
Historias del Zanate
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Jueguitos
de niño
Niñas y niños dormilones:
Ahora voy a platicarles algo que pasò hace mucho tiempo. Cuando los dinosaurios poblaban la tierra. Algunos
eventos de mi niñez.
Muchas cosas sucedían durante la vigilia en mi niñez y adolescencia. Cosas como "problemas con el tiempo" y "asuntos de dinero", como yo les llamaba.
En el tema del tiempo hay mucho que recapitular. El tiempo se comportaba de manera extraña en ocasiones. Parecía
detenerse, adelantarse o expandirse caprichosa y sorpresivamente. Esto me obligó a estar alerta, a estar siempre viendo "con el rabito del ojo". Esto me llevó a ver cosas "que los demás no veían", por no estar "a las vivas"; cositas sin importancia, pero curiosas la mayoría de las veces.
Me llevó a darme cuenta de cosas como estas.
UNO: Durante algunos años vivimos a orillas de una laguna, en una choza con techo de "tule", a unos tres metros del agua, lejos de la gente. Solía caminar diariamente varios kilómetros en medio de vegetación salvaje por caminos solitarios para llegar a la escuela
(tercer año de primaria). De ahí, recuerdo muchas cosas; un búho blanco que cantaba por las noches en lo alto de un árbol enorme y que ponía nerviosa a mi madre, una vívora enroscada a la mitad del camino, a la que tenía que "convencer" para que me dejara pasar y la profusión de vida que descubría cuando "me volvía invisible" o "me
volvía árbol".
Me explico.
Practicaba un juego mientras iba y venía de la escuela, "hacerme invisible". Caminaba un tramo cantando y haciendo ruido descuidadamente con ramas y hojas secas y luego paraba
totalmente, daba un paso atrás, me agachaba y cerraba los ojos después de gritar "¡soy invisible!".
Luego abría los ojos despacito y me quedaba quieto como piedra, apenas respirando, sin moverme para nada. Entonces el ambiente que parecía desierto se poblaba de animalitos aquí y allá, que salían muy sigilosos en un principio y confiados después. Algunos se me acercaban bastante y podía verlos a satisfacción. Ese era mi juego
de "volverme invisible".
A veces daba tres pasos hacia atrás, como una película en reversa, luego "saltaba a un lado" y me quedaba quieto observando todo, con el rabito del ojo, después de gritar "soy un árbol".
Al cumplir los doce o trece años de edad dejé de practicarlos, por algo que me pasó y que me aterrorizó completamente. Eso luego se los cuento.
DOS: Supongo que esos y otros jueguitos me afectaron. Al poco tiempo comencé a ver cosas que los demás no parecían advertir. Como el brillo en los objetos, los
gusanitos de luz, luces de todo tipo que se precipitaban en el cielo de pronto o que saltaban entre los árboles de vez en cuando. Luego comencé a sentir que "algo sin forma" me seguía. Modificó mi área de visión periférica. Comencé a encontrar dinero tirado... y hasta me parecía escuchar a veces los sentimientos de la gente.
Encontrar dinero tirado para mí era muy fácil. Era conocida en mi casa mi habilidad para encontrar dinero tirado en la calle o ver cosas en el cielo. No necesitaba ir agachado o viendo hacia
arriba; los percibía con el rabito del ojo (a veces esto suscitaba suspicacia en
algunos, pero como era tan desapegado al dinero, me concedían el beneficio de la duda). La mayoría de las veces se trataba de monedas, pero también encontraba cantidades más o menos serias.
En una ocasión encontré una cartera con muchos "pancholares".
Durante varios días los usamos para jugar con mis compañeritos, luego los hicimos pedacitos, para que
fueran más. Cuando un mesero vio un pedacito que traía en la mochila, me preguntó que de dónde lo había sacado. Yo le dije que de un billete roto que me había dado mi
papá. El me dijo: "Es un dólar canadiense... ¿tu papá trabaja con turistas?"
Sí, le contesté. Pero era falso, mi papá trabajaba en la construcción.
La mayoría de billetes y monedas de valor se las entregaba a mi madre. Las monedas pequeñas las
gastaba en golosinas.
Ya adolescente, encontré una fuerte cantidad de pesos mexicanos enrollados y tirados en la banqueta, cuando regresaba a casa de unos tíos, después de la escuela. Eran 15 mil pesos. La codicia me ganó.
No dije a nadie de mi hallazgo, los guardé en una cajita y me dediqué a comprar cosas a diestra y siniestra (La casa estaba cerca del mercado y de un centro comercial
grande).Vivía solo en un cuartito pequeñísimo que me habían acondicionado unos familiares lejanos de mi padre. Tenía unos meses de vivir por ahí y era más o menos conocido por todos, por ser "del interior".
Luego, un día, llegó la policía con una señora hasta donde yo vivía.
La señora decía ser propietaria de un dinero que le habían "robado cuando salía del banco". Tenía la ficha de retiro en la mano. Dijo de qué valor eran los billetes, cuántos eran y cuánto sumaban: 15 mil pesos. Los billetes que yo tenía coincidían con su testimonio.
Yo insistía en que me los había encontrado, pero ella decía que se los habían robado.
No había tenido oportunidad de gastar mucho, pero los propietarios de los negocios se habían sorprendido de que un adolescente sin trabajo pagara con billetes de alta
denominación cada vez que adquiría alguna cosa. Pensaron que algo raro pasaba ahí. Quizá al ser cuestionados, concluyeron que yo tenía ese
dinero.
La señora, después de mucho discutir con mis familiares y de ser interrogada por los policías sobre "el modo en que
había sido robada", al fin aceptó que "quizá" los había dejado caer, pero sostenía que era muy raro, porque los llevaba en un compartimiento interior
"secreto" –dijo- de una gran bolsa de piel, completamente cerrada.
Después de devolver el dinero y regresar la mercancía que estaba intacta, me dejaron ir. No sin antes advertirme sobre los peligros del "delito de robo" y la conveniencia de ser "honrado" en la vida.
Todavía encuentro dinero tirado de vez en cuando; ayer encontré una moneda de diez pesos. El año pasado
encontré en distintas ocasiones moneditas y billetes de veinte y de cincuenta pesos. Esto no es cosa
del otro mundo, desde luego. Es solo que –ya sin proponérmelo- "sigo viendo con el rabito del ojo".
Todavía veo luces en el cielo. Luego les platico sobre dos muy especiales que vimos una vez en compañía de mis
tres hermanas y que me marcaron para siempre.
El tiempo no se mueve...
¡Somos seres màgicos!
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