- Soy tu siervo y tu humilde pastor, guío tus rebaños en nombre de la santa Reina Nocturna, tus hijos clamamos tu salvación en honor a tu poderoso Reino, lloramos a la muerte de cada estrella, soñamos con cada uno de tus designios. Tú que repartes la ilusión en nuestros corazones, tú que abrigas la noche dando la paz a Eleanor, tú que salvaguardas a cada uno de tus siervos avivando el valor y la templanza en nuestros temores, tú que me guías con tu suave mirada, acompáñanos esta noche y reconfortanos con tu consejo eterno. La voz del sumo sacerdote se apagó junto con la luz de los nueve cirios que formaban el círculo de la invocación, el décimo, situado en el centro y hasta ese momento apagado, se encendió de pronto en una salvaje y armónica llama azul y rosa. Cada uno de los nueve sumos sacerdotes se dieron las manos y cerraron los ojos, abriéndolos a la fe de la noche eterna. Podían sentir el calor del fuego en sus corazones, les reconfortaba y les inundaba un sentimiento de paz, tranquilidad y armonía absolutos. La voz del sumo sacerdote Lathnenthil, chaman de los Tatay, resonó como campanadas en los oídos de los ocho sumos sacerdotes de Eleanor: - Si estás entre nosotros, Reina de la Noche, manifiéstate, deléitanos con tu consejo. Se hizo un silencio aterrador, por un momento las estrellas dejaron de brillar, el mar rugió azotando las costas de Eleanor, el viento se forjó en huracán y arrasó las cosechas circundantes a la Torre de Tharin-Gol, la noche se oscureció hasta perder su encanto e inundó de terror los corazones más puros, los niños tuvieron pesadillas en forma de los peores horrores, demonios sanguinarios invadiendo Viejo y Nuevo Mundo. La luna se estremeció y desapareció durante horas, aterrada, invadida por un miedo incontrolable, ella lo sabía, lo sabía todo. La Reina de la Noche no estaba junto a los elfos, Moulth no había respondido a la llamada de sus hijos. La Reina de la Noche Eterna había desaparecido. . Memorias Olvidada |