Dragones de Tierra
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6: Leyes de sangre
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De día, Yiske se veía diferente. Y en especial, desde arriba. Weevil trató de volar rápido, para no llamar la atención. Y si bien sabía que nadie se asomaba hacia el cielo cuando había un Sol tan intenso como ése, era mejor no tomar riesgos. No creía que pudieran reconocerlo por cómo se veía, pero seguro que lo conectarían con ése nuevo chico que no era vampiro que vino del mundo exterior, y ahí sí que no tendría paz. De hecho, no sabía cómo reaccionarían los vampiros al saber que un Portador de Sombra estaba entre ellos.
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Fue a la orilla y vio el océano, enorme y azul, en toda su extensión. Se alejaban de Portugal e iban lentamente hacia el Ecuador, para luego volver con el mismo recorrido; de norte a Sur y de Sur a Norte. Volvió a su habitación apenas una hora después de haber salido. Volar era una de las cosas que más le gustaban, pero no debía abusar.
El jardín de invierno de Pegasus estaba hermoso, pero desde la llegada de Weevil había explotado en energía. No había en todo Yiske un jardín más hermoso ni con más vigor que ése, y Weevil sabía que era, en parte, por su energía. Los Dragones emitían una energía muy especial, que causaba diferentes efectos en los seres que los rodeaban. Y la Tierra era el elemento más importante en ése campo.
Porque la Madre Tierra era la madre de todo.
El Fuego representaba el nacimiento, la Madera en crecimiento, el Metal el descenso y el Agua la muerte, pero la Tierra siempre estaba allí, en cualquier momento. La alegría y el espíritu guerrero y de lucha eran los sentimientos del Fuego, la ira de la Madera, el miedo el del Metal y la tristeza el del Agua, pero el de la Tierra era Amor. Y era por eso que no había habido incidentes desde su llegada. Weevil causaba ése efecto a nivel inconsciente.
Pero le sorprendía que sólo hubiera funcionado en los vampiros. En los Destripadores no había surtido efecto, o al menos no con tanta intensidad. Tal vez fuera porque habían olvidado lo que era el afecto, y sólo quedara un vestigio de compañerismo. El mismo que sentían dos asesinos que saben que están con uno de su tipo.
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-Esto es extraño- dijo Pegasus, examinando las plantas de su jardín.
-¿Qué sucede, señor?- preguntó Cecilia, quien le estaba ayudando a regar las plantas, una hora antes del amanecer.
-El jazmín está empezando a florecer, y no es época de floración. Y lo mismo le sucede a las rosas-
Era cierto. Los jazmines y las rosas empezaban a mostrar capullos entre la nieve. Algo que nunca se había visto en Yiske en ésa época del año. Pero lo que más llamaba la atención era que sólo las rosas y los jazmines que estaban más cerca de la habitación de Weevil estuvieran floreciendo.
-Creo que no sólo nosotros nos alegramos de la llegada de Weevil, señor- dijo Cecilia.
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Weevil pudo sentir lo que Cecilia y Pegasus estaban hablando. La Tierra le hablaba en un lenguaje que sólo conocían ambos, y sintió cierta inquietud. Esperaba que no lo descubrieran... Al menos, no tan pronto. Y entonces empezó a pensar que tal vez sus poderes no funcionaban tan bien en el Instituto de Londres porque allí no recibía amor. Si no recibía amor de ellos, entonces ellos no podían sentir su amor, y sus poderes no surtirían efecto. Y si mal no recordaba, los sentimientos y el ambiente tienen mucho que ver con sus poderes y habilidades...
Sí, eso debía ser. O al menos, era la única hipótesis válida que encontraba. Y lo que mejor sentía su influencia era todo lo verde. Todo lo que salía de la Tierra y que regresaba a ella para poder renacer. Weevil podía sentir lo que sucedía a su alrededor cuando estaba en contacto con la tierra, porque la Tierra era muy sabia. Fue por eso que, estando encarcelado, supo lo que pasaba a su alrededor. Supo cómo el Consejo de Cazadores se apoderaba de todo el poder de los gobiernos, y empezó a dictar ley tras ley, sin control ni lógica.
Se prohibió usar el color rojo y el negro, porque eran los colores favoritos de los vampiros.
Se prohibió usar los medios de comunicación de noche, porque los vampiros podían usarlos para sus maléficos planes.
Se prohibió comprar carne en los locales que no estuvieran autorizados (donde se vendían lo que quedaba de los vampiros)
Se prohibió la entrada a cualquier universidad a todo aquél que no tuviera licencia de Destripador o que estuviera en contra de las ideas del Consejo, por mas mínima que esta fuera.
Se prohibió la realización de películas, series o cualquier tipo de entretenimiento, arte o manifestación donde los vampiros no tuvieran otro papel que el de villanos, tontos, incapaces y repulsivamente bizarros.
Se prohibió el voto y cualquier forma de elección de gobierno que no fuera elegido por el Consejo, y que cualquier candidato que no fuera un afiliado al Consejo fuera candidato.
Se prohibió que cualquier educación fuera realizada fuera de los Institutos de Cazadores legalizados por el Consejo.
Se declaró que todo aquél que se opusiera al Consejo sería considerado vampiro con todo lo que eso conllevaba; desde la pérdida de todo Derecho Humano (¿para qué, si eran como vampiros?) y de cualquier otro derecho o garantía habida o por haber.
Se prohibió la actividad científica que no fuera indispensable para mantener viva y con miedo a la población. La mayoría de los científicos se dedicaba a experimentar con vampiros.
Se prohibió la exhibición o tenencia de todo documento sobre los vampiros que no fuera el autorizado. La mayoría de los documentos que hablaban de los vampiros en tono científico, neutral o hasta devoto, fueron eliminados, la mayoría de las veces junto con sus autores.
Y lo que más asombró fue que se prohibió la entrada o salida de cualquier ciudadano chino al resto del mundo. Los chinos siguieron sus vidas, ofreciendo ayuda a todo vampiro o humano que lo solicitara, y eso les había costado muchas vidas.
Y eso era sólo el principio. Muchas otras leyes ridículas, crueles y sin razón de ser habían sudo creadas por el Consejo. Y puestas en práctica con crueldad. Se permitió a los Destripadores utilizar todo tipo de armas, inclusive las de guerra para eliminar a los vampiros, o a quienes no pensaran como el Consejo. El NAPLAM, las bombas nucleares y atómicas volvieron a construirse, pero con la mitad del poder. Aún así, eran muy peligrosas, y sólo se habían usado cinco veces en total. Lo que se usó un poco más fueron los tanques de guerra y los helicópteros, ya que el ejército entrenaba dos días a la semana a los Destripadores. Y eso era sólo una parte.
Los únicos dos lugares en donde había paz para ambas razas eran China y Yiske, y ya estaban avanzados los trámites de asociación y paz entre ambos países.
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Había desparramado
esporas.
Sólo después de verlas en el marco de la ventana, se dio cuenta que había diseminado sus esporas por todo Yiske. Nunca lo había hecho, y no sabía lo que podría llegar a pasar. El viento ya las había diseminado por toda la isla, y ya era tarde. No sabía qué efectos tendrían en los vampiros o en la isla misma. Trató de tranquilizarse, diciéndose que no había que temer lo peor, pero sí lo temía.
Y lo peor de todo era que no sabía qué clase de cosas podían pasar, o cuándo. Tal vez las plantas crecieran al doble de lo normal. O quizás terminaran invadiendo todo Yiske. Por un segundo, Weevil se imaginó toda la isla siendo invadida por una planta enorme, que entraba en todas partes y no dejaba lugar donde protegerse del Sol...
Sacudió la cabeza. No, eso no pasaría. La Tierra nunca atacaba a nadie, y sus poderes nunca habían sido destructivos, por lo menos no los relacionados con su elemento. La Tierra sólo podía dar amor, y sus únicos poderes eran de distracción o disuasión.
Su corazón se calmó, pero se dijo que nunca más dejaría que sus poderes actuaran por sí solos. Miró a Martin, quien lo esperaba en su cama. Weevil se puso su piyama y se acostó. Mañana sería otro día...
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-Lo hemos localizado-
Saya, con una maligna sonrisa de triunfo en el rostro, le entregó el informe a su superior. Aunque ella sabía que era superior sólo de nombre. Los administrativos eran un simple adorno.
El informe contenía los datos de Weevil, hasta que los soldados lo habían depositado en Yiske. Los Destripadores jamás dejaban escapar a su presa. Y menos aún cuando eran tan raras como Weevil. Un Portador de Sombra, en su misma institución, y ella no lo había notado... O quizás no había querido notarlo hasta el momento preciso.
Si bien no podían entrar a Yiske sin ser detectados, pero los satélites funcionaban. Y los sistemas de seguridad de Yiske no los detectaban porque eran muy antiguos, de la época de la Guerra Fría. Eso había empezado casi un siglo y medio atrás, y había terminado un siglo antes, si sus cálculos no fallaban. Algunos habían flotado a la deriva, pero aún funcionando, y gracias a eso habían monitoreado los movimientos de Weevil.
-Se hizo amigo de Mokuba Kaiba, y ya salió una vez como dragón, de día, por supuesto. Aún no se lo ha dicho a Pegasus. Y no se ha visto que su Sombra lo haya visitado, no por lo menos físicamente- continuó Saya.
-Perfecto- dijo su superior, sonriendo –Dentro de poco nos veremos de nuevo las caras, insecto-
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Otro capítulo dedicado a aclarar la situación en la que se encuentra Weevil. Y sus poderes empiezan a ser notados por Pegasus y Cecilia... ¿Y si Mokuba lo ve? Mmmmmm, Mokuba *¬* (¿se nota que me gusta el chico?) O aún peor: ¿qué sucedería si los Destripadores deciden atacar Yiske, con todo el armamento? Los Portadores son considerados vampiros, así que... Nada los detiene. Y ésa Saya... fue la profe de Weevil, así que se pueden ir haciendo una idea de lo que va a pasar.
El tema es que aún no se sabe cuándo los acontecimientos se van a precipitar...
Nos leemos
Nakokun
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