POR PRIMERA VEZ EN LA VIDA

artín suponían que ya los habría dejado atrás. Tuvo que salir del pueblo perseguido por unos maridos enfadados, engañados. Martín no sólo se había aprovechado de su amabilidad, sino también de sus mujeres. Era una vida la vida, un cara dura, nunca había trabajado, no lo necesitaba.

Estaba cansado, tenía sueño.

A lo lejos vio las luces de un pueblo, obligó a su caballo a que fuera más rápido. Cuando se acercó lo suficiente comprobó que no eran luces de casas, sino un fuego devastador que estaba consumiendo todo el pueblo.

Había cadáveres por todos los lados, Martín se bajó del caballo  y tras comprobar que no hubiera nadie más, registró las ropas de los muertos encontrando algunas monedas de oro, y algunas joyas en las mujeres.

Entró en la última casa para buscar objetos de valor, no es que hubiera muchos, pero tampoco se iría con las manos vacías.

Cuando entró en la última, oyó un llanto. Martín se asustó, pero al mirar vio a una niña de unos ocho años arrodillada en el suelo con los ojos envueltos en lágrimas.

Martín se acercó lentamente, la niña le miraba. Al aproximarse, vio a una mujer en el suelo con la cara ensangrentada y un corte en el cuello  de donde provenía toda esa sangre. Martín salió de la casa y se montó en su caballo, escuchó un ruido a su espalda, al volverse vio a la niña. No la hizo caso y dándole un golpecito al caballo empezó a marcharse con las alforjas llenas. La niña echó a correr tras él.

Cada cierto tiempo, miraba de reojo para ver si continuaba detrás de él, la niña siempre estaba allí.

Como ya era muy tarde, decidió acampar y dormir. Se apartó del camino hasta un claro donde preparó el fuego y un poco de comida. La niña llegó junto a él y se sentó. Le miraba hambrienta, agotada. Martín le dio un poco de pan y un trozo de carne seca que la niña no tardó en hacer desaparecer. A los pocos minutos ambos se durmieron.

A la mañana siguiente cuando Martín se despertó, la niña ya había recogido todo y le había preparado el desayuno. Comió rápidamente y  antes de darse cuenta la tenía montada sobre el caballo. Montó él también, y partieron.

Le preguntó cómo se llamaba y dónde vivían sus parientes más cercanos. La niña le contestó que su nombre era Isabel y tenía unos tíos a unos cientos de kilómetros de distancia de su pueblo. Se dirigieron hacia allí.

Durante el trayecto Isabel cantaba y hacía reír a Martín como nunca antes había hecho. Por las noches, la niña se le acurrucaba junto a él. En Martín afloraban un montón de sentimientos y emociones que creía olvidadas o que nunca tendría. La verdad es que nunca había sido tan feliz como ahora.

Cuando llegaron a la ciudad donde vivían los tíos de Isabel, les dijeron que ya no habitaban en la casa que la niña le había indicado, sino en las afueras.

Martín sacó una vieja y casi olvidada flauta y empezó a tocar, mientras, Isabel se puso a cantar. Las gentes se arremolinaron en torno a ellos, al terminar la canción muchos fueron los que les dieron monedas de oro, otros les pedían más. Cuando tuvieron suficiente, entraron en la taberna y se dieron un auténtico festín. Por primera vez en su vida, Martín había conseguido oro sin necesidad de robarlo, y lo más importante es que le había gustado y se sentía satisfecho por ello.

Por la tarde, se dirigieron a casa de los tíos de Isabel, éstos habían prosperado con el comercio de pieles y ropas. Ahora tenían una bonita casa.

Isabel y sus tíos se abrazaron, seguidamente la niña les contó lo sucedido. Sus tíos la acogieron y le ofrecieron a Martín una buena bolsa de oro, pero la rechazó.

Llegaba la hora de marcharse, Martín abrazó a Isabel, que con lágrimas en los ojos le decía una y otra vez que no se fuera. Martín salió como pudo de la casa, montó en su caballo y tras avanzar un poco se volvió. Isabel lloraba desconsoladamente, mientras su tía la abrazaba, entonces sintió que algo le recorría la mejilla, lo tocó y comprobó que era una lágrima. Por primera vez en su vida lloró.

Bajó del caballo y corrió, Isabel al ver que volvía corrió también y ambos se abrazaron. Martín alzó a la pequeña y giraron y giraron hasta casi perder el equilibrio. Por primera vez en la vida alguien le besó en la mejilla con amor puro y verdadero, y por primera vez en su vida, él besó con amor puro y verdadero.

  JL

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