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Sumario - Quienes somos - Reportajes rescatados |
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La autora es directora del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
LILIANA BARELA (Manuel Ugarte)
Manuel Baldomero Ugarte nació en Buenos Aires el 27 de febrero de 1875, aunque algunos consignan el año 1878, en papeles personales que se encuentra en el Archivo General de La Nación, verificamos la fecha de 1875. Sus padres, argentinos ambos, fueron Floro Ugarte y Sabina Romero. En 1881 ingresó al Colegio Nacional Buenos Aires, y en 1890 -a su regreso a Buenos Aires desde París- abandonó definitivamente el bachillerato para dedicarse a las letras.
En 1893 publicó un cuaderno de poemas, Palabras, que financió su padre y, poco después, Poemas grotescos y Versos y Serenatas. En octubre de 1895 fundó la Revista Literaria, de la que sería director. Esta revista, inspirada en la fundada por Rodó en Montevideo, recibió el elogio del propio Rodó, de Ricardo Palma y Almafuerte.
Después de la intervención norteamericana en Cuba en 1898, Ugarte decidió viajar a Estados Unidos. Este viaje constituye un punto de inflexión en su vida. A partir de ese momento se dedicó a atacar la política imperialista de ese país. Esta causa se convirtió en objetivo totalizador de su existencia y lo concretó recorriendo América Latina, denunciando al invasor y apoyando a los gobiernos que encararon una política independiente, de corte nacional.
Desde Estados Unidos pasó a México, interesándose por su historia para comprender con mayores elementos su conflictivo presente. Regresó a Europa, pasando primero por Cuba, y en París terminó su primera novela, Paisajes parisienses, que publicó en 1901. En octubre y noviembre de ese mismo año aparecieron en el diario El País de Buenos Aires sus dos primeros artículos anti-imperialistas: “El peligro yanqui” y “La defensa latina”.
En 1902 agrupó varios artículos periodísticos y los publicó en Crónicas de boulevard. En Madrid se puso en contacto con dirigentes y escritores socialistas. Publicó dos nuevos libros: La novela de las horas y los días y Cuentos de la Pampa. En este último describía personajes y situaciones de la realidad argentina que conociera en sus primeros veinte años de vida.
En julio de 1903 se embarcó hacia nuestro país para adherir al Partido Socialista Argentino, y en el salón Operai Italiani, pronunció su conferencia “Las ideas del siglo”. Allí con lenguaje claro y sencillo Ugarte dice: “el socialismo no sólo es posible, es necesario” (Cúneo: 1955: 113). A pesar de sus manifestaciones anti-imperialistas, no mencionó ese tema en la conferencia.
En 1903 había publicado dos libros: Visiones de España y Mujeres de París, y en 1905 El arte y la democracia, Los estudiantes de París y Una tarde de otoño. En el primero de los libros citados, Ugarte reunió una serie de relatos acerca de paisajes españoles y personajes vinculados a las letras. En El arte y la democracia, insistió en la necesidad de un mayor compromiso del escritor con su tiempo: “Enamorado de las letras que son quizás mi razón de vida, pero enemigo del literalismo, entiendo que nuestras épocas tumultuosas y febriles, el escritor no debe matar al ciudadano” (Ugarte: 1904: V).
En 1906 publicó Enfermedades sociales, ensayo sobre diversos vicios sociales, entre ellos la costumbre, la falta de libertad, la corrupción administrativa, las guerras impopulares, el miedo a la verdad, la intoxicación literaria, etc. Todos estos vicios, reconocía, derivaban de un mal común: el régimen capitalista. Este régimen que “urge reemplazar por una organización más de acuerdo con la cultura del siglo” (Ugarte: 1906:200).
En los primeros meses de 1908, Ugarte publicó Burbujas de vida. En él incluye un artículo suyo sobre las razones del arte social. La preocupación del autor se centró en las manifestaciones de un arte que deseaba “nacional”. Orientó esta búsqueda hacia una interpretación del arte comprometido con su tiempo, única posibilidad de estructurar una cultura que posibilite la identidad nacional y latinoamericana.
En 1910 publicó Cuentos Argentinos y adelantó en varios periódicos los resultados de sus estudios acerca de orígenes, caracteres y futuro de Hispanoamérica. A fines de ese año aparece El porvenir de la América Español, en el cual analizó los orígenes y los diferentes desarrollos de las dos Américas, denunció la política expansionista de Estados Unidos a costa del resto de los países americanos, propuso la necesidad de concretar una unificación basada en la comunidad de territorio, lengua, cultura, costumbres, origen y enemigos comunes. Este libro alcanzó amplia repercusión en América y en Europa.
El 14 de octubre de 1911, pronunció una conferencia en la Sorbona de París sobre “Las ideas francesas y la emancipación americana”. Dijo entonces: “ Como en el apólogo bíblico, hacia la Francia inmortal para decirte ante la prosperidad de un mundo: he aquí lo que hemos hecho con tu semilla” (Ugarte: 1922: 70). Toda la prensa francesa publicó reseñas y comentarios, y con este pivote comenzaba Ugarte su gira por veinte países latinoamericanos:
En primer lugar visitó Cuba, donde permaneció un mes. Recorrió el país y pudo apreciar la penetración imperialista norteamericana, reflejada aún en detalles cotidianos. El autor observó, empero, una actitud de descontento, de profundo sentimiento nacionalista. Dijo: “Bastaría un llamamiento autorizado o un grito oportuno para que se llenara como antes la manigua de guerrilleros dispuestos a hacerse matar de nuevo por la imposible independencia” (Ugarte: 1923: 61).
En este -como en casi todos los países que visitó- Ugarte pronunció conferencias, estableció contactos y soportó los obstáculos que le impuso cada gobierno. En Cuba, la difamación vinculaba a Ugarte con un “hispanismo” intransigente que lo colocaba en contra de las aspiraciones independentistas de los cubanos en 1898.
En mayo del siguiente año, 1912, llegó a Buenos Aires después de su gira, y en julio, la polémica con el Partido Socialista culminaría con su expulsión en noviembre. Ugarte creía que el socialismo debía ser nacional, y al partido no le preocupaba este aspecto doctrinario. El 1º de agosto se embarcaba hacia Montevideo. Allí el presidente Battle y Ordoñez lo recibió personalmente y llevó a cabo una conferencia en el Teatro 18 de Julio sin ningún tropiezo. Estrechó relaciones con Delmira Agustini, gran poetisa uruguaya: “Entre Delmira y yo no existió nunca más que una honda atracción espiritual, acaso un sentimiento romántico” (Archivo Manuel Ugarte).
En 1914, con motivo de la agresión norteamericana a México, Ugarte funda en Buenos Aires el Comité Pro-México, que luego se transformó en la Asociación Latinoamericana. Durante ese año de 1914 recibió dos golpes: los asesinatos de Delmira Agustini y de Jean Jaurés. Otro hecho lo conmocionó: el desencadenamiento de la Gran Guerra:
En esas difíciles circunstancias fundó el diario La Patria: “El diario debía ser neutral frente a la guerra, defender cuanto concurriese a vigorizar nuestra nacionalidad, desarrollar el empuje industrial, crear conciencia propia y propiciar la unión de las repúblicas latinas del continente frente al imperialismo” (Ugarte: 1923: 312). En el diario La Patria, Ugarte presentó un programa de corte nacional cuyos puntos principales eran: neutralidad, industria y cultura nacional, anti-imperialismo y unidad latinoamericana.
En los primeros meses de 1916, en uno de los polémicos artículos de su diario, analizó uno de los elementos de mayor penetración económica de Inglaterra: los ferrocarriles. En febrero de ese mismo año, La Patria publicó su último número.
En enero de 1919, acorralado por el aislamiento a que lo había sometido el clima de su país, se dirigió a España. Dos años después decidió instalarse en Niza con su esposa Theresa Desmard, con quien vivía desde 1920. Publicó Mujeres espontáneas y Poemas completos. El periodismo y los derechos de autor de sus libros eran sus únicos ingresos.
En 1922 apareció Mi campaña hispanoamericana en la editorial Cervantes de Barcelona. Aquí recopiló algunos discursos pronunciados en diversos países que visitó entre 1912 y 1917. Se editó un nuevo libro: La Patria Grande, selección de artículos referidos, entre otros temas, a la doctrina Monroe, la mediación de México, la industria nacional, la neutralidad, extractados de revistas y de su diario La Patria.
En 1923 publicó El destino de un continente, en el cual describe, además de sus vicisitudes en el viaje por América, la evolución de su propia comprensión del fenómeno imperialista. Es una obra de reflexión en la que se advierte el proceso de maduración intelectual de nuestro autor. En ella incluyó al imperialismo inglés como predecesor y acompañante del estadounidense, y condenó las actitudes parasitarias de los gobiernos locales.
Por esta época escribió un artículo, “El nuevo nacionalismo”, en el que afirma que existen dos ideas muertas: el internacionalismo ciego y el nacionalismo cerrado. Se pronunciaba por un nacionalismo democrático y por una democracia nacional como la única solución posible, justamente cuando en América algunos intelectuales propiciaban el advenimiento de “la hora de la espada”.
En 1924 apareció El crimen de las máscaras, en el que -haciendo gala de agudo sentido crítico y satírico- ridiculizaba a diferentes personajes, prototipos de la sociedad contemporánea. En esos años publicó varios artículos: “La América Nueva” (1929), “Política y Patria” (1930) y “El Fin de las Oligarquías Latinoamericanas” (1931).
El 21 de mayo de 1935 desembarcó en Argentina. El país -en plena década infame- no registró la llegada del escritor, a excepción del semanario forjista Señales. En 1940 escribió en Viña del Mar el artículo “Estado Social de Iberoamérica”, en el que condenó las guerras fronterizas entre los países latinoamericanos y denunció la sujeción al imperialismo inglés, primero, y al norteamericano, después.
En 1942 Ugarte publicó Escritores Iberoamericanos del 1900, sin lugar a dudas su mejor producción literaria. Sus páginas permiten acceder a la intimidad de la generación de escritores a la que perteneció el autor, y que compartió momentos de juventud en Madrid y en París, a comienzo de siglo pasado.
En marzo de 1946 llegó a Buenos Aires después del triunfo de la fórmula Perón-Quijano. Se entrevistó con el nuevo presidente y, convencido de la comunidad de ideas entre ambos, aceptó el cargo de embajador en México que el nuevo gobierno le propuso. El decreto de designación llevaba fecha 6 de agosto de 1946, y es confirmado en el cargo de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de México por un nuevo decreto, del 3 de septiembre del mismo año.
Desinteligencias con integrantes de la propia embajada lo llevaron a regresar a la Argentina en junio de 1948. Fue entonces desplazado de la embajada de México a la de Nicaragua. Allí no se encontró muy a gusto y a principios de 1949 logró su traslado a Cuba, donde el 17 de enero de 1950 presentaría su renuncia, que fue aceptada. Entre sus borradores, unos meses después, analizaba de esta manera su alejamiento:
En Madrid de 1951 estaba terminando la redacción de su libro póstumo: La Revolución de Hispanoamérica. Fue el libro de su madurez intelectual, que se vio reforzado por un presente del que no fue sólo espectador. Asistió a las dos guerras europeas, que la miopía occidental llamó “mundiales”. Asistió a la fatiga de una Europa post-guerra, al agigantamiento del poder estadounidense; al esplendor y ocaso del nazismo y del fascismo, a la concreción de la primera revolución bolchevique. Demasiadas conmociones para cualquiera y, especialmente importantes, para un pensador como Ugarte. En éste, su último libro, penetró hondamente en la situación hispanoamericana descubriendo sus fallas y sus posibilidades.
En noviembre de 1951, regresó a Buenos Aires. He aquí el motivo de su viaje: “No he pertenecido nunca al bando de los adulones y si hago ahora esta afirmación, si he vuelto especialmente de Europa a votar por Perón, es porque tengo la certidumbre absoluta de que alrededor de él debemos agruparnos, en momentos difíciles que atraviesa el mundo, todos los buenos argentinos”. (Ugarte: 1961: 116)
Pocos días después regresó a Niza. El 2 de diciembre de 1951 aparecía muerto en la casa que alquilaba. Esta muerte fue declarada accidental, aunque en los medios literarios y políticos se presumió que fue suicidio. Entre sus manuscritos próximos a esa fecha puede leerse:
He incluido este escrito inédito de Ugarte (con fecha aproximada posterior a 1950, porque al comienzo de este artículo de tres páginas habla de sus libros y menciona La reconstrucción de Hispanoamérica) porque servirá para advertir que existe la posibilidad de su suicidio, o de “accidente voluntario” que ocasionara su muerte. Si bien él viaja a Buenos Aires, y su propia declaración nos indujo a creer en la confianza depositada por Ugarte hacia el gobierno que encabeza el General Perón, probablemente su propia marginación del proceso lo moviera a apoyar dicho gobierno como la única solución posible frente al estado difícil por el que atravesaba nuestro país y el mundo en general. Lo que no se puede objetar fue la confianza que Ugarte depositó en el movimiento, más allá de los dirigentes. Él mismo lo afirmó cuando dijo:
La percepción de Ugarte del momento por el que atravesaba nuestro país, frente a la miopía de la mayoría de los partidos políticos que no supieron estar a la altura de las circunstancias, revela un profundo conocimiento del proceso histórico y lo rescata como protagonista trascendente dentro de los pensadores argentinos.
Este hecho no invalida la posibilidad de que Ugarte, exiliado, solitario, excluido y desilusionado, pudiera sentirse vencido y tentado a adoptar el camino que eligieron tantos compañeros que integraron su malograda generación.
Los libros más significativos han sido: El porvenir de la América Española (1910), La Patria Grande (1922), Mi campaña hispanoamericana (1922), El destino de un continente (1923) y La reconstrucción de Hispanoamérica (1951). Los conceptos allí vertidos se fueron superando en cada obra. El eje de su producción giró en torno a dos problemas: por un lado, el de la realidad hispanoamericana, en el que incluye los conceptos de nacionalidad, unidad, raza; y por otro, el de la acción imperialista, con sus métodos, sus procedimientos y la evolución de los países hegemónicos.
Sus trabajos, que no tuvieron difusión en nuestro país, sirven hoy más que ayer. Tienen el doble carácter que adquiere todo testimonio: sirven por la realidad que describen y sirven -sobre todo- por la percepción de esa realidad que implica la valoración historiográfica de la obra.
Temas de reflexión antropológica y latinoamericana
Los temas esenciales aparecen en la obra de Manuel Ugarte en forma tangencial a su pensamiento político latinoamericanista. En la formulación de este pensamiento descubre precozmente el imperialismo inglés, como vimos en la edición del diario La Patria. En una de sus editoriales dijo:
Este descubrimiento lo advierte en uno de sus mayores baluartes: los ferrocarriles. Escribe en el artículo editorial de La patria, del 16 de febrero de 1916, “Los ferrocarriles en contra de nuestro progreso industrial”:
A pesar de ello, cuando define el origen latinoamericano y el programa de desarrollo posible, aparece un pensamiento claro en relación con los primeros tiempos y la integración. Al respecto es interesante comparar dos textos (1910 y 1943) para advertir la superación de pensamientos externos. En el primero, dijo Ugarte:
En el segundo afirmó:
A pesar de sus desventuras, Manuel Ugarte creía en las posibilidades crecientes para América Latina. Si bien no pudo percibir un programa para superar las dificultades desde sus primeros escritos, piensa que es posible lograrlo:
Además de visualizar un optimismo inicial, en su programa advierte claramente cuál sería el rol del escritor latinoamericano en relación con su obra. Esta apreciación la extiende al arte, que deberá ser socialmente comprometido. El dolor de escribir es uno de los textos felizmente re-editados en Argentina, aunque no posea canales de distribución eficaces. En él condensa reflexiones sobre la literatura y el rol del escritor y describe su tarea y pensamiento en los últimos treinta años. Se imprime en España poco antes de la Guerra Civil, y por tanto es una “rara especie” poder consultarlo. Realiza una crítica directa acerca de la falta de originalidad de los escritores:
Más adelante insiste en este complejo latinoamericano.
Manuel Ugarte realiza un diagnóstico interesante sobre América Latina y, como vimos, comienza descubriendo la sociedad estadounidense cuando realiza su primer viaje a Estados Unidos:
Pero esta admiración no fue impedimento para que advirtiera:
Esto motivó al escritor a interiorizarse en la evaluación de la política de este país. Dijo:
El primer artículo que escribió después de este primer viaje fue “El peligro yanqui”, aparecido en El País el 19 de octubre de 1901. En él, Ugarte alertó sobre el choque de intereses de las dos Américas y tomó como punto de partida lo ocurrido en Cuba. Además, advirtió que una de las tácticas utilizadas por Estados Unidos era la infiltración o predominio industrial en un país determinado, etapa previa y necesaria que prepararía la escena para ser seguida de una agresión pretextando la defensa de intereses económicos. Escribe Ugarte en este artículo:
Recordemos que con Cuba, los Estados Unidos basaron sus relaciones en la Enmienda Teller, por la cual concedían al país una independencia nominal, situación que se completaría en 1901, cuando a través de la Enmienda Platt se estableció un protectorado sobre la isla. En ese mismo año Ugarte propuso, para defenderse del imperialismo estadounidense, utilizar el contrapeso de la participación de las potencias europeas en los asuntos latinoamericanos. Lo hizo en “La defensa Latina”, artículo fechado el 5 de octubre de 1901 en París, y publicado El País de Buenos Aires el 9 de noviembre de 1901:
Todavía Ugarte manifiesta dos puntos de vista que modificaría años más tarde: la apreciación despectiva sobre las repúblicas de América Central y la apreciación de privilegio con que juzga la situación de los países del extremo sur -no soportando ningún tipo de colonialismo y desconociendo, por ende, la acción del ejercido por Inglaterra: “Según ellos (Estados Unidos) es un crimen que muestras riquezas naturales permanezcan inexplotadas a causa de la pereza y falta de iniciativa que nos suponen juzgar a toda América Latina por lo que han podido observar de Guatemala o de Honduras” (1901a). Cuando Ugarte realizó su gira cambió posición con respecto a Centroamérica y se convirtió en defensor de esas naciones:
En la guerra del Pacífico los capitalistas europeos y, en menor grado, los Estados Unidos, tomaron abiertamente partido a favor de Chile y contra la alianza peruano-boliviana. Esta actitud respondió a la tesitura de que el gobierno de Santiago de Chile era agente de los intereses europeos -asunto que Ugarte aún no tenía claro- y, además, que la conquista del norte salitrero significaba una ventaja muy importante también para los sectores dominantes chilenos.
Ugarte detectó la técnica de este imperialismo y no pudo mantenerse al margen de la ideología imperante cuando trata de explicarlo: “el imperialismo se hace cada vez más amplio, se convierte en una operación de conjunto y lo que empieza a surgir en los momentos actuales es el imperialismo de raza” (1922 a: 206). En ningún momento Ugarte se manifestó en contra del pueblo norteamericano. Para él las causas del imperialismo fueron, en parte, provocadas por el desigual desarrollo entre la América anglosajona y la latina. Como lo plantea en la conferencia “Causas y consecuencias de la Revolución Americana”, que pronuncia en Barcelona en mayo de 1910:
Después de asumir la presidencia Roosevelt, Ugarte vio concretarse paso a paso la dominación norteamericana en el Caribe. Acerca de este hecho, dijo:
Tal vez la respuesta estuvo vinculada -además de las razones de política interna e internacional- a otra razón, vinculada al orden de las ideas: el triunfo del darwinismo social que, con su teoría de la supervivencia de los más aptos, brindó a los Estados Unidos una doctrina de difusión universal que justificaba su política expansionista, debido a su condición de nación más “civilizada”. Sus propuestas concretas en búsqueda de la unidad hispanoamericana enunciados en su artículo “La defensa Latina” (1901b) se basan en los siguientes principios:
Con respecto a los métodos que utilizaron los imperialismos para impedir el desarrollo regional de Iberoamérica, dirá:
Los factores que posibilitarían la integración -según el autor- son la literatura, el arte y la educación; la diplomacia y las relaciones latinoamericanas y el gobierno de cada país en relación a su política económica e inmigratoria. Con respecto a la literatura, establece una serie de principios a los que los escritores deberían ajustarse:
Con respecto a las formas gauchescas literarias, expresó:
Conclusiones Fue Ugarte, desde el comienzo, un socialista reformista a quien le preocupó el problema imperialista y la cuestión nacional. Su convicción socialista la adquirió a través de comentarios sobre la obra de Marx, ya que no leyó los textos de éste. Su socialismo anti-imperialista y nacional no encontró lugar en el Partido Socialista Argentino, del que se separó cada vez que afirmó sus posiciones independientes.
Esa ideología no fue abandonada por Ugarte, aún cuando se apartara de algunos condicionamientos momentáneos. Este alejamiento no significó que abjurara de la doctrina, sino que la misma no se adaptaba a la contemporaneidad de los hechos.
Sería justamente su ideología la que lo condujera a la adopción de la neutralidad más empecinada frente a los dos conflictos bélicos mundiales y a la causa peronista, en 1945. Para muchos, este último hecho significó una traición a sus principios, pero creemos que Ugarte estuvo a la altura de los acontecimientos. En este sentido debemos recordar que en 1935 estuvo más cerca de los postulados de FORJA que del partido Socialista Argentino.
La solución para lograr el desarrollo de América Latina, según Ugarte, estaría dada a través de la unidad “homogeneizante” de Iberoamérica con España como referente. Luego modificará esta apreciación y -en vista de la heterogeneidad- se pronunciará por la integración frente a los mismos obstáculos y a la acción imperialista sufrida en América Latina. Hasta 1916 sólo descubre la política norteamericana; después de la guerra, descubrirá la inglesa también. Para la década de 1950 su proyecto abarca la industrialización como el gran pivote del desarrollo, como asimismo la formación de un mercado interamericano. No elude afrontar el problema de la identidad nacional con su base aborigen y su inmigración europea. Tipifica como factores esenciales de cambio a la literatura, el arte y la educación, la diplomacia y las relaciones interamericanas y la acción de los gobiernos, donde incluye especialmente a la política inmigratoria y a la política económica.
Sus reflexiones tuvieron algunos desajustes pero constituyen un proyecto atendible y un intento rescatable -quizás el mejor- de quienes integraron su generación. Su mejor cualidad fue adaptarse a los tiempos sin perder su coherencia ideológica, pero sin temer a los rótulos que sus detractores colocaron y, lo que es peor, siguen colocando a su persona y su contribución, por esclarecer la realidad que le tocó vivir.
A la luz de los tiempos que corren, donde pareciera que hay pocas opciones para encarar el futuro, esta propuesta alternativa se anticipa. Habla de las personas y las dificultades, habla del intelectual y su compromiso y, en la diversidad, propone el conocimiento cultural de los países y sus habitantes y un mercado regional que hoy está intentado ser. No se trata de proclamar el MERCOSUR cultural, se trata de trabajar por él. Y aquí el autor no separa lo económico de lo cultural.
Por lo tanto, adscribe a la reformulación del MERCOSUR y nos presenta la historia cultural de las dificultades económicas y sociales que impiden la integración. Este concepto implica mucho más que importar o exportar productos, implica reformular las relaciones en lo que tienen de esenciales, en aquello que la cultura esclarece e ilumina.
Fuente: "Ensayistas.org"
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