El
nuevo orden imperial: las implicaciones políticas y sociales
El nuevo orden imperial y la promoción de los intereses de las instituciones
económicas dominantes por medio de políticas neoliberales tiene profundas
consecuencias para la democracia y la sociedad. A nivel estructura] significa
que agentes externos, oficiales no electos juegan un mayor papel en definir
la forma de las decisiones macroeconómicas y macrosociales que tienen
efecto en las estructuras básicas de la economía y en el estándar de vida
de las naciones.
En la actualidad en muchos lugares del mundo, oficiales nombrados por
la Secretaría del Tesoro de EE.UU. del Banco Mundial y el FMI (Fondo Monetario
Internacional) deciden a niveles de gasto de gobierno, relaciones de propiedad
(propiedad privada contra pública), estrategias de desarrollo (mercados
de exportación o o domésticos y muchos otros aspectos decisivos de existencia
social, evitando el sistema electoral. Estos actores de política externa
responden al imperativo de los gobiernos y multinacionales nacionales
de sus casas. En la mayoría de los casos, la élite de la política local
implementa estas políticas macroeconómicas regresivas sin consultar a
su electorado o ni siquiera al cuerpo legislativo elegido. La presunción
de toma de decisiones políticas de estos representantes externos del poder
corporativo altera fundamentalmente la naturaleza de sistemas políticos
electorales.
Si el autoritarismo esencialmente es definir decisiones tomadas sin consulta
ni responsabilidad pública, la influencia y el poder crecientes de los
oficiales no electos de las instituciones financíeras internacionales
son un pilar importante de ese sistema.
La influencia de los actores financieros no elegidos externos, no obstante,
es sólo uno de los aspectos del crecimiento del autoritarismo, aunque
es un componente muy importante. El crecimiento de la OTAN con su estructura
central de mando, dominado por los oficiales militares estadounidenses,
y su creciente papel en la definición de límites nacionales, y en la extensión
de su alcance en Europa Central es otra dimensión del nuevo autoritarismo.
La resatelización de la Europa del Este por mandato de la OTAN es el vivo
recuerdo de que los defensores de ayer de la independencia nacional son
los ávidos clientes de hoy de las aspiraciones de la hegemonía estadounidense.
El nuevo autoritarismo es diferente a los regímenes del viejo estilo represivo.
En el pasado el autoritarismo tenía una cara militar, negaba las libertades
individuales y la oposición electoral. El nuevo autoritarismo es un régimen
híbrido que combina procesos electorales y libertades individuales con
estructuras de toma de decisión altamente elitistas. Mientras acontecen
las elecciones, no hay correspondencia entre la retórica populista o social
durante la campaña electoral y el gobierno postelectoral en el cual la
dura austeridad neoliberal controla las políticas de ajuste estructural,
y éstas últimas son aplicadas. El uso deliberado de decepciones políticas
llama a cuestionar el significado real de "elecciones competitivas" como
se ha dispuesto en la elección que ha hecho el votante y como un medio
de influenciar en el electorado a lo largo del proceso político. Por otro
lado, el cada vez mayor uso de decretos ejecutivos para implementar la
agenda neoliberal (prívatizaciones, políticas de ajuste estructural, etc.)
es mucho más similar al estilo de los regímenes del antiguo autoritarismo
que a las prácticas democráticas.
Igualmente importante es que la expresión rutinaria de las amenazas de
la economía debidas a la fuga de capital mediante multinacionales que
recortan reformas sociales, y las amplificaciones de esas amenazas por
medio de ejecutivos políticos, es una forma de chantaje y coacción que
niega a los votantes y a las legislaturas la capacidad de discutir y aprobar
leyes. El uso de amenazas y coacción son antitéticos para una cultura
cívica, donde todos los actores socioeconómicos aceptan las reglas del
juego democrático y todos son libres para discutir sobre política sin
coacción. El reciente caso de dimisión del anterior Ministro de Finanzas,
Osker La Fontaine es instructivo. Su tentativa de corregir ciertas injusticias
fiscales, fue contestado por una amenaza de las corporaciones alemanas
de salir de Alemania. El Primer Ministro Schroeder procedió a forzar la
cuestión, provocando la dimisión de La Fontaine y desbaratando la agenda
de reforma social. El electorado que había votado a la reforma social,
era marginado y el capital corporativo ya tenía su camino. El proceso
democrático en Alemania se sacrificó para enfrentarse con las exigencias
del poder corporativo centralizado.
El neoautoritarismo, es un sistema híbrido que combina las tomas de decisión
de élite y los procesos electorales, el cuerpo legislativo elegido y el
corporativo no elegido que toma decisiones, campañas electorales y prácticas
de decreto, minan la noción de una cultura cívica. En este contexto es
importante examinar de una manera crítica el significado de ciudadanía
desde dos ángulos: ciudadanía "formal" y substantiva. La ciudadanía formal
se refiere a los atributos legales destinados al ciudadano según una constitución
escrita o no escrita. La ciudadanía substantiva se refiere a la capacidad
de los individuos a ejercitar el poder en el debate actual de la resolución
de cuestiones políticas. Hoy en día, a los ciudadanos se les niega sistemáticamente
el derecho de voz y voto en las cuestiones substantivas más profundas
que afectan a sus vidas -incluyendo el gasto de estado, impuestos, privatización,
programas de austeridad, subsidios para multinacionales, etc. Para encubrir
esta negación hacia los ciudadanos los defensores elitistas del estado
liberal se refieren a nociones amorfas de "sociedad civil" y "globalización".
Vivimos en sociedades de clases, donde las desigualdades socioeconómicas
son más agudas de lo que han sido a lo largo de los últimos treinta años.
La "sociedad civil" incluye inversores billonarios y banqueros que acumulan
fortunas comprando y vendiendo empresas, cerrándolas y explotando a miles
de trabajadores, así como pagando salarios muy bajos, negando a los trabajadores
eventuales los derechos laborales elementales. Las desigualdades socioeconómicas
y las relaciones explotadoras de la "sociedad civil" definen concepciones
muy distintivas de ciudadanía y acción política. Para los directores corporativos
de la élite rica, la ciudadanía consiste en decisiones macroeconómicas
influyentes; para los trabajadores, la ciudadanía consiste en adaptarse
a esas decisiones o meterse en política de clases para resistirse a ellas.
El punto teórico es que el concepto de sociedad civil es demasiado general
e incluyente para explicar las políticas económicas divisorias generadas
por una clase de sociedad civil contra otra. El ejercicio de ciudadanía
substantiva está estrechamente asociado con la política de clases que
reconocen las relaciones distintivas y desiguales entre sociedad civil
y las relaciones entrelazadas entre las clases dominantes de la sociedad
civil y el Estado.
La ciudadanía substantiva está en profundo conflicto con las prácticas
coactivas de las CMN. Las amenazas públicas y cubiertas de las CMN de
mover el capital, cerrar fábricas, explotar trabajadores es un factor
significativo que mina el debate libre y el proceso legislativo democrático.
Es el revólver corporativo apuntando a la cabeza del trabajo o del legislador
que impiden políticas democráticas.
La ciudadanía sólo puede funcionar cuando los ciudadanos pueden elegir
a los que tornan las decisiones, no bajo el dedo de actores externos sensibles
a las élites políticas y económicas de EE.UU. o de Europa. Los ciudadanos
no pueden comprometerse en debates significativos sin una cultura cívica,
cuando amenazas y chantajes son las armas de un conjunto de intereses.
La ciudadanía requiere que las preferencias electorales basadas en campañas
electorales tengan alguna correspondencia con las políticas del gobierno.
Los socialdemócratas que hablan a la gente antes de las elecciones y se
rinden ante las multinacionales después de ellas ponen en cuestión no
sólo sus credenciales reformistas, sino que también minan la legitimidad
del proceso electoral.
Subida y caída de la democracia en el sur de Europa
A mediados de los años 70, en el sur de Europa (Portugal, España, Grecia)
se experimentó una de las transformaciones políticas más prometedoras
desde el final de la II Guerra Mundial: el fin de las dictaduras militar
y civiles y el surgimiento de regímenes civiles elegidos democráticamente.
Aún más significativo fue que las clases populares (trabajadores, agricultores,
estudiantes, etc.) de la sociedad civil jugaron un papel crucial en la
"transición" organizando asambleas de masas, publicando revistas, debatiendo
cuestiones en consejos de vecinos, en asambleas en fábricas, en cooperativas
rurales, en el campus universitario, etc. Un proceso político se había
puesto en marcha y se movía para democratizar desde el régimen hasta el
lugar de trabajo, relaciones sociales y el estado.
Esta profunda dinámica de democratización sin embargo, fracasó. La transición
a la "democracia pura" se convirtió en transacción entre las élites políticas
emergentes, el poder establecido en el estado autoritario y los escalones
más altos de la estructura de clases, ayudada e incitada por los EE.UU.
y Europa Occidental -principalmente por lo que entonces era Alemania Occidental.
La fusión de nuevos políticos postdictatoriales, de clase media que escalan
posiciones socialmente y los centros de poder del estado conservadores
que existían, limitaron la transición política a un cambio de régimen,
no a una transformación de estado. La nueva configuración institucional
continuó minando las bases democráticas sociopolíticas fundamentales de
la democracia pura, antes de abolir o revocar los avances socioeconómicos
que tuvieron lugar en el período inmediato de la transición. Las agencias
estatales se apropiaron del organismo popular de toma de decisiones. Los
políticos electorales y los oficiales conformistas de la unión comercial
ignoraron o abolieron el estilo asambleario para tomar decisiones en el
lugar de trabajo. Grupos autónomos de vecinos eran sustituidos por agencias
estatales o marginales en el reparto de recursos. En una palabra, la transacción
política que conducía a un "régimen electoral autoritario" híbrido convirtió
deliberada y exitosamente una ciudadanía activa en una clientela electoral
pasiva.
La dinámica política de] régimen transaccional no evitó que la sociedad
civil perdiera su autonomía, su agitado espíritu democrático, y procedió
a desmantelar o a cooptar las nuevas formas institucionales. Las cooperativas
agrícolas fueron desmanteladas, marginadas o burocratizadas. Los consejos
de trabajadores se transformaron en agencias "consultivas" marginales.
Los jefes locales de los barrios se convirtieron de facto en administradores
del desembolso del presupuesto del estado.
La élite o las estructuras ---dearriba abajo" continuaron su propia "lógica
centralizadora": el poder pasó de las asambleas populares a la clase política
electoral, desde el parlamento hasta el ejecutivo, desde la ejecutiva
nacional a las élites "internacionales" de Bruselas, Washington y Bonn.
El autoritarismo del nuevo estilo fue personificado en el jefe político
personalista que designó seguidores leales y sometió bajo el mando de
la OTAN a la CEE (Comunidad Económica Europea) y a los banqueros internacionales.
Ni las elecciones periódicas, partidos competidores, los parlamentos locuaces,
ni los mass-media generalmente libres pero conformistas no eran retos
para ellos.
Los "regímenes de transacción" reprodujeron un estado centralizado de
hecho, comparable con el pasado pero no idéntico a él . Mientras el vocabulario
de democracia y de una "transición democrática" circulaba mucho y era
aceptado, en general, por la mayoría de los académicos, periodistas y
el público en general, el poder político estaba cada vez más concentrado
en los acuerdos formados para repartir el poder entre las nuevas élites
políticas del brazo ejecutivo y los "capitalistas con miras al exterior"
y sus cada vez más importantes socios inversores extranjeros.
Los regímenes transaccionales del sur de Europa estaban afianzados esencialmente
en dos lógicas: la tradicional relación entre patrón/cliente que consolidaba
el poder doméstico, y la nueva lógica de "integración" por subordinación
ante los circuitos internacionales de capital y poder. Este estilo "híbrido"
de hacer política era complementario, no contradictorio. La clientela
suministró la estabilidad política que facilitó la "liberalización" y
la "apertura económica" beneficiando a esas clases y grupos dentro de
los circuitos internacionales, mientras perjudicaba a muchos que estaban
fuera de los circuitos.
Los regímenes transaccionales siguieron una trayectoria política que movió
la democracia social y el liberalismo social a neoliberalismo. Esta trayectoria
política reflejó y dio forma a la creación de una estructura de clases
nueva, con un desdoblamiento tanto horizontal como vertical: las clases
clave, los "capitalistas transnacionales" locales forjaban acuerdos rápidamente
o se fusionaban o eran comprados por medio de capital de Europa, de los
EE.UU. y de Japón. Las élites de los servicios de turismo, de comercio
y de la banca desarrollaron una gran afinidad y cambios substanciales
para respaldar enérgicamente un giro hacia el "neoliberalismo", del mismo
modo en que lo hicieron los asesores profesionales con las multinacionales
y con los académicos con aspiraciones de llegar a ser "funcionarios internacionales".
Bajo estas clases clave que salían beneficiadas había trabajadores, agricultores
y pequeños hombres de negocios que generalmente sufrieron las consecuencias
adversas, particularmente durante el "período neoliberal tardío", viendo
desgastados sus beneficios sociales, sus subsidios y su protección laboral.
Los partidos socialistas del sur de Europa jugaron un juego fundamental
en la formación del régimen transaccional y la desmovilización de las
clases populares en la transición hacia el liberalismo social. Sus credenciales
oposicionistas les dieron un grado de legitimidad del que los partidos
tradicionales de derecha desacreditados carecían. Los socialistas eran
capaces de "vender" a las clases populares la idea de que la reconsolidación
del régimen híbrido era un elemento de "estabilización de la democracia"
y ocultar el hecho de que aquello era una cuña que abría el camino para
la vuelta al poder de una nueva forma de reglas elitistas capitalistas.
Los partidos socialistas cambiaron el discurso ideológico básico desde
justicia social y ecuanimidad hasta "modernización", "europeización" y
"empresa", ofuscando (en términos ideológicos) de esta manera el surgimiento
de una nueva clase dirigente, y nuevas formas de explotación y desigualdades.
El "discurso europeizador" de los socialistas fue particularmente efectivo
y útil. En primer lugar, se aprovechó del complejo de inferioridad de
los europeos del sur y evocó imágenes de una gran capacidad de consumo
y fuertes programas de bienestar social (de los cuales ninguno se materializó
de manera continua ni generalizada), En segundo lugar la "europeización"
proporcionó a los socialistas una cobertura ideológica en los países del
sur de Europa para adentrar su economía y su estructura militar y política
en Europa como miembros subordinados. La desigual unión de economías y
el sufrimiento que esto ocasionó a muchos fue racionalizado como el coste
que había que pagar necesariamente para convertirse en "europeos". Para
la élite de la economía, militar y estatal, por supuesto, había beneficios
-subsidios, carreras profesionales, prestigio y codos que rozaban con
compañeros socialistas de Europa Occidental, así como garantías contra
la reversión al pasado o revoluciones en el futuro.
En el actual esquema de cosas, los socialistas del sur de Europa han sido
ascendidos a posiciones de "responsabilidad" por mandato de la OTAN (léase
Washington). Javier Solana, el socialista español, lleva a cabo la política
de la Administración de Clinton como Secretario General de la OTAN. Westendorf,
un vestigio de Franco que ejerció en el Ministerio de Asuntos Exteriores
de Felipe González, desempeña la labor de enviado de Washington en Bosnia.
Costas Simitis, el Primer Ministro griego, colabora con Washington en
la entrega del líder kurdo Ocalan al represivo régimen turco. Portugal
provee de tropas a las misiones de la OTAN en Europa.
El discurso europeizador es, en efecto, una racionalización ideológica
para la abdicación de una política democrática exterior independiente
para el sur de Europa. Las conexiones sociales subyacentes entre los intereses
capitalistas transnacionales del sur de Europa y el capital euroamericano
proporcionan la "base política" para la integración, por medio de una
estrategia de subordinación.
El resultado de este tipo de europeización es, sin embargo, un nuevo divorcio
entre la toma de decisiones los ciudadanos. Las líneas de mandato se extienden
más allá, hacia arriba y hacia fuera, las líneas de transmisión de mandato
(políticas) son más impersonales y unidireccionales (por medio de los
massmedia) y el papel de los ciudadanos es de manera creciente una de
dos: o consumidor, o destinatario.
Las revueltas, protestas y marchas ocurren en respuesta a los programas
económicos de diseño elitista: los granjeros protestan por recortes en
los subsidios; los trabajadores se manifiestan contra el desempleo; la
servidumbre civil golpea contra los recortes a lo Mastricht en los presupuestos...
todavía la estructura centralizada y su apuntalamiento ideológico, y el
apoyo de los partidos, ambos se mantienen en su lugar... al menos por
ahora.
Conclusión
El resurgimiento de relaciones imperiales -erróneamente descrito como
"globalización" ha hecho estragos en las prácticas democráticas. junto
con la redefinición de democracia como toma de decisiones de manera centralizada
mediante elecciones, el papel de los ciudadanos como protagonistas de
debates políticos públicos francamente ha decaído. El resultado es una
mayor apatía del votante, una abstención creciente y el rechazo a apoyos
políticos, el "antivoto" - así como una mayor recurrencia a la acción
extraparlamentaria.
Las perspectivas para una nueva reorganización sociopolítica apremian
y la posibilidad de un orden político económico más participativo (democracia
pura o socialismo) depende de varios factores.
1. La propagación de la crisis capitalista desde el Sudeste de Asia, América
Latina, Rusia y la ex-URSS hasta EE.UU. y Europa. Hay razones muy plausibles
para creer que esto es probable, dada la coacción de que el colapso de
estos mercados sería aprovechado para realizar las mayores corporaciones
en Europa y en los EE.UU..
2. Se están perfilando en el horizonte cambios sociopolíticos a gran escala
en regiones que han sido afectadas por la crisis y que son claves: en
China el malestar político está creciendo hacia el interior del país debido
a cierres masivos y a las redes de seguridad no existentes. En Brasil,
la depresión está provocando cada vez más confrontaciones a muchos niveles
-desde gobernadores del Estado hasta los trabajadores sin tierra. En Indonesia,
Rusia, etc., devastados por el colapso del capitalismo están surgiendo
retos sociales similares.
3. Las confrontaciones militares y políticas provocadas por la partición
de Yugoslavia por obra militar de Washington -OTAN puede probablemente
provocar un conflicto militar prolongado desestabilizando los Balcanes
y podría llevar a una guerra más general,
4. El boom de los EE.UU. se alimenta en parte de una exagerada burbuja
especulativa que es insustancial. Los stocks están muy sobrevaluados;
los ahorros son negativos y el resultado de la economía productiva no
tiene relación con la economía escrita sobre el papel.
Si en efecto cualquiera o todos estos sucesos se volvieran realidad estaríamos
posiblemente ante un crecimiento de políticas extraparlamentarias en Occidente
y una radicalización de los procesos políticos en el Sur y en el Este.
Los partidos ya establecidos, incluso los socialistas o especialmente
ellos, convencidos profundamente de su misión como guardianes del status
quo y creyentes de sus propios mitos de pertenecer al "centro izquierda"
o Tercera Vía son estructuralmente incapaces de liberarse de un orden
político económico en crisis. Los nuevos movimientos sociopolíticos tomarán
probablemente en un principio la forma de los consejos de parados en Francia,
de las confrontaciones de agricultores y granjeros con el estado, de las
huelgas generales de los trabajadores daneses, etc.
El colapso del neoliberalismo ya está provocando una profunda reflexión
sobre la despreocupada "liberalización" que ha condenado a cientos de
millones de personas a la pobreza en Asia, América Latina y Rusia. Hay
una gran posibilidad de que se dé un giro hacia un desarrollo interno
en contra de la "globalización" imperialista, un restablecimiento del
proyecto socialista -la resocialización de empresas privadas en quiebra
como alternativa a las adquisiciones del exterior, niveles más altos en
planes públicos y un retorno al modelo de asamblea popular para la democratización
de espacios públicos y privados.
En el sur de Europa, la crisis y la reflexión de la trayectoria realizada
al finalizar los años 70 puede llevar a una reanimación del «espíritu
de 1974"; la crisis saca lo mejor y lo peor de la gente. Por parte de
las clases gobernantes en decadencia siempre hay una amenaza de represión
para retener el poder y para subvencionar sus pér didas; para las clases
populares, consejos, asambleas, solidaridad -un resurgimiento de la ciudadanía
en lugar de relaciones patrón-cliente.
Lo que está claro es que un cuarto del mundo capitalista no puede prosperar
cuando tres cuartos están en crisis profunda -las leyes de acumulación
capitalista no pueden operar en unas circunstancias tan restrictivas.
Lo que también queda claro es que el actual éxito del capitalismo en Europa
y en los EE.UU. está ampliamente basado en la desmantelación del estado
de bienestar social y en el rechazo a acceder a cualquier pacto social
significativo. Tal y corno hemos visto, incluso las más mínimas reformas
fiscales propuestas por el anterior ministro alemán de finanzas fueron
rechazadas, y el propio ministro fue expulsado. Esto suscita una cuestión
fundamental: si el bienestar social, tal y como históricamente ha sido
entendido en Europa no es verosímil bajo la existencia real del capitalismo,
¿cuáles son las alternativas? Recuerdo una de las exhibiciones retóricas
del Presidente Kennedy, que sin embargo contenía una profunda verdad "Aquellos
que hacen que la reforma sea imposible hacen que la revolución sea inevitable".
Tomado de Rebelión
19/6/00.
|