Existe una imagen convencional acerca de la nueva era en que estamos entrando
y las promesas que implica. Esa imagen fue formulada con claridad por el asesor
de Seguridad Nacional, Anthony Lake, cuando presentó la Doctrina Clinton
en septiembre de 1993: "Durante la Guerra Fría, contuvimos la amenaza global
hacia las democracias de mercado: ahora deberíamos tratar de ampliar su
alcance". El "nuevo mundo" que se abre ante nosotros "presenta inmensas oportunidades"
para adelantarse a fin de "consolidar la victoria de la democracia y de los mercados
abiertos", agregó un año después.
l. La "verdad duradera"
Las temáticas son más profundas que la Guerra Fría,
dijo Lake. La "verdad duradera" es que nuestra defensa de la libertad y justicia
contra el fascismo y el comunismo fue solamente una fase en una historia de dedicación
hacia "una sociedad tolerante, en la cual líderes y gobiernos existen,
no para usar o abusar de la gente, sino para proveerles con libertad y oportunidades.
Ésta es la "cara constante" de lo que Estados Unidos ha hecho en el mundo,
y "la idea" que estamos "defendiendo" nuevamente en la actualidad. Es en la verdad
duradera sobre este nuevo mundo" en que podemos perseguir nuestra misión
histórica de una manera más efectiva, enfrentando a los "enemigos
de la sociedad tolerante" -a la cual siempre estuvimos dedicados- que siguen en
pie, moviéndonos desde la "contención" hacia el "agrandamiento".
Por fortuna para el mundo, la única superpotencia es, "por supuesto", única
en la historia en el sentido de que "no estamos buscando expandir el alcance de
nuestras instituciones mediante la fuerza, subversión o represión",
utilizando la persuasión, compasión y medios pacíficos'.
Los comentaristas estuvieron debidamente impresionados con esta lúcida
"visión de política exterior". Este punto de vista domina el discurso
público y académico a tal grado que es superfluo contrastarlo con
la realidad Su temática básica fue posiblemente expresada de manera
más sucinta por el Eaton profesor para la Ciencia de Gobierno y Director
del Instituto Olin para Estudios Estratégicos de Harvard en la revista
académica International Security: los Estados Unidos tienen que mantener
su "primacía internacional" en beneficio para el mundo, explicaba Samuel
Huntington, porque de manera única entre las naciones, su "identidad nacional
está definida por una serie de valores políticos y económicos
universales", particularmente "libertad, democracia, igualdad, propiedad privada,
y mercados"; "la promoción de la democracia, los derechos humanos y mercados
son (sic) mucho más importantes para la política americana que para
la política de cualquier otro país".
Dado que esto es un asunto de definición, como enseña la Ciencia
de Gobierno, podemos ahorrarnos la aburrida tarea de la confrontación empírica.
Una medida sabia. Una indagación revelaría rápidamente que
la imagen convencional presentada por Lake tiene un rango de verdad desde dudoso
hasta falso en todos los aspectos cruciales, excepto en uno: tiene razón
en urgirnos a que miremos la historia para descubrir las "verdades duraderas"
en lo referente a ciertas estructuras institucionales y tomarlas en serio cuando
consideramos el futuro probable, cuando esa estructura queda esencialmente sin
cambios y libre para operar con pocas restricciones. Una revisión honesta
sugiere que "este nuevo mundo" podría caracterizarse por un marcado cambio
de la "contención" hacia el "agrandamiento", aunque no precisamente en
el sentido que Lake y el coro de seguidores procuran hacernos entender. Adoptanlo
una retórica ligeramente diferente de la Guerra Fría, lo que estamos
viendo en proceso de evolución es un cambio de la "contención" de
la amenaza de una democracia y de mercados que funcionan, hacia una campaña
para "hacer retroceder '' lo que se ha avanzado en un siglo de luchas frecuentemente
amargas.
Aquí no hay espacio para revisar la "faz constante del poder estadounidense,
pero podría ser de ayuda ver algunos casos típicos que ilustran
estructuras que son bastante generales y que son instructivos en cuanto a eventuales
desarrollos futuros.
Primero, una verdad trivial metodológica. Si queremos aprender algo sobre
los valores y objetivos de los líderes soviéticos, observamos lo
que hicieron dentro de sus ámbitos de poder. El mismo curso será
seguido por un analista racional que quiere acerca de los valores y objetivos
del liderazgo americano y el mundo que trataron de crear. Los contornos de este
mundo fueron delineados por la embajadora ante las Naciones Unidas, Madeleine
Albright, justo cuando Lake elogiaba nuestro histórico compromiso con los
principios pacifistas. Ella informó al Consejo de Seguridad, que estaba
dudando de una resolución dictada por Estados Unidos acerca de Irak, que
Estados Unidos seguirá actuando de manera "multilateral, cuando podamos,
y unilateral, cuando tengamos que hacerlo". Haga su juego como quiera, pero en
el mundo real "se hace lo que nosotros decimos", como expresaba el presidente
Bush sobre esta doctrina fundamental de una manera más brusca, mientras
que bombas y misiles llovían sobre lrak. Estados Unidos tiene derecho a
actuar unilateralmente, la embajadora Aibright instruía al errado Consejo,
porque "nosotros reconocemos al Medio Oriente como vital para los intereses nacionales
estadounidenses". No s requiere mayor concesión de autoridad.
De hecho, Irak sería un buen ejemplo para ilustrar las "verdades duraderas"
del mundo real, pero es más informativo volver la mirada hacia la región
donde Estados Unidos ha tenido la mayor libertad para actuar corno te plazca,
de tal manera que los valores y objetivos de] liderazgo político y su versión
del "interés nacional" que representa son exhibidos con la mayor claridad.
Volvamos hacia "nuestra pequeña cercana región que nunca ha preocupado
a nadie", como el secretario de Guerra Henry Stimson describió el hemisferio
a final de la Segunda Guerra Mundial, mientras explicaba que todos los sistemas
regionales tienen que ser desmantelados excepto el nuestro, que tiene que ser
extendido., una posición perfectamente razonable, dado que "lo que era
bueno para nosotros era bueno para el mundo" y cualquier cosa que hacemos es "parte
de nuestra obligación para con la seguridad del mundo", agregaba el colega
liberal de Stimson, Abe Fortas, descartando las sospechas irracionales de Churchill
de que Estados Unidos albergaba ideas de dominación.
El derecho de Estados Unidos de actuar unilateralmente y de controlar esas regiones
que selecciona es único, tal como compete a la única potencia que
está "definida" por su dedicación hacia todo lo bueno. El intento
de Japón de mimetizar la Doctrina Monroe en su "pequeña región"
produjo la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, y la Guerra del Golfo
fue una reacción a la propuesta de Saddam Hussein de que los asuntos de
otra región "vital para los intereses estadounidenses" fueran manejados
por una organización regional. Dentro de "nuestra pequeña región",
la organización regional que nosotros seguramente dominamos está
autorizada para funcionar, pero dentro de límites. Si los latinoamericanos
"intentaran usar irresponsablemente su fuerza numérica dentro de la OEA",
explicaba John Dreier en su estudio de la organización, "si llevan a extremos
la doctrina de la no-intervención, si no le dejan a Estados Unidos otra
alternativa que la de actuar unilateralmente para protegerse a sí mismo,
entonces habrán destruido no sólo la base de la cooperación
hemisférica para el progreso sino toda la esperanza de un futuro seguro
para ellos mismos". Estados Unidos tendrá que actuar "unilateralmente cuando
esté obligado a hacerlo". Esas condiciones están aún vigentes
en los límites extremos de la tolerancia, bajo la política del Buen
Vecino, de Franklin Delano Rooseveit, que llevaban una "obligación implícita
de reciprocidad", enfatizo el oficial para América Latina del Departamento
de Estado, Robert Woodward: "La admisión de una ideología extraña
en un gobierno americano obligaria a Estados Unidos a tomar medidas defensivas"
unilateralmente. Huelga decir, que nadie más tiene tal derecho, en particular,
ningún derecho de defenderse de Estados Unidos y su, "ideología"
que no son "extranjeros", sino, de hecho, nada más que la vindicación
de objetivos que cualquier persona razonable ha de buscar.
La dedicación hacia las "verdades duraderas" cubre el espectro. En el extremo
disidente, el historiador y asesor del presidente Carter para América Latina,
Robert Pastor, escribe que Estados Unidos quiere que otras naciones "actúen
de manera independiente, excepto cuando esto afectaría los intereses estadounidenses
adversamente"; Estados Unidos nunca ha querido "controlarlas", mientras que no
"salgan del control". Nadie, pues, puede acusar al liderazgo de Estados Unidos
de no estar preocupado salvo con "el bien del mundo", incluyendo la plena libertad
para actuar como nosotros dictamos. Si nuestros subalternos usan la libertad que
concedimos, en una forma necia, entonces tenemos todo el derecho de responder
unilateralmente en autodefensa, aunque las opiniones varían en cuanto a
las decisiones tácticas correctas, lo que genera las divisiones entre "palomas"
y "halcones".
Por supuesto, es la región centroamericana~caribeña la que refleja
de manera más clara "la idea" con la cual el poder estadounidense está
más comprometido, de la misma forma que los satélites de Europa
oriental revelaron los objetivos y valores del Kremlin. Esta región, que
es rica en recursos y potenciales, es una de las principales regiones de horror
en el mundo. Durante los años ochenta fue nuevamente el escenario de terribles
atrocidades, cuando Estados Unidos y sus clientes dejaron esos países devastados
-seguramente más allá de una posible recuperación-, cubiertos
con cientos de miles de cuerpos torturados y mutilados. Las guerras terroristas
promovidas y organizadas por Washington se dirigieron en gran medida contra la
Iglesia, que se había atrevido a adoptar "la opción preferencial
para los pobres" y, por lo tanto, tenía que enseñársela las
lecciones habituales por desobediencia criminal. Casi no sorprende que esa horripilante
década se iniciara con el asesinato de un arzobispo y terminara con la
matanza de seis líderes intelectuales jesuitas, en ambos casos por fuerzas
armadas y entrenadas por Washington.
Durante los años que delimitan ambos eventos, estas fuerzas devastaron
toda la región, acumulando un horroroso récord, incluidos agresión
y terror condenados por la Corte Mundial de Justicia en una decisión que
fue descartada con un gesto de irritación y desprecio por Washington y
la opinión intelectual, en general. La misma suerte le tocó al Consejo
de Seguridad y la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuyas llamadas en favor
de la adherencia a la ley internacional apenas fueron reportadas. Después
de todo, un juicio razonable, ¿Por qué debería ponerse atención
a aquellos que sostienen la ridícula idea de que la ley internacional o
los derechos humanos podrían entrar en los cálculos de un poder
que siempre ha rechazado "la fuerza, la subversión o represión",
y que, por definición se adhiere al principio de que "los gobiernos no
existen para usar o abusar de su gente, sino para proveerlas con libertad y oportunidades"?
La "verdad duradera" fue bien formulada por un distinguido hombre de Estado hace
dos siglos: "Grandes almas se preocupan poco por pequeñas moralidades".
Una mirada a esta región nos enseña mucho sobre nosotros mismos.
Pero éstas son lecciones falsas y, por ende, excluidas del discurso respetable.
Otra lección equivocada, y por lo mismo necesariamente consignada al mismo
destino, es que la Guerra Fría ha tenido poco que ver con todo esto, aparte
de proveer pretextos. Las políticas fueron las mismas antes de la Revolución
Bolchevique y han continuado sin cambio desde 1989. Sin una "amenaza soviética",
Woodrow Wilson invadió Haití (y a la República Dominicana),
desmantelando el sistema parlamentario porque se negó a adoptar una constitución
"progresista" que permitiera a los norteamericanos apropiarse de las tierras de
Haití, matando a miles de campesinos, restaurando virtualmente la esclavitud
y dejando al país en manos de un ejército terrorista como plantación
estadounidense y posteriormente como una plataforma de exportación para
empresas de ensamblaje bajo condiciones miserables. Después de su desafortunado
y rápidamente terminado experimento con la democracia, el sistema tradicional
fue restaurado con asistencia estadounidense, justo cuando Lake anunciaba la Doctrina
Clinton, mostrando a Haití como el primordial ejemplo de nuestra pureza
moral. En otras partes también las políticas continuaron sin cambio
esencial después de la caída del muro de Berlín, seguido
a las pocas semanas por la invasión de Bush a Panamá para restaurar
el poder a una camarilla de banqueros europeos y narcotraficantes, con las consecuencias
previsibles en un país que quedó bajo ocupación militar,
tal como lo aceptó el mismo gobierno títere puesto en el poder por
la fuerza estadounidense.
Habría mucho que decir sobre estos asuntos. Pero vamos a ver un caso que
posiblemente es aún más revelador y que también ilustra la
relevancia marginal de la Guerra Fría en cuanto a las actitudes tradicionales
estadounidenses hacia la democracia y los derechos humanos. Regresaré a
los "mercados libres" más adelante.
El ejemplo que sugiero analizar es Brasil, descrito en décadas anteriores
de¡ siglo como "el coloso del Sur", un país con enormes riquezas
y ventajas que debería ser uno de los más ricos de¡ mundo.
"No hay mejor territorio en el mundo para la explotación que el de Brasil",
observó el Wall Street Journal hace 70 años. En ese entonces, Estados
Unidos procedía a desplazar a sus principales enemigos, Francia e Inglaterra,
aunque éstos lograron durar hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados
Unidos fue capaz de excluirlos de la región y apoderarse de Brasil como
un "área de experimentación para métodos modernos de desarrollo
industrial", en palabras de una muy reputada monografía escolástica
sobre las relaciones Estados Unidos-Brasil, escrita por el historiador y diplomático
Gerald Haines, que también es un historiador de jerarquía de la
CIA. Esto fue un componente de un proyecto global, que Estados Unidos "asumió
por interés propio, la responsabilidad para el bienestar del sistema mundial
capitalista" (Haines), Desde 1945, el "área de experimentación"
ha sido favorecida por una intensa guía y tutela de Estados Unidos. El
resultado es "una verdadera historia americana de éxito ; las políticas
americanas para Brasil fueron enormemente exitosas", produciendo "un crecimiento
económico impresionante basado sólidamente en el capitalismo", un
testimonio de nuestros objetivos y valores-
El éxito es real. Las inversiones y ganancias estadounidenses florecieron
y a la pequeña elite le fue de maravilla; un ,milagro económico",
en el sentido técnico de este término. Hasta 1989, el crecimiento
brasileño superó con creces el de Chile -muy elogiado-, que ahora
es el alumno estrella, dado que Brasil sufrió un colapso y entonces cambió
automáticamente del triunfo de una democracia de mercado a una ilustración
de los fracasos del estatismo, si no marxismo, una transición que se realiza
sin esfuerzos y de manera rutinaria dentro del sistema doctrinal, según
las circunstancias lo requieran.
Mientras tanto, en el apogeo del milagro económico, la abrumadora mayoría
de la población ocupaba un lugar entre las más miserables en el
mundo, y hubiera considerado a Europa oriental como un paraíso, un hecho
que también enseña las lecciones equivocadas y que por lo tanto
es suprimido con una disciplina impresionante, junto con otros semejantes.
La historia del éxito para inversionistas extranjeros y una fracción
de la población, refleja los valores que guían a los tutores y diseñadores
de esta política. Su objetivo, como lo describe Haines, consistía
en "eliminar toda competencia extranjera" de América Latina a fin de "mantener
el área como un mercado importante para la surplus-producción industrial
estadounidense e inversiones privadas y explotar las amplias reservas de materias
primas y para mantener fuera al comunismo internacional". La última frase
es simplemente un ritual; como anota Haines, la inteligencia estadounidense no
podía encontrar ninguna indicación de que el "comunismo internacional"
trató de "meterse", aun si esto hubiera sido una posibilidad.
Pero aunque el "comunismo internacional" no fue un problema, el "comunismo" definitivamente
lo fue, si entendemos el término en el sentido técnico de la cultura
de elite. Este sentido fue incisivamente explicado por John Foster Dulles en una
conversación privada con el presidente Eisenhower, quien había observado
tristemente que en todo el mundo, los comunistas locales tenían ventajas
injustas. Ellos estaban en condiciones de "apelar directamente a las masas", se
quejaba Eisenhower. Es una apelación "que nosotros no podemos duplicar",
agregó Dulles, explicando por qué: "Ellos apelan a la gente pobre
y éstos siempre han querido robar a los ricos". Nosotros encontramos difícil
"apelar directamente a las masas" en vista de nuestro principio de que los ricos
tienen que robar a los pobres, un problema de relaciones públicas que queda
sin resolverse.
En este sentido -el operativo-, los comunistas abundan, y nosotros tenemos que
asegurar "la sociedad tolerante" de sus abusos y crímenes, asesinando a
sacerdotes, torturando a organizadores sindicales, matando campesinos y persiguiendo
en otras formas nuestra vocación gandhiana.
El problema existía aun antes de que el término "comunista" se volviera
disponible para etiquetar a los heréticos. En los debates de 1787 sobre
la Constitución Federal, james Madison observó que: "En Inglaterra,
en este día, si las elecciones fueran abiertas para toda clase de gente,
la propiedad de los dueños de tierras estaría insegura. Pronto se
haría una ley agraria". Para parar semejante injusticia, "nuestro gobierno
debe asegurar los intereses permanentes de¡ país contra la innovación",
estableciendo pesos y contrapesos para "proteger a la minoría de los opulentos
contra la mayoría"'. Se requiere bastante talento para no ver que esta
"verdad duradera" ha sido el "interés nacional" desde entonces hasta hoy
día, y que la "sociedad tolerante" reconoce el derecho de sostener este
principio "unilateralmente si nos obligan", y con extrema violencia si es necesario.
El lamento de Dulles es persistente en los documentos internos. De ahí
que, en julio de 1945, cuando Washington , asumió por interés propio
la responsabilidad por el sistema capitalista mundial", una extensa investigación
de los Departamentos de Estado y de Guerra advirtió sobre una "creciente
marea a nivel mundial en la cual la gente común aspira a horizontes más
altos y amplios". La Guerra Fría no fue irrelevante para este prospecto
ominoso. El estudio advierte -si bien Rusia no había dado señales
del crimen- que ella "no hubiera coqueteado con la idea" de apoyar esas aspiraciones
de la gente común. Tenemos que actuar, en consecuencia, en forma directa
para contener la amenaza para las democracias de mercado, como entendemos la noción.
De hecho, el Kremlin alegremente se unió con el capo en jefe de la Mafia
en la destrucción de las aspiraciones de la gente común, en "nuestra
pequeña región" y otras partes. Pero uno nunca puede estar seguro,
y la mera existencia de una fuerza "fuera de control" ofreció un espacio
peligroso para la no-alineación e independencia, lo que es parte del significado
real de la Guerra Fría.
Por cierto, la URSS fue culpable de otros crímenes. Washington y sus aliados
estaban profundamente preocupados porque sus dependencias tradicionales estuvieran
impresionadas con el desarrollo soviético (y chino), particularmente en
comparación con "historias de éxito" como la de Brasil; los disciplinados
intelectuales occidentales posiblemente no son capaces de entender esto, pero
los campesinos tercermundistas pueden. La asistencia económica del bloque
soviético fue considerado también una seria amenaza, a la luz de
las prácticas occidentales. Tomemos india como ejemplo. Bajo el dominio
británico cayó en decadencia y miseria, pero algún desarrollo
comenzó después de la salida de los británicos. Esto, sin
embargo, no fue válido para la industria farmacéutica, donde empresas
transnacionales (en su mayoría británicas) hicieron ganancias tremendas
en la India mediante precios muy altos, aprovechando su monopolio de mercado.
Con ayuda de la Organización Mundial de la Salud y de UNICEF, India comenzó
a escaparse de estos controles, pero la producción de medicinas por parte
del sector público fue finalmente establecida mediante tecnología
soviética. Esto produjo una reducción radical en los precios de
medicinas; para algunos antibióticos los precios cayeron hasta el 70%,
obligando a las transnacionales a recortar sus precios. Una vez más, la
malicia soviética había socavado la democracia de mercado, permitiendo
a millones de personas en India sobrevivir a enfermedades. Por suerte, con el
criminal ido y el capitalismo triunfante, las transnacionales están volviendo
a tener el control, gracias, recientemente, a las características fuertemente
proteccionistas del último tratado de GATT; de ahí que quizás
podemos esperar un marcado incremento en defunciones junto con crecientes ganancias
para la "minoría opulenta" en cuyos "intereses permanentes" los gobiernos
democráticos tienen que trabajar'.
La historia oficial es que occidente estuvo horrorizado por el estalinismo debido
a sus atrocidades. Esta pretensión no puede tomarse en serio ni por un
momento, como tampoco las pretensiones semejantes sobre los horrores fascistas.
Moralistas occidentales han tenido poca dificultad en unirse con asesinos a gran
escala y torturadores, desde Mussolini y Hitler hasta Suharto y Saddam Hussein,
Los horribles crímenes de Stalin preocupaban poco. El presidente Truman
admiraba al brutal tirano, considerándolo "honesto" y "astuto como el diablo".
Truman sentía que su muerte sería una "verdadera catástrofe".
Él podía "entenderse" con Stalin, mientras Estados Unidos imponía
sus intereses el 85% de las veces, observaba Truman: lo que pasaba dentro de la
URSS no era su asunto. Otras figuras dirigentes estaban de acuerdo. En reuniones
de los tres grandes, Winston Churchill elogiaba a Stalin como "un gran hombre,
cuya fama se ha extendido no sólo en toda Rusia sino en el mundo entero",
y hablaba cálidamente de su relación de "amistad e intimidad" con
esta estimable criatura: "Mi esperanza -decía Churchill- radica en el ilustre
presidente de Estados Unidos y en el Mariscal Stalin, en quienes encontraremos
los campeones de la paz, quienes, después de golpear al enemigo nos conducirán
para llevar adelante la tarea contra la pobreza, la confusión, el caos
y la opresión". "El Premíer Stalin es una persona de mucho poder,
en quien tengo toda la confianza", dijo Churchill a su gabinete te en privado
en febrero de 1945, después de Yalta; por eso era importante que quedara
en el poder. Churchill estuvo particularmente impresionado con el apoyo de Stalin
a la sanguinaria represión de la resistencia antifascista griega, encabezada
por los comunistas, que fue uno de los brutales episodios dentro de la campaña
mundial de los libertadores para restaurar las estructuras básicas y las
relaciones de poder de los enemigos fascistas, mientras dispersaban o destruían
la resistencia, con sus radicales democráticas tendencias y su incapacidad
para comprender los derechos y necesidades de la "minoría opulenta".
Regresando a Brasil, durante los primeros años de la década de los
sesenta, el experimento estadounidense se enfrentó a un problema familiar:'
la democracia parlamentaria. Para remover el impedimento, el gobierno de Kennedy
preparó las bases para un golpe militar, que instituyó un régimen
de torturadores y asesinos que entendieron las "verdades duraderas". Brasil es
uno de los países principales, y el golpe tuvo un significativo efecto
de dominó, La plaga de la represión se extendió desde el
Coloso del Sur a través de todo el continente, con un apoyo e involucramiento
consistente de Estados Unidos. El objetivo fue descrito de manera precisa por
Lars Schoultz, el reconocido especialista académico americano en derechos
humanos y política exterior estadounidense en América Latina: "Destruir
de manera permanente una amenaza percibido para la estructura existente de privilegio
socioeconómico mediante la eliminación de la participación
de la mayoría numérica..... ''Nuevamente, la Guerra Fría
no tenía virtualmente nada que ver con esto. Y como siempre, la URSS estuvo
muy contenta de colaborar con los asesinos más depravados, aunque por razones
completamente cínicas ofreció a veces asistencia a gente que trataba
de defenderse de] ejecutor hemisférico, y sirvió como un disuasivo
contra la implementación total de la violencia estadounidense -uno de los
pocos casos auténticos de disuasión, pero que por algún motivo
sufre de prominencia en tantos estudios sobrios de la teoría de la disuasión.
Conforme a la doctrina convencional, mediante el derrocamiento del régimen
parlamentario en nuestra "área privada" e instalando un Estado de Seguridad
Nacional gobernado por generales neonazis, los gobiernos de Kennedy y Johnson
-en el apogeo del liberalismo americano- estaban "conteniendo la amenaza mundial
hacia las democracias de mercado". Ésta es la tesis que debíamos
entonar con propia solemnidad. Y en aquel entonces el asunto fue presentado en
esta forma, levantando pocos escrúpulos detestables. El golpe militar fue
"una gran victoria para el mundo libre", explicó el embajador deyennedy,
Lincon Gordon, antes de volverse presidente de una gran universidad no lejos de
aquí. El golpe fue realizado "para preservar y no para destruir la democracia
brasileña". En efecto, se trató del "caso más decisivo de
victoria de la libertad durante mediados de¡ siglo XX", que debería
"crear un clima muy mejorado para las inversiones privadas", de ahí que
contenía una amenaza para la democracia de mercado, en un cierto sentido
del término.
Esta concepción de democracia es ampliamente aceptada. En Estados Unidos,
sus pobladores son "entrometidos e ignorantes extraños" que pueden ser
"espectadores" pero no "participantes en acción", sostenía Walter
Lippmann en sus ensayos progresistas sobre la democracia. En el otro lado del
espectro, estadistas reaccionarios de la variedad de los reaganistas les niegan
aun el papel de espectadores: de ahí su dedicación sin precedente
a la censura, y operaciones clandestinas que son secretas únicamente para
el enemigo doméstico. La "gran bestia", como Alexander Hamilton llamaba
al temido y odiado enemigo público, tiene que ser domesticado o enjaulado,
si el gobierno quiere asegurar "los intereses permanentes del país".
Las mismas "verdades duraderas" son aplicables a nuestros clientes extranjeros,
de hecho con mucho más vigor, dado que sus limitaciones son mucho menores.
Su práctica consistente lo demuestra con brutal claridad.
La tradicional oposición estadounidense a la democracia es entendible,
y a veces reconocida con justa explicitud. Tómese la década de los
ochenta, cuando Estados Unidos estuvo dedicado a una "cruzada por la democracia",
particularmente en América Latina, según la doctrina estándar.
Algunos de los mejores estudios de este proyecto -un libro y varios artículos-
son de Thomas Carothers, quien combina el enfoque del historiador con el del informador.
Él estuvo en el Departamento de Estado bajo Reagan, involucrado en los
programas para "asistir la democracia" en América Latina. Ésos fueron
"honestos", escribe, pero en gran medida un fracaso -un fracaso extrañamente
sistemático-. Donde la influencia estadounidense era menor, el progreso
fue mayor: en el cono sur de América Latina, donde hubo un progreso real
al cual se opusieron los reaganistas, éstos se adjudicaron el crédito
por él, cuando no pudieron impedirlo. Donde la influencia estadounidense
fue más grande -en Centroamérica-, el progreso fue menor. Ahí
Washington "buscó inevitablemente sólo formas de cambio democrático
limitadas y de arriba hacia abajo, que no pusieran en riesgo las estructuras tradicionales
de poder con las cuales Estados Unidos ha estado aliado por mucho tiempo", escribe
Carothers. Estados Unidos buscó mantener "el orden básico de...
sociedades bastante no-democráticas" y de evitar "cambio basado en el populismo"
que podría trastornar "órdenes económicos y políticos
establecidos" y abrir "una dirección de izquierda".
Esto es precisamente lo que estamos viendo justo ahora en el modelo primordial
de Lake, si decidimos abrir nuestros ojos. En Haití, al presidente electo
le fue permitido regresar después de que las organizaciones populares fuesen
sometidas a una dosis suficiente de terror, pero únicamente después
de que aceptó un programa económico dictado por Estados Unidos que
estipulaba que "el Estado renovado tiene que centrarse en una estrategia económica
enfocada hacia la energía e iniciativa de la sociedad civil, especialmente
del sector privado, tanto nacional como internacional". lnversionistas estadounidenses
son el núcleo de la sociedad civil haitiana junto con los super-ricos que
apoyaron el golpe de Estado, pero no los campesinos y habitantes de los guetos
que escandalizaron a Washington creando una sociedad civil tan viva y vibrante
que fueron capaces de elegir un presidente y entrar en la arena pública.
Esta desviación de las normas aceptables fue superada de manera usual,
con amplia complicidad estadounidense; por ejemplo, mediante la decisión
de los gobiernos de Bush y Clinton de permitir a Texaco el envío de petróleo
a los líderes golpistas en violación de las sanciones, un hecho
crucial revelado por la Associated Press el día antes del desembarco de
tropas estadounidenses, pero que todavía tiene que pasar por los portales
de los medios nacionales. El "Estado renovado" ha vuelto a la normalidad, siguiendo
las políticas apoyadas por el candidato de Washington en las elecciones
de 1990, que "salieron fuera de control", en las que recibió el 14% del
voto.
Las mismas "verdades duraderas" son válidas para el peor violador de los
derechos humanos en el hemisferio que -sin sorpresa alguna para cualquiera que
sabe de historia- recibe la mitad de toda la ayuda militar estadounidense en el
hemisferio: Colombia. Aquí se elogia como una democracia excepcional y
es descrita por un grupo de derechos humanos de los jesuitas -que trata de funcionar
a pesar del terror- como una "democra-dura", un término de Eduardo Galeano
para la mezcla de formas democráticas y terror totalitario favorecida por
la "sociedad tolerante realmente existente", cuando la democracia amenaza con
"salirse del control".
2. Democracia, mercados y derechos humanos
En el mundo real, democracia, mercados, y derechos humanos están bajo un
serio ataque en muchas partes del mundo, incluyendo a las más importantes
democracias industriales. Además, la más poderosa de ellas -Estados
Unidos- en cabeza el ataque. Y en el mundo real, Estados Unidos nunca ha apoyado
mercados libres, desde su historia más temprana hasta los años de
Reagan, en que establecieron nuevos estándares de proteccionismo e intervención
estatal en la economía, contrario a muchas ilusiones.
El historiador de economía Paul Bairoch recalca que "la escuela moderna
de pensamiento proteccionista... nació en efecto en Estados Unidos", que
fue el "país padrino y el bastión del proteccionismo moderno". Tampoco
estuvo solo Estados Unidos. Gran Bretaña seguía un curso semejante
antes que nosotros, volcándose hacia el libre comercio sólo después
de que 150 años de proteccionismo le hubiese dado tan enormes ventajas
que "condiciones competitivas iguales" parecían estar aseguradas, abandonando
esta posición cuando. la expectativa dejó de ser satisfecha. No
es fácil encontrar una excepción. Los Primer y Tercer Mundos de
hoy fueron mucho más similares durante el siglo XVIII. Una de las razones
de las enormes diferencias desde entonces es que los que dominaban no aceptarían
la disciplina del mercado que impusieron a la fuerza en sus dependencias. El "mito"
más extraordinario de la ciencia económica, concluye Bairoch desde
una revisión del desarrollo histórico, consiste en que el mercado
libre provee el sendero del desarrollo: "Es difícil encontrar otro caso
donde los hechos contradicen tanto una teoría dominante", escribe, subvalorando
la importancia de la intervención del Estado para los ricos porque se limita
de manera convencional a una restringida categoría de interferencias de
mercado.
Para mencionar sólo un aspecto de la intervención estatal que, comúnmente
se omite de la historia económica estrechamente construida, hay que recordar
que la revolución industrial temprana fue fundada sobre el algodón
barato, al igual que la "edad de oro" de post-1945 dependía del petróleo
barato. El algodón no se mantuvo barato por los mecanismos de mercado:
más bien, por la eliminación de la población nativa y la
esclavitud, -una interferencia más bien seria con el mercado, no considerado
como un tópico de economía, sino de otra disciplina-. Si las ciencias
naturales tuvieran un departamento dedicado a los protones, otro a los electrones,
un tercero a la luz, etc., cada uno limitándose a su dominio designado,
habría poco temor de que se entendiera a la naturaleza.
El historial es impresionantemente consistente. Gran Bretaña utilizaba
la fuerza para impedir el desarrollo industrial en la India y Egipto, actuando
muy conscientemente para socavar una potencial competencia. Después de
la revolución estadounidense, sus antiguas colonias se desarrollaron sobre
un sendero propio, basándose en una extensiva protección y subsidios
para su propia revolución industrial, primero en textiles y maquinaria,
después acero y manufactura y así hasta el día de hoy: computadoras
y electrónica en general, metalurgia, la industria aeronáutica,
la agricultura, los farmacéuticos, de hecho, virtualmente todo sector operativo
de la economía. Desde la Segunda Guerra Mundial, el sistema del Pentágono
-incluyendo a la NASA y al Departamento de Energía ha sido usado como un
mecanismo óptimo para canalizar subsidios públicos hacia los sectores
avanzados de la industria, una de las razones por las que sigue existiendo con
escasos cambios después de la desaparición del presupuesto alegado.
El actual presupuesto del Pentágono es más alto en dólares
reales que bajo Nixon y no muy por debajo de su promedio durante la Guerra Fría
y probablemente se incrementará bajo las políticas de los reaccionarios
estadistas mal llamados "conservadores". Como siempre, mucho de eso funciona como
una forma de política industrial, un subsidio del contribuyente fiscal
a la ganancia y el poder privados.
Partidarios más extremos del poder estatal y de la intervención
han expandido estos mecanismos de asistencia social para los ricos. Básicamente
por medio de los gastos militares, el gobierno de Reagan aumentó la proporción
estatal en el PIB a más del 35% hasta el año de 1983, un incremento
mayor al 30%, comparado con la década anterior. La guerra de las galaxias
fue vendida al público como "defensa" y a la comunidad empresarial como
un subsidio público para tecnología avanzada. Si se hubiera permitido
que las fuerzas del mercado funcionaran, entonces no habría una industria
de acero automovilístico estadounidense ahora. Los reaganistas simplemente
cerraron el mercado a la competencia japonesa. El entonces secretario de Hacienda,
]ames Baker, proclamó orgullosamente ante un público empresarial
que Reagan "había concedido más alivio de las importaciones a la
industria estadounidense que cualquiera de sus predecesores en más de medio
siglo". Era demasiado modesto: fue, de hecho, más que todos sus predecesores
juntos, aumentándose las restricciones a las importaciones en un 23%. El
economista internacional y director del instituto para la Economía Internacional,
en Washington, Fred Bergsten (quien realmente aboga en favor del comercio libre),
agrega que el gobierno de Reagan se especializó en el tipo de "comercio
gerenciado" que más "restringe el comercio y cierra mercados", como por
ejemplo los acuerdos de restricción voluntaria de exportaciones. Ésta
es la "forma más insidiosa de proteccionismo", recalcaba, que "aumenta
los precios, reduce la competencia y refuerza el comportamiento tipo cartel".
El Informe Económico 1994 para el Congreso estima que las medidas proteccionistas
de Reagan redujeron las importaciones industriales en un 20%.
Mientras que la mayoría de las sociedades industriales se han vuelto más
proteccionistas en las décadas recientes, los reaganistas muchas veces
lideraron el proceso. Los efectos sobre el Sur han sido devastadores. Las medidas
proteccionistas de los ricos han sido un factor principal en la duplicación
del abismo -ya de por sí grande- entre los países más pobres
y los más ricos, desde 1960. El Informe de las Naciones Unidas sobre el
Desarrollo, de 1992, estima que tales medidas han privado al Sur de 500.000 millones
de dólares al año, esto es alrededor de 12 veces la "ayuda" total
-que en su mayor parte, de hecho, es promoción de exportaciones bajo diferentes
disfraces. Este comportamiento es "virtualmente criminal", observó recientemente
el distinguido diplomático y autor irlandés, Erskine Childers..
Uno podría detenerse un momento para ver, por ejemplo el "genocidio silencioso"
condenado por la OMS: 1 1 millones de niños que mueren cada año
porque los países ricos les niegan centavos de ayuda, siendo Estados Unidos
el más miserable de todos, aun si incluimos el componente más grande
de "ayuda", que va hacia uno de los países ricos, el cliente americano
Israel. Es un tributo al sistema de propaganda estadounidense el que sus ciudadanos
groseramente sobrestimen los gastos de ayuda externa, al igual que hacen con la
asistencia social, que también es miserable a la luz de los estándares
internacionales, si excluimos la asistencia social para los ricos, y no la que
tienen en la mente.
Los reaganistas reconstruyeron también la industria estadounidense de tarjetas
electrónicas (chips) mediante medidas proteccionistas y un consorcio de
gobierno e industria, para impedir que los japoneses se posesionaran de ella.
El Pentágono, bajo Reagan, apoyó también el desarrollo de
computadoras avanzadas, convirtiéndose -en palabras de la revista Science-
en "una fuerza clave del mercado" y "catapultando la computación paralela
masiva del laboratorio hacia el estado de una industria naciente", para ayudar
de esta manera a la creación de muchas "jóvenes compañías
de supercomputación".
La historia sigue y sigue en prácticamente todos los sectores de la economía
que funcionan.
La crisis social y económica global es comúnmente atribuida a fuerzas
de mercado que son inexorables. Los analistas se dividen entonces en torno a la
contribución de varios factores, primordialmente la automatización
y el comercio internacional. Hay un elemento considerable de decepción
en todo esto. Grandes subsidios estatales y la intervención del Estado
siempre han sido necesarios, y todavía lo son, para hacer aparentar como
eficiente al comercio, pasando por alto los costos ecológicos impuestos
a las generaciones futuras que no "votan" en el mercado, y otras "externalidades",
consignadas en las notas al pie de página. Para mencionar sólo una
pequeña distorsión del mercado, una buena parte del presupuesto
del Pentágono ha sido dedicada para "asegurar el flujo del petróleo
a precios razonables" desde el medio Oriente, "predominantemente un territorio
reservado para Estados Unidos", como observa Phebe Marr, de la Universidad de
Defensa Nacional, en una revista académica; ésta es una contribución
a la "eficiencia del comercio" que pocas veces recibe atención.
Véase el segundo factor, la automatización. Seguramente contribuye
a las ganancias en algún momento, pero este momento fue alcanzado por décadas
de protección dentro del sector estatal -la industria militar- como David
Noble ha demostrado en una obra importante. Además ha demostrado que la
forma específica de automatización fue escogida frecuentemente por
razones de poder más que de ganancia o eficiencia; fue diseñada
para des profesionalizar a los trabajadores y subordinarlos al management, no
por principios de mercado o la naturaleza de la tecnología, sino por razones
de dominación y control.
Lo mismo es cierto en un sentido más general. Ejecutivos han informado
a la prensa empresarial que una razón principal para trasladar trabajos
industriales a países que tienen mano de obra más cara es obtener
ventajas en la guerra de clases. "Nos preocupa tener sólo un lugar donde
se hace un producto", explica un ejecutivo de la corporación Gillette,
principalmente por "problemas laborales". Si los trabajadores en Boston van a
la huelga, explica, Gillette podría suministrar tanto a los mercados europeos
como a los estadounidenses desde su planta en Berlín, rompiendo, de esta
manera la huelga. Por lo mismo es simplemente razonable que Gillette emplee tres
veces más trabajadores fuera de Estados Unidos, independientemente de los
costos y no por razones de eficiencia económica. De manera similar, la
corporación Caterpillar, que ahora está tratando de destruir los
últimos restos del sindicalismo industrial, está prosiguiendo "una
estrategia empresarial que ha empujado a los trabajadores americanos desde una
posición de desafío hacia una de sumisión", informa el corresponsal
para asuntos empresariales, James Tyson. La estrategia incluye "manufacturar en
instalaciones más baratas en el exterior y contar con importaciones desde
fábricas en Brasil, Japón y Europa". Esto se facilita por las ganancias
que se han vuelto extraordinarias al tiempo que se diseña la política
social para enriquecer a los acaudalados; la contratación de "temporales"
y "trabajadores de remplazo permanente" en violación de los estándares
internacionales del trabajo; y la complicidad del Estado criminal que se niega
a cumplir con las leyes laborales, una posición convertida en cuestión
de principio por los reaganistas, como Business Week documentó en una importante
reseña.
El significado real del "conservadurismo de mercado libre" es ilustrado si observamos
de cerca a los entusiastas más apasionados por querer "quitarnos el gobierno
de encima" y dejar que el mercado reine sin ser perturbado. El vocero de la Cámara
baja, Newt Gingrich, es quizás el ejemplo más impresionante. Él
representa al Condado de Cobb en Georgia, que el New York Times seleccionó
para ilustrar en una nota de primera plana a la creciente ola de "conservadurismo"
y de desprecio para el "Estado-nana". El título dice: "El conservadurismo
florece entre los supermercados", en este acaudalado suburbio de Atlanta, escrupulosamente
aislado de cualquier infección urbana, de tal manera que los habitantes
pueden disfrutar de sus "valores empresariales" y entusiasmos de mercado, defendidos
en el Congreso por el guía conservador, Newt Gingrich, en un "mundo de
Norman Rockwell con computadores de fibra óptica y aviones jet", como Gingricht
describió su distrito con mucho orgullo'.
Hay, sin embargo, una pequeña nota al pie de página. El Condado
de Cobb recibe más subsidios federales que cualquier otro suburbio en el
país, con dos excepciones interesantes: Arlington, Virginia, que es, efectivamente,
parte del gobierno federal, y la zona de Florida que alberga el Centro Espacial
Kennedy, otro componente del sistema de subsidio público-ganancia privada.
Si salimos del sistema federal mismo, el Condado de Cobb toma el liderazgo en
extorsionar fondos del contribuyente fiscal, quien es también responsable
del financiamiento de "aviones jet y computadores con fi fibras ópticas"
del mundo de Norman Rockwell. La mayoría de los trabajos en el Condado
de Cobb, debidamente con altos salarios, se ganan nutriéndose del pesebre
público. La riqueza de la región de Atlanta, en general, puede trazarse
sustancialmente hacia la misma fuente, Mientras tanto, los elogios de los milagros
de mercado llegan a los cielos donde el "conservadurismo está floreciendo".
El "contrato con América" de Gingricht ejemplifica claramente la ideología
del "libre mercado" de doble filo: protección estatal y subsidio público
para los ricos, disciplina de mercado para los pobres. Llama a "recortar los gastos
sociales" y los pagos en salud para los pobres y personas mayores, negando ayuda
para niños y recortando programas de asistencia social -para los pobres-.
También convoca a incrementar la asistencia a los ricos, siguiendo el camino
clásico: medidas fiscales regresivas y subsidios directos. En la primera
categoría están incluidas mayores franquicias fiscales para empresas
y ricos, reducción de impuestos sobre ganancias de capital, etc. En la
segunda categoría se trata de subsidios de los contribuyentes fiscales
para inversiones en plantas y equipo, reglas más favorables para la depreciación,
el desmantelamiento del aparato regulatorio que sólo protege a la población
y las generaciones futuras y fortaleciendo nuestra defensa nacional" para que
podamos "mantener (mejor) nuestra credibilidad en el mundo" de tal manera que,
cualquiera que tenga ideas extrañas, corno sacerdotes y organizadores campesinos
en América Latina, va a entender que "lo que nosotros decimos, se hace".
La frase "defensa nacional" no es siquiera un chiste enfermizo, que debería
provocar burlas entre gente que se respeta a sí misma. Estados Unidos no
enfrenta ninguna amenaza, pero gasta casi tanto en "defensa" como el resto del
mundo combinado. Sin embargo, los gastos militares no son bromas. Además
de asegurar una particular forma de "estabilidad" en el "interés permanente"
de los que cuentan, , necesita el Pentágono para proveer a Gingrich y a
su rica clientela , para que puedan fulminar contra el Estado-nana que está
llenando sus bolsillos.
El contrato es notablemente descarado. De ahí que las propuestas para incentivos
empresariales, reducción de impuestos sobre ganancias y otras asistencias
sociales de este tipo para los ricos aparecen bajo el concepto de "Ley para la
creación de empleos y el acrecentamiento de los salarios". La sección
incluye, en efecto, una provisión de medidas "para crear empleos y aumentar
los salarios de los trabajadores" -con la palabra agregada: "sin financiamiento"-.
Pero no importa. En el -Newspeak contemporáneo, la palabra "empleos" debe
entenderse como "ganancias", de ahí que se trata, en efecto, de una propuesta
para "crear empleos", que continuará "acrecentando" los salarios hacia
abajo.
Este patrón retórico es también general. Mientras estamos
reunidos en noviembre de 1994, Clinton se prepara para ir a la cumbre económica
de Asia-Pacífico en Jakarta, donde tendrá poco que decir sobre la
conquista de Timor Oriental que llegó a su clímax casi genocida
con la amplia ayuda militar estadounidense, o sobre el hecho de que los salarios,
en lndonesia son el 50% de los de China, mientras que los trabajadores que tratan
de formar sindicatos son asesinados o encarcelados. Pero, sin lugar a dudas, hablará
sobre los temas que enfatizó en la última cumbre de la APEC en Seattle,
donde presentó su "gran visión de un futuro de libre mercado", ante
mucha reverencia, asombro y aclamación. Había decidido hacer esto
en un hangar de la corporación aérea Boeing, ofreciendo este triunfo
de valores empresariales como el ejemplo primordial de la gran visión de¡
mercado libre. La selección (del lugar) tiene sentido: Boeing es el principal
exportador del país, aviones civiles encabezan las exportaciones industriales
estadounidenses, y la industria del turismo -basada en el transporte aéreo-
cuenta con el 30% del surplus comercial estadounidense en servicios.
Sólo algunos hechos fueron omitidos ante el entusiasta coro. Antes de la
Segunda Guerra Mundial, Boeing prácticamente no tenía beneficios.
Se enriqueció durante la guerra, con un gran incremento en inversiones,
de las que más del 90% provenían del gobierno federal, Las ganancias
también florecieron cuando Boeing incremento su valor neto en más
de cinco veces, realizando su deber patriótico. Su "fenomenal historia
financiera" en los años que siguieron, se basaba también en la largueza
del contribuyente fiscal, señaló Frarik Kofsky en un estudio de
las primeras fases de posguerra del sistema del Pentágono, "permitiendo
a los dueños de las compañías aéreas cosechar ganancias
fantásticas con inversiones mínimas de su parte".
Después de la guerra, el mundo empresarial reconoció que "la industria
aérea contemporánea no puede existir satisfactoriamente en una economía
libre empresarial pura, competitiva, sin subsidios y que "el gobierno es su único
salvador posible" (Fortune, Business Week). El sistema del Pentágono fue
revitalizado como el "salvador", para sostener y expandir la industria junto con
la mayor parte del resto de la economía industrial. La Guerra Fría
proveyó el pretexto. El primer secretario de la Fuerza Aérea, Stuart
Symington, presentó el asunto con claridad en enero de 1948: "La palabra
a usar no era 'subsidio'; la palabra a usar era 'seguridad". Como representante
industrial en Washington, Symington regularmente demandó suficientes fondos
de adquisición en el presupuesto militar para "satisfacer las necesidades
de la industria aérea", como decía, ganando la Boeing la mayor parte.
Y así la historia continúa. A inicios de los ochenta, Boeing contaba
con los negocios militares para "la mayor parte de sus ganancias" y después
de una baja de 1989 a 1991 , su sección de defensa y espacial tuvo una
"tremenda vuelta" como informó el Wall Street Journal. Una razón
es el auge de ventas militares externas, cuando Estados Unidos se volvía
el mayor vendedor de armamentos, cubriendo alrededor del 75% del mercado del Tercer
Mundo, basándose en una amplia intervención del gobierno y subsidios
públicos para suavizar el camino. En cuanto a las ganancias del mercado
civil, una estimación adecuada de su volumen excluiría la contribución
que se deriva de la tecnología de doble uso y otras contribuciones del
sector público que son difíciles de cuantificar con precisión
pero, sin lugar a dudas, muy sustanciales.
La comprensión de que la industria no puede sobrevivir en una "economía
de libre empresa" se extendió mucho más allá de los aviones.
La pregunta operativo después de la guerra consistía en qué
forma debería tomar el subsidio público. Líderes empresariales
entendieron que gastos sociales podrían estimular la economía, pero
prefirieron la alternativas militar, por razones que tienen que ver con privilegio
y poder, no con "racionalidad económica". En 1948, la prensa empresarial
consideraba los "gastos de Guerra Fría" de Truman como una "fórmula
mágica para tiempos buenos casi interminables" (Steel). Tales subsidios
públicos podrían "mantener un tono ascendente", comentó Business
Week, siempre y cuando los rusos cooperaran con una postura lo suficientemente
amenazante. En 1949, notaron con alivio que "hasta ahora las iniciativas de paz
han sido barridas a un lado" por Washington, pero siguieron preocupados porque
su "ofensiva de paz", pese a todo, pudiera interferir con "el prospecto de un
continuo crecimiento en los gastos militares". El Magazine of Wall Street vio
los gastos militares como una forma de "inyectar nueva fuerza en toda la economía"
y un par de años más tarde, consideró "obvio que tanto las
economías extranjeras como la nuestra dependen ahora principalmente del
volumen de los continuos gastos para armamentos en este país", referiéndose
al keynesianismo militar internacional que finalmente tuvo éxito en la
reconstrucción de las sociedades capitalistas industriales foráneas.
El sistema del Pentágono tiene numerosas ventajas sobre formas alternativas
de intervención en la economía. importe al público una gran
carga de los costos mientras asegura un mercado garantizado para la producción
en exceso. No menos significante es que no tiene los efectos colaterales indeseables
que tiene el gasto social dirigido hacia las necesidades humanas. Aparte de sus
efectos redistributivos no bienvenidos, tales gastos tienden a interferir con
las prerrogativas de los managers; una producción útil puede socavar
la ganancia privada, mientras que la producción de derroche (armas, extravagancias
tales como el hombre en la luna, etc.) subsidiada por el Estado es un regalo para
el dueño y el manager quien se entregará en seguida cualquier producto
derivado que sea interesante para el mercado. Los gastos sociales pueden levantar
también el interés y la participación públicos, aumentando
de esta forma la amenaza de la democracia. Por estas razones, Business Week explicaba
en 1949 que, "existe una diferencia social y económica tremenda entre gastos
de inversiones gubernamentales para la asistencia social v para lo militar", siendo
lo último mucho más preferible. Y así continúa, notablemente
en el Condado de Cobb y otros baluartes semejantes de la doctrina libertaria y
de los valores empresariales.
Mercados libres son buenos para el Tercer Mundo y su creciente contraparte aquí.
Madres con niños dependientes pueden ser aleccionadas severamente sobre
la necesidad de tener confianza en sí mismas, pero no los ejecutivos e
inversionistas dependientes, por favor. Para ellos, el Estado benefactor tiene
que florecer. "Amor duro" es justo la consigna adecuada para la política
estatal, siempre y cuando le demos el significado correcto: amor para los ricos,
dureza para todos los demás.
Sobra decir que concentrándose en los países ricos como el nuestro,
esto es altamente engañoso. El "neoliberalismo" de doble filo tiene, por
mucho, sus efectos más letales en los tradicionales dominios coloniales,
que -aparte del área basada en Japón-, son en gran medida un desastre,
mejorando solamente por medidas económicas asentadas ideológicamente,
que ignoran los efectos sobre las personas. Con apologías desesperanzadamente
inadecuadas para las víctimas, dejaré a un lado esta terrible historia
de grandes crímenes contra la humanidad, por los cuales seguimos teniendo
responsabilidad.
3. Crisis global económica
Los principales factores que han conducido a la actual crisis económica
global se entienden razonablemente bien. Uno es la globalización de la
producción, que ha ofrecido a los empresarios el provocador prospecto de
hacer retroceder las victorias en derechos humanos conquistadas por la gente trabajadora.
La prensa empresarial francamente advierte a los mimados trabajadores occidentales"
que tienen que abandonar sus "estilos de vida lujosos" y tales "rigideces del
mercado" como seguridad del trabajo, pensiones, salud y seguridad laboral, y otras
tonterías anacrónicas. Economistas enfatizan que el flujo laboral
es difícil de estimar, pero ésta es una parte pequeña del
problema. La amenaza es suficiente, para forzar a la gente a aceptar salarios
más bajos, jornada,, más largas, beneficios y seguridad reducidos
y otras "inflexibilidades" de esta naturaleza. El fin de la Guerra Fría
que retorna a la mayor parte de Europa del Este a su tradicional papel de servicio,
pone nuevas armas en las manos de los dueños, como informa la prensa empresarial
con irrestricto regocijo, General Motors y Volkswagen pueden desplazar la producción
hacia un Tercer Mundo restaurado en el Este, donde pueden encontrar trabajadores
a una fracción de los costos de los "mimados trabajadores occidentales",
mientras se benefician con altas tarifas proteccionistas y demás amenidades
que los "mercados libres realmente existentes" proveen para los ricos. Estados
Unidos y Gran Bretaña conducen el proceso de pulverizar a los pobres y
a la gente trabajadora, pero otros serán arrastrados, gracias a la integración
global.
Y mientras el ingreso familiar medio continúa su baja, aun bajo las condiciones
de una recuperación lenta, la revista Fortune goza con malicia de las ganancias
"deslumbrantes" de los Fortune 500, pese al "estancado" crecimiento de las ventas.
La realidad de la "magra y mala era" es que el país está inundado
en capital -pero en las manos correctas-. La desigualdad ha regresado a los niveles
anteriores a la Segunda Guerra Mundial, si bien América Latina tiene la
peor historia en el mundo, gracias a nuestra benevolente tutela. Como el Banco
Mundial -entre otros- reconoce, una igualdad relativa y gastos para la salud y
educación son factores significantes para el crecimiento económico
(para no mencionar la calidad de vida da). Pero aquél sigue actuando también,
para incrementar la desigualdad y socavar el gasto social, en beneficio de los
"intereses permanentes".
Un segundo factor en la actual catástrofe del capitalismo de Estado que
ha dejado una tercera parte de la población mundial virtualmente sin medios
de subsistencia, es la gran explosión del capital financiero no regulado
desde que el sistema de Bretton Woods fue desmantelado hace veinte años,
con quizás un billón de dólares fluyendo diariamente. Su
constitución ha cambiado también de manera radical. Antes de que
el sistema fuera desmantelado por Richard Nixon, alrededor del 90% del capital
en intercambios internacionales era para inversión y comercio, el 10% para
especulación Alrededor de 1990, esos números se habían invertido.
Un informe de la UNCTAD estima que el 95% se usa actualmente para la especulación.
En 1978, cuando los efectos ya estaban a la vista, el premio Nobel en Economía,
James Tobin, sugirió en su discurso presidencial a la Asociación
Economistas Estadounidenses que deberían constituirse impuestos para desacelerar
los flujos especulativos, que llevarían el mundo hacia una economía
de escaso crecimiento, bajos salarios y altas ganancias. En la actualidad, este
punto es ampliamente reconocido; un estudio dirigido por Paul Volcker, anterior
jefe de la Reserva Federal, atribuye alrededor de la mitad de la desaceleración
sustancial en el crecimiento económico desde los comienzos de los años
setenta al incremento de la especulación.
En general, el mundo está siendo movido hacia un tipo de modelo del Tercer
Mundo, por una política deliberada de Estado y las corporaciones, con sectores
de gran riqueza, una gran masa de miseria y una gran población superflua,
desprovista de todo derecho porque no contribuye en nada a la generación
de ganancias, el único valor humano.
La surplus población tiene que ser mantenida ignorante, pero también
debe ser controlada. Este problema es enfrentado de manera directa en los dominios
del Tercer Mundo que han sido sometidos por mucho tiempo al control occidental,
y, por lo tanto, reflejan los valores conductores con mayor claridad: mecanismos
favorecidos incluyen el terror a gran escala, escuadrones de la muerte, la "limpieza
social" y otros métodos de probada eficiencia. Aquí, el método
favorito ha sido el de confinar a la gente superflua en guetos urbanos que crecientemente
se parecen a campos de concentración. Si esto falla, van a las cárceles,
que son la contraparte en una sociedad más rica, a los escuadrones de la
muerte que nosotros entrenamos y apoyarnos en nuestros dominios. Bajo los entusiastas
reaganistas del poder estatal, el número de presos en Estados Unidos casi
se triplicó, dejando nuestros principales competidores, África del
Sur y Rusia, muy atrás, - si bien Rusia acaba de alcanzamos, va que empieza
a dominar los valores de sus tutores estadounidenses.
La "guerra de drogas", que es en gran medida fraudulenta, ha servido como un mecanismo
principal para encarcelar a la población no deseada. Una nueva legislación
penal debería facilitar el proceso, con sus procedimientos judiciales mucho
más severos. Los nuevos y enormes gastos para prisiones también
son bienvenidos como otro estímulo keynesiano a la economía. "Las
empresas cobran", escribe el Wall Street Journal, reconociendo una nueva manera
de ordeñar al publico en esta era "conservadora". Entre los afortunados
se encuentran la industria de la construcción, consultorios legales, el
floreciente y beneficioso complejo de cárceles privadas, "los nombres más
elevados de las finanzas", tales como Goldman Sachs, Prudential y otros, "competiendo
para asegurar la construcción de cárceles con bonds (obligaciones)
privados, exentos de impuestos"; y, para no olvidarse "el establecimiento de defensa"
(Westinghouse, etc.), "olfateando un nuevo campo de negocios" en la supervisión
de alta tecnología y sistemas de control del tipo que Big Brother habría
admirado'.
No sorprende que el Contrato de Gingrich llama a la expansión de esta guerra
contra los pobres. La guerra tiene como blanco primordial a los afro estadounidenses;
la estrecha correlación entre raza y clase hace el procedimiento simplemente
más natural. Hombres negros son considerados como una población
criminal, concluye el criminólogo William Chambliss, autor de muchos estudios,
incluyendo la observación directa por parte de estudiantes y profesores
en un proyecto con la policía de Washington. Esto no es exactamente correcto;
se supone que los criminales tienen derechos constitucionales, pero como muestran
los estudios de Chambliss y otros, esto no es verdad para las comunidades escogidas
como puntos de mira, que son tratadas como una población bajo ocupación
militar-.
Los negros constituyen un blanco particularmente bien escogido porque están
indefensos. Y la generación de miedo y odio es, por supuesto, un método
estándar de control de la población, trátese de negros, judíos,
homosexuales, reinas de la asistencia social o algún otro diablo designado.
Éstas son las razones básicas, parece, para el crecimiento de lo
que Chambliss llama "la industria de control del crimen". No es que el crimen
no sea una amenaza real para la seguridad y la sobrevivencia; lo es y lo ha sido
durante mucho tiempo. Pero no se enfrentan las causas; más bien, el crimen
es explotado de diferentes maneras como un método de control de la población.
En general, son los sectores más vulnerables, lo- que están siendo
atacados. Los niños son otro blanco natural. El asunto ha sido tocado en
varios estudios importantes, uno de ellos es un análisis de 1993 de la
UNICEF, realizado por la reconocida economista estadounidense Silvia Ann Hewlett,
llamado la negligencia para con niños en las sociedades ricas. Estudiando
los últimos quince años, Hewlett encuentra una marcada división
entre las sociedades angloamericanas y las de Europa continental y Japón.
El modelo angloamericano, escribe Hewlett, es un "desastre" para niños
y familias; el modelo europeo-japonés, en contraste, ha mejorado su situación
considerablemente. Como otros, Hewlett, atribuye el "desastre" angloamericano
a la preferencia ideológica para los "mercados libres". Pero ésta
es sólo una verdad a medias, como he mencionado. Cualquier nombre que uno
quisiera dar a la ideología reinante, es injusto manchar el buen nombre
de "conservadurismo", aplicándolo a esta forma de estatismo reaccionario,
violento y sin ley, con su desprecio hacia la democracia y los derechos humanos,
y también a los mercados.
Dejando a un lado las causas, no hay mucha duda sobre los efectos de lo que Hewlett
llama "el espíritu anti-niños desatado en estas tierras", primordialmente
Estados Unidos y Gran Bretaña. El "modelo angloamericano lleno de negligencia"
ha privatizado en gran medida los servicios de atención a los niños,
dejándolos fuera del alcance de la mayoría de la población.
El resultado es un desastre para niños y familias, mientras que en el 'modelo
europeo que es mucho más asistencial", la política social ha reforzado
los sistemas de apoyo para ellos.
Una comisión de alto nivel de los Consejos Educativos de los estados y
de la AMA ha recalcado que "nunca antes una generación de niños
ha sido menos salubre, menos atendida o menos preparada para la vida que sus padres
en la misma edad"; si bien es sólo en las sociedades angloamericanas, donde
"un espíritu anti-niño y anti-familia" ha dominado durante quince
años bajo la apariencia del "conservadurismo" y de los "valores familiares",
un triunfo doctrinal que cualquier dictador admiraría.
En parte, el desastre es simplemente un resultado de los salarios decrecientes.
Para una gran parte de la población, ambos padres tienen que trabajar tiempo
extra simplemente para proveer lo necesario. Y la eliminación de las "rigideces
del mercado" significa que tienes que trabajar horas extras por salarios más
bajos -si no, las consecuencias son imprevisibles-. El tiempo en que padres y
niños están en contacto se ha reducido radicalmente. Hay un fuerte
incremento en el uso de la televisión para la supervisión de los
niños, niños encerrados, alcoholismo infantil y uso de drogas, criminalidad,
violencia de y contra niños, y otros efectos evidentes sobre la salud,
la educación y la capacidad de participar en una sociedad democrática
-o, siquiera, la sobrevivencia-.
Éstas no son, nuevamente, leyes de la naturaleza, pero sí políticas
sociales conscientemente diseñadas con un objetivo particular: enriquecer
a los Fortune 500 (los 500 más ricos que menciona la revista Fortune-H.D.),
exactamente lo que sucede, mientras Gingrich y sus semejantes predican impunemente
"valores familiares", con la ayuda de aquellos que la prensa obrera de] siglo
XIX llamaba "el sacerdocio comprado".
Algunas consecuencias de la guerra contra niños y familias, sí reciben
gran atención, en una manera que es ilustradora. En las últimas
semanas, importantes revistas han puesto amplia atención en nuevos libros
preocupados con decrecientes coeficientes de inteligencia (IQ) y aprendizajes
escolares. El New York Times Book Review dedicó un artículo desusadamente
largo a este tópico, escrito por su redactor de ciencias, Macolm Browne,
quien lo inicia con la advertencia de que gobiernos y sociedades que ignoren los
tópicos tematizados por estos libros "lo harán a su propio riesgo".
No hay ninguna mención del estudio de la UNICEF, y tampoco he visto ninguna
reseña en otra parte -o de hecho, de cualquier estudio que se ocupara de
la guerra contra los niños y familias en las sociedades angloamericanas.
Entonces, ¿cuál es la pregunta que ignoramos a nuestro propio riesgo?
Sucede que es bastante limitada: posiblemente el IQ es parcialmente heredado,
y de manera más ominosa, vinculado a la raza, con negros que engendran
como conejos y echan a perder la reserva genética. Quizás las madres
negras no crían a sus niños porque se desarrollaron en el cálido
pero altamente impredicible ambiente de África, sugiere uno de los autores
de los libros reseñados. Ésta es ciencia verdadera, que ignoramos
a nuestro propio peligro. Pero podemos, de hecho tenemos que ignorar las políticas
sociales para los pobres y la protección estatal para los ricos -basadas
en el mercado libre-, y el hecho, por ejemplo, de que en la ciudad donde aparecen
estos materiales -que es la más rica en el mundo- el 40% de los niños
vive debajo de la línea de pobreza, privado de la esperanza de escapar
de la miseria e indigencia. ¿Podría esto tener algo que ver con
el estado de los niños y sus logros? Podemos ignorar en seguida tales interrogantes
-una decisión natural de los ricos y poderosos, dirigiéndose unos
a los otros y buscando justificaciones para la guerra de clases que conducen y
sus efectos humanos.
No insultaré su inteligencia discutiendo los méritos científicos
de estas contribuciones, habiéndole hecho en otros trabajos, como ya lo
hicieron muchos otros.
Éstas son algunas de las formas más feas de control de la población.
En la variante más benigna, el populacho tiene que ser desviado hacia actividades
no problemáticas por las grandes instituciones de propaganda, organizadas
y dirigidas par la comunidad empresarial, medio-estadounidense, que dedica un
enorme capital y energía para convertir a la gente en átomos de
consumición y herramientas obedientes de producción (si tienen la
suficiente suerte para encontrar trabajo) -aislados uno del otro, carentes aun
de una concepción de lo que una vida humana decente podría ser.
Esto es importante. Sentimientos humanos normales tienen que ser aplastados. Son
inconsistentes con una ideología acomodada a las necesidades del privilegio
y poder, que celebra la ganancia privada como el valor humano supremo y niega
los derechos de la gente más allá de lo que ésta puede salvar
en el mercado laboral- aparte de los ricos, que deben recibir una amplia protección
por el Estado.
Junto con la democracia, los mercados también son atacados. Aun dejando
a un lado la masiva intervención estatal en Estados Unidos y en la economía
internacional, la creciente concentración económica y el control
de mercado ofrecen mecanismos infinitos para evadir y socavar la disciplina de
mercado, una larga historia que no podemos abordar en este ensayo por razones
de espacio. Para mencionar sólo un aspecto, alrededor del 40% del "comercio
mundial" no es, realmente, comercio; consiste en operaciones internas de las corporaciones,
gerenciadas de manera central por una mano altamente visible, con toda clase de
mecanismos para socavar los mercados en beneficio de ganancia y poder. El sistema
casi-mercantilista del capitalismo transnacional corporativo está lleno
de las formas de conspiraciones de los dominantes, sobre las cuales advertía
Adam Smith, para no hablar de la tradicional utilización y dependencia
del poder estatal y del subsidio público. Un estudio de 1992 de la OECD
concluye que la "competencia oligopolítica y la interacción estratégica
entre empresas y gobiernos, antes que la mano invisible de las fuerzas del mercado,
condicionan en la actualidad las ventajas competitivas y la división internacional
del trabajo en las industrias de alta tecnología", tales como agricultura,
farmacéuticos, servicios y otras áreas importantes de la economía,
en general. La gran mayoría de la población mundial, que está
sujeta a la disciplina del mercado e inundada con odas a sus milagros, no debe
escuchar esas palabras; y pocas veces las oye.
Me temo que esto apenas toca la superficie. Es fácil de entender el estado
de desesperación, ansiedad, falta de esperanza, enojo y temor que prevalece
en el mundo, fuera de los sectores opulentos y privilegiados y del "sacerdocio
comprado" que cantan alabanzas a nuestra magnificencia, una característica
notable de nuestra "cultura contemporánea", si se puede pronunciar esta
frase sin vergüenza.
Hace 170 años, muy preocupado con el destino del experimento democrático,
Thomas Jefferson hizo una distinción útil entre "aristócratas"
y "demócratas". Los "aristócratas' eran "quienes tienen temor y
desconfianza en la gente y desean quitarles todos los poderes para ponerlos en
manos de las clases altas". Los demócratas, en cambio, "se identifican
con la gente, tienen confianza en ella, la elogian y la consideran el honesto
y seguro depositario del interés público", si no siempre "los más
sabios". Los aristócratas de sus días eran los protagonistas del
naciente Estado capitalista, que Jefferson consideraba con mucha consternación,
reconociendo la contradicción entre democracia y capitalismo, que es mucho
más evidente en la actualidad, cuando tiranías privadas sin control
adquieren un poder extraordinario sobre todos los aspectos de la vida.
Como siempre en el pasado, uno puede escoger ser un demócrata en el sentido
de Jefferson, o un aristócrata. El segundo camino ofrece ricas recompensas,
dado el lugar de riqueza, privilegio y poder, y los fines que naturalmente busca.
El otro sendero es uno de lucha, muchas veces de derrota, pero también
de recompensas que no pueden ser imaginadas por aquellos que sucumben a lo que
la prensa obrera denunciaba hace 150 años como "el Nuevo Espíritu
de la Era": "Gana riqueza, olvidando todo menos lo tuyo".
El mundo de hoy está lejos del mundo de Thomas Jefferson o de los trabajadores
de mediados del siglo XIX. Pero, las alternativas que ofrece, no han cambiado
en esencia.
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