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Sentada está Bella-Niña
Bajo un laurel solitario
Pasando entre los sus dedos
Un desgastado rosario.
Un soldado que pasaba
De lado la soslayó,
Pero la apenada dama
Gimoteando lo llamó.
-¡Alto! ¡Alto el escudero!
¡No me miréis de través!
¿Visteis vos al Conde Romo
en la guerra, alguna vez?
Miró el soldado a la dama
y se apoyó en su tizona,
y con presteza le dijo:
-Yo no he visto a esa persona.
He luchado en Valdecañas,
Torrelavega y Teruel
Mil lanzas tenía Don Nufrio
Y otras tantas Don Uriel.
Entre tantos hijosdalgos
Es muy difícil decir
Quién es uno y quién es otro,
¿Me lo podéis describir?
Romo es garrido y donoso,
Alto, flaco y bien formado,
Brazos fuertes y fomidos,
El pelo desmelenado.

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Frente ancha y despejada,
Orejas bien estiradas,
La nariz filosa y fina
Y la vista, desviada.
Sobre la boca, un mostacho
A la guisa toledana,
Siempre cubierto de migas,
Que comía de mañana.
Cuando se fue, lucia calzas
Ceñidas de grana fina,
Púsose jubón de seda
Y una espada florentina.
Diérale un manto muy rico
forrado con buen zaharzán,
Y en los pies, con las espuelas,
Botines de cordobán.
Y el caballo ¡qué caballo!
Que nunca ha tenido par,
Cartulario se llamaba,
¡Bien valía una ciudad!
Tomó aliento aquí la niña
Y el escudero espetó:
-Mucho habéis dicho, señora,
Y de mi lado peor,
Pues en Teruel una flecha
Que por mi oreja pasó,
Llevóse con mi penuria
El sentido de audición.
Y si no os veo los labios,
No entiendo un ardite yo.
Así que empezad de nuevo,
Con calma y con precaución:
¿Cómo dijisteis que era?
¿Estaba
en cual batallón?-
Susana
Leonor Díaz |