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Decir amigo es nombrar al hermano que elegimos
para
caminar juntos en la vida, para mirar los acontecimientos y discernir
lo mejor, para admirar la belleza del mundo y de la gente,
para reunir todos los esfuerzos para el bien,
para vivir la más valedera aventura.
Decir
amigo es dar al ser humano su verdadera dimensión
porque es capaz de dar su vida por los otros.
Decir
amigo es llamar al ser más noble porque dona
todo lo mejor de sí y respeta al otro como es.
Decir
amigo es sentirse escuchado a fondo
porque el otro no tiene que
defenderse ni atacar.
Decir
amigo es aceptar las diferencias porque
enriquece la búsqueda de la verdad.
Decir
amigo es llenarse de angustia porque
todavía no lo ha hallado.
Decir
amigo es también cargarse de pena
porque se ha roto ese vínculo.
Decir
amigo es colmarse de gozo porque se
descubren nuevos horizontes.
Decir
amigo es estar alegre porque, lejos o
cerca, la comunión se acrecienta.
Decir
amigo es entregarse sin reparos, porque
el otro nos recibe tal cual somos.
Decir
amigo es acoger con el corazón sin
barreras, porque el otro no trae
partidismos ni sectarismos.
Decir
amigo es experimentar la mayor impotencia,
porque no podemos salir a su encuentro
cuando nos necesita.
Decir
amigo es romper la distancia, porque
dejan de existir el tiempo y el espacio,
y se aprende a volar...
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