Diosas del agua

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2: Lápida

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-¿Qué?- la pregunta me salió de la boca casi sin pensarla. ¿Cómo podía saber ella...? ¿Acaso se lo habría dicho Io? Y si era así, ¿cómo sabía lo de Amidamaru?

-Vamos Manta, o me dirás que Io no venía aquí a ver la lápida de ése famoso samurai- me dijo ella, sin dejar de sonreír.

-¿Cómo?-

-Escuché que tú e Io se conocieron aquí, donde está enterrado Amidamaru, el famoso samurai que la historia calificó de “El rey de la muerte”, aunque la verdad es otra... –

No sabía si creerlo o no. ¿Me estaba engañando? ¿Había visto a Amidamaru y lo disimulaba? ¿Era ella algún nuevo tipo de Shaman?

-Además, aquí descansa una amiga mía, Yukari- su voz me dejó helado.

-¿Yukari?- repetí, incrédulo.

-Sí, Yukari Tezuka. Ella fue la primera japonesa con quien tuve contacto, hace un año. Nos hicimos amigas por carta, y nos contábamos todo. Así practique el japonés escrito. Pero hace dos meses ella, murió... y ésa fue otra de las razonas por las que vine a Japón. Para poder despedirme de ella- su sonrisa no había desaparecido, pero de repente me sentí fuera de lugar, como espiando a una pareja que se daba su primer beso.

Durante un buen rato, sólo pude mirarla a ella, quien, a su vez, miraba una lápida muy nueva. En ella había algunas frases escritas.

Yukari Tezuka

5-8-1986/4-3-1999

Hija buena y obediente,

excelente alumna

y amiga sin fronteras.

Cuando pusieron ésa lápida, me pregunté que quería decir la última frase. Ahora lo sabía.

Nos quedamos allí mucho tiempo, hasta que anocheció. De repente, recordé lo tarde que se había hecho, y ofrecí acompañarla hasta su casa. Maris aceptó y estuvo con su sonrisa medio apagada, con los ojos cerrados, pero sin tropezar. Como si hubiera hecho el camino muchas veces desde que había venido a Japón.

Me sentía mal por haber dudado de ella. Después me pregunté por qué me sentía mal, porque si ella podía ver fantasmas o tenía otro poder especial, no parecía ser mala. Sólo era una chica con talento literario que sabía hacer ricas galletitas y que era amable y simpática, y muy bonita y...

Otra vez.

Era la tercera vez en el día que lo pensaba. Y es que ella era bonita. A pesar de estar medio triste, era bonita de todas formas. La miré con atención, y ella abrió los ojos.

Eran más profundos de lo que pensaba. Eran de un color marrón hermoso, y me quedé hipnotizado por un buen rato.

-Manta, yo ya he llegado a mi parada- me dijo.

Pestañeé, sorprendido. Habíamos llegado a una parada, y el hotel más cercano era uno de los más caros de la ciudad. El edificio se me hizo familiar, y al ver quiénes salín, me di cuenta por qué.

De la puerta salieron Len Tao y su hermana. No nos vieron, porque subieron a un auto negro, pero me dieron escalofríos. ¿Era acaso una casualidad? Sí, eso debía ser. Era imposible que los Tao se comunicaran con algún latino, eran una de las dinastías más cerradas de toda China, y tal vez...

-¿Quieres entrar?- me preguntó Maris.

-¿Qué?- le pregunté. ¿Acaso...?

-Para llamar un taxi. No hay teléfonos públicos en la zona-

-Ah, sí- respondí, medio atontado.

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Cuando regresé a casa, mis padres no habían vuelto. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, y por un momento pensé en decírselo todo a Io, Ana y Amidamaru, para que se sacaran las dudas. Pero el teléfono estaba muerto. Prendí la televisión, y anunciaron que todos lo teléfonos estaban muertos, incluso los celulares. Era un desperfecto técnico que se arreglaría de inmediato, dijeron, pero igual pensé que tendría que decírselos mañana.

Me eché sobre la cama y me puse a pensar. ¿Les diría que ella vivía en el miso edificio que Len Tao? No, si Ana se enteraba no descansaría hasta ver a Maris de vuelta a Argentina, en una caja de madera. Si tenía suerte.

Les diría todo, menos dónde se alojaba. Era lo mejor. Así se evitarían grandes peleas... Creía yo.

Al final me dormí, sin desvestirme.

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La mañana siguiente era viernes. Sólo un día más y tendría toda la mañana para dormir. Me había quedado dormido y mi uniforme se había arrugado, así que tuve que plancharlo. Io estaba limpiando el salón, con la ayuda de Maris, quien había traído más de sus galletitas. Me había guardado algunas.

-Ya le dije lo de ayer- me informó Maris, cuando empezamos a hablar.

-¿Qué?- tenía la boca llena da galletitas, así que tragué y volví a preguntar.

-Lo de Yukari, ya le dije- me dijo ella.

-Ah-

-¿Así que también tú vas a los cementerios cuando necesitas estar tranquila?- le preguntó Io.

-En Buenos Aires había un Parque Japonés, y reproducían muy bien el ambiente. Incluso había un cementerio donde enterraban a los inmigrantes japoneses que lo solicitaban. Pero como yo vivo en el litoral, fui sólo tres veces-

-¿En el litoral?- le pregunté.

-Sí, es la zona que está arriba de Buenos Aires. Yo vengo del sur de Corrientes. Tengo un mapa de Argentina, si quieren saber dónde vivo-

Maris nos mostró. Era una provincia cercana a la selva del Amazonas, con muchos ríos y lagos.

-¿Desde allí has venido?- preguntó Io, sorprendido –Y yo que pensaba que Len Tao venía de lejos... –

-¿Len Tao, el chico chino que vive con su hermana?- preguntó de inmediato Maris.

-¿Lo conoces?- preguntamos al mismo tiempo Io y yo.

-Sólo de nombre. Vive en el mismo hotel que yo-

-Oye- le dijo Io -¿Cuántos libro has vendido hasta ahora?-

-Este... – Maris parecía incómoda –Como cien... millones en el mundo-

Io y yo nos quedamos helados. Era mucho más famosa de lo que pensábamos.

-¿Qué les parece si terminamos de limpiar?- sugirió ella, nerviosa, tomando de nuevo la escoba.

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Con razón se alojaba en ése hotel. Era una escritora famosa y millonaria, y no nos habíamos dado cuenta. Mamá me había dicho que ella traducía directamente sus libros al japonés y al inglés, y yo no pude creerlo. Ana no dijo nada en todo el día, pero a la salida nos llevó aparte a Io y a mí, debajo de un árbol.

-Les dije que no se acercaran- empezó ella –Tiene un poder extraño-

-Yo no siento que ella sea peligrosa, Ana- dijo Io, tanteando el terreno.

-Ésa chica, Marisa, tiene un gran poder. Con Len Tao tenemos suficiente-

-Pero ella es una muy buena chica, y, además, ayer creí verte en el cementerio, pero cuando me acerqué era ella y... – les conté la historia de Maris y Yukari.

-¿Lo ves Ana?- le dije cuando terminé –Si tienes dudas puedes llamar a Yukari y preguntarle-

-Tal vez- dijo ella, y se fue.

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-¿Por qué está tan molesta conmigo?- preguntó una voz, arriba del árbol.

Maris apareció entre las hojas.

-¿Lo escuchaste todo?- pregunté, nervioso.

-Sí, es que estaba pensando aquí arriba y escuché todo... disculpen si cometí alguna falta- dijo ella.

-No, nada es que... ¿Tradujiste todo o sólo escuchaste?-

-No traduje hasta que dijo que tenían que tener cuidado conmigo- después le preguntó a Io -¿Es tu novia o tu hermana?->

-¿Eh?- Io estaba más nervioso de lo que lo había visto nunca.

-Sólo viven juntos- me apuré yo, pero enseguida me callé.

-¿Son parientes?- preguntó Maris.

-Se podría decir que sí... – dije yo, tratando de arreglar el asunto.

-Ah- dijo Maris, y se bajó del árbol –Bueno, entonces nos vemos mañana- dijo y se alejó, regalándonos una de sus encantadoras sonrisas.

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Nos quedamos los dos de piedra, sin saber qué hacer. Ella había escuchado prácticamente todo lo que habíamos dicho. Para mí seguí siendo encantadora, pero estaba más nervioso que Io.

Ana volvió cuando estaba anocheciendo.

-¿Acaso crees que demorándote te salvarás de preparar la cena, Manta?- dijo, con su acostumbrado tono de voz. Ya se había vuelto a poner su vestido negro, su pañuelo rojo y su collar de perlas azules.

-Eh, no lo que sucede es que... – no sabía si decírselo o no.

-Es que, verás, eh... – Io también estaba nervioso.

-¿Acaso ella escuchó todo?- Ana nos sorprendió.

-Sí... Bueno casi todo... – respondí.

-Manta, mañana yo limpiaré el salón por ti- dijo Ana.

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Cuando llegué a casa, estaba más confundido que antes. ¿Realmente Maris tenía poderes o no? ¿Podía ver fantasmas, o algo más? La primera vez que yo había visto fantasmas salí corriendo y gritando, pero ella había pasado la vista muchas veces donde estaba Amidamaru en forma casual, y no había dicho nada. ¿O acaso no era la primera vez que veía fantasmas?

Traté de acordarme si en Argentina se contaban historias de fantasmas. Seguro. En todos los países existían. Pero, hubiera o no fantasmas en Corrientes –o en cualquier otra provincia de Argentina- eso no demostraba que Maris tuviera poderes.

Pero igual me quedaba la duda. Si Ana sentía algo, tal vez yo no, o aún peor, tal vez no lo sentía porque Maris era encantadora conmigo. Pero ¿por qué? ¿Por qué iba a controlarme a mí, si los que tenían más poder eran Io y Ana?

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No recuerdo cómo pasé el resto del día, pero sí recuerdo lo que soñé. Estaba en un lugar que parecía una playa, pero sin orilla. El agua me llegaba al tobillo, y estaba quieta, como un espejo. Estaba descalzo, y sentía bajo mis pies algo que no era arena ni piedras, nada similar al lecho de un río o mar. Había algo de niebla, pero igual podía ver que había de tanto en tanto, grupos de camalotes, cada uno con flores de diferentes colores, en distintos tonos.

No me acordaba cuándo empecé a caminar. El agua no se movía, y llegué a pensar que en realidad no avanzaba, sino que estaba dando vueltas en círculos. A veces creía ver a alguien delante de mí, alguien con el pelo suelto y corto, con una falda. Pero cuando me acercaba, no había nada allí.

Entonces alguien me abrazó por atrás. Su pelo negro me rozaba la cara. Era una chica, pero no era Maris.

Me quedé un rato sin reaccionar, hasta que me animé a hablarle.

-¿Quién eres tú?-

-¿Maris ha venido a verme?- me preguntó. Tenía voz de una chica de mi edad, y se notaba por su acento su origen japonés.

-Sí- dije, sin saber lo que me preguntaba, pero sabiendo la respuesta.

-Dile que por favor cuide a Minako- me dijo ella, y me soltó.

Intenté darme vuelta, pero ya no había nadie. Sin embargo, aún podía sentir el perfume de ésa chica. Olía a jazmines.

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A la mañana siguiente me dormí de nuevo, y casi llego tarde a clases. Io y Ana ya habían limpiado el salón, pero Maris no había llegado. Pensé en decirle mi sueño a Io, pero después pensé que no sería conveniente. Cuando Maris llegó, junto con otros alumnos, se notaba algo triste.

Ana la miró de reojo, pero no dijo nada. Io me miró a mí, y yo me puse nervioso. Miré a Maris automáticamente, pero ella tenía los ojos cerrados y la vista al frente. No habló en toda la clase.

A la salida quise preguntarle por que estaba tan triste, pero no la vi por ningún lado. La busqué en todos los árboles de la escuela, pero no estaba. Cuando decidí ir al cementerio, me encontré con Io y Amidamaru, quienes iban en la misma dirección.

-Ana nos ha enviado a verla- dijo Io, antes que yo le preguntara.

-¿Ana?- pregunté.

-No creas que está preocupada por ella, sino que quiere asegurarse si es o no inofensiva- dijo Io.

-Pero amo Io, yo no sentí nada cerca de ella, sólo una energía positiva fuera de lo común- dijo Amidamaru.

-De todas formas, Ana manda y debemos obedecerla- dijo Io, con resignación.

Cuando llegamos, Maris estaba allí, y llevaba flores en las manos. Jazmines, y otras que eran muy raras. No nos vio llegar.

-¿Recuerdas cómo me escribías que te gustaban los jazmines?- preguntaba Maris –Después decías que era una lástima que no pudiéramos hacer perfume con la flor del Murucuyá o Maravilla, porque en Japón no había, pero siempre nos gustaron mucho ésas flores... En Corrientes hay muchas flores de Murucuyá, y te traje algunas. Lamento no haberlo hecho antes, pero aquí estoy- Io, Amidamaru y yo nos quedamos quietos. Tenía la misma sensación que la primera vez que la había visto allí, pero no podía hablar -¿No quieres hablar hoy?- esperamos, tensos, por si algo sucedía –Está bien, volveré mañana. Me quedaré todo un mes, así que tendremos tiempo- dijo, y se levantó.

Al darse la vuelta, me di cuenta que estábamos demasiado cerca, y muy a la vista. Cuando Maris se dio vuelta, no se sorprendió demasiado al vernos. Suspiró.

-Supongo que ustedes tres tampoco pudieron esperar- dijo.

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Guts! Heme aquí de nuevo! Segundo capítulo terminado, en sólo un día... Se nota que estoy de vacaciones. Éste Fanfic será más largo de lo que pensaba, pero al menos será un buen ensayo para meterme en otras series. Espero terminar pronto el Fanfic de Sailor Moon... Si puedo.

Buenas, me he decidido a escribir incluyendo personajes míos o que tengan alguna relación con ellos... Maris no aparece en ninguno de mis cuentos o libros –escritos y nunca publicados dada la situación actual argentina- pero al menos, es una forma de expresarme libremente y dar a conocer mis personajes, como ya hice en “Dragones de Fuego” Creo que seguiré esa camino, así me es más fácil escribir.

Chau

Nakoruru

nakokun@yahoo.com.ar

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