Emergiendo desde la
Atlántida al Santuario del Espíritu
Carta Nº 17
PROCESOS DE
CAMBIO EN NUESTRAS VIDAS
La
gente desea introducir cambios positivos en su vida, tener comportamientos
sanos, pero en ocasiones parece producirse una especie de inercia o resistencia
Víctor
Manuel Guzmán Villena
En los actuales tiempos del avance
tecnológico, científico y una búsqueda incesante de nuevas formas de vida nos
hace imprescindible servirnos de los
instrumentos del aprendizaje y la educación para producir cambios positivos en
nuestras vidas, y esta convicción ha de cultivarse para convertirla en
determinación. A continuación, la determinación se transforma en acción; una
determinación firme nos permite realizar un esfuerzo continuado para poner en
marcha los verdaderos cambios. Este factor es el decisivo. Así por ejemplo, si
se quiere dejar de fumar, lo primero es ser consciente de que fumar es nocivo
para el cuerpo. Por tanto, se tiene que educarse. Pero, a menudo, ese
aprendizaje por sí solo no es suficiente. Se tiene que incrementar esa
consciencia hasta que se lleve a una firme convicción sobre los efectos nocivos
del tabaco. Eso fortalece a su vez la determinación de cambiar. Finalmente, se
tiene que realizar un esfuerzo para establecer nuevos hábitos. Ese es el
proceso de cambio.
Al margen del comportamiento que se
intente cambiar, del objetivo hacia el que se dirija los esfuerzos, se necesita
desarrollar una fuerte voluntad o deseo de hacerlo. Se necesita gran
entusiasmo. En este aspecto el sentido de urgencia es un factor clave que ayuda
a superar los problemas. Por ejemplo, el conocimiento que se tiene sobre los
graves efectos del sida ha creado en muchas personas la necesidad perentoria de
modificar su comportamiento sexual. Con frecuencia, una vez que se ha obtenido
la información adecuada, surge la seriedad y el compromiso.
El sentido de lo perentorio no sólo
ayuda a superar los problemas personales, sino también los comunitarios. Existen
varias técnicas para generar este entusiasmo. Hay que descubrir el potencial
que tenemos dentro de nuestro cuerpo, de los buenos propósitos a los que puede
servir, de los beneficios y ventajas de tener una forma humana, etc. Esas
discusiones nos instilan confianza, nos incita a utilizar nuestro cuerpo de
forma positiva y surge la necesidad de utilizar provechosamente todos los
preciosos momentos de nuestra vida.
Por tanto debemos dejar la apatía que tanto
nos afecta, la misma que obedece a factores biológicos, por tanto hay que
cambiar el estilo de vida. Así, por ejemplo, dormir lo suficiente, seguir una
dieta saludable, desviarse de los vicios, y esto nos ayuda a mantener una mente
más alerta. Pero también hay otra clase de apatía o pereza, la que surge de la
debilidad de la mente.
Para superar esta apatía y generar
compromiso y entusiasmo que permitan cambiar comportamientos o estados mentales
negativos, creo que el método más efectivo y quizá la única solución es ser
siempre consciente de los efectos destructivos del comportamiento negativo.
Quizá haya que recordar repetidas veces dichos efectos. Pero a menudo la gente
desea introducir cambios positivos en su vida, tener comportamientos sanos, pero
en ocasiones parece producirse una especie de inercia o resistencia. Aquí hay
que utilizar el hábito en beneficio propio. Al familiarizarnos constantemente
con nuevas pautas de comportamiento, podemos establecerlas de modo definitivo.
Por ejemplo, si una persona esta acostumbra a levantarse a determinada hora y
luego por necesidad tiene que dormir una hora menos. Al principio necesitará
esfuerzo para acostumbrarse, con el
transcurrir tiempo lo hará sin ningún esfuerzo, ello se debe al poder de la
costumbre.
Del mismo modo, podemos superar
cualquier condicionamiento negativo y efectuar cambios positivos en nuestra
vida. Pero hay que tener en cuenta que el cambio genuino no se produce de la
noche a la mañana. En mi caso si comparo el estado mental actual con el de hace
veinte años, observo una gran diferencia. Pero a eso he llegado, paso a paso,
desarrollando profundo aprecio por los principios filosóficos, y espirituales,
que al principio me habían parecido casi antinaturales. Todo me vino a través
de la familiarización gradual. Como ve, en lo más profundo, el desarrollo
mental requiere tiempo.
He mencionado la necesidad de un alto
nivel de entusiasmo y determinación para transformar la mente, para efectuar
cambios positivos. Al mismo tiempo, sin embargo, reconocemos que el verdadero
cambio sólo se produce con lentitud y puede exigir mucho tiempo, aquí empleados
la virtud de la templanza para lograr los objetivos y nos abandonarlos.
Y reafirmo que la educación es el
primer paso para producir transformación interna. Aunque casi todo el mundo
reconoce, menos los políticos, la importancia de la educación, solemos pasar
por alto su papel como factor vital para alcanzar la felicidad. Investigaciones
demuestran que hasta la educación puramente académica contribuyen a la
felicidad. y se ha puesto de manifiesto que los niveles superiores de educación
tienen eco beneficiosos en la salud y hasta protege la depresión. Al tratar de
determinar las razones de estos efectos, los científicos han sugerido que las
personas mejor educadas son más conscientes de los factores de riesgo para la
salud; están mejor capacitadas para adoptar medidas que favorezcan e
incrementen la autoestima, tienen mayores posibilidades para solucionar
problemas y también disponen de estrategias más efectivas para afrontar las
situaciones.
El siguiente paso es generar decisión y
entusiasmo. El psicólogo educativo Benjamín Bloom estudió la vida de algunos
artistas, atletas y científicos de los Estados Unidos más destacados y
descubrió que el impulso y la decisión y no el talento natural, fue lo que les
permitió triunfar. Por tanto, cabe concluir que también son factores
determinantes.
Otro paso es la motivación humana, y se
identifica tres clases principales. La primera es la motivación primaria, impulso
basado en las necesidades de sobrevivir. Incluye las necesidades de alimento,
agua, aire, etc. La segunda agrupa necesidades de estímulo e información, que
para algunos investigadores son innatas e intervienen en la maduración y el
funcionamiento del sistema nervioso. Por último, tenemos las motivaciones
secundarias, derivadas de necesidades e impulsos adquiridos. Muchas de ellas
están relacionadas con la necesidad de éxito y poder, influidas por fuerzas
sociales y configuradas por el aprendizaje.
Pero el impulso y la decisión no se
deben utilizar únicamente para buscar el éxito en el mundo profano, sino que se
desarrollan a medida que se obtiene una comprensión más clara de los factores
que conducen a la verdadera felicidad y se utilizan en la búsqueda de objetivos
superiores, como la compasión y el crecimiento espiritual.
El esfuerzo, es el último factor de
cambio, y constituye un elemento necesario para establecer un nuevo
condicionamiento. La idea de que podemos cambiar nuestros comportamientos y pensamientos
negativos mediante un nuevo condicionamiento no sólo es compartida por
psicólogos, sino que constituye el fundamento de la psicología conductista: las
personas han aprendido a ser como son, de modo que adoptando nuevos
condicionamientos se puede resolver una amplia gama de problemas.
Aunque la ciencia ha revelado que la
predisposición genética de la persona tiene un papel muy claro en las
respuestas del individuo ante el mundo, muchos creen que buena parte de nuestra
forma de comportarnos, de pensar y de sentir viene determinado por el
aprendizaje y el condicionamiento, es decir, por la educación y las fuerzas
sociales y culturales. Y puesto que los comportamientos son reforzados por el
hábito, se nos abre la posibilidad de erradicar el condicionamiento nocivo y
sustituirlo por uno útil, la vida.
Realizar un esfuerzo continuado para
cambiar el comportamiento no sólo es útil para superar los malos hábitos, sino
también para cambiar nuestros sentimientos fundamentales. Los experimentos han
demostrado que así como nuestras actitudes determinan nuestro comportamiento,
idea comúnmente aceptada, el comportamiento también puede cambiar nuestras
actitudes.