Dragones de Tierra
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2: Weevil
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A la noche siguiente, despertó en la gran cama, abrazado a la mantis de peluche. Su valija sólo traía unas cuantas cosas, la mayoría escritos a mano por él mismo, y libros antiguos (muy antiguos) que le habían dado en China. De ropa, nada, sólo lo que había traído en el viaje.
Se vistió y salió a ver la casa. Estaba anocheciendo, y pronto la ciudad se animaría. Se arregló como pudo, y se vistió con la ropa que había a los pies de su cama. Era cierto, era una cama enorme, pero de una plaza. Tenían colores azules y verdes, y Weevil se llevó con él la mantis. Era un regalo maravilloso, en especial porque hacía mucho tiempo que no recibía regalos.
Salió con la intención de ver la casa, pero frente a la puerta de su habitación, vaciló. Apretó más la mantis contra su cuerpo, y tomó el picaporte con cuidado. Lo hizo girar con lentitud, y dejó que la puerta se abriera sola. La hoja no hizo ningún ruido al abrirse, y Weevil no vio a nadie en el pasillo que se extendía ante él.
Su habitación estaba al fondo de la casa, del lado más alejado de la calle y del ruido. Pero apenas estaba anocheciendo, y la ciudad aún no despertaba. Weevil caminó unos pasos y luego empezó a caminar con cautela, cuidando de no hacer ruido. Se sentía algo ajeno a ésa casa, desconocida para él, y le recordaba a ése... a ésa institución donde lo habían metido para educarlo.
Se detuvo y sacudió la cabeza. Deja de pensar en eso, por Dios, se dijo a sí mismo, y siguió caminando.
La noche cayó, y con ella la vida en Yiske. Weevil se detuvo en medio de la sala al final del pasillo al ver entrar por una puerta lateral a Pegasus. Se asustó un poco, y abrazó la mantis de peluche contra su cuerpo. Pegasus lo vio y se quedó quieto.
-¿Has dormido bien?- le preguntó, a la distancia.
-Sí... – dijo el niño, indeciso –Gracias, la cena estaba muy rica... Y la mantis... –
-Supuse que te gustaban. Me alegra saber que acerté-
-Gracias... – dijo Weevil, bajando la cabeza.
-¿Te gustaría conocer la casa?- preguntó Pegasus luego de una larga pausa –Hoy es domingo y tengo la noche libre-
Weevil asintió en silencio y levantó el rostro.
Y por primera vez en mucho tiempo, dejó que alguien viera su sonrisa.
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La casa era muy grande. Aparte de la habitación de Weevil, había una sala de estar, con una gran biblioteca y un piano. A Weevil le gustó mucho. Le encantaba leer, pero pocas veces pudo hacerlo durante... su vida anterior. Luego estaba el comedor, decorado con platos y loza china, y muchas habitaciones, cada una con un baño privado. Todo revelaba buen gusto y un gran apego a las artes, en especial a la literatura.
-¿Te gusta nuestra casa?-
Weevil se sorprendió. ¿Realmente iban a dejarlo vivir en ése lugar tan maravilloso, con alguien tan bueno? No podía creerlo, y miró a Pegasus.
-Sí, nuestra casa. Yo no tengo familia, y me gustaría que tú lo fueras- dijo él, agachándose para quedar a su altura y sonriendo, hablando con voz amable.
Weevil sólo asintió.
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-¿Cómo te ha ido con ése chico?- le preguntó Seto Kaiba a la mañana siguiente, en el Consejo.
-¿Qué?- Pegasus no lo entendía.
-Las noticias viajan rápido en Yiske-
-Oh- dijo Pegasus.
-Vamos, todos ya saben la noticia, y queremos saber cómo es-
-Es un buen chico, y le gusta la privacidad- Kaiba entendió la indirecta. Pero necesitaba saber algo.
-¿No crees que pueda haber problemas?-
-Dudo que él los cause. Se porta muy bien, y Cecilia no tiene quejas-
-Hasta tu empleada es reservada. No lograron sacarle nada-
Pegasus lo miró.
-Kaiba, no sé lo que pretendes, pero él no es como ellos. Es más, apenas salió de su cuarto para leer, después que le mostré la casa-
-Ellos también leían mucho-
-Pero no creo que lean lo mismo. Cuando me despedí, estaba hojeando un libro escrito en latín-
-Vaya, eso no es común entre ellos-
-Se ve que leer es su pasión. Y eso me gusta. Será un buen alumno-
-¿Acaso piensas enviarlo a un colegio?- Kaiba parecía entre alarmado y molesto.
-Por supuesto que sí, Kaiba. Tiene derecho a la educación. Y no soy quién para negárselo-
-Debo confesarte que aún no me queda claro cómo lograste hacerlo... –
-A mí me avisaron que debía recibirlo, y así lo hice, porque fue una orden del gobernador. Me dieron algunas señas del chico, y luego me dijeron el día y la hora en que llegaría su tren. Fue una orden oficial, y esperé para ver qué clase de chico era. Y es un encanto-
Kaiba gruñó.
-Sí, un encanto... Así los hacían antes, y tú ya sabes para qué. Y lo sabías antes-
Pegasus lo miró.
-Kaiba, falta poco para que empiecen las sesiones ordinarias del Consejo. ¿Quieres que hablemos luego?-
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-Bueno, niño, veo que le gusta leer- dijo Cecilia, la empleada de Pegasus –Se ha pasado horas aquí adentro, sólo leyendo-
-Ah, sí- dijo Weevil, saliendo entre un libraco enorme escrito en latín –Disculpe, es que me gusta mucho leer... –
-No se disculpe, niño, es muy bueno ver que los niños de su edad leen-
Weevil se sonrojó un poco.
-¿Puedo hacerle unas preguntas, niño?- quiso saber Cecilia.
-Si puedo responderle, sí- dijo Weevil, dejando a un lado el libro.
-¿Cómo siguen las cosas allá?-
El rostro de Weevil se ensombreció. Cecilia sabía que eso pasaría, pero tenía que decírselo.
-Peor que nunca- dijo Weevil lentamente –Los gobiernos ya no tiene poder, y el Consejo de Cazadores dicta las leyes... Injustas, arbitrarias y hasta ridículas... Salen por capricho o impulso, y ya nadie sabe dónde está parado... Y no sé cuánto tiempo demorará en estallar... todo-
-Lo siento mucho, niño- dijo Cecilia, al ver que Weevil empezaba a sollozar, abrazado a la mantis de peluche.
-No- dijo Weevil, tratando de calmarse y secándose las lágrimas con la mano –No es nada, ya se me pasó. Gracias por preocuparse por mí, señorita Cecilia-
Incluso después de haberse despedido para ir a hacer sus quehaceres, Cecilia seguía recordando la frase “Peor que nunca” Ella creía que la situación no podía empeorar, y ahora esto...
-Pobre niño, debió haber sufrido mucho... –
“Demasiado” pensó.
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Weevil se tomó el día para volver a explorar la casa. Seguía con miedo, aunque trataba de disimularlo. Allí no le harían daño... Estaba lejos del Consejo de Cazadores, y los vampiros no debían preocuparle. Después de todo, habían sido excluidos del mundo y habían construido Yiske, esa isla flotante que iba de un lugar a otro del Océano Pacífico, siempre viajando de un Polo a otro, para tener las cuatro estaciones del año. Y hasta ahora, no habían intentado hacerle daño... Pero tampoco había tenido contacto con otros que no fueran Pegasus y Cecilia...
Era la primera vez que salía del instituto. La primera vez en cuatro años. Allí había cambiado su vida, y para mal. Lo único que lo animó fue el encontrar a Yuugi, su único amigo real, que para ironía del destino era a quien debía eliminar... Y en ése instituto enseñaban cómo hacerlo de las formas más crueles. Y desde los seis, cinco, e incluso cuatro años. Lo que se veía allí no se olvidaba jamás, y eso Weevil lo sabía. No podría olvidar toda la sangre que vio correr, ni a la cantidad de vampiros a los que vio siendo torturados... Eso poblaba sus pesadillas y lo seguiría haciendo por mucho tiempo...
Sacudió la cabeza, tratando de pensar en otra cosa. No pienses en eso, se dijo, ahora estás en un lugar en el que no te lastimarán.
¿Pero realmente sería así? ¿Realmente los vampiros olvidarían tantos años de odio, de sufrimientos, de miedo, de todo el mal que les habían causado ellos? ¿Y dejarían que él, que había estado con ellos, viviera tranquilo en su isla?
Pero no era sólo eso lo que lo atemorizaba. Eso era lo de menos. ¿Y si en el día, mientras estaba dormido, se levantaba? ¿Y si hacía lo que ellos le enseñaron sin saberlo? Dios, era un peligro potencial, que podía estallar en cualquier momento. Y no sabía si había pasado. No había visto el diario, pero corrió a buscarlo. Lo abrió, y leyó sobre muchos vampiros que no conocía. Nada. Nada sobre asesinatos en Yiske, y un suspiro de alivió lo inundó por completo.
Empezó a releer el diario con más calma, y vio a Pegasus en una noticia. Habían sancionado una ley muy importante en la economía, y Pegasus era quien había aportado la idea. Una de tantas ideas geniales que habían mejorado a Yiske. De una islita desierta a un país orgulloso de serlo, apartada de un mundo humano que se iba hundiendo en la ignorancia y la locura de unos cuantos que querían exterminarlos.
Y entre los Cazadores, él era uno de los elegidos. De nacimiento, para peor, y no había forma de deshacerlo. Pero eso le había permitido conocer a Yuugi. Por lo menos él ahora debía ser libre, en el único país neutral del mundo... China...
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Capítulo más largo, pero aclara varias cositas. Y eso sólo el comienzo de una larga serie de revelaciones. Weevil, como ya habrán notado, tiene un carácter diferente, y lo mismo Kaiba y Pegasus. Pero de mí esperen cualquier cosa, menos que respete a rajatabla los argumentos de las series...
Nos leemos
Nakokun
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