Emergiendo
desde la Atlántida al Santuario del Espíritu
Carta Nº 12
EL PODER DE LA VOLUNTAD
Todo se doblega ante una voluntad firme,
gracias a la perseverancia la naturaleza revela a la voluntad humana sus
secretos
Víctor
Manuel Guzmán Villena
La voluntad es el
poder que el alma tiene para determinar, con consciencia y reflexión, a un acto
libremente escogido.
Y en esto
consiste precisamente el arte de educar la voluntad: en saber desarrollar la
facultad de dirigir sus actos, restringiendo la esfera del impulso mecánico y
el imperio del capricho, para que el alma sea completamente dueña y señora de
todas las energías. El humano posee tanta más fuerza de voluntad cuanto mejor
sabe sustraerse al dominio de las fuerzas exteriores y más perfectamente gobernar
los impulsos vitales que brotan del interior de su ser.
Cosa
difícil es hallar un ser humano completamente dueño de su voluntad. Los humanos
generalmente hablando se dividen en dos grandes grupos: apáticos y violentos.
En los apáticos el impulso interno es casi nulo; las fuerzas vitales permanecen
como sepultadas en la inacción, y en su actividad tan débil e insuficiente que
no llega casi nunca a ponerse en consonancia con lo que exige de ellos el
deber. Esta languidez de espíritu, este abatimiento al esfuerzo es la
enfermedad de la voluntad más universalmente extendida y al propio tiempo la
más peligrosa.
En los violentos,
los que todos somos en determinadas ocasiones bajo la influencia de la pasión,
el impulso es por el contrario excesivo y desordenado como un indomable caballo
que no obedece al freno. Ni unos ni otros tienen dominio de su voluntad. Será
dueño de su voluntad pues, aquel que durante horas de apatía sepa despertar sus
energías amortiguadas, utilizando poca fuerza para determinar el impulso conveniente,
y que, en los momentos de excitación desordenada, apacigüe y refrene sus
pasiones, dirigiendo por el camino del deber las actividades fecundas que en su
alma se desbordan.
La verdadera
dignidad
El primer
resultado de semejante dominio será la manifestación y el desarrollo de la
personalidad. Si ha podido afirmarse, con mucha verdad que apenas existe entre
mil humanos, sólo uno que sea persona, es porque, en efecto, la mayor parte en
lugar de tener el alma en sus manos, se dejan guiar por influencias externas o
por las ciegas exigencias de su sensibilidad. La verdadera dignidad del humano
se funda en lo que es y no en lo que tiene. Los hombres sin voluntad no son,
pues, tales hombres, ya que ni se pertenecen, ni producen, ni adquieren. Por la
voluntad se librarán de sus explotadores, se harán dueños de sí mismos,
recobrando la libertad, con lo cual llegarán a ser personas morales, elevándose
así del estado de degradación a la verdadera grandeza.
La conquista de
sí mismo exige mayor esfuerzo que la conquista de los demás -lo que demuestra
la historia de casi todos los grandes hombres-, el desenvolvimiento de la
personalidad entraña el poder de acción y el imperio de la influencia sobre los
demás hombres. Gobernarán el mundo y poseerán la tierra, pues aquellos que
hayan tomado antes posesión de sí mismos, haciéndose dueños de sus actos.
Perseverancia
Todo
se doblega ante una voluntad firme, aun los seres inanimados y la misma fuerza bruta.
Gracias a la perseverancia en el trabajo y la tenacidad en los proyectos, la
naturaleza revela a la voluntad humana sus secretos y sus recursos: por esta
razón se ha dicho que el genio es la paciencia sufrida y perseverante, y es
cosa averiguada que la voluntad no tiene menos parte que el talento en los más
admirables descubrimientos y en las más atrevidas empresas.
El valor
intelectual es, generalmente hablando fruto y resultado de la voluntad. Dos
inteligencias de iguales alcances obtienen frecuentemente muy diferentes
resultados, según sea la voluntad que las dirige: el talento sea el que fuere,
no se desarrolla y vigoriza sino mediante el continuo ejercicio. Es cosa
averiguada que, las más de las veces, la fecundidad de un sabio depende de la
fuerza de atención del individuo, pues nada produce si se le divide y distrae
en diferentes cosas. Fijo en una sola por la atención, la penetra y profundiza
al par que se enriquece. Pero la atención es fatigosa; no se consigue sin
esfuerzo y sin lucha, y es el más ventajoso resultado y quizá la más exacta
medida de la fuerza de voluntad.
Nadie ignora que
el talento depende en gran parte del esfuerzo de la voluntad; pero igualmente
el mismo organismo, que guarda la misma subordinación. Por tanto no puede
dudarse que la voluntad es tributaria de la salud, pero la voluntad influye a
su vez en la salud, ya que regula el organismo, equilibra la alimentación y el
desgaste y templa las excitaciones cuya violencia sería perniciosa; es aún
mayor su alcance, pues su entereza comunica al organismo todo cierta tonicidad,
que justifica, en parte su papel terapéutico que se ha querido señalar a la
voluntad.