đHgeocities.com/area51/station/2598/ipar811.htmoocities.com/area51/station/2598/ipar811.htm.delayedx5kŐJ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙Č°ĆźA)OKtext/htmlpáw5óA)˙˙˙˙b‰.HMon, 04 May 1998 07:53:36 GMTńMozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *5kŐJA) Parafernalia Bibliotequera

Expediente X

Parafernalia Bibliotequera

   Septiembre. Hay quien dice que eso de estudiar en casa es el mejor de los ejercicios y el mejor de los laxantes. Me explico; por razones misteriosas, cuando abrimos un libro o desplegamos los apuntes sobre la masa no se suele tardar mucho en notar unos determinados efectos inherentes al estudio:

                                       - Tengo sed.

                                       - Tengo hambre.

                                       - Tengo que llamar por teléfono para pedir algo.

                                       - Tengo que pasar al servicio.

                                       - Tengo que comprobar si la radio funciona bien.

                                       - Tengo que mirar si el pasillo continúa ahí fuera.

                                       - Tengo que...

   Sí lo sé. Se trata de estudiar...pero has coincidido en un momento en el que tu madre ha conectado el aspirador o la olla a presión, o tus compañeros de piso están en plena juerga, o tu vecino de arriba le ha dado por la nostalgia conectando a todo volumen lo último de María del Monte.

   Por ello tomas una resolución. Decides juntar pertrechos y partir hacia la biblioteca de la Facultad. Dicen que allí todo es calma y relajación, y que se puede estudiar a gusto...Nosotros nos encargaremos de desmentir estos inevitables tópicos.

   La jornada puede comenzar pronto, a eso de las ocho de la mañana. Llegaremos a la Uni mezclados entre los abotargados pasajeros del tren o del autobús, o quizás enmarañados en un infernal tráfico. Seguramente habrás decidido llevar algo cómodo, un chandal y una vieja camiseta para ocasiones como ésta. A tu espalda se aferra con desesperación una pequeña mochila embutida de apuntes.

   Ha habido suerte; son muchos los sitios libres y no tardas en acomodarte en una mesa al lado de la ventana. Empiezas a sacar los bártulos y colocas con cariño el Casio digital de tu muñeca sobre la mesa observando que ésta parece una obra de arte maorí. Su superficie está adornada con los más diversos motivos y leyendas; “Moneo City”, “Intsumisioa”, “Lola te quiero mucho, como la trucha al trucho”, “Ozeluí 30-2-1991”, “Joker was here”, “11:20, 11:21, 11:22, 11:23...”, “Metallica”...y las más variopintas formas geométricas e imposibles dibujos trazados con precisión a cuatro tintas.

   Pronto el ocasional ir y venir de la gente se hace más fluido. A tu lado se sienta un curioso personaje que desparrama desordenadamente sus apuntes de Fiscal junto a tu modesta calculadora de bolsillo. Le escrutas con el rabillo del ojo; no crees que tenga la osadía de invadir tu territorio. Cada mesa es un coto, un espacio vital, delimitado por imaginarias mugas que, bien los bolis o bien los tacos de folios, se encargan de preservar.

   Se coloca distraídamente los cascos del walkman y lo enciende. El volumen está demasiado alto y tras el susto inicial y creer haber reconocido el “Pet Cemetery” de los Ramones tu acompañante baja la música a un casi imperceptible bisbiseo.

   Delante se colocan dos muchachos. Deben ser de ingenieros o de peritos a juzgar por el compás, las láminas y la monstruosa calculadora que, según como explica a su amigo, es capaz de realizar matrices, gráficos, integrales, memorizar párrafos y hasta tararear cancioncillas populares. No te explicas qué diablos pudo ocurrirle para que llegara a esta convocatoria con semejante chuletón informático.

   Hay quien coge sitios con la misma facilidad de quien siembra trigo. Es fácil; un taquito folios y a distribuirlos por las mesas vacías. Luego el cafecito mañanero a la espera de los coleguis, para empezar a estudiar, con relajación y suficientes pausas, a eso de las once menos cuarto. Esta singular técnica de apropiación indebida es frecuente en las mesas grandes del fondo. Son verdaderos txokos donde los amiguetes se cuentan las anecdotillas del verano sin olvidarse de ningún detalle. Hay que procurar no caer allí o te verás arrastrado inevitablemente a una conversación que versará sobre parajes recónditos, gaupasas etílicas, y morenos playeros.

   Es curioso, y también digno de mencionar, el papel desentumecedor de piernas que ejerce el botellín de agua. Este se coloca sabiamente en el hueco de la mesa para hacer uso y abuso de él a intervalos de cinco minutos máximo. Cuando se termina, se coge y se va al servicio a por más. En el paseíllo charlaremos amigablemente de izquierda a derecha con todo aquel cuya cara nos suene de algo para preguntarle cómo le va, qué le ha caído, etc, etc, etc...”Cárceles y caminos hacen amigos”; las bibliotecas los estrechan.

   Las miradas de la gente se desvían de los apuntes generalmente hacia los individuos que entran y salen. Todo un recital de formas de comportamiento:

   El/la tímido/a entra como quien va pisando huevos; tratando de no hacer demasiado ruido para que nadie repare en él. El nerviosismo se convierte en torpeza y suelen hacerse un lío con las piernas, se les conoce porque no saben dónde llevar las manos.

   Se le contrapone el/la notario/a. Fuertes pisadas o taconazos medidos con precisión que arrancan miradas y deseos sobre esculturales, o proyectos de esculturales, cuerpos. Mirada firme y sonrisa profident. Abundan.

   El/la despistado/a no sabe nunca a dónde va ni a dónde entra. Confunde el centro de publicaciones con las mesas del fondo. Miran continuamente de izquierda a derecha confundidos como buscando a alguien para a continuación dar tres pasos y perderse por donde han venido. Si dejan un sitio ocupado son incapaces de reencontrarlo.

   Los grupos son reconocibles precisamente por eso; se mueven en manadas de tres a cinco individuos. Hablan y ríen continuamente como queriendo contagiar su alegría a todos los demás.

   El/la informado/a comienza trayendo el Marca, pide el Mundo una hora después, hojea el Correo no mucho tiempo más tarde y a continuación una rápida ronda con el Deia, y el Egin. Le encantan las noticias frescas y chascarrillos variados. En su cartera hay una foto de Pedro J.Ramírez.

   El/la amistoso/a parece conocer a todo el que entra en la Uni. Su lema es “Si la montaña no viene a mí, yo voy a la montaña”. Verdadero incondicional de la txapa es aquel/la que nunca está sentado en su sitio o permanece en él mirando hacia atrás

   El/la suspicaz también conocido como guerrillero/a entra despacio analizando las caras que le miran. Cree ver odio en ellas y eso le cabrea profundamente. Si te sientes a su lado protege a capa y espada su espacio vital. Hosco/a y huraño/a no traga al amistoso/a.

   El/la gorrón/a es el terror de los botellines de agua y las gomas de los lápices. O se olvida siempre de traer sus cosas o es que tiene más morro que espalda. Cuanto más lejos mejor.

   El/la estudiante es un espécimen difícil de encontrar bien cuya supervivencia depende de la tranquilidad del medio. Entra derecho y se sienta apoyando los codos sobre la mesa. No conoce el frío y el calor, pero es vulnerable a los dolores de cabeza. Es una especie protegida por el personal universitario.

   Tanta y tanta gente...Al final te has olvidado a qué has venido. Ya es tarde y tienes que volverte a casa para comer. Recoges tus cosas con cuidado y te juras que a la tarde empezarás con ganas. Pero todos sabemos cómo de dura es la vida del estudiante...¡Que haya suerte!

                                                                                                                              © Ipar

Itzuli