Llego al trabajo - «Hola, sr. Danone» -me dicen. Hay que ser enérgico, pienso. En el despacho les digo a mis subordinados de una manera tajante: - «¡Lo quiero para mañana!» - «…Pero no podrá ser, sr. Frank» -dice casi tartamudeando un chico joven. Si no vas con mala leche, te toman el pelo. - «¡Tiene que ser. Ya!», replico. Al mediodía, me encuentro con mi novia en un restaurante cerca del trabajo. No está sola. Está con un amigo suyo. Éste me saluda, amablemente. Me pongo tenso. Le está comentando una novela. Lo mejor es cortar la conversación. Digo de manera segura a mi novia: - «¡Quiero que vayas conmigo a convención de mi empresa!» Mi novia me dice tímidamente y con paciencia: - «Bueno……» Miro con una sonrisa burlona y segura a mi contrincante. Lo observo con placer. Lo he cortado. Comemos y no le hago caso, como si no estuviera. Le digo a mi novia de manera segura: - «¡Me ha llamado Manoli, me ha dicho lo de aquel asunto!» - «¡Hay que espabilarse!», le he dicho yo. Terminamos de comer. Nos traen la cuenta. Me quedo quieto, sonrío. Paga él. Mi novia está incómoda. Al salir a la calle le digo a mi contrincante con superioridad: - «Adiós». Pienso: que fácil es tomarle el pelo, se pica enseguida, por aquí lo puedo atacar. Mi novia me dice, ¿qué te pasa con él?, es una persona interesante. Yo me separo bruscamente un poco de ella, pero no digo nada. - «Acuérdate –dice mi novia- mañana tenemos que ir a lo del piso. - «Ya sé como hacerlo. Ya verás como lo hago para sacar más dinero»- contesto. Se hace de noche. Vamos a ver unas fuentes luminosas municipales. Hay mucha gente. Nos encontramos con la hermana de mi mujer. No me llevo bien con ella. Me da pena, se ha quedado sola después de romper con su novio, no es muy agraciada físicamente. ¡Que se joda!, pienso. Ella me dice algo. Después de pensarlo, sólo le contesto con mi sonrisa. Llegamos los tres a casa de novia y de su hermana. Hoy no subo. Me despido de ella y no digo nada a ésta. - «¡Hasta mañana!» –digo seguro y triunfante. Voy andando silbando un tema de Joan Manuel Serrat. Llego a mi casa. No hay nadie. Lo primero que hago después de encender la luz es mirarme en el espejo. Bruscamente, me aparto de él. Mi sonrisa aparece, pero ….no está sola. Hay otra que me mira fijamente, muy fijamente, como si fuese de alguien familiar. Pero yo tengo sangre fría. Medito un largo rato. ¡Va, no hago caso!. Puede más la confianza que tengo en mi mismo que lo que he visto dentro del marco. Me voy a dormir. Me levanto de la cama y me voy al espejo: «¡Como siempre, estoy perfecto con mi sonrisa triunfadora!»
Juli Tobaruela Solé |