Conferencia
Los Problemas Futuros de la Matemática
David Hilbert
(Versión y Traducción: José Ramón
Ortiz)
Esta traducción es una versión de la conferencia
original dada por el Prof. David Hilbert en el Segundo Congreso
Internacional de Matemática realizado en París del 6 al
12 de Agosto de 1900. La versión original fue publicada, en
alemán, en el Göttinger Nachrichten, en 1990, y un
año más tarde, en 1901, en el Archiv der Mathematik und
Physik, 3d ser., vol 1. Hay una versión en francés
publicada en Lénseignement mathématique, vol.2, 1900.
En 1902 fue publicada una traducción en inglés
realizada por Dr. Mary Winston Newton, refrendada por el propio
Hilbert, en el Bulletin of the American Mathematical Society, vol. 8,
1902.
¿Quién de nosotros no quisiera levantar el velo tras
el cual yace escondido el futuro, y asomarse, aunque fuera por un
instante, a los próximos avances de nuestra ciencia y a los
secretos de su desarrollo ulterior en los siglos futuros?
¿Cuáles serán las metas particulares que
tratarán de alcanzar los líderes del pensamiento
matemático de las generaciones futuras? ¿Qué
nuevos métodos y nuevos hechos nos depararán los siglos
por venir en el ancho y rico campo del pensamiento matemático?
La historia nos enseña la continuidad del desarrollo de la
ciencia. Sabemos que cada época tiene sus propios problemas, y
dependerá de la próxima generación, ya sea,
resolverlos o bien, desecharlos por considerarlos improductivos y
remplazarlos por nuevos problemas. Si queremos darnos una idea del
desarrollo probable del conocimiento matemático en el futuro
inmediato, debemos plantear a nuestras mentes aquellas cuestiones
dudosas al observar los problemas que la ciencia de hoy nos propone y
cuya solución la esperamos del futuro. El momento presente,
marcado por el encuentro de dos siglos, me parece una buena
ocasión para presentar una revisión de estos problemas.
Porque el cierre de una gran época no sólo nos invita a
mirar al pasado, sino que también dirige nuestros pensamientos
hacia el futuro.
No podemos negar el profundo significado que representan ciertos
problemas tanto para el avance de la ciencia matemática en
general, como por el importante papel que juegan estos problemas en
el trabajo del investigador particular. Siempre que una rama de la
ciencia nos ofrezca una abundancia de problemas, permanecerá
siempre viva: una carencia de problemas pronosticaría una
extinción o cesantía en su desarrollo independiente.
Así como cada empresa humana persigue ciertos objetivos,
así también la investigación matemática
requiere sus problemas. Es por medio de la solución de
problemas que se templa la fuerza del investigador, descubriendo
nuevos métodos y nuevos enfoques, y ganando un horizonte
más vasto y más libre.
Es muy difícil y casi imposible juzgar correctamente, de
antemano, el valor de un problema, porque la recompensa final depende
de la ganancia que obtenga la ciencia de dicho problema. Sin embargo,
podemos preguntar si existen criterios generales que puedan
caracterizar lo que es un buen problema matemático,
Un matemático francés de tiempos pasados dijo:
«Una teoría matemática no debe ser considerada
completa hasta que sea tan clara de entender que pueda ser explicada
al primer hombre que pase por la calle». Esta claridad y
facilidad de comprensión, que aquí se le exige a una
teoría matemática, yo la exigiría, aún
con más razón, para un problema matemático
perfecto; porque lo que es claro y fácil de comprender nos
atrae, lo complicado nos repele.
Más aún, un problema matemático
debería ser lo suficientemente difícil como para
retarnos, pero sin ser inabordable, ya que burlaría nuestros
esfuerzos. Por el contrario, debería ser una
señal-guía para conducirnos por el laberinto de las
ocultas verdades, recompensando nuestros esfuerzos con el placer que
nos depara la solución hallada.
Los matemáticos de siglos pasados se ocuparon de resolver
con gran fervor y pasión los problemas más
difíciles. Ellos sabían el valor de estos problemas.
Sólo citaré, a manera de ejemplo, el Problèm de
la brachistochrone de Jean Bernoulli. La experiencia nos
enseña, nos explica Bernoulli en el anuncio público de
este problema, que los espíritus nobles nunca cesan de
trabajar por el progreso de la ciencia, por medio del planteamiento
de problemas difíciles y al mismo tiempo útiles. Y de
esta forma él esperaba merecer el reconocimiento del mundo
matemático, siguiendo el ejemplo de Mersenne, Pascal, Fermat,
Viviani y otros, al plantear, ante los más distinguidos
analistas de su época, un problema, por medio del cual, como
con una piedra de toque, podrían ensayar la excelencia de sus
métodos y al mismo tiempo valorarlos entre sí. Es
así, a partir del problema de Bernoulli y de otros problemas
similares, que tiene su origen el cálculo de variaciones.
Fermat ha propuesto, como es bien conocido, que la ecuación
diofantina (de Diophante): , es imposible de resolver para
números enteros x, y, z, --salvo en casos evidentes. El
problema de la demostración de esta imposibilidad nos ofrece
un ejemplo convincente de la influencia que puede tener sobre la
ciencia un problema tan especial y en apariencia tan poco importante.
En efecto, es el problema de Fermat el que lleva a Kummer a
introducir los números ideales y al descubrimiento del teorema
de la descomposición unívoca de los números de
un campo ciclotómico (kreiskörper) en factores ideales
primos, teorema que, junto a la extensión a cualquier campo
algebraico, hecha por Dedekind y Kronecker, se ha convertido en el
punto central de la teoría moderna de números , y cuya
significación se extiende más allá de los
límites de la teoría de números, dentro de las
regiones del álgebra y la teoría de funciones.
Pasando a un campo muy diferente de investigación, me
referiré al Problema de los tres cuerpos. Poincaré, al
tratar de forma novedosa tan difícil problema y acercarse
tanto a una solución, descubrió los métodos
fecundos de una gran parte de la mecánica celeste y que hoy en
día son reconocidos y aplicados por la astronomía
práctica.
Estos dos problemas, el de Fermat y el de los tres cuerpos, nos
parecen polos opuestos, el primero, la creación libre de la
razón pura, perteneciente a la región de la
teoría de números abstracta; el segundo, propuesto por
los astrónomos y necesario para el conocimiento de los
fenómenos más simples y fundamentales de la naturaleza.
Pero como sucede a menudo, el mismo problema especial encuentra
aplicaciones en las más disímiles ramas del
conocimiento matemático. Así, por ejemplo, el problema
de las geodésicas juega un papel fundamental desde un punto de
vista histórico, en los fundamentos de la geometría, en
la teoría de curvas y superficies, en mecánica y en el
cálculo de variaciones. Felix Klein, en su obra sobre el
icosaedro, ha destacado convincentemente la importancia del problema
de los poliedros regulares en la geometría elemental, en la
teoría de grupos, en la teoría de ecuaciones y en la
teoría de ecuaciones diferenciales lineales.
Para arrojar más luz sobre la importancia de ciertos
problemas, voy a referirme a Weierstrass, quien consideró como
un gesto providencial, el haber encontrado, en el comienzo de su
carrera, un problema tan importante para su futuro trabajo como el
problema de inversión de Jacobi.
«Una vez expuesta la importancia general de los problemas de
la matemática, vamos a pasar a la cuestión de las
fuentes de donde surgen estos problemas. Seguramente, los primeros y
más antiguos problemas de cada rama de la matemática
surgen de la experiencia y son sugerido por el mundo de los
fenómenos externos. Aún las reglas para calcular con
números enteros debe haber sido descubierta de esta manera, en
un estadio primitivo de la civilización humana, justamente
como los niños de hoy día aprenden las aplicaciones de
estas leyes a través de métodos empíricos. Lo
mismo podemos decir de los primeros problemas de la geometría,
propuestos en la antigüedad, como la duplicación del
cubo, la cuadratura del círculo; así como los
más antiguos problemas de la teoría de
resolución de ecuaciones numéricas, en la teoría
de curvas, en el cálculo diferencial e integral, en el
cálculo de variaciones, la teoría de las series de
Fourier y la teoría del potencial --sin mencionar la
abundancia y riqueza de los problemas propios de la mecánica,
la astronomía y la física.
«Pero, en el desarrollo progresivo de una disciplina
matemática, el espíritu humano, motivado por el
éxito de las soluciones, se hace consciente de su
independencia. Por medio de la combinación lógica, la
generalización y la especialización, por medio de la
separación y la recolección de ideas --a veces sin
apreciable influencia del exterior-- ésta evoluciona y a
partir de ella misma produce nuevos y más fecundos problemas,
y aparece, entonces, como la cuestionadora de verdad. Así
surgieron, el problema de los números primos y los otros
problemas de la aritmética, la teoría de Galois, de las
ecuaciones, la teoría de los invariantes algebraicos, la
teoría de las funciones abelianas y automorfas; de forma
general, podemos decir que casi todos los problemas especiales de las
teorías modernas de números y de funciones se originan
de esta manera.
Así, mientras trabaja la fuerza creativa de la razón
pura, el mundo exterior hace sentir de nuevo su influencia, nos
impone nuevos problemas a partir de la experiencia, creando nuevas
disciplinas matemáticas; y mientras buscamos conquistar estos
nuevos campos del conocimiento para el acervo de la razón
pura, nos encontramos, frecuentemente, con las respuestas a antiguos
problemas y así, al mismo tiempo, hacemos avanzar las viejas
teorías de la forma más ventajosa. Y me parece a
mí, que esta repetida interacción entre la razón
y la experiencia es la causa de las más sorprendentes
analogías, así como la siempre preestablecida
armonía con la cual el matemático percibe los
problemas, los métodos y las ideas en los diversos dominios de
su ciencia.
Examinaremos a continuación, someramente, las exigencias y
las condiciones generales que debemos considerar para resolver un
problema matemático. Primero que nada, debería ser
posible establecer la exactitud de la solución por medio de un
número finito de pasos basados sobre un número finito
de hipótesis, las cuales están implicadas en el
enunciado del problema y deben ser formuladas con precisión.
Esta exigencia de deducción lógica por medio de un
número finito de procesos, constituye, simplemente, la
exigencia necesaria de rigor En efecto, el rigor en la
demostración, condición que hoy en día es de
importancia proverbial para la matemática, corresponde a una
necesidad filosófica general de nuestro entendimiento; por
otra parte, sólo satisfaciendo esta exigencia, el pensamiento
y la sugestividad del problema alcanzan su máxima fecundidad.
Un nuevo problema, especialmente cuando proviene del mundo exterior
de la experiencia, es como una joven rama, que florece y nos da
frutos sólo cuando ha sido cuidadosamente injertada, de
acuerdo con las estrictas reglas de la horticultura, sobre el viejo
tronco, los logros establecidos de la ciencia matemática.
Es un error creer que el rigor en la demostración es
enemigo de la simplicidad. Por el contrario, encontramos
númerosos ejemplos en los cuales el método más
riguroso es al mismo tiempo el más simple y el más
fácil de entender. La mera búsqueda del rigor nos
fuerza a descubrir métodos más simples de
demostración. También, frecuentemente, esta
búsqueda de rigor nos conduce hacia métodos con mayor
capacidad de desarrollo que los viejos métodos de menor rigor.
Así, la teoría de curvas algebraicas ha experimentado
una simplificación considerable y ha alcanzado una mayor
unidad a través de métodos teórico-funcionales
más rigurosos y la introducción consistente de
consideraciones auxiliares transcendentes. Más aún, la
prueba de que una serie de potencias permite la aplicación de
las cuatro operaciones elementales de la aritmética así
como la diferenciación y la integración término
a término, y el consecuente reconocimiento de la utilidad de
las series de potencias basada en esta demostración,
contribuyó enormemente a la simplificación de todo el
análisis, particularmente de la teoría de la
eliminación y la teoría de ecuaciones diferenciales,
así como las pruebas de existencia que exigieron estas
teorías. Pero el mejor ejemplo, a mi forma de ver, en este
orden de ideas, lo constituye el cálculo de variaciones. El
tratamiento de la primera y la segunda variación de las
integrales definidas requiere de cálculos extremadamente
complicados, y los procedimientos aplicados por los
matemáticos del pasado carecían del rigor necesario.
Fue Weierstrass el primero en mostrarnos el camino hacia una nueva y
segura fundamentación del cálculo de variaciones. Por
medio de los ejemplos de la integral simple y de la integral doble,
en breve mostraré, hacia el final de mi conferencia, como esto
nos conduce directamente a una sorprendente simplificación del
cálculo de variaciones. Señalaré que en la
demostración de los criterios necesarios y suficientes para la
existencia de un mínimo y un máximo, el cálculo
de la segunda variación y una parte de los fatigantes
razonamientos relativos a la primera variación son totalmente
superfluos, sin hablar del considerable progreso aportado por la
eliminación de las restricciones a las variaciones para las
cuales las derivadas de las funciones variaban muy poco.
Me gustaría, por otra parte, mientras insisto sobre el
rigor en el razonamiento como una condición necesaria para la
solución completa de un problema, presentar mi desacuerdo con
la opinión de que los conceptos del análisis, o los de
la aritmética, son los únicos susceptibles de un
tratamiento completamente riguroso. Esta opinión, que,
ocasionalmente, ha sido sostenida por hombres eminentes, la considero
completamente errónea. Tal interpretación unilateral de
la exigencia de rigor nos conduciría, rápidamente, a
ignorar los conceptos que surgen de la geometría, la
mecánica o la física, hasta llegar a paralizar el flujo
de nuevo material proveniente del mundo exterior, y finalmente, como
última consecuencia, al rechazo de las ideas del continuo y de
los números irracionales. ¡Ignorar la fuente de la
geometría y la física matemática, sería
como extirpar un nervio vital para la ciencia matemática! Por
el contrario, yo creo que cualquiera que sea la fuente de donde
provienen las ideas matemáticas, ya sea de la teoría
del conocimiento o de la geometría, o de las teorías de
las ciencias físicas y naturales, el problema
matemático consistirá en investigar los principios
fundamentales que subyacen a estas ideas para establecerlos en un
sistema simple y completo de axiomas, de tal forma que la exactitud y
rigor de las nuevas ideas y su susceptibilidad de deducción no
sea inferior de los antiguos conceptos aritméticos.
A los nuevos conceptos le corresponden, necesariamente. nuevos
símbolos. Y estos deben ser escogidos de tal forma que nos
recuerden los fenómenos que motivaron la creación de
estos nuevos conceptos. De esta forma, las figuras geométricas
son los símbolos que representan la intuición espacial,
y son usados por todos los matemáticos. ¿Quién no
ha utilizado la doble desigualdad a > b > c , visualizada como
tres puntos consecutivos sobre una linea recta, como el
símbolo geométrico que representa el concepto
«entre»? ¿Quién, al tratar de probar un
difícil teorema sobre la continuidad de funciones o sobre la
existencia de puntos de condensación, no ha dibujado segmentos
de recta o rectángulos encerrados unos dentro de otros?
¿Quién podría prescindir de la figura del
triángulo, el círculo con su centro, o la cruz que
forman los ejes de coordenadas? ¿O de la representación
de un campo vectorial, o la figura de una familia de curvas o
superficies con su cubrimiento, que juega un papel tan importante en
la geometría diferencial, en la teoría de ecuaciones
diferenciales, en los fundamentos del cálculo de variaciones,
y en otras ramas de las ciencias matemáticas puras?
Los símbolos aritméticos son números escritos
y los símbolos geométricos son fórmulas
dibujadas; y ningún matemático podría prescindir
de estas fórmulas dibujadas, de la misma forma que no
podría prescindir de los paréntesis o de cualquier otro
símbolo analítico a la hora de realizar un
cálculo.
La aplicación de los símbolos geométricos
como método riguroso presupone el conocimiento exacto y
completo de los axiomas que son el fundamento de esas figuras; y para
que esas figuras geométricas puedan ser incorporadas al tesoro
general de los símbolos matemáticos, se hace necesaria
una rigurosa investigación de su contenido conceptual. De la
misma forma que al sumar dos números, se deben colocar los
dígitos uno debajo del otro en el orden correcto para que
sólo las reglas de la aritmética, es decir, los axiomas
de la aritmética, determinen el uso correcto de los
dígitos, el uso de los símbolos geométricos debe
estar determinado por los axiomas de los conceptos geométricos
y sus combinaciones.
La coincidencia entre el pensamiento geométrico y el
pensamiento aritmético se revela también en lo
siguiente: en la investigación aritmética, lo mismo que
en las consideraciones geométricas, no remontamos la cadena
deductiva hasta los axiomas, y por el contrario, especialmente en el
primer enfrentamiento del problema, lo abordamos por medio de una
combinación de razonamientos, rápidos e inconscientes,
pero no definitivos, con una confianza absoluta en un cierto
sentimiento aritmético acerca del comportamiento de los
símbolos aritméticos. Sin esta confianza, no
podríamos hacer progresar a la aritmética, así
como tampoco a la geometría sin la imaginación
geométrica, la facultad que nos hace ver en el espacio. Como
un ejemplo de una teoría aritmética que opera
rigurosamente con los conceptos y los símbolos de la
geometría, podríamos mencionar la obra de Minkowski:
Geometrie der Zahlen.
Aquí sería conveniente señalar algunas de las
dificultades que podrían presentar los problemas
matemáticos y la forma de superarlas.
Si no podemos resolver un problema matemático, la
razón suele ser, frecuentemente, nuestra falta al no poder
reconocer un punto de vista más general, en el cual nuestro
problema aparece como un simple vínculo en una cadena de
problemas relacionados. Después de encontrar este punto de
vista, no solamente se hace el problema más accesible a
nuestra investigación, sino que al mismo tiempo nos apropiamos
de un método también aplicable a los problemas
relacionados. Citaré como ejemplos, dentro de la teoría
de las integrales definidas, la introducción por parte de
Cauchy de los caminos complejos de integración y, dentro de la
teoría de números, la introducción por parte de
Kummer de la noción de número ideal. Esta forma de
hallar métodos más generales es, sin lugar a dudas, la
más accesible y la más segura; porque aquellos que
buscan métodos sin tener en mente un problema determinado,
buscan, la mayor parte del tiempo, en vano.
En los problemas matemáticos, según mi forma de ver,
la particularización juega un papel más importante que
la generalización. Quizás, en la mayoría de los
casos, la causa de no haber podido hallar la solución de un
problema, reside en el hecho de no haber tratado primero de resolver
los problemas más sencillos y fáciles. Todo depende,
entonces, en hallar estos problemas más sencillos y tratar de
resolverlos por medio de los procedimientos más rigurosos con
que contemos y de aquellos conceptos susceptibles de
generalización. Esta regla es una de las más
importantes palancas para remover las dificultades matemáticas
y, me parece, que siempre la usamos, aunque quizás,
inconscientemente.
Ocasionalmente sucede que buscamos la solución bajo
hipótesis incompletas o en un sentido incorrecto, y por esta
razón no tenemos éxito. De aquí surge el
siguiente problema: demostrar la imposibilidad de la solución
bajo las hipótesis dadas, o en el sentido considerado. Tales
pruebas de imposibilidad fueron realizadas por los antiguos;
así, por ejemplo, demostraron que la razón entre la
hipotenusa y el lado de un triángulo rectángulo
isósceles es irracional. Posteriormente, las preguntas sobre
la imposibilidad de ciertas soluciones juegan un papel prominente; y
percibimos, de esta manera, que los problemas difíciles de la
antigüedad, como la prueba del axioma de las paralelas, la
cuadratura del círculo, o la resolución por radicales
de las ecuaciones de quinto grado, han encontrado finalmente una
solución rigurosa y satisfactoria, aunque en un sentido muy
diferente a la intención original.
Y, probablemente, sea este hecho fundamental, junto con otras
razones filosóficas, lo que suscite la convicción
compartida por todos los matemáticos, aunque sin una prueba
que la sustente, de que todo problema matemático bien definido
debe ser necesariamente susceptible de una solución exacta, ya
sea en la forma de una respuesta directa a la pregunta planteada, o
por medio de la demostración de la imposibilidad de hallar una
solución, es decir, el necesario fracaso de toda tentativa de
demostración futura. Tomemos cualquier problema no resuelto,
tal como la pregunta sobre la irracionalidad de la constante C de
Euler-Mascheroni o la existencia de un número infinito de
números primos de la forma 2n + 1. Por más que estos
problemas parezcan inabordables, y nos sintamos incapaces ante ellos,
sin embargo, tenemos la firme convicción de que su
solución debe seguir un número finito de deducciones
lógicas
¿Es este axioma de la posibilidad de resolver todo problema
una característica particular del pensamiento
matemático, o es consecuencia de una ley general inherente a
la naturaleza de nuestro entendimiento, la creencia de que toda
pregunta planteada por nuestro entendimiento debe ser susceptible de
una solución? En otras ciencias también encontramos
problemas antiguos que han sido resueltos por medio de la
demostración de su imposibilidad. Podemos citar, como ejemplo,
el problema del movimiento perpetuo. Después de muchos
fracasos al tratar de construir una máquina de movimiento
perpetuo, los científicos investigaron las relaciones que
deben existir entre las fuerzas de la naturaleza si tal
máquina fuera imposible; y esta pregunta inversa llevó
al descubrimiento de la ley de la conservación de la
energía, la cual, al mismo tiempo, explicaba la imposibilidad
del movimiento perpetuo en el sentido original.
Esta convicción en la resolución de todo problema
matemático es un gran incentivo para el investigador. Siempre
escuchamos dentro de nosotros la llamada perenne: He aquí el
problema. Busca la solución. La puedes hallar usando el
razonamiento puro, porque el matemático nunca dirá :
«ignorabimus»
(A continuación, en un esfuerzo por acortar la conferencia
como le habían sugerido Minkowski y Hurwitz, Hilbert se vio
precisado a presentar sólo 10 problemas de un total de 23 que
había enumerado en su manuscrito, los cuales fue ilustrando
con pequeñas sipnosis de sus orígenes y significado).
Los tres primeros correspondían a los fundamentos de la
matemática:
1. Probar la hipótesis de Cantor sobre el
«continuo». Todo conjunto de números reales puede
ser puesto en correspondencia biunívoca, o bien con un
conjunto de números naturales o con el conjunto de todos los
números reales (el continuo).
2. Investigar la consistencia (no-contradicción) de los
axiomas de la aritmética.
6. Axiomatizar las ciencias físicas.
Hasta aquí--continuó Hilbert-- sólo hemos
considerado problemas relacionados con los fundamentos de las ciencia
matemática. Desde luego, que el estudio de los fundamentos de
una ciencia siempre son importantes, y el análisis de estos
fundamentos siempre estarán entre los problemas más
importantes para el investigador. Weierstrass dijo: «El objetivo
final que siempre debemos tener presente es llegar al conocimiento
correcto de los fundamentos.... Pero para progresar en las ciencias
es indispensable resolver los problemas individuales». De hecho,
un acucioso conocimiento de sus teorías especiales es
necesario para el tratamiento satisfactorio de los fundamentos de la
ciencia. Sólo aquel arquitecto que conoce el propósito
y todos los detalles de la estructura está en la
posición de construir unas fundaciones seguras.
Los cuatro problemas siguientes fueron seleccionados de la
aritmética y el álgebra.
7. Establecer la transcendencia, o al menos la irracionalidad,
de ciertos números (e¹, 2Ã2).
8. Problemas sobre los números primos
13. Probar la imposibilidad de la resolución de la
ecuación general de séptimo grado por medio de
funciones de sólo dos argumentos.
16. Problemas sobre topología de curvas y sobre superficies
algebraicas.
Los últimos tres problemas seleccionados por Hilbert para
cerrar su conferencia correspondía a la teoría de
funciones:
19. Determinar si las soluciones de los problemas
«regulares» del cálculo de variaciones son
necesariamente analíticas.
21. Probar que siempre existe una ecuación diferencial
lineal de clase fuchsiana, dados sus puntos singulares y su grupo
monodrómico.
22 Generalizar un teorema probado por Poincaré, en el
sentido que siempre es posible uniformizar cualquier relación
algebraica entre dos variables por medio de funciones automorfas de
una variable.
Los problemas mencionados-- Hilbert expresó a su
audiencia--son apenas algunos ejemplos de problemas, pero creo que
son suficientes para mostrarnos lo rico, variado y extenso de la
ciencia matemática de hoy; lo cual nos hace pensar si acaso la
matemática no estará destinada, como otras ciencias que
se han dividido en numerosas ramas, y sus representantes han
terminado sin entenderse unos con otros, haciendo muy difícil
su vinculación. Pero no creo que sea este nuestro caso, ni lo
deseo. En mi opinión, la ciencia matemática es un todo
indivisible, un organismo cuya vitalidad esta condicionada por la
conexión de sus partes. Porque, a pesar de toda la variedad
del conocimiento matemático, estamos conscientes de la
similitud de sus procedimientos lógicos, el parentesco de las
ideas matemáticas como un todo y las numerosas
analogías en sus diferentes dominios. Más aún:
cuanto más se desarrolla una teoría matemática,
más gana en armonía y en uniformidad, y surgen
inesperadas relaciones entre sus diferentes ramas. De aquí
que, con el crecimiento de la matemática, su carácter
orgánico no disminuye, sino que se manifiesta más clara
y evidentemente.
Pero, preguntamos: ¿Con el crecimiento del conocimiento
matemático no se hará imposible, para cualquier
investigador individual, abarcar todos los dominios de este
conocimiento? Para contestar, me permito hacer referencia al perfecto
engranaje de esta ciencia matemática, en la cual todo
verdadero avance va acompañado de la invención de
instrumentos más finos y de métodos más simples,
que al mismo tiempo que nos asisten a la comprensión de nuevas
teorías, nos ayudan a rechazar desarrollos más
complicados. Es por ello que se hace posible para el investigador
individual, una vez que domina estos finos instrumentos y estos
métodos simples, encontrar su camino en los diferentes
dominios de la matemática más fácilmente que
para los investigadores de otras ciencias.
La unidad orgánica de la matemática es inherente a
la naturaleza de esta ciencia, porque la matemática es el
fundamento de todo conocimiento exacto sobre los fenómenos
naturales. Y si el nuevo siglo nos diera los talentosos profetas y
los discípulos entusiastas, quizás pudiera satisfacerse
completamente este magno destino de la matemática.