Efraín Huerta por Ermilo Abreu Gómez


Efraín Huerta

Por: Ermilo Abreu Gómez

Larguirucho; de cara angulosa; de tez pálida; de cabello lacio; de ademanes sencillos, casi lánguidos, Efraín Huerta pasa inadvertido en medio de una reunión de escritores. Nada en él le separa del tipo normal de la gente que anda y discurre por esos mundos de Dios. Se diría que él mismo quiere pasar ignorado para el bullicioso ejército de poetas, cuentistas, novelistas y dramaturgos que frecuenta. Su hablar es además mesurado, leve; como hecho para decir con decoro las cosas de la verdad y del sueño.

Pero si nos acercamos a él, poco a poco vamos entrando en su confianza y en su intimidad; si en fuerza de lealtad logramos que las puertas de su alma se abran, entonces con sorpresa, primero, con regocijo, después, nos damos cuenta de que estamos delante de uno de los hombres más recios, más definidos, más hondos y más bien dotados para el ejercicio de la poesía moderna de México.

Cuando se dice poesía moderna se quiere decir, evidentemente, no sólo una nueva técnica —en la cual muchos han quedado prisioneros— sino, de manera más esencial, una nueva conciencia humana, un nuevo sentido de responsabilidad, un nuevo ángulo desde el cual es posible ver y mirar el contenido todo de la vida. Esta poesía participa así, consciente y firmemente, de un criterio político; —tan político como el que se desenvuelve en Dante en el prerrenacimiento italiano, en San Juan de la Cruz en el XVI español, en Heine en el romanticismo alemán.

En Efraín Huerta, como en Juan de la Cabada y en José Revueltas, —para no recordar sino los más definidos escritores de la actual generación— la nueva conciencia social ha madurado con todos sus recursos. El arte que éstos producen no es un arte individualista, ni tampoco un arte de partido, sujeto a consignas, a recursos esotéricos, a señales y signos convencionales. (Los que caen en este laberinto, que también es cueva insondable, perecen bajo los escombros de su propia falsedad estética). El arte que estos escritores producen está impregnado de la doble e inseparable realidad que crean la gracia y la verdad; el arte y la moral; la voz individual y la savia que la anima desde el nido de lo social y lo colectivo. Esto no lo entienden sólo los que no quieren entenderlo. Pero no lo pueden entender tampoco aquellos que, ofuscados, prostituidos por cuqluier fuerza fanática, yacen, inertes, dentro del hermetismo de un arte logrado con fuerza digital.

Puesto en el trance de ejercer este arte adquirido con sangre espiritual, Efraín Huerta ha logrado expresar sin velos retóricos, la voz de su conciencia acorde con la voz de las conciencias populares. Ninguna voz poética -entre la juventud de su tiempo- puede parangonársele con ventaja.

Texto tomado del libro de Ermilo Abreu Gómez. Sala de retratos. Intelectuales y artistas de mi época. Notas cronológicas y biográficas de Jesús Zavala y dos retratos del autor por Octavio G. Barreda y Juan Rejano. México, Editorial Leyenda, 1946, Col Arco Iris. Páginas 136-137.