casa.