Emergiendo desde la Atlántida al
Santuario del Espíritu
Carta Nº 9
EL VALOR DE PERDONAR
Cuando
perdonamos y somos perdonados, siempre se transforma nuestra vida
Todo el conocimiento del mundo vale poco si nuestro rencor sigue
creciendo cada vez más que el comportamiento de un desconocido nos recuerda
nuestras relaciones no sanadas. ¿De qué nos sirve conocernos a nosotros mismos
si lo usamos para avivar el odio que tenemos y el sentimiento de culpabilidad,
que nos dicen que, a pesar de todos nuestros esfuerzos, jamás seremos capaces
de ser, de hacer, ni de servir lo suficiente para ser dignos de nuestro amor
propio?
El perdón supone aceptar de verdad nuestro propio merecimiento como
seres humanos, entender que los errores son oportunidades para crecer, tomar
conciencia y desarrollar la compasión, y comprender que la magnitud del amor
por nosotros mismos y por los demás es el pegamento que mantiene unido al
universo.
El perdón es una respuesta, la respuesta implícita de nuestra
existencia. El perdón es el medio para reparar lo que está roto. Coge el
corazón roto y lo repara. Coge el corazón atrapado y lo libera. Coge el corazón
manchado por la vergüenza y la culpa y lo devuelve a su estado inmaculado. El
perdón restablece en el corazón la inocencia que conocimos en otro tiempo, una
inocencia que nos permite la libertad de amar.
Cuando perdonamos y somos perdonados, siempre se transforma nuestra
vida. Las dulces promesas del perdón se cumplen y se nos ofrece un nuevo
comienzo con nosotros mismos y con el mundo. El concepto del perdón puede
provocar dos cosas: o bien imposibilitarnos, limitando nuestra capacidad para
la claridad y la alegría, o bien animarnos, ofreciéndonos una manera de dejar
el pasado y ser libres para vivir con mayor paz y felicidad.
Perdonar no es justificar comportamientos negativos o
improcedentes, sean propios o ajenos. El maltrato, la violencia, la agresión,
la traición y la deshonestidad son solo algunos de los comportamientos que
pueden ser totalmente inaceptables. ¿Se puede perdonar a un trabajador
incompetente y despedirlo por no hacer bien su trabajo? No es preciso ir y
decirle: Te perdono, aunque a veces esto puede ser una parte importante de
perdonar. El perdón solo requiere un cambio de percepción, otra manera de
considerar a las personas y circunstancias que creemos que nos han causado
dolor y problemas.
Como
todos sabemos, la rabia y el rencor son emociones muy fuertes que desgastan nuestra
energía de muchas maneras. Cuando nos quitamos las capas, probablemente se
descubrirá que esa rabia en realidad es un sentimiento superficial. No en el
sentido que sea trivial o falso, sino en el de que hay muchos sentimientos y
dinámicas por debajo de él. Cuando nos perdemos en la rabia nos volvemos sordos
a nuestros sentimientos más profundos. Hemos aprendido a escuchar solo aquellos
que saben gritar más fuerte.
Muchos creen que permanecer enfadados, aferrarse al rencor es
sinónimo de poder, energía y dominio. Pero en realidad lo único que descubren
son sentimientos de impotencia, desilusión, inseguridad, aflicción o miedo y
los usan con frecuencia en sustitución de los sentimientos de verdadero poder
personal.
A veces es mucho más cómodo sentir rabia que sentir el temor y la
tristeza. De hecho, una razón por la que suele ser difícil perdonar es que para
hacerlo se debe sacar a la luz y aceptar la verdad de lo que realmente
sentimos. Esto puede ser una revelación dolorosa si hemos aprendido a convivir
con la negación y la represión. Sin embargo, se debe tratar de recodar que al
otro lado del dolor está el alivio y una mayor paz mental. Cuando se lleva gran
parte de la vida sintiéndose víctima, puede que halle una enorme resistencia a
perdonar, porque al hacerlo renuncia a una buena parte de su identidad.
Perdonar no significa negar que se haya sido una víctima, quiere decir que el
hecho de haberlo sido ya no domina necesariamente la identidad y la vida
emocional actual.
A medida que se vaya trabajando con el perdón, es importante tomar
en cuenta los pensamientos que afloran y las reacciones. Si aparece el temor,
la autocrítica, las dudas hay que ser amable consigo mismo. Estos sentimientos
son como una parte natural del proceso de cambio. En realidad, ser amable
consigo mismo es, de por sí, un gran acto de perdón para con uno mismo. Al
margen de los pensamientos o sentimientos que surjan, afirma el compromiso de
tratarse con amabilidad. Se amable con uno mismo no significa que no ponga
esfuerzo y voluntad, ni que se justifiquen pensamientos o comportamientos que
se consideran impropios, sino que se puede aprender sin necesidad de azotarse
la dureza con uno mismo y que alimenta un ciclo contraproducente que quita
poder y favorece el sentimiento de culpa, falta de respeto y autoestima por uno
mismo.
El
perdón es una decisión, una actitud, un proceso y una forma de vida. Es algo
que ofrecemos a otras personas y algo que aceptamos para nosotros. El perdón es
una decisión, la de ver más allá de los límites de la personalidad de otra
persona, sus miedos, idiosincrasias, neurosis y errores, la decisión de ver una
esencia pura, no condicionada, por
historias personales que tienen una capacidad ilimitada y siempre digna de
respeto y amor.
Cada vez que se hace un cambio, debilitamos el monopolio del ego
sobre nuestras percepciones y nos capacitamos para dejar marchar, liberar y
olvidar el pasado. El perdón suele experimentarse como un sentimiento de dicha,
paz, amor y apertura del corazón, alivio, expansión, confianza, libertad,
alegría y una sensación de estar haciendo lo correcto. El perdón es una forma de vida que nos
convierte gradualmente de víctima de nuestra propia circunstancia en poderosos
y amorosos creadores de nuestra realidad. Supone un compromiso de experimentar
cada momento algo nuevo, con claridad y sin temor. Es la desaparición de las
percepciones que obstaculizan nuestra capacidad de amar.
El perdón nos enseña que podemos estar en desacuerdo con alguien
sin retirarle el cariño y respeto. Nos lleva más allá de los temores y
mecanismos de supervivencia propio de nuestro condicionamiento, hacia una
visión valiente de la verdad que nos ofrece un nuevo campo de elección y
libertad, en donde podemos descansar de nuestras luchas. Nos guía hacia donde
la paz no es desconocida y nos da la posibilidad de saber cual es nuestra
fortaleza.