Diosas del agua
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9: Lo que no se olvida
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Io despertó.
Amidamaru estaba a su lado, y lo saludó en cuanto lo vio. Fue a la cocina
después de vestirse, y se encontró con Ana, quien le dijo que tomara su
desayuno, que debía entrenar más para el Torneo de los Shamanes y que les
esperaba un duro entrenamiento. Io sonrió, nervioso, sabiendo que, si ella lo
decía, tendría suerte de llegar vivo a la hora de la cena.
Manta lo ayudó
durante todo el entrenamiento. En Tokio ya había llegado el frío, y los lagos
estaban solos, sin aves acuáticas nadando en ellos como lo hacían en verano.
Horo Horo los encontró y los saludó. Su hermana lo estaba obligando a entrenar,
y por un momento, a Manta le pareció una segunda versión de Ana, pero sólo con
Horo Horo.
Ryu estaba
tratando de entrenar con Tokegeru, con su infaltable espada de madera, y
recordó que dentro de poco sería la segunda etapa del Torneo de Shamanes, en
Estados unidos. Len Tao había dicho que iría a Tokio una semana antes que
empezara, y debía llegar en tres días, si todo salía bien.
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En China, Len
Tao despertó alegre, pero su humor cambió cuando vio que sus padres le
preguntaban por qué estaba tan feliz. Len les respondió que era porque Maris le
correspondía. Su padre le preguntó si ella era una chica japonesa que había
conocido, y su hijo le dijo que no, que era ésa chica, la Portadora de Sombra,
Tigre de agua, con la cual había peleado.
Pero nadie de
su familia sabía nada sobre ella, y Len vio entonces que Io, Manta, Ryu, Horo
Horo y sus espíritus acompañantes no habían venido a desayunar. Soltó la
tostada que tenía en la mano y corrió hacia la habitación de Maris. Tenía un
mal presentimiento, y al llegar casi se la cae el alma a los pies. Maris no
estaba en la habitación en la que él la había dejado, y ni Io, ni Manta, ni
Ryu, ni Hoho Horo ni Minako estaban en la mansión. Len tardó un buen rato en
reaccionar, y después salió corriendo. No sabía lo que pasaba, pero le quedaba
una esperanza: Basón.
-¡Basón!- lo
llamó, angustiado. El espíritu se materializó enseguida frente a él.
-Sí, señorito-
-¿En dónde está
Maris y Minako?-
-¿Señorito?-
Basón parecía extrañado.
-¿Tú tampoco?-
Len no podía creerlo.
-Señorito, ¿se
encuentra bien?-
Len salió
corriendo, y le dijo a sus padres que tenía algo urgente que hacer en Tokio.
Dijo que había decidido adelantar su llegada, y salió corriendo de la mansión,
con la valija que había preparado la noche anterior, ante el asombro de su
familia.
-Debe ser la
emoción- dijo su madre, pero ni siquiera ella estaba convencida.
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La llegada de
Len sorprendió a todos. Pero sorprendió aún más la pregunta que nos hizo.
-¿Maris está
aquí?-
-¿Quién es
Maris?- le preguntó Io.
-Oh, no, aquí también-
dijo Len, y salió corriendo.
-¿Que le
sucede?- le preguntó Manta a Basón.
-Ha estado así
desde la mañana- explico el espíritu –Preguntando sobre ésa tal Maris, y
después buscó por todos lados, salió corriendo y dijo que tenía algo urgente
que hacer-
Todos nos
asombramos. ¿Acaso Len se había vuelto loco?
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En Corrientes,
una chica se despertaba, y empezaba a llorar. Había sucedido. Había tenido que
elegir y todo había sucedido. Pero igual le dolía. Su madre entró, preocupada
al verla tan triste, y después de un rato, Minako golpeó la puerta. Pero ni
entre ellas dos y el padre de Maris lograron calmarla. Después de un rato,
Minako les pidió a los dos que las dejaran solas.
-Maris... –
empezó, sin saber cómo seguir -¿Quieres hablar?-
-Tú sí lo
recuerdas, ¿verdad?- le preguntó Maris entre sollozos, sin despegar la cara del
hombro de su amiga.
-Recuerdo que
estábamos en China... con Io y los demás en casa de los Tao- Maris rompió a
llorar, y Minako calló.
-Sí, creo que
tú sí lo recuerdas... – después hizo una pausa, en la que intentó calmarse –Por
favor, no me preguntes qué fue lo que pasó. Sólo eso te pido-
-Pero si me lo
cuentas, tal vez te desahogues- replicó Minako.
-NO, Minako,
por favor, no me lo pidas- empezó a llorar de nuevo, más fuerte que antes.
-Maris... –
-No, por favor
NO ME LO HAGAS RECORDAR-
-Está bien.. si
no quieres decírmelo-
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No había vuelos
directos a Argentina, sino que debía ir a Estados Unidos o a Chile. Len decidió
ir a Chile. Estaba más cerca, y le tomaría menos tiempo llegar a Corrientes. El
viaje le pareció demasiado largo, aunque se durmió, porque soñaba con Maris
perdiéndose en medio de la niebla, en un lago de aguas bajas con camalotes en
flor.
Basón estaba
muy preocupado por el señorito Len. Nunca antes había actuado así, y no lo
había visto nunca tan ansioso por ir a un lugar. Pero si Argentina no era su
próximo destino, ¿para qué iba allá? Ni
siquiera había oído hablar de ése país. Intentó preguntárselo, pero Len sólo le
dijo que esperara, que ya lo vería.
En Chile tuvo
que hablar en inglés. Había un vuelo para Buenos Aires en una hora, y Len
aprovechó para comer algo. Había tenido la precaución de llevar dólares, y en
una hora estaba volando a Buenos Aires. La ansiedad de Len iba en aumento, y se
aferraba al único dato que tenía en concreto... La dirección de Maris, la que
le había pedido para mandarles la carta en las que les decía que se quedaría
más tiempo en Japón... No la encontraba en su agenda pero se la sabía bien, y
ya nunca la olvidaría.
En media hora
salía un vuelo para Corrientes capital. De allí podía viajar en colectivo hasta
Monte Caseros, donde vivía Maris. El viaje se le hizo eterno, pero al fin
llegó. Tuvo que contenerse para no echar abajo la puerta que tenía frente a él,
la de la casa de Maris. Era una casa de dos pisos, bonita pero simple, sin
muchos adornos. Después Len se enteraría que la mitad del dinero que Maris
había ganado lo había donado para hacer comedores escolares y comunitarios,
pero ahora sólo le importaba verla a ella.
Tocó el timbre,
jadeando por la carrera interminable que había hecho de China hasta allí, y le
abrió una mujer que no podía ser sino la madre de Maris, por el aspecto. Le
preguntó algo en español que Len no entendió, pero después él le preguntó en
inglés:
-Disculpe,
¿ésta es la casa de Marisa Martínez?-
-Sí- respondió
ella en el mismo idioma.
-Por favor,
necesito verla. He venido desde el otro lado de planeta para hablar con ella-
dijo Len.
-Espera, por
favor- dijo la mujer, y desapareció.
Aun desde la
puerta, pudo escuchar los sollozos de su hija. Desde que había vuelto de Japón,
la noche anterior, no había dejado de llorar, ni siquiera para comer o
escribir... Y ella siempre sonería, comía muy bien y escribía todos los días.
Después pensó que ése chico –que parecía asiático- realmente debía de venir muy
lejos, por el acento. Volvió a la puerta y le dijo que ella estaba mal, que
disculpara, pero que no podía atenderlo.
-¿Ella esta
triste?- preguntó Len, en inglés -¿Desde hoy a la mañana?-
La mujer
asintió, extrañada.
-Por favor señora,
déjeme verla- insistió Len –Yo creo saber por qué está así... Por favor, se lo
suplico- Len se arrodilló frente a la madre de Maris, y eso impresionó a la
mujer y a Basón –He esperado años para poder encontrarla-
-Por favor,
levántate niño- dijo la mujer.
-Sólo si me
permite ver a Maris. He viajado desde China para verla-
-¡SEÑORITO!-
Basón no lo creía.
-Está bien,
entra, pero no creo que ella quiera recibir a nadie... No ha dejado de llorar
desde que despertó, y ni su amiga Minako la pudo hacer reaccionar... –
-¿Usted conoce
a Minako?- le preguntó Len, asombrado.
-Maris dice que
ella es una vieja amiga, pero yo nunca la había visto... Pero se tratan con
mucha familiaridad- llegaron al segundo piso, y los sollozos se hicieron más
fuertes. Len no lo resistió más y entró corriendo en la habitación.
-¡Maris! ¿Estás
aquí?-
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Maris dejó de
llorar un momento. Por un momento pensó que era una ilusión auditiva, pero
después se dijo que aún oía su voz, su dulce voz, pero que él ya no la debía
recordar. Sólo lo creyó cuando Len la abrazó con fuerza, y sus lágrimas cesaron
al instante. Ahora el que lloraba era Len.
Maris levantó
la vista, sin creerlo. Ésos brazos tan fuertes... los mismos que ella había
sentido cuando pelearon juntos en China, contra el señor Tao... Pero no podía
ser...
Sí era él, y la
abrazaba con fuerza. Len estaba llorando, y la madre de Maris no sabía que
hacer. Minako le dijo, antes que pudiera reaccionar, que sería mejor que se
retiraran. La mujer hizo caso, no sin antes preguntarles si sería seguro, y
Minako le dijo que sí, que se podía confiar en Len.
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Durante un buen
rato, Maris no supo qué hacer. ¿Acaso sus recuerdos no habían sido borrados
como los demás que la habían conocido? No, era un sueño. Un sueño hermoso, pero
un sueño al fin. Nunca más volvería a estar entre los brazos de Len, no, ella
había elegido...
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-Amo a Len-
dijo Maris –Pero él, al menos tiene una familia que lo apoye, y tiene amigos.
Minako sólo me tiene a mí-
-Sea- dijeron
las Diosas del Agua, y Maris empezó a llorar.
Había elegido a
Minako, pero le dolía en el alma. Ahora todos los que la habían conocido, Io,
Manta, Horo Horo, Ryu, Amidamaru, Kororo, Tokageru, LEN; todos se olvidarían de
ella, y Minako volvería a Corrientes con ella. No dejó de llorar en toda la
noche, y cuando despertó siguió llorando.
-Cuando dejes
éste mundo, te unirás a nosotras- dijo una Diosa.
-Nunca debes
volver a los lugares en que has estado-
-Ni siquiera
acercarte-
-De lo
contrario-
-Tanto Minako
como Len-
-Y todos los
seres a los que conociste-
-Serán
eliminados-
Maris asintió,
pero no por eso dejó de llorar. Las Diosas la dejaron sola, y no tuvo más
sueños que los momentos felices que había tenido en Japón, y sobre todo en
China. El dolor le desgarraba el pecho.
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-Len... – empezó,
no sabiendo cómo seguir –Me... ¿Me recuerdas?- le preguntó, en chino.
-Por supuesto
que sí- respondió Len, Basón no podía creerlo, y una mano lo agarró.
-Vámonos, esto
es sólo entre ellos- le dijo Minako y se lo llevó afuera, al jardín. Allí ella
le dijo que esperara, que ya se aclararía todo.
–Cuando
desperté y tú no estabas creí que era una pesadilla... Io y los demás no te
recordaban... Basón tampoco, y yo creí que me volvería loco. Corrí desde China
a Japón y de allí hasta aquí sólo para verte... Para asegurarme que todo no fue
el sueño más maravilloso que he tenido en mi vida... –
-Len... – Maris
estaba a punto de llorar otra vez –Yo... tuve que elegir, y no pude dejar a
Minako desamparada, no sabía lo que pasaría con ella, y por eso... Por eso yo...
–
-Lo sé, me
traje el libro de los Portadores de Sombra y lo leí- dijo Len –Pero no te
preocupes, yo estoy aquí ahora-
-Pero yo... Si
tú lo recordabas ibas a ser... Ibas a ser asesinado, ¡y yo no quiero eso!-
terminó, abrazándose con más fuerza a Len.
-Yo no dejaré
que nadie te haga daño, Maris, nadie... – dijo Len, con la voz más dulce que
había usado hasta entonces.
-Pero yo no...
– sollozó Maris.
-Shh- le dijo
Len poniéndole un dedo en los labios, y obligándola a levantar la vista hacia
él –Todo saldrá bien... no te preocupes- Se acercó a ella y le dio un tierno
beso en los labios –Confía en mí, ¿sí?-
Maris, al
separarse y ver el rostro de Len, todavía con las huellas de las lágrimas, no
pudo evitar abrazarlo. Sí, lo amaba, no podía evitarlo. Y si las Diosas del
Agua iba a eliminar a alguien, que fuera a ella, pero no a Len.
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-Entonces, que
así sea- dijo una voz conocida para Maris.
Eran dos Diosas
del Agua. Separaron a Len y a Maris, cada una se llevó a uno de ellos a puntas
opuestas de una profundidad marina que había aparecido de repente. Maris no
quería separarse de Len, y forcejeaba para liberarse, pero la Diosa la dominaba
por completo y empezó a atacarla. Al final, cuando Maris ya no podía más, la
dejó caer en medio de la profundidad, para quedar frente a frente.
-¿Acaso no te
dijimos lo que pasaría?- le preguntó, enojada.
-Sí- respondió
Maris, temblando.
-Ahora él debe
morir-
-¡¡¡NO!!!-
gritó Maris –No, a él no... Él no se lo merece, no sé cómo pasó... –
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-¡¡¡SUÉLTAME
AHORA, TE DIGO!!!- le gritaba Len a la Diosa, hasta que ésta lo soltó.
-¿Sabes bien lo
que le pasará a la Portadora por ti?- le preguntó ella, desafiante.
-No te atrevas
a lastimarla- le dijo Len, tenso.
-¿Estás
dispuesto a tomar su lugar?-
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-Hazme
desaparecer a mí. Bórrame de las memorias de todos, haz que mis padres y Minako
se queden con lo que me pertenece y lo usen bien, pero por favor, no toques a
Len-
-¿Y crees que
él te olvidará tan fácilmente?-
-No me importa,
pero no lo lastimes. Ha sufrido suficiente por mí... -
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-Sí- dijo Len
–Ella es la persona a quien más amo en éste mundo-
-¿Incluso más
que a Basón?-
-Por supuesto.
Él es mi compañero, pero Maris es especial... y no la volveré a encontrar
jamás-
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-Como quieras-
dijeron las dos Diosas al mismo tiempo.
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-Deberás darnos
tu inteligencia y tu creatividad, además de tus poderes de Portadora de Sombra-
le dijo la Diosa a Maris –Minako te olvidará para siempre, al igual que Len.
Vivará en otro hemisferio, y jamás te encontrarás de nuevo con ella-
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-Deberás entregarnos
tus poderes de Shaman y de guerrero. No podrás ver a los fantasmas. Nadie en
Japón te olvidará, y todo será igual que antes de tu primera partida hacia
Japón- dijo la Diosa a Len.
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-Hazlo- dijeron
los dos al mismo tiempo –Ésa persona es demasiado importante para mí como para
perderla-
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Si creían que
no iba a doler, se equivocaron. Cientos da rayos de hielo golpeaban sus
cuerpos, mientras que del otro lado, agua hirviendo les lastimaba la piel.
Sintieron que se ahogaban bajo el hielo del ártico, que el agua los quemaba
hasta las pestañas y no podían gritar porque era peor. A Len le dolió más que
todos los golpes que había recibido en las batallas juntas, y a Maris como si
estuviera enterrada en un desierto de agujas de hierro al rojo. En todo momento
las Diosas los tentaban a abandonar, pero ninguno de los dos cedía. Cuando no
pudieron soportar más el dolor, perdieron el sentido, esperando el veredicto.
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Pero no llegó.
Los dos
despertaron al mismo tiempo, y se incorporaron. Se vieron al mismo tiempo, y
Len la abrazó sin dudar. Maris no sabía qué hacer, y al final lo abrazó
también. ¿Pero qué había pasado?
-Tal parece que
han pasado la prueba- dijo una de las Diosas del Agua, frente a ellos.
-No se
preocupen, ahora han demostrado la fortaleza de sus corazones- les dijo la otra
Diosa.
-Nuestro poder
sólo puede ser derrotado por el mismo que los llevó a ganar en China-
-Ése mismo que
mueve al mundo y lo hace mejorar, llevándolo hacia la Luz-
-Sólo la
persona que amara a la Portadora podía recordarla en lo más profundo de su
corazón-
-Y nadie puede
cambiar eso, mortal o inmortal-
-Todos los
recuerdos de los seres con los que has estado regresarán ahora-
-Y cuando lo
desees, nosotras estaremos aquí para ayudarte- y las dos desaparecieron.
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Maris y Len no dejaron
de llorar de felicidad por media hora, y al final se dieron un apasionado beso.
Después se miraron. Todo había terminado. Podían estar juntos.
-Len... –
empezó Maris –Jamás he sido tan feliz en toda mi vida-
-Yo tampoco-
dijo él, sonriendo.
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Después de
lavarse las caras bajaron a la sala, donde estaban Minako -con Basón a su lado,
quien se quiso abalanzar sobre Len en cuanto lo vio, pero Minako lo detuvo- y
los padres de Maris, quienes observaban asombrados el gran cambio de su hija.
Ahora estaba radiante, y abrazaba a ése chico que recién había llegado con
fuerza.
-Tranquilo, no
hemos hecho nada, papá- dijo Maris, divertida, en español.
-Ah, bueno-
dijo él, y se relajó.
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Maris les contó
que él era Len Tao, que había estado en Tokio con ella casi desde el primer día
y que se habían hecho muy amigos, junto con Io, Amidamaru, Manta, Ryu,
Tokageru, Horo Horo, Kororo y Ana, diciéndoles que todos eran muy amigos –pero
no dijo que la mitad de ellos eran espíritus- y que Len era el que más quería
de todos. Hablaban en español, pero Len podía entender que hablaban de él por
las miradas que le dirigían los dos adultos. Minako tomaba mate dulce,
divertida, y le ofreció a Len. Le gustó mucho, y Minako le dijo, en perfecto
chino, que era mate con canela.
-¿Acaso sabes
hablar chino?- le preguntó el padre de Maris.
-Sí- dijo Maris
–y japonés e inglés a la perfección, hemos aprendido casi al mismo tiempo-
terminó, sonriendo ante el asombro de los dos adultos.
-Y Len es... –
-Él es ésa
persona especial con la que estaba destinada a encontrarme en ésta o en la otra
vida... – dijo Maris.
No necesitó
decir más.
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Io, Amidamaru,
Horo Horo, Kororo, Ryu, Manta, Tokageru y Ana recuperaron la memoria de ésos
días al mismo tiempo, y sonrieron. Maris lo había logrado. Lo mismo sucedió en
China con la familia Tao, y se dieron cuenta que Len había cambiado para
siempre, para bien.
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Maris regresó a
Japón a la semana siguiente. Io, Manta Ryu y Horo Horo la recibieron muy felices,
pero Maris se acercó a Ana, y le hizo una inclinación. Para la sorpresa de
todos, Ana hizo lo mismo. Len iba con Maris, y casi no la soltaba de la mano.
Yo los miraba, y suspiraba, hasta que Minako me dijo que ella estaba libre. Me
sonrojé y le sonreí; la verdad ella también era una chica muy bonita...
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FIN
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SNIF, SOB!!!!!
Ahora sí, el final!!! Mientras escribía el capítulo anterior y esté casi lloré,
por un momento pensé que las Diosas del Agua iban a ser tan crueles como para
separarlos... Pero no. JAMÁS permitiré que ellas hagan eso, Diosas o no.
Como vieron, Len no podía olvidar a Maris, y ella tampoco a él... Ah, yo quiero
estar enamorada así... Algún día llegará, algún día, me digo, pero siempre pasa
un día más y nada... Snif.
Bueno, he llegado
al final. Con dos capítulos más de lo que pensaba al principio, pero igual creo
que me salió bien... Y Manta parece que se va a poner de novio con Minako...
Pobre Basón, el susto que se debe haber llevado al ver a su Amo arrodillado
frente a una mujer que ni siquiera conocían... Lo hice sufrir bastante, al
pobre. Espero que no se enoje conmigo.
Como ven, éste
Fanfic no estuvo enfocado en Io y Amidamaru como personajes principales. Pero
bueno, es que me encanta Len, aunque en principio sea tan agresivo. Tal vez
haga otro Fanfic sobre él, o tal vez sobre Manta con Minako. Hum, me gusta la
idea...
Y hablando de
ésas, cosas, éste Fanfic me ocupó más de cuarenta páginas! (44 para ser
precisa) Nunca había hecho un Fanfic tan largo, creo que es porque empecé a
escribir más seguido. Bueno, me despido por ahora. Si quieren mandarme
críticas, comentarios, opiniones o lo que sea, mi mail es:
Nos vemos!
Nakoruru
20 de febrero
del 2003 – 12 de marzo del 2003
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