Emergiendo desde la Atlántida al
Santuario del Espíritu
Carta Nº 26
“GEOMETRIA SAGRADA”
PRACTICA CONTEMPLATIVA
Platón consideraba a la geometría y a los números como el más conciso y
esencial, y por tanto el ideal de los lenguajes filosóficos
VICTOR MANUEL GUZMAN
VILLENA
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La
geometría es una de las ciencias más representadas en las ceremonias y símbolos
de las escuelas iniciáticas y la que entre todas es considerada como más
esencial. Geometría significa “medida de la tierra”. En el antiguo Egipto, del
que Grecia heredó dicho estudio, el Nilo desbordaba sus márgenes cada año,
anegando la tierra y borrando el metódico trazado de las parcelas y las zonas
de cultivos. Esa inundación anual simbolizaba para los egipcios el retorno
cíclico del primigenio caos acuoso, y cuando las aguas se retiraban empezaba la
tarea de redefinir y reestablecer los linderos. Este trabajo se llamó geometría
y era considerado como el restablecimiento del principio del orden y de la ley
sobre la tierra. Cada año, cada zona medida era un poco diferente. El orden
humano era cambiante, y eso se refleja en el ordenamiento de la tierra. El
astrónomo del templo podía decir que ciertas configuraciones celestes habían
cambiado, y por lo tanto la orientación o la ubicación de un templo tenían que
ajustarse a ello. Así pues, el trazado de las parcelas sobre la tierra tenía,
para los egipcios, una dimensión tanto metafísica como física y social. Esa actividad de “medir
la tierra” se convirtió en la base de una ciencia de las leyes naturales tales
y como se encarnan en las formas arquetípicas del círculo, el cuadrado y el
triángulo.
La
geometría es el estudio del orden espacial mediante la medición de las
relaciones entre las formas. La geometría y la aritmética, junto con la
astronomía, la ciencia del orden temporal a través de la observación de los
movimientos cíclicos, constituían las principales disciplinas intelectuales de
la educación clásica. El cuarto elemento de ese importante programa de cuatro
partes, el quadrivium, era el estudio de la armonía y la música. Las leyes
universales que definían la relación y el intercambio entre los movimientos
temporales y acontecimientos celestes por una parte y el orden espacial y el
desarrollo sobre la tierra por otra. Luego se agregaron la gramática, que
enseña a expresar las ideas con las reglas propias
del lenguaje; la retórica, los adornos y belleza del estilo hablado; la
lógica para formar juicios exactos de las cosas, tres elementos más y con ello
se formaron lo que se llama las Artes Liberales que son siete y que está
representado en los Siete maestros necesarios para formar una logia justa,
regular y perfecta.
El
objetivo implícito de esa educación era permitirle a la mente convertirse en un
canal a través del cual la “tierra” (el nivel de la forma manifestada) podía
recibir lo abstracto, la vida cósmica de los cielos. La práctica de la
geometría era una aproximación a la manera en que el universo se ordena y se
sustenta. Los diagramas geométricos pueden ser contemplados como momentos de
inmovilidad que revelan una continua e intemporal acción universal generalmente oculta a nuestra
percepción sensorial. De esa manera una actividad matemática aparentemente tan
común puede convertirse en una disciplina para el desarrollo de la intuición
intelectual y espiritual.
Platón
consideraba a la geometría y a los números como el más conciso y esencial, y
por tanto el ideal de los lenguajes filosóficos. Pero no es sino en virtud de
su funcionamiento a cierto “nivel” de realidad que la geometría y los números
pueden convertirse en un vehículo para la contemplación filosófica. La
filosofía griega definía esa noción de “niveles”, tan útil en nuestro
pensamiento, distinguiendo el “tipo” del “arquetipo”. Según indicaciones que
vemos en los relieves murales egipcios, dispuestos en tres registros –el
superior, el medio y el inferior- podemos definir un tercer nivel, el “ectipo”
situado entre el arquetipo y el tipo.
Para
ver como funciona cada uno de ellos, tomemos un ejemplo de algo tangible, como
una brida o freno que se utiliza para controlar a un caballo. Esa brida puede
tener cierto número de formas, materiales, tamaños, colores, utilidades, y
todas ellas son brida.
La
brida así considerada es un tipo: existe, es diversa y variable. Pero en otro
nivel está la idea o la forma de brida, el modelo de todas las bridas. Esta es
una idea no manifestada, pura y formal, y ese es el ectipo. Y por encima de ese
está todavía el nivel arquetípico, que es del principio o poder-actividad, es
decir un proceso que la forma ectípica y el ejemplo de tipo de joya sólo
representa. El arquetipo tiene que ver con los procesos universales o modelos
dinámicos que pueden considerarse independientes de cualquier estructura o
forma material. El pensamiento moderno tiene difícil acceso al concepto de
arquetipo porque las lenguas europeas requieren que los verbos y la acción se
asocien con sustantivos. Por tanto no tenemos formas lingüísticas con que
imaginar un proceso o una actividad que no tenga un vehículo material. Las
culturas antiguas simbolizan esos procesos puros y eternos como dioses, es
decir, poderes o líneas de acción a través de las cuales el espíritu se
concretizaba en energía y materia. La brida se relaciona pues con la actividad
arquetípica mediante la función de palanca: el principio de que las energías
son controladas, especificadas y modificadas mediante los efectos de la
angulación.

Así
pues, vemos que con frecuencia el ángulo –que es fundamentalmente una relación
entre dos números- habría sido utilizado en el simbolismo antiguo para designar
un grupo de relaciones fijas que controlan complejos o modelos interactivos. De
esa manera, los arquetipos o dioses
representan funciones dinámicas que vinculan entre sí los mundos superiores de
la interacción y el proceso constante, y el mundo real de los objetos
concretos. Veamos, por ejemplo, que un ángulo de 90º o de 45º, de la misma
forma, la óptica geométrica revela que cada sustancia refleja la luz en forma
característica en su propio ángulo particular, y es ese ángulo el que nos da
nuestra definición más precisa de la sustancia. Además, los ángulos de los
patrones de unión entre las moléculas determinan en gran parte las cualidades
de la sustancia.
En
el caso de la brida, esa relación o juego angular se manifiesta en la relación
entre el bocado y la correa de la brida o entre el bocado y la inclinación del
cuello o la mandíbula y el bíceps del jinete. Partiendo del nivel del arquetipo
o idea activa, el principio de la brida puede aplicarse metafóricamente a
muchos campos de la experiencia humana.
Funcionando
pues a nivel arquetípico, la geometría y los números describen energías
fundamentales y causales en su entretejida y eterna danza. Es ese modo de ver
el que subyace bajo la expresión de sistemas cosmológicos y configuraciones
geométricas. Por ejemplo, el más reverenciado de todos los diagramas tántricos,
el Sri Yantra representa las funciones
necesarias activas en el universo mediante nueve triángulos entrelazados.
Sumirse en un diagrama geométrico de esa índole es entrar en una especie de
contemplación filosófica.
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Para
Platón, la realidad consistía en esencias puras o ideas arquetípicas de las que
los fenómenos que percibimos son sólo reflejos (la palabra griega “Idea”
también se traduce como “Forma”). Estas
ideas no pueden ser percibidas por los sentidos, sino sólo por la razón pura.
La geometría era el lenguaje que recomendaba Platón como el modelo más claro
para describir ese reino metafísico.
“¿Acaso no sabéis que los geómetras
utilizan las formas visibles y hablan de ellas, aunque no se trata de ellas sino de esas cosas de las que son un
reflejo y estudian el cuadrado en sí y la diagonal en sí, y no la imagen de
ellos que dibujan? Y así sucesivamente
en todos los caos. Lo que realmente buscan es poder vislumbrar esas
realidades que sólo pueden ser contempladas por la mente”. Platón, La República, VII.
El
Platónico considera nuestro conocimiento de la geometría como innato en
nosotros, adquirido antes de nacer, cuando nuestras almas estaban en contacto con
el reino del ser ideal.
“Todas las formas matemáticas tienen
una permanencia primera en el alma; de tal modo que antes de lo sensible, ésta
contiene números con su propia dinámica; figuras vitales antes de las
aparentes; razones armónicas antes que las cosas armónicas, y círculos
invisibles antes que los cuerpos que se mueven en el círculo”. Thomas Taylor.
Platón
lo demuestra en Menón, donde hace que
un joven sirviente sin instrucción resuelva instintivamente el problema
geométrico de duplicar el cuadrado.

Para
el espíritu humano, atrapado en un universo en movimiento, en la confusión de
un perpetuo flujo de acontecimientos, circunstancias y desconcierto interno,
buscar la verdad siempre ha consistido en buscar lo invariable, llámese ideas,
formas, arquetipos, números o dioses. Entrar en un templo construido en su
totalidad conforme a las proporciones geométricas invariables es entrar en el
reino de la verdad eterna. Dice Thomas Taylor: “La geometría lo permite a su devoto, como un puente, franquear la
oscuridad de la naturaleza material, como si fuese un mar oscuro hacia las
regiones luminosas de la realidad perfecta”. Empero,
no se trata de absoluto de un suceso automático que ocurra con sólo
coger un libro de geometría. Como dice Platón, el fuego del alma debe ser
gradualmente reavivado por el esfuerzo: “Qué
gracia me hacéis, los que parecéis preocupados porque yo os imponga estudios
poco prácticos. No es propio únicamente de los espíritus mediocres, sino que
todos los hombres tienen dificultades para persuadirse de que es a través de
esos estudios, utilizados como instrumentos como se purifica el ojo del alma, y
como se propicia que un nuevo fuego arda en ese órgano que estaba oscureciendo
y como extinguido por las sombras de otras ciencias, un órgano más importante
de conservar que diez mil ojos, ya que es el único con el que podemos
contemplar las verdad”. La República, VII (Citado por Teón de Esmirna (siglo II) en su
Matemáticas útiles para entender a Platón.
La
geometría trata de la forma pura, y la geometría filosófica reconstruye el
desarrollo de cada forma a partir de otra anterior. Es una manera de hacer visible el misterio creativo
esencial. El paso de la creación a la procreación, de la idea pura, formal y no
manifestada al (aquí abajo), el mundo
que surge de ese acto original divino, puede trazarse mediante la geometría, y
experimentarse mediante la geometría, y experimentarse mediante la práctica de
la geometría.
Inseparable
de este proceso es el concepto del número y para los pitagóricos, el
número y la forma a nivel de idea eran
uno solo. Pero en este contexto el número debe entenderse de manera especial.
Cuando Pitágoras decía “Todo está
ordenado en torno al número”, no pensaba en los números en el sentido
enumerativo ordinario. Además de la simple cantidad a nivel ideal los números
están impregnados por una calidad, de tal manera que la “dualidad”, la
“Trinidad” o la “Tétrada” por
ejemplo, no son simples compuestos de 2, 3 o 4 unidades, sino que son un todo o
una unidad en sí mismas, cada una de ellas con sus correspondientes
propiedades. El “dos”, por ejemplo se
considera como la esencia original de la que procede y en que funda su realidad
el poder de la dualidad.
r.a.
Schwaller de Lubiez propone una analogía mediante la cual se puede entender
este sentido universal y arquetípico del número. Una esfera giratoria se nos presenta con la noción de un
eje. Pensemos en ese eje como en una línea ideal o imaginaria que atraviesa la
esfera. No posee existencia objetiva, y sin embargo no podemos sino estar
convencidos de su realidad; y para determinar cualquier cosa relacionada con la
esfera, tal como su inclinación o su velocidad de rotación, debemos referirnos
a ese eje imaginario. El número en su sentido enumerativo corresponde a las medidas
y movimientos de la superficie exterior de la esfera, mientras el aspecto
universal del número es análogo al principio inmóvil, no manifestada y
funcional de su eje.
Llevemos
ahora nuestra analogía al plano bidimensional. Si tomamos un círculo y un
cuadrado y le damos el valor 1 al diámetro del círculo y también al lado del
cuadrado, entonces la diagonal del cuadrado siempre será (y ésta es una ley
invariable) un número “inconmensurable” “irracional”. Decimos que ese número se
puede prolongar en un número infinito de
decimales sin llegar nunca a una resolución. En el caso de la diagonal del
cuadrado, ese decimal es 1,4142…. Y se llama raíz cuadrada de 2. Con el círculo
si le damos el diámetro el valor 1, la circunferencia siempre será de tipo
inconmensurable, 3,14159…, que conocemos como el símbolo griego, pi.
El principio sigue siendo el mismo en el caso inverso, si le damos el
valor fijo y esa transacción única en que la vibración oída se convierte en
forma vista; y su geometría explora las
relaciones de la armonía musical. Aunque interrelacionadas en su función,
nuestros dos principales sentidos intelectuales, la vista y el oído, utilizan
nuestra inteligencia en dos formas completamente distintas. Por ejemplo, con
nuestra inteligencia óptica, para formar un pensamiento componemos una imagen
de nuestra mente. Por otra parte, el oído utiliza la mente en una respuesta
inmediata y sin imagen cuya acción es expansiva y evoca una respuesta de
asociar con experiencias subjetivas, emocionales, estéticas o espirituales.
Tendemos a olvidar que también interviene cuando la razón percibe relaciones
invariables. Por tanto, cuando centramos nuestra experiencia sensorial en
nuestra capacidad auditiva, podemos darnos cuenta de que es posible escuchar un
color o un movimiento. Esta capacidad intelectual es muy diferente de la
“visual”, analítica o secuencial que normalmente utilizamos. Es esta capacidad,
asociada con el hemisferio derecho del cerebro, la que reconoce patrones en el
espacio o conjuntos de cualquier tipo. Puede percibir simultáneamente los
opuestos y captar funciones que ante la facultad analítica parecen
irracionales. Es de hecho el complemento perfecto de la capacidad visual y
analítica del hemisferio izquierdo, ya que absorbe órdenes espaciales y simultaneas.
Esa cualidad intelectual innata se asemeja mucho a los que los griegos llamaban
la razón pura, o lo que en la India
llamaban el corazón-mente.
Los antiguos egipcios tenían para ello un hermoso nombre, la
inteligencia del corazón, y alcanzar esa cualidad de entendimiento era la meta implícita de la vida. La práctica
de la geometría, aunque hace uso también de la facultad analítica, utiliza y
cultiva ese aspecto auditivo e intuitivo de la mente. Por ejemplo uno
experimenta el hecho del crecimiento geométrico a través de la imagen del
cuadrado cuya diagonal forma el lado de un segundo cuadrado. Se trata de una
certeza no razonada captada por la mente a partir de la experiencia real de
ejecutar el dibujo. La lógica está contenida en las líneas de papel, que no se
pueden dibujar de otra forma.
Como
geómetras equipados únicamente con compases y reglas, entramos en el mundo
bidimensional de la representación de la forma. Se establece un vínculo entre
los reinos del pensamiento más concreto (forma y medida) y los más abstractos.
En la búsqueda de las relaciones invariables que gobiernan e interrelacionan
las formas nos ponemos en resonancia con el orden universal. Al reproducir la
génesis de esas formas intentamos conocer los principios de la evolución. Y de
esa manera, a elevar nuestros propios patrones de pensamiento a esos niveles
arquetípicos, propiciamos que la fuerza de esos niveles penetre nuestra mente y
nuestro pensamiento. Nuestra intuición se anima, y quizá como dice Platón, el
ojo del alma pueda ser purificado y encendido de nuevo, “pues sólo a través de
él podemos contemplar la verdad”.
Uno
de los supuestos fundamentales de las filosofías tradicionales reside al
parecer en que el propósito de las facultades intelectuales del humano es el de
acelerar nuestra propia evolución superando las limitaciones del determinismo
biológico que constriñen a todos los demás organismos vivos. Los métodos como
el yoga, la meditación, la concentración, las artes, artesanías son técnicas
psico-físicas para acercarse a esa meta fundamental. La práctica de la
geometría es una de las técnicas esenciales de autorrealización.
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