UN SUEÑO PROMETIDO

brió sus ojos lentamente obedeciendo una orden que su mente no reconocía, ¡despierta cariño!, sonaba en su mente como una orden que no era capaz de desobedecer.

Lentamente en sus pupilas se fue formando la figura de un rostro que lo miraba con ternura, él era incapaz de reconocer esa voz, esa cara. Poco a poco se fue aclarando la imagen que sus ojos no alcanzaban a enfocar, un rostro ovalado, unos ojos marrones almendrados del color profundo de la teca, unos labios finos pero a la vez firmes repetían: ¡despierta mi vida! Poco a poco, intento incorporarse, pero unas manos suaves le detuvieron.

- "No amor todavía no es muy pronto". Miró otra vez a la mujer que le frenaba y sintió que sin duda alguna era la visión mas hermosa que jamas había visto, a pesar de los años la mujer conservaba una belleza 
sobrenatural, fuera de este mundo, él hablo:

- "¿Quién eres tu?"

- "¿Cómo que quien soy yo mi vida? ¿No me recuerdas?"

- "No, perdona, ¿dónde estoy?".

- "Vaya, perdona, creía que esta vez me recordarías, vi ese brillo especial que solo tu tienes en los ojos y te traje a mi casa, estabas en el campo de batalla entre los cuerpos mutilados de tus compañeros de batalla".

- "No recuerdo ninguna batalla..."

- "No te preocupes  mi vida, descansa más tarde te lo explicaré todo".

Suavemente beso su frente y él sintió que una ola de calor y ternura invadía su cuerpo, y que estaba ligado a esa mujer a pesar de no haberla visto nunca. Sus ojos se cerraron y cayó en un dulce sopor.

De repente, la puerta reventó e invadió la estancia una lluvia de astillas y fuego, la mujer se mantenía firme delante de ella, y él no supo como había evitado la lluvia de metralla. Ella salió de la casa, y cuando cruzaba la puerta, volvió la cabeza y dijo: "Te quiero mi vida". Otra explosión retumba en la estancia y un trozo de viga callo sobre la cabeza de él.

Cuando despertó no fue capaz de saber cuánto tiempo había estado inconsciente, pero sabia que tenia una misión: encontrar a la mujer que amaba. Se incorporó y vio que tenía una herida en un costado, no recordaba cómo se la había hecho y 
no le importó. Cogió una espada que identifico como suya y salió. En el exterior, el patio estaba calcinado pero identificó un grupo de huellas que se adentraban en el bosque, y sin pérdida de tiempo se interno en él.

No supo durante cuánto tiempo siguió el rastro, su mente solo veía el rostro de esa mujer... 

Por fin escuchó unas voces guturales, no parecían humanas, y en un claro del bosque distinguió la silueta de unos seres de imposible descripción y amordazada y en una jaula estaba su amada mirando fijamente al punto del bosque desde el que él los observaba.

Estudio la situación, pero no tenia idea alguna de contra quién o qué se enfrentaba, así que decidió acercarse más.  Una voz en su mente retumbó: "¡CUIDADO!". Se dio la vuelta y logro esquivar a duras penas la estocada de uno de estos seres que le había descubierto. Desenfundo su espada, pero le pareció anormalmente pesada y difícil de manejar, su oponente sin embargo blandía una lanza corta sin ningún problema a pesar de su notable grosor.

A duras penas lograba esquivar o detener los ataques de su adversario, y el sonido de la lucha alertó al resto de los seres que se apremiaron para ir en ayuda de su compañero, vio por el rabillo del ojo como la carreta de su amada partía en dirección opuesta, y observó como se alejaba, su situación no le permitía, sin embargo, partir en busca de ella. Los monstruos le rodearon, y se divertían mientras él, a duras penas, podía ya siquiera respirar, le ardían los pulmones, y escupía sangre, y sus brazos mostraban ya numerosos golpes propinados por la lanza de su agresor.

Entonces, plantó la espada en el suelo, y juntó las manos delante de la cara, los monstruos aplaudían creyendo que se daba por vencido, él con los ojos en blanco pronuncio unas palabras que jamás había oído, y que jamás volverían a oír oídos
mortales. Los monstruos reconocieron inmediatamente el idioma de la magia y se lanzaron contra su víctima esperando llegar a tiempo para impedir el conjuro, pero ya era demasiado tarde, del suelo se levantaron columnas de piedra, los arboles se apartaron formando un círculo, el cielo se oscureció y bajo los pies de los agresores se formo un infierno. Brazos de fuego atenazaban las piernas de sus víctimas mientras que los que consiguieron volar eran golpeados como peleles por las columnas de piedra y las ramas de los árboles, en breves momentos no quedó nadie vivo para describir la carnicería que tubo lugar.

No supo como lo había hecho, no conocía las palabras que había pronunciado, y le dio igual el efecto que habían tenido, lo único que importaba es que la mujer que adoraba se alejaba de él y era incapaz de mover sus piernas. Permaneció así un rato que a él se le antojo eterno, y a duras penas comenzó a andar, siguiendo las huellas del carro.

Las huellas acabaron a la entrada de una empalizada, voces de alarma recorrían el lugar, y comenzaron a llover flechas sobre él, sin embargo y sin ninguna explicación, todas se detenían a centímetros de su cuerpo y caían inertes al suelo. Una palabra que apenas llego a pronunciar provocó un agujero en la empalizada, y dentro el terror se apodero de todos los que allí habitaban, sabían lo que él desconocía, él era el devorador, y ahora nada ni nadie podría detenerle.

Todo aquél que se cruzó en su camino descubrió lo que era el sufrimiento que él desprendía y morían delante de él sin saber, sin poder defenderse.

Delante de él en un pilar de madera, atada de pies y manos, estaba su amada, al lado uno de esos repulsivos seres blandía una daga delante del cuello de ella.

- "Si te acercas más la hechicera morirá".

Él no dijo nada, sus ojos solo conocían la destrucción y sus oídos no entendían lo que semejante engendro trataba de comunicarle, estaba poseído por la muerte, y era lo que sembraba a su paso. El monstruo comprendió que era su fin, y comenzó a cortar la garganta de la mujer, esta comprendió que su destino había llegado, y movió los labios diciendo algo que él entendió, algo que le volvió loco. Lanzó un grito al cielo y un rayo le atravesó, y canalizado a través de su cuerpo produjo una explosión que se sintió en todo el planeta.

Delante de él su amada agonizaba, él se sostuvo la cabeza y lloró.

Ella dijo: "es nuestro destino, búscame como yo te busque a ti...". 

Entonces delante de él sus recuerdos inundaron su cabeza, supo quién era y cuál era su destino, su condena en este mundo. Él como ella eran espíritus inmortales, condenados a buscarse durante toda la eternidad, y predestinados a morir en cuanto se encontrasen.

Pedro

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