Recuerdos
Nací hace 65 años en este centenario barrio, que, con las carencias que
puedan imputársele, aún -gracias a Dios- podemos recorrerlo en toda su extensión
y encontramos con ex compañeros de la escuela primaria, o de la secundaria, o
del grupo ALTOR o SAN ANTONIO, o circunstanciales adversarios deportivos entre
las innumeras canchas o potreros que antes existían. Muchos rostros nos son
familiares; tal vez fuimos habituales pasajeros de las líneas de tranvías
12,13,14 ó 20, y durante años viajamos juntos o estuvimos en la misma esquina
esperando “el coche que pasó para el fondo y aún no se vé venir“; y todos
sabían a qué aludíamos. Hoy nos vemos y esbozamos una sonrisa como diciendo
“a vos te conozco desde hace años“ pero nunca cambiamos una sola palabra
salvo si nos encontrábarnos circunstancialmente en un velatorio y, en la
vereda, comenzamos a desbrozar recuerdos y nos salimos tuteando. Así es el
barrio, familiar, amistoso, pueblerino.
La plaza siempre fue el corazón del barrio; en una época toda la
actividad pasaba por su lado; los comercios más importantes estaban ubicados en
sus proximidades. Allí estaba la escuela, la parroquia, el club, la Asistencia
pública, el Correo, la farmacia, el cine, el lugar de bailes, etc. Todo quedaba
para “el lado de la plaza“, menos el cementerio, que aunque cercano, nadie
deseaba estar pronto allí dentro.
La recuerdo bordeada de enormes y añosos paraísos, cercada por alambre
tejido de más o menos un metro de altura, con aberturas en cada esquina para
poder pasar. La del frontón tenía una cancha de basquetbol, que desapareció
con la remodelación antes citada y, en el frontón de pelota hubo encuentros
importantísirnos por su calidad técnica y fervor entre los repartidores de
leche de la zona, en su mayoría vascos, expertos cultores del juego de la
pelota a mano ó con la canasta.
La plaza con los juegos infantiles
estuvo ubicada donde hoy está el busto del Gral. Mitre. Allí había
grandes hamacas, trapecios, argollas, etc., un altísimo tobogán que descendía
en un enorne cajón circular con arena. Y salta a la memoria el guardián de la
plaza de esos días, un hombre voluminoso y rubicundo llamado
Al remodelarse la plaza, ese sector con los juegos se llevó hacia el
lado opuesto, sobre la calle Bolivia, y allí estuvieron hasta el año 1979,
cuando se iniciaron los trabajos para construir el edificio de ENTEL. Cada vez más
reducidos en cantidad y espacio, los
juegos infantiles fueron trasladados a la plaza del sector N.E. conocida como la
“Plaza del palco“ frente a las instalaciones del Nueva Era Club. Con respecto al palco, en nuestra infancia nos
deleitaba subir por una escalinata que daba acceso a un inmenso círculo de unos
diez metros de diámetro por dos metros de altura, recorrerlo en toda su extensión
y bajar luego por la escalinata opuesta. De noche, al encenderse sus seis
columnas terminadas en sendos focos en forma de globo, parecía desde lejos, una
enorme torta de cumpleaños. Pudo habérselo conservado remodelándolo, pero
nadie salió en su defensa, estaba viejo y ya no había más retretas ni músicos
que se atrevieran a probar su poder de convocatoria. La mano del progreso lo
derrumbó y como para atenuar ese dolor, se colocó el busto de “LaMadre“ .
Pero remontémosno nuevamente al pasado.
La revolución social ocurrida en el año 1945, fue llegando
paulatinamente a todos los estratos de la sociedad. Antes de que se produjese,
recordamos que había muy pocos gremios que contaban con el beneficio de la
jubilación o con el respaldo de una indemnización por despido. Eran escasas
las fuentes de trabajo permanente, tanto para el hombre como para la mujer, y el
acceso a los estudios secundarios casi nulo.
La juventud se debatía en la lucha por la vida consiguiendo
"changas" en el puerto o en algunas obras de albañilería, pero la
inmensa mayoría vegetaba sin progreso, sin futuro, jugando al fútbol en los
potreros, con pelotas de trapo o de goma, yendo a pescar o a nadar, en fin,
matando el tiempo en algo para no aburrirse. Una vida sin color ni sabor. (En
aquéllos tiempos no pasaba por nuestra mente el emigrar a los Estados Unidos,
Australia, Italia, España o Canadá, como hacen hoy nuestros hijos, porque, ¿para
qué?, ¿cómo?, ¿con qué? Al anochecer se juntaban en una esquina para
comentar cada uno su experiencia del día...
Las jóvenes, por su parte, aparte de sus sencillos juegos de las
figuritas, o el juego de los aros
de mimbre, solían concurrir a
aprender el catecismo, a estudiar corte y confección o hacer manualidades con
paño lenci o flores de papel. Pero de pronto, comenzó a haber más trabajo, se
necesitaba más mano de obra para hacer cajones de madera para la soda, para las
botellas de vino, para innurnerables productos que crecían en demanda. Unos
anotaban en el aserradero, otros en las mueblerías, talleres metalúrgicos,
otros ingresaban al ferrocarril o en el correo. Los más remisos al trabajo al
ver los beneficios que obtenían sus amigos, terminaban por emplearse para no
ser señalados como “vagos“ aunque ... algunos hicieron caso omiso al mote y
continuaron así y hasta lograron jubilarse, no sabemos de que profesión. Ese
bienestar anhelado hizo que se multiplicaran las tareas de los sastres,
modistas, zapateros, relojeros, peluqueros, etc. Nadie quería quedarse atrás
con la moda.
Se podía tener varios trajes, camisas, zapatos..., anillos con piedras y
con las iniciales grabadas. Pero con tenerlos no bastaba, había que mostrarlo,
exhibirlo, hacer conocer el “ascenso social“ y para ello, los mejores
escenarios eran la plaza y el salón de baile.
Tras el paseo por la plaza, la “barra“ de amigos se dividía, unos irían
a bailar al Cosmopolita o Nueva Era, otros a Servando Bayo, Sportivo América,
Echesortu o Líbertad. Otros al Cifre. Según las orquestas de su preferencia.
Algunos irían al cine o al box o a cenar a “El Ancla“. Pero todos
invariablemente, se juramentaban para encontrarse luego en el café de Galván,
de Mendoza y Fraga. Verdades más, verdades menos, así fueron esos años que
muchos recordaran con cariño (y bastante nostalgia).
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Rosario
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Ultima modificación : Lunes, 07 de Abril de 2003
Rosario , Lunes, 07 de Abril de 2003