CUENTO LUNERO

rase una vez un joven pastor, que trabajaba para un hacendado cuidando sus cabras día tras día, con cariño las subía a la montaña para que pastasen la mejor y más fresca hierba de las cumbres, y así dieran la mejor y más pura leche de la comarca.

El chico era de temperamento fantasioso, y con frecuencia aprovechaba la caída del sol para componer pequeñas cancioncillas y poemas, con ayuda de la flauta que él mismo se había fabricado a partir del hueso de la pata de un lobezno muerto por los perros de Jonás, el cazador.

A nuestro joven amigo le dio tanta pena que un animal tan inocente encontrara una muerte tan horrible y prematura, que decidió hacerlo vivir para siempre en sus canciones mediante la flauta que ahora tocaba.

Una mañana de marzo, con la hierba aún escarchada por el frío de la noche, el pastorcillo guió a las cabras hacia la cumbre para que tuvieran su acostumbrado y fresco desayuno. Como siempre hacía, eligió el claro más amplio para poder tenerlas vigiladas mientras él se perdía en sus ensoñaciones, y he aquí que, al sentarse bajo el árbol que le cobijaba cada día, sintió de repente una brisa cálida que le acarició el rostro y trajo a sus oídos una triste melodía. Sin pensarlo, extrajo la flauta de su zurrón y comenzó a tocar, siguiendo la melodía mientras se incorporaba y comenzaba a caminar, guiado por alguna fuerza que le atraía más allá del claro.

Al poco llegó a un lago, una magnífica extensión de agua cristalina bordeada por unas rocas resplandecientes, y coronada en el centro por un peñasco hecho del mismo material, sobre el cual se encontraba la dama más bella que nuestro amigo había visto en su vida, sus cabellos destellaban al sol matutino y de sus ojos caía una sucesión de lágrimas que, al entrar en contacto con el agua, se convertían en pequeñas perlas que coronaban el lago.

El pastorcillo, atónito, dejó caer, sin percatarse, la flauta a sus pies, al oír cómo la dama comenzaba a cantar la canción más triste jamás escuchada...

- "Yo soy la Dama del Lago... cautiva por compasión, y por un amor prohibido, prisionera de un dragón..."

Al escuchar esto, el pastorcillo comenzó a acercarse, hipnotizado por la melodía...

- "Hasta aquí me trajo mi amor, clandestino y penitente, el sacrificio exigido, satisfágolo con creces, al ofrecer mi virtud a las fauces del dragón..."

En aquel momento, el pastor sintió la necesidad de contestar al triste canto de la cautiva, y entonó unas palabras:

- "Bella princesa, os pido, acerquéis vuestra pena a mi oído, pues aunque pequeño y humilde, me pongo a vuestro servicio"

La princesa, sobresaltada, interrumpió su canto...

- "¿Quién eres, pequeño pastor? y ¿cómo te arriesgas a desatar la ira de mi carcelero?" - preguntó.

- "No soy más que un joven, conmovido por la tristeza de vuestro canto... decidme vuestro nombre y la causa de vuestro infortunio, que yo haré lo imposible por devolver la ilusión a vuestro hermoso rostro".

- "Más valdría que te fueras, hermoso muchacho, si es que en algo valoras tu vida, pues el dragón tiene muy buen olfato, y como te sorprenda, puedes ir despidiéndote de ella".

- "No me iré" -respondió el muchacho- "hasta que conozca la historia que os ha llevado a ésta penosa situación".

- "Está bien, pequeño héroe, te contaré la causa de mi cautiverio: hace unas lunas, en mi diario paseo a caballo por el bosque, encontré un caballero tocando la lira al pie de éste mismo lago. Era un caballero tanto hermoso como inteligente, y sensible, y no tardamos en trabar una amistad que pronto se convirtió en tierno afecto, para desembocar en sublime amor... amor que nos atrapó cual cálido torbellino de sensaciones y alegría.

Desde aquel momento, mi paseo a caballo se convirtió en el momento que, durante todo el día, ambos esperábamos con anhelo y cuyos instantes apurábamos como el más dulce de los vinos.

Los encuentros se prolongaron durante varios meses, durante los cuales, ambos vaciamos nuestro corazón y nuestras mentes, confiándonos temores, ansias y secretos... pues él tenía un gran secreto. Su naturaleza tierna y sublime no era, ¡ay de mí!, humana. Era un ser a caballo entre dos mundos, real e imaginario, y aquella maldición le obligaba a mostrarse como humano durante el día, y como lobezno por las noches...

Una noche, ¡maldita noche!, que mi amor vagaba por el bosque, en busca de la luna para dedicar sus lamentos al plateado astro, fue sorprendido por un cazador, y muerto allí mismo".

El pastorcillo escuchaba embobado aquel relato, atónito ante el curso por el que se estaban desarrollando los acontecimientos y, poco a poco, atando hilos mientras la dama continuaba...

- "Lloré amargas lágrimas durante cuarenta noches y cuarenta días, inconsolable en la pena de haber perdido al amor que iluminaba mi vida y sin el cual ésta no tenía sentido ni esperanza alguna. Enajenada de dolor, cada mañana volvía una y otra vez a este mismo lago, cada mañana con la esperanza de encontrarle, de despertar de la pesadilla, de abrazarle y reírnos juntos del mundo y sus designios...

Así fue como encontré al dragón o, mejor dicho, como el dragón me encontró a mí, pues me estaba buscando, quería conocer a la mujer que había sido la causante de la muerte de su hijo".

- "Disculpad, señora" -interrumpió el pastorcillo- "debo entender entonces que el dragón que os tiene cautiva era el padre de vuestro amado, y que no sólo no comparte su dolor con vos, sino que inexplicablemente os culpa del triste fin de su vástago"

- "Así es, joven pastor, no intentes buscarle razón, pues no la tiene, ni la necesita, cuando el dolor es tan profundo, no hay razones ni lógica válida. El dragón no quiere hacerme daño, sino conservarme a su lado, pues está convencido de que con mi presencia, su hijo tarde o temprano volverá al claro, al lago donde descansa su estirpe, pues su alma vaga por Dios sabe dónde, en busca del amor que tuvo en vida, y que no encuentra en la muerte".

- "Pero señora, sin duda vuestro padre y vuestro pueblo habrán intentado liberaros, ¿qué ha ocurrido para que no hayan acudido caballeros de brillante armadura a salvaros de éste trance?

- "Ciertamente, tanto mi padre como innumerables caballeros han tratado de devolverme al castillo, mas el dragón es poderoso, y en verdad yo no quiero volver, pues también creo que mi amado volverá a mí".

De repente, se escuchó un gran gorgoteo, seguido de un poderoso rugido que sacudió el lago, levantando una ola que derribó al pastorcillo, paralizado al ver surgir de las entrañas del lago al magnífico dragón. Sus escamas lanzaban destellos que herían la vista, sus poderosas alas levantaban un viento huracanado que derribaba árboles y desmenuzaba montañas, y su rugido hacía temblar los cimientos de las casas y provocaba la huida de los animales.

- "¿QUIÉN OSA INVADIR MI LAGO? ¿QUIÉN OSA ACERCARSE A MI PRISIONERA? ¿QUIÉN OSA DESAFIAR MI FURIA?"

El pastorcillo, estremecido pero firme, se dirigió al dragón, y le habló de ésta manera:

- "Su majestad, no soy más que un humilde pastor que, conmovido por el triste canto de esta bella dama, se ha acercado a conocer la causa de su mal".

- "PEQUEÑO INSECTO, SI CREES QUE VAS A CONSEGUIR APARTARLA DE MI LADO, TE HALLAS EN UN TREMENDO ERROR... ES MI TALISMÁN, Y ELLA CONSEGUIRÁ SIN DUDA QUE REGRESE MI AMADO HIJO... ASÍ QUE EMPRENDE LA HUIDA, ANTES DE QUE SE DESATE MI IRA Y PROVOQUE TU FIN..."

- "Me iré, sí, pero no antes de contaros una historia... hace unas lunas, un lobezno fue muerto a las manos de un cazador en este mismo bosque, su muerte conmovió mi corazón y, con uno de sus huesos, fabriqué ésta humilde flauta. Mi corazón me dice que no sólo melodías pueden salir de ella, si la pulsan las manos adecuadas y la alientan los labios del amor..."

Diciendo esto, el pastorcillo se acercó a la princesa y le tendió la flauta. Ésta, tomándola entre sus manos, la acercó a sus labios y desde el fondo del instrumento comenzó a sonar ésta tonada...

- "Carpe diem, amigos, pues aquí yo me encuentro, perdido, anhelante, buscando a mi amor, amor truncado repentinamente de mano de un hombre ignorante... he vagado por prados y por colinas, por castillos y mazmorras, por ríos y por arboledas y no he encontrado consuelo a mi errante búsqueda... amor, ¿dónde estás, dulce amor? ¿dónde me esperas? ¿dónde te hallaré por fin para descansar en tu cálido seno?..."

De repente, un humo azulado comenzó a surgir de los agujeros de la flauta, humo que poco a poco fue tomando la forma de un apuesto joven... Tanto la princesa como el dragón ahogaron una exclamación al reconocer, uno a su hijo, la otra a su amado...

- "¡Amor mío! ¡Padre! ¡Ah!, tanto tiempo vagando en soledad, y por fin os he hallado... Querida, mi amor te acompañará siempre, y tu recuerdo me mantendrá gozoso hasta que llegue el momento de nuestro reencuentro allá en el palacio que te construiré, en el fondo del lago, en el fondo de mi corazón, donde te estaré esperando... siempre...

¡Padre, he vuelto a casa!"

Y, depositando un suave beso en los labios de la dama, el muchacho de humo se desvaneció.

- "¡Ah!, amigos..." -conmovido, el dragón enjugó una pequeña lágrima que le resbalaba por su rugosa mejilla- "mi sufrimiento ha llegado a su fin, mi hijo está en casa.

Señora, disculpad mis modales, con gusto os acompañaré a vuestro palacio si gustáis, o haré cualquier otra cosa que pueda complaceros, pues sabed que estoy en deuda con vos, y haré lo que sea por realizar vuestros deseos..."

- "Querido dragón, no es mi deseo abandonar este lago, sino morar en él por el resto de mis días, pues no imagino mejor compañía, ni más saludable entorno que éste para que crezca mi hijo... Sí, mi señor, estoy esperando un hijo... ¡Voy a haceros abuelo!

¿Cuál es tu nombre, muchacho?"

El pastorcillo, alelado, no supo más que contestar:

- "Tristán, señora..."

- "Pues bien, oídlo todos" -continuó la princesa- "mi hijo se llamará... ¡Tristán del Lago!"

 

Lyl

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