Emergiendo desde la Atlántida al
Santuario del Espíritu
Carta Nº 8
VICTOR
MANUEL GUZMAN VILLENA
En la
enorme variedad de tamaños, formas, cualidades, colores y grados de
pureza, las piedras son una sólida expresión de la
cosmogonía y de las jerarquías del universo, pudiendo servir al
ser humano como soporte y vehículo simbólico de conocimiento, y
también -al igual que todos los símbolos sagrados- como
despertador de la conciencia y ordenador de la mente.
Siguiendo
la máxima hermética que dice "Lo de abajo es igual a lo de
arriba; y lo de arriba, igual a lo de abajo", podríamos afirmar que
así como las estrellas son el reflejo de las manifestaciones sensibles
de energías invisibles que se hallan en dimensiones metafísicas,
del mismo modo el reino mineral es la expresión terrestre de esas energías
celestes que en formas pétreas "maduran en las extrañas de
la tierra".
Tanto
las piedras comunes, que representan a los astros ordinarios; como las
semipreciosas y preciosas, relacionadas con determinadas estrellas y constelaciones
zodiacales; y también los metales, que se encuentran en su interior y
recogen las energías planetarias, hasta llegar al diamante,
símbolo de la piedra angular. Los minerales constituyen un código
simbólico y expresan un lenguaje mágico y sagrado que la
antigüedad conoció desde remotos tiempos. Se cree que ellas atraen
determinadas energías, ya que sirven de altar y lugar de residencia de
los dioses; son capaces de realizar milagros y curaciones, pues tienen
propiedades sobrenaturales, mágicas-teúrgicas y
simbólicas; desde siempre fueron usadas como amuletos y talismanes, y en
muchos casos como oráculos a través de los cuales algunos pueblos
han forjado su destino.
Piedras
sagradas
Hay
ciertas piedras en todas las tradiciones que han sido particularmente
veneradas, ya que los antiguos consideraron que poseían una
significación especial, pues las tomaron (como el propio Grial) se
consideran moradas de la deidad; las llamadas "betilos",
símbolos del centro primordial que después de la caída se
ocultó en el interior de la tierra (y de la piedra), y cuyo poder y
resplandor se establece al fin del ciclo.
Este
centro que está también representado en el símbolo de la
Montaña Sagrada, como el monte Meru, el Sión y hasta el
Gólgota para mencionar únicamente algunos de los innumerables
montes sagrados que aparecen prácticamente en todas las tradiciones,
considerada por muchos pueblos como residencia de los dioses y brillan en todo
su esplendor durante su fase ascendente del ciclo cósmico, pero se
oculta en el mundo subterráneo (en la caverna y en la piedra) en su fase
descendente.
Igual significado de habitáculo
divino tiene la piedra negra que representa a la diosa madre Cibeles o el
Omphalos del oráculo de Delfos que era representada por una piedra,
símbolo de ese centro y morada de los dioses. Esta piedra representaba
el punto de comunicación entre el cielo, la tierra y el mundo
subterráneo, debemos mencionar los dólmenes y menhires celtas,
así como los obeliscos egipcios que jugaron un papel similar.
Algunos
de esos betilos son aerolitos, piedras caídas del cielo como es el caso
de las "piedras negras" que figuran en las tradiciones, tal cual la
piedra negra engastada en una de las paredes de la Kaaba en la Meca y la propia
piedra negra de la Cibeles. A estas piedras se les asigna un origen divino,
pues el centro que ellos representan es en verdad un eje que sirve como camino
de descenso de las energías cósmicas a las tierra y de ascenso de
la tierra al cielo.
Energías
sutiles
Las
innumerables esculturas en piedra y piedras talladas que han representado a los
distintos dioses, espíritus, ángeles e ideas en todos los pueblos
pasan a representar las energías sutiles y los hombres a su
través, comprendiendo lo que significan y traspasando su mero aspecto
formal y material para utilizarlas como soporte hacia el conocimiento de
aquellas fuerzas superiores en ellas depositadas, las que habrán de
transmitirse a los que son capaces de recibirlas. Lo último que hemos
mencionado con respecto a la piedra es válido para cualquier
símbolo sagrado en particular. Tal es el caso de ciertas hachas
prehistóricas que aparecen por doquier y son una demostración
más de la presencia, en las tradiciones particulares, de ciertos
símbolos que pertenecen a los que llamamos la Tradición
Primordial, como es el hacha de piedra de Parucu Râma y el martillo de
Thor, origen del mallete masónico, instrumento capaz tanto de fulminar
como iluminar la esencia.
victormanuelguzman@yahoo.com
No
solo símbolos sino transmisoras
Los pectorales, los anillos y las coronas de reyes y altos
sacerdotes que siempre fueron adornados con piedras preciosas, transmiten a sus
portadores las fuerzas y cualidades que ellas simbolizan. Reproduzco el texto
de un manuscrito del siglo XVII acerca del simbolismo de las piedras de la
corona de San Eduardo, en el que se la denomina "diadema que asegura el
triunfo". Estas piedras son: 1) Topacio: símbolo de las virtudes
que debe ejercitar el rey; 2) Esmeralda: símbolo de la justicia del rey;
3) Sardónica: símbolo de la elevación del rey; 4)
Crisolita: símbolo de la sabiduría y la prudencia del rey; 5)
Calcedonia: símbolo del coraje del rey; 6) Jacinto: símbolo de la
templanza y la sobriedad del rey; 7) Jaspe: símbolo de la abundancia que
debe gozar el pueblo; 8) Crisópalo: símbolo de la búsqueda
de las cosas celestes en el rey; 9) Berilo: símbolo del desprendimiento
y la pureza del rey; 10) Zafiro: símbolo de la continencia del rey; 11)
Amatista: símbolo de la función real que el rey no debe
abandonar; 12) Onix: símbolo de la humildad, caridad y sinceridad del rey. También las
concreciones fósiles, los corales y las perlas, que en diversos lugares
fueron utilizados con fines talismánicos y curativos; lo mismo que los
bezoar o piedras que se forman en el interior de los cuerpos de los animales
que en todo lugar son considerados de valor mágico; y los llamados
gamahez que son piedras con relieves de formas vegetales, animales, humanas o
geométricas que se dibujan naturalmente en ellas y que han sido veneradas
en todas las tradiciones.
Podemos pues ver cómo para el pensamiento tradicional
los símbolos de la naturaleza como la piedra, y lo mismo con los
vegetales, animales y el cosmos, son portadores de ideas, fuerzas y
energías sutiles que de algún modo en ellos se depositan.
Constituyen un orden y un modelo arquetípico cuya comprensión
puede hacer posible que el hombre -que contiene dentro de sí todas esas
energías y fuerzas, pues él las sintetiza y gobierna- se
comunique con aspectos más reales y superiores de sí mismo y
logre finalmente el hallazgo de esa piedra misteriosa que es, para quien pueda
traspasar las apariencias de las cosas, el único verdadero tesoro
-oculto en las regiones más profundas de nuestro ser- al que
podríamos aspirar.