Tecnicalidades
La luminosidad aparente de los astros se mide por una escala
de magnitudes que varía de forma logarítmica. Cuanto más
alto el número de magnitud, menor el brillo. Las estrellas más brillantes
rondan la magnitud -1. El planeta Venus en su máximo esplendor tiene una
magnitud de alrededor de -4. Al Sol le correspondería una magnitud de casi
-27. En teoría, el ojo humano desnudo puede distinguir astros de magnitud
-6.
La escala de magnitud no es lineal. Por cada unidad de magnitud
se debe multiplicar por un factor igual a 2,518. Así, una estrella de magnitud
0 tiene un brillo 2,518 veces superior a una de magnitud 1. Un astro de magnitud
M1 brilla (M2-M1)2,518 veces lo que uno de magnitud M2. La escala está
construida así para proveer un rango amplio de luminosidades sin recurrir
a números muy grandes (y seguramente por otras razones más técnicas
que se me escapan).
En un ambiente urbano contaminado por luz artificial, el
ojo humano probablemente no logre ver nada por encima de la magnitud 2.
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Como residente urbano que soy, y con pocos recursos y tiempo para salir de
la gran ciudad, me resulta casi una fiesta escapar hacia el campo para ver las
estrellas.
El ojo humano desnudo puede en teoría observar las estrellas y otros
cuerpos celestes hasta la magnitud 6. Eso nos da, en una noche despejada y sin
luna, unas seis mil estrellas visibles. Es obvio para cualquiera que viva en la
ciudad, sin embargo, que el número en la práctica es mucho menor
debido a la brutal iluminación artificial que inunda el cielo.
Salí de la ciudad el otro día. Alguien que aprecio y que entiende
esta clase de "locuras" (como dirían casi todos) me llevó
a ver estrellas al medio de una ruta poco transitada, a varios kilómetros
de toda fuente de luz artificial fuera de los faros de los vehículos que
pasaban. Hacía mucho que no podía darme ese gusto, y el resultado
fue casi una sorpresa, como un descubrimiento. Era una noche negra; cientos y
miles de estrellas poblaban el cielo, hasta el punto que no logré distinguir
las constelaciones familiares ni los astros particulares más brillantes
(que son los únicos que traspasan la contaminación lumínica
de la ciudad). La Vía Láctea se desplegaba como un velo bordado
con innumerables joyas. Las estrellas llenaban los ojos.
Creo que los niños de las grandes ciudades deberían tener la
oportunidad de conocer esto y disfrutarlo con frecuencia, con asiduidad. Me imagino
que todos estaremos de acuerdo en que el niño, para crecer como corresponde,
debe aprender a relacionarse con su medio y conocer su lugar en el mundo, establecer
contactos con la realidad. Sin embargo, lamentablemente, esta iniciación
suele limitarse, en nuestra sociedad, a salidas esporádicas a los parques
urbanos, clases de civismo y educación vial, y cursos aburridos de ciencias
naturales seguidos desde los libros. Mirar las estrellas parecería el epítome
de la inutilidad para niños acostumbrados a "hacer" cosas, a
"aprovechar" el tiempo, y a pensar que todo tiene precio (desde el césped
hasta el sol y la arena de una playa).
¿Podría alguna vez convertirse en moda o en costumbre darles
un "bautismo de estrellas" a los niños?
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