LA SAGA DEL CONDE ROMO

ROMANCES PARA QUE LOS NIÑOS PIENSEN

 

El conde Romo conoce a Bella-Niña  

 

Bella-Niña se asomaba

A la fontana placiente,

Mientras a causa del dulce

Dolíale muy recio un diente

-¡Ay! sollozaba cuitada

¿Porqué no podré cesar

de triscar tanta melaza

confitura y mazapán?­

Conde Romo que a la fuente

Su sed iba a apaciguar,

Guarda a la doliente niña

Y la quiere confortar

-No llores mi Bella-Niña,

Yo te libraré del mal.

Dime cuales son tus penas

Que veo, te caen fatal-.

Sorprendióse Bella-Niña

Ante el tono familiar

De aquel raro caballero

Que la hizo vacilar.

-Sin dueña y sin escudero

Me encuentro por un casual.

Quédate donde te encuentras

No te atrevas a avanzar 

 

Que después de esta semana

Partiré para Alenzón

Y no quiero que cautivo

Se quede mi corazón-.

Miróla Romo con ansia

Y echando rodilla en tierra

Díjole con voz potente:

-Pues yo iré para la guerra

Y así presentado el caso

Romo partió hacia Poniente,

Mientras la niña galana

Siguió pensando en su diente.  

 

El conde Romo pierde su armadura

 

Se dormía el Conde Romo,

Ya no quiere despertar,

Que en contienda vigorosa

Su armadura vio faltar.

Pasó moza bien garrida

Y preguntóle al pasar

-¿Do pusiste tu armadura?

-¿La perdiste? ¿Dónde está?-

­-No menciones mi armadura

Que por ella peno ya.

Háblame de la doncella

Con quien heme de casar-.

Pobre, pobre, Conde Romo,

Llora presto sin cesar,

que sin yelmo ni armadura

no tendrás con quien casar.

Llora, Conde como puedas,

Y con todo tu pesar,

Que las penas deste porte

No se pueden acallar.

 

 

Bella-Niña y el escudero

 

Sentada está Bella-Niña

Bajo un laurel solitario

Pasando entre los sus dedos

Un desgastado rosario.

Un soldado que pasaba

De lado la soslayó,

Pero la apenada dama

Gimoteando lo llamó.

-¡Alto! ¡Alto el escudero!

¡No me miréis de través!

¿Visteis vos al Conde Romo

en la guerra, alguna vez?­

Miró el soldado a la dama

y se apoyó en su tizona,

y con presteza le dijo:

-Yo no he visto a esa persona.

He luchado en Valdecañas,

Torrelavega y Teruel

Mil lanzas tenía Don Nufrio

Y otras tantas Don Uriel.

Entre tantos hijosdalgos

Es muy difícil decir

Quién es uno y quién es otro,

¿Me lo podéis describir?

­Romo es garrido y donoso,

Alto, flaco y bien formado,

Brazos fuertes y fomidos,

El pelo desmelenado. 

 

Frente ancha y despejada,

Orejas bien estiradas,

La nariz filosa y fina

Y la vista, desviada.

Sobre la boca, un mostacho

A la guisa toledana,

Siempre cubierto de migas,

Que comía de mañana.

Cuando se fue, lucia calzas

Ceñidas de grana fina,

Púsose jubón de seda

Y una espada florentina.

Diérale un manto muy rico

forrado con buen zaharzán,

Y en los pies, con las espuelas,

Botines de cordobán.

Y el caballo ¡qué caballo!

Que nunca ha tenido par,

Cartulario se llamaba,

¡Bien valía una ciudad!­

Tomó aliento aquí la niña

Y el escudero espetó:

-Mucho habéis dicho, señora,

Y de mi lado peor,

Pues en Teruel una flecha

Que por mi oreja pasó,

Llevóse con mi penuria

El sentido de audición.

Y si no os veo los labios,

No entiendo un ardite yo.

Así que empezad de nuevo,

Con calma y con precaución:

¿Cómo dijisteis que era?

¿Estaba en cual batallón?-

 

 

Susana Leonor Díaz

 

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