ðHgeocities.com/area51/station/2598/ipar828.htmoocities.com/area51/station/2598/ipar828.htm.delayedx qÕJÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿȰƟ•0OKtext/html€˜w5ó•0ÿÿÿÿb‰.HMon, 25 May 1998 05:50:19 GMTMozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *qÕJ•0 Easo

EASO

    Para muchos marinos es la perla del Mar de las Tormentas, la más bella ciudad abrazada por las olas de la Tierra Conocida. Easo son un conjunto de casas palaciegas y torres señoriales dominadas a cada lado por dos montes que nacen del mísmísimo mar y una pequeña isla enfrentada a su famosa playa.

     La divisa de la ciudad, blanca y azul, cuelga del palacio del Gobernador, antiguo casino. Se nota la opulencia de las gentes...Trajes de seda, botas de buen cuero, armaduras lustradas....

     El mercenario, montado en un cansado corcel, recorre pensativo los cantones de la ciudad en dirección al apacible puerto. El sueño que tuvo hace unas lunas todavía ronda por su cabeza, no sabe con seguridad cual es la razón verdadera que le ha impulsado a venir aquí. Se siente preso en una telaraña hilada por un destino caprichoso e inexcrutable. Cuando unos soldados reales se cruzan en su camino, Ipar maldice a Sugar agachando la cabeza y dejando oculta entre los pliegues de su capa los detalles de su rostro. Una vida de huídas, de constantes peligros, de vidas suspendidas en el filo de un sable envenenado por su propia maldición.

     Las callejuelas se suceden. Callejuelas empedradas y llenas de tabernas sugerentes a ambos lados. Mas el Mercenario no busca el calor de la bebida, no piensa sofocar así el corrosivo desgaste de su particular infierno. Sus ojos inquietos escrutan los blasones de los pequeños palacios. Pronto su mirada se alegra, desciende de su caballo y aporrea con su guante el portalón de un coqueto palacio, el palacio de Lady Radiola de Easo.

     Tras unos instantes, un siervo de edad media y ademanes complacientes abre la puerta y mira con desconfianza al mercenario.

    - Sí? Deseais algo?

    - Decid a vuestra señora que Ipar de Gernika está aquí.

     El siervo hace un asentimiento y cierra la puerta. Ipar mira calle arriba y abajo a la espera de que aparezca algún esbirro de Mordered; incluso en las Tierras Altas el Mercenario no se siente seguro. Tras unos interminables minutos la puerta se abre de nuevo.

    - Mi señora os espera, sire. Pasad por favor.

     Ipar atraviesa el dintel de la puerta. El palacio de Radiola tiene el buen gusto norteño, refinado por las influencias que los barcos han traído en sus bodegas. Paños y tapices adornan las paredes, jarras de alabastro se reparten en espaciosas alacenas. Se nota la prosperidad de la dueña.

     El siervo conduce a Ipar por pasillos y salas hasta un jardín interior. Allá, entre unos lirios y el gorgoteo jocoso de una pequeña fuente, vienen los ecos de la conversación de una dama y un caballero. El verde manzana es la divisa de aquel, el azul el color de ella. Lady Radiola y Sir Akenor de Ponf.

     Radiola sonríe cuando Ipar besa su mano. Un tono de reproche asoma en sus ojos.

    - Ipar! Dichosos sean los hados...Nada sabía de vos, ni una sóla paloma mensajera.

    - He sido preso, bella dama. Una conjura me llevó a probar las celdas de Martutainhs.

     Sir Akenor de Ponf abraza al mercenario. Akenor es un caballero de las Tierras Medias establecido en la villa norteña de Bilbo. Porta una cara armadura lustrada con el verde manzana como escudo. Ambos se conocen por haber participado espada con espada en alguna batalla importante del reino fronterizo.

    - Escocés!!!! Sois más imprevisible que un dragón rojo. Tan pronto estais luchando aquí como apareceis como por brujería allá.

     Sir Akenor sonríe, tiene la manía de llamar escocés al mercenario y es que hubo un tiempo en el cual Ipar tuvo que disfrazarse de esa guisa para salir airoso de una escaramuza.

    - Son tiempos difíciles, Sir Akenor. Vos sabeis cómo es de dura la vida de un mercenario.

     Lady Radiola hace sentarse al Mercenario. Lleva un precioso vestido azul y su cabello aparece recogido por un enganche de perlas.

    - Hoy es una jornada dichosa. Primero viene a verme Sir Akenor y ahora os veo a vos...Mis informadores me han comunicado que vuestra cabeza solucionaría la vida a un burgo entero.

    - Eso dicen sí....Pero quizás necesiten a ese burgo entero con vida...¿no creeis?

     Akenor estalla en carcajadas.

    - Vamos Ipar! No seais tan bravucón, la última vez que luchamos aquel tardasteis lo indecible para derribar aquel aesir.

    - Aquel aesir era el doble de grande que el vuestro. Y se batía mejor, mucho mejor.

    - El doble? Una anciana habría acabado con él en un guiño de ojos.

     Radiola sonríe.

    - Vamos caballeros! Acaso no sabeis hablar de más cosas que no sean los choques de vuestros aceros? Decidme Ipar, qué os trae a Easo?

     La paz se respira en el jardín interior del palacete de la dama. Una paz que el Mercenario agradece tras tanta travesía.

    - Me vais a tomar por estúpido...pero me ha ocurrido algo... Tuve un sueño.

    - Un sueño?

    - Sí...Una extraña visión. Una dama que no conozco me pedía que viniese a Easo a coger una galera para tomar rumbo a Ys...parecía encontrarse en dificultades.

     Akenor escucha atentamente.

    - Ys? Las islas malditas de Ys?

    - Sí, dijo Ys.

     Radiola pregunta.

    - Y no sabeis quién era ella?

    - Dijo llamarse Dahut la Blanca...pero la visión se cortó de improviso. Tal vez no lo escuché bien...todo era muy confuso.

     El Caballero Verde Manzana frunce el ceño.

    - En las Tierras de Ponf oía hablar de las Islas Malditas de Ys y de Dahut la Blanca. Ningún navío puede arribar en Ys, porque Ys no aparece en las cartas de navegación. Nadie sabe dónde está...Las leyendas insinuan que se encuentra frente a las costas del Noroeste.

    - Y Dahut?

     Akenor ensombrece el gesto.

    - Dahut la Blanca es o era una hechicera de negra estirpe. Poco sé, mercenario...las leyendas son confusas. Hablan de un paladín que se valió de la fuerza del amor para vencerla...Mas una cosa tengo clara...No debeis ir a Ys, hacedme caso. Mala cosa es la brujería y esa dama que visteis no es más que una bruja...

     Radiola permanece callada. Ipar se acerca a los labios una copa de vino que un sirviente ha traído en bandeja de plata. Akenor continúa.

    - Algunos dicen que es una bruja, otros que es una dama atrapada por su propia maldición. Las leyendas sobre Dahut se remontan en el largo tapiz de los años, entrelazadas en enebras de supersticiones y miedos ancestrales.

     Ipar fija su mirada en un pájaro que hace un difícil equilibrio sobre la fuente para llenar su pico.

    - He de ir allí, no sé por qué, pero he de ir a Ys.

     Radiola posa su delicada mano sobre el brazo del mercenario.

    - Pero Ipar, no sabes dónde está Ys...Igual todo es fruto de un caprichoso equívoco de vuestra mente. No arriesgueis vuestra vida. Quedaos en Easo. Sabeis que aquí estareis a salvo...

    - Mi bella amiga, Atarrabi ha dispuesto que coja un barco...No sé en que rumbo, ni en qué dirección. Tan sólo sé que he de hacer lo que me dicta mi interior. Es una fuerza que me empuja a hacerlo.

     Akenor mira su copa.

    - Sois un cabezota mercenario...Pero tienes mi ayuda. Radiola y yo buscaremos un barco y las provisiones que sean necesarias para ayudaros en esta nueva locura.

   - No Akenor...Os agradezco a vos y a Lady Radiola vuestra ayuda, mas he de seguir las instrucciones dictadas...Para llegar a Ys he de escoger yo mismo el barco.

     A la mañana siguiente, el Mercenario, el Caballero Verde Manzana y la Bella de Easo caminan por el puerto de la ciudad costera. Las gentes cargan y descargan barcos, la actividad es inconmensurable. Marinos de toda condición y pelaje repartidos entre cabos y cajas de abastecimientos.

    - Y este? Es un galeón fuerte...se dirige hacia las Balards.

    - No...

    - Aquel otro? Conozco a su capitán, es hábil y valiente.

    - No, aquel tampoco...

     La sucesión de barcos es interminable. Sin embargo, cuando parece que ya no hay más, el mercenario descubre uno que llama poderosamente su atención. Se trata de una galera de velas rojas, con una extraña figura de madera policromada colocada en su proa; una sirena de bellos rasgos. El barco se llama Itsasoko Begiak ("Los ojos del Mar") y está a punto de partir. Ipar corre hacia la galera.

    - Deteneos! Deteneos! Qué rumbo llevais?

     Una cabeza ruda, la del que parece el capitán, asoma por la borda. Es hombre curtido por mil vientos.

    - Hacia las Islas Atlantes, en el Oeste. Qué quereis? Ya hemos hecho el papeleo en la aduana del puerto.

    - Me preguntaba si admitiriaís un pasajero a bordo...ayudaré con mi oro y dos brazos.

     El capitán parece dudar, su manos arrascan su despejada frente.

    - No sé...Bah! Que el diablo me lleve! De acuerdo, subid a bordo desconocido, hacedlo ya que partimos. Mas trabajareis como uno más aparte de pagar vuestro pasaje.

     Ipar sonríe. Su mirada se vuelve y despide a sus amigos.

    - Gracias Lady Radiola, gracias Sir Akenor. He de partir ya, quieran los hados que nos volvamos a ver.

    - Cuidaos mercenario. El Mar de las Tormentas es tan peligroso como impredecible...llevad la fuerza de Sugar con vos.

     Akenor da la mano a Ipar.

    - Cuidate amigo...no sólo de la fuerza de los elementos si no de las bellezas de los sueños...Que Anshitar guíe tus pasos.

     Los tres se funden en un abrazo y el mercenario salta a la galera. Adios a su patria, adios a las Tierras del Norte. Ipar no sabe cuándo regresará a casa. Inicia aquí un largo viaje salpicado de incidentes y despropósitos. Llegar a Ys...Averiguar quién es Dahut la Blanca.

Itzuli