ateología

El Opinón ::

Bautismo de estrellas

27 de febrero de 2002

Si, soy ateo - ¿Querés saber por qué?

Tecnicalidades

La luminosidad aparente de los astros se mide por una escala de magnitudes que varía de forma logarítmica. Cuanto más alto el número de magnitud, menor el brillo. Las estrellas más brillantes rondan la magnitud -1. El planeta Venus en su máximo esplendor tiene una magnitud de alrededor de -4. Al Sol le correspondería una magnitud de casi -27. En teoría, el ojo humano desnudo puede distinguir astros de magnitud -6.

La escala de magnitud no es lineal. Por cada unidad de magnitud se debe multiplicar por un factor igual a 2,518. Así, una estrella de magnitud 0 tiene un brillo 2,518 veces superior a una de magnitud 1. Un astro de magnitud M1 brilla (M2-M1)2,518 veces lo que uno de magnitud M2. La escala está construida así para proveer un rango amplio de luminosidades sin recurrir a números muy grandes (y seguramente por otras razones más técnicas que se me escapan).

En un ambiente urbano contaminado por luz artificial, el ojo humano probablemente no logre ver nada por encima de la magnitud 2.

 

Como residente urbano que soy, y con pocos recursos y tiempo para salir de la gran ciudad, me resulta casi una fiesta escapar hacia el campo para ver las estrellas.

El ojo humano desnudo puede en teoría observar las estrellas y otros cuerpos celestes hasta la magnitud 6. Eso nos da, en una noche despejada y sin luna, unas seis mil estrellas visibles. Es obvio para cualquiera que viva en la ciudad, sin embargo, que el número en la práctica es mucho menor debido a la brutal iluminación artificial que inunda el cielo.

Salí de la ciudad el otro día. Alguien que aprecio y que entiende esta clase de "locuras" (como dirían casi todos) me llevó a ver estrellas al medio de una ruta poco transitada, a varios kilómetros de toda fuente de luz artificial fuera de los faros de los vehículos que pasaban. Hacía mucho que no podía darme ese gusto, y el resultado fue casi una sorpresa, como un descubrimiento. Era una noche negra; cientos y miles de estrellas poblaban el cielo, hasta el punto que no logré distinguir las constelaciones familiares ni los astros particulares más brillantes (que son los únicos que traspasan la contaminación lumínica de la ciudad). La Vía Láctea se desplegaba como un velo bordado con innumerables joyas. Las estrellas llenaban los ojos.

Creo que los niños de las grandes ciudades deberían tener la oportunidad de conocer esto y disfrutarlo con frecuencia, con asiduidad. Me imagino que todos estaremos de acuerdo en que el niño, para crecer como corresponde, debe aprender a relacionarse con su medio y conocer su lugar en el mundo, establecer contactos con la realidad. Sin embargo, lamentablemente, esta iniciación suele limitarse, en nuestra sociedad, a salidas esporádicas a los parques urbanos, clases de civismo y educación vial, y cursos aburridos de ciencias naturales seguidos desde los libros. Mirar las estrellas parecería el epítome de la inutilidad para niños acostumbrados a "hacer" cosas, a "aprovechar" el tiempo, y a pensar que todo tiene precio (desde el césped hasta el sol y la arena de una playa).

¿Podría alguna vez convertirse en moda o en costumbre darles un "bautismo de estrellas" a los niños?


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