Emergiendo
desde la Atlántida al Santuario del Espíritu
Carta Nº
7
¿TENEMOS LIBERTAD?
La libertad no es otra cosa que la consecuencia necesaria
de la combinación de la voluntad y la inteligencia
VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
¡La tierra no es el centro del
universo! Haber logrado captar la verdad de esta afirmación ha sido
sorprendentemente la conquista de la libertad de la humanidad por conocer.
Cuando Copérnico presentó por primera vez su revolucionaria teoría, que
afirmaba que la tierra giraba alrededor del sol en lugar de ser al contrario,
la gente pensó que estaba loco. De hecho, cuando Galileo utilizó un telescopio
para probar la teoría heliocéntrica de Copérnico, se lo consideró hereje por
desafiar las creencias religiosas prevalecientes con sus concepciones
científicas; Galileo fue procesado y se le ordenó que renunciara a sus
convicciones. Antes de enfrentarse a la tortura, renunció a sus afirmaciones y
fue puesto bajo arresto domiciliario, donde permaneció los últimos ocho años de
su vida. Se dice que cuando se hallaba al borde de la muerte, sus últimas
palabras fueron: “no importa lo que ellos digan, la tierra gira alrededor del
sol.”
Aceptamos la verdad de Copérnico y de Galileo, pero existe hasta el día de hoy creencias que lo impiden
aceptar una verdad científica acerca del universo y penetrar en el significado
más profundo en el cual cada uno de nosotros es el centro de nuestro propio
universo, y no es que lo impida su capacidad mental sino la perdida de libertad
para pensar y enfrentar esas verdades y
conceptos que subyacen más allá de su mente.
La verdadera libertad se divide a juicio de la filosofía, en
externa e interna. La externa es la facultad que tenemos de obrar conforme a
nuestra voluntad, dada nuestra posición y las de los demás humanos en el mundo.
La interna es la facultad de pensar, apreciar los seres humanos y sus actos
conforme a los dictados de nuestra conciencia. Sobre esta base de apreciación
también dividiremos la libertad en positiva y natural.
Llamamos positiva a la primera, porque está limitada por las
leyes y costumbres que rigen a todos los seres; y natural a la segunda, porque
los seres nacionales disfrutan de ella en la esfera de su mayor o menor
desarrollo intelectual y moral.
La libertad positiva disminuye o tiende a disminuir a medida que
el ser humano avanza en su saber, porque los complicados deberes y derechos que
surgen del desarrollo físico, intelectual y moral del mundo, reconocen por
límites y deberes y derechos iguales, que hay que respetar y que exigir de los
demás.
¡Se podrá gozar de mayor libertad que en un estado puro! Cierto,
debemos contemplar el mundo libre de ilusión o distorsión de la realidad que
nos rodea, o de nosotros mismos; ver rosas donde hay rosas, ver espinas donde
hay espinas. Veremos que esa amplia e ilimitada libertad en seres que conocen y
que han desarrollado el conocimiento de la esencia del mundo que los rodea
significa conocer lo que es, conocer cómo operan las cosas y conocerse a sí
mismo y a los demás.; Manifestar al contrario es cuando falta en el espíritu la
luz del conocimiento, de la moral, del respeto a la naturaleza y a éste ser le
falta la verdadera libertad, supuesto que no se piensa ni se obra sino en
estrechos círculos de las acumulaciones materiales.
Por otra parte, es indispensable
ejercitar esa libertad individual, porque es indispensable conocerse y
comprenderse a sí mismos. Cuando abrimos nuestros ojos a la sabiduría, no
estamos obligados a elegir lo que vemos, sino que vemos exactamente lo que es.
Esto puede parecernos como un desafío, sin embargo, cuando nos apartamos de la
fantasía y vemos en verdad el modo de ser de las cosas, nos liberamos de la
ilusión y podemos comenzar a vivir más de acuerdo a la realidad.
La libertad no es otra cosa que la consecuencia necesaria de la
combinación de la voluntad y la inteligencia, dirigida en variado sentido. Es
un efecto del libre albedrío, innato en todo ser humano, efecto genuino y
grandioso, porque es el coeficiente más activo y poderoso del progreso, y a su
vez, da nacimiento a otro coeficiente de no menos importancia, que se llama
responsabilidad moral. En resumen: La libertad supone un conocimiento más o
menos claro de los actos que se ejecutan y una voluntad perfectamente definida
por el desarrollo de la inteligencia. Si en el hecho que se ejecuta no entra
como causa eficiente la voluntad de obrar no el conocimiento de lo que se hace,
la libertad no existe.
Y quien creyera que hay seres humanos que combaten estos principios
fundamentales como es el progreso en todas sus manifestaciones trascendentales
no sólo para la vida individual sino el desarrollo de la sociedad en su
conjunto que ha llegado a un grado de desarrollo y que para la cual ha
necesitado siglos para alcanzar la meta de la grandeza humana y que pese al
tiempo transcurrido no logra todavía arrancar todos sus secretos a la vida y a
la ciencia.
De esta suerte todas las grandes conquistas del género humano en
lo que va a nuestra época, son combatidas con tesón por quienes no creen en la
igualdad, la tolerancia y la razón. Sin embargo que la tolerancia es la
precursora y la compañera eterna de la libertad, y la igualdad es la mejor
conquista de los pueblos.