La Ddiligencia y la Mosca

En un camino ascendente, arenoso y difícil, expuesto al sol por todos los lados, seis pujantes caballos tiraban de una diligencia. Mujeres y viejos, un fraile, todos habían tenido que descender. Sudaban los animales extenuados. En esto sobreviene una mosca y pretende animar a los caballos con su zumbido. Pica a uno, pica a otro, y se sienta en el pescante, en la nariz del cochero.

Tan pronto como la diligencia reanuda su viaje y las gentes se ponen en camino para subir la cuesta, la mosca se envanece del éxito. Va y viene, haciéndose la importante como un capitán en medio de la batalla, presente dondequiera para animar a sus soldados y alcanzar la victoria. La mosca se queja de esforzarse sola, de que nadie ayuda a los caballos a salir del mal paso. El fraile musitaba su breviario: ¡bien se veía que no tenía prisa! Una mujer cantaba: ¡si que la ocasión se prestaba para canciones! Tras mucha fatiga, llega el coche al fin de la cuesta. Y la mosca dice al momento:

-¡Al fin podemos respirar! He trabajado tanto, que ya los viajeros se encuentran en la llanura. ¡Ahora señores caballeros, venga mi recompensa!

Del mismo modo hay muchos que, haciéndose los imprescindibles, se entrometen en los asuntos, y dondequiera importunos, debieran ser expulsados.

 

 

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