La circulación de la palabra en Juan Moreira de Eduardo Gutierrez.

por Paula Brieschke

[bibliografía]


Bibliografía

Las interrogaciones, y eventuales respuestas, del presente trabajo se fundan en la preocupación por detectar el modo en que se establece la circulación de las palabras en un texto de ficción. La obra elegida es el Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez. La lectura de sus páginas generó la insistente sensación de que la eficacia de Moreira como personaje reside menos en el uso que hace de la palabra que en la red de versiones que acerca de el circulan permitiendo postular la existencia de una suerte de elocuencia no verbal. En el intento de clasificar sus recursos expresivos, se han consignado escenas y diálogos representativos de la citada cualidad del personaje definida por: el ejercicio mesurado de la palabra, el despliegue ornamental en reemplazo de la instancia verbal y la proliferación de anécdotas llamadas a edificar su fama.


La circulación de la palabra

Este trabajo se propone seguir el recorrido de la palabra
descripto por los personajes de Juan Moreira de Eduardo
Gutierrez. La consigna es trabajar dentro del marco de la ficción
que plantea el texto, omitiendo analizar el contexto más amplio
de producción de la obra y los consiguientes procedimeintos de
apropiación de la voz del gaucho que están inscriptos en la
misma. En el interior mismo del texto, se presentan distintas
modalidades en el ejercicio de la palabra. Particularmente,
resulta de interés seguir la figura de Moreira, observando y
analizando su uso particular de la palabra e intentando trazar un
diagrama de sus herramientas y recursos expresivos (verbales y no
verbales) más frecuentes. Luego de una primera lectura, el texto
puede dejar la sensación de que las escenas de diálogos o
monólogos de los personajes no abundan. Centralmente, Moreira es
un personaje construido más por la tensión de sus silencios que
por sus expansiones discursivas. Esta impresión es la que lleva a
formular la hipóteis de que la eficacia de Moreira como personaje
reside menos en el ejercicio que hace de la palabra que en la red
de versiones que acerca de el circulan. Versiones fundadas en sus
hechos más que en sus dichos. Es materia de este trabajo
interrogar al texto acerca del modo en que la figura de Moreira
permite relevar un tejido de recursos mudos que, sin embargo,
comunican sentido. En la trama de Juan Moreira circulan episodios
sangrientos, enfrentamientos heroicos y escenas deliberadamente
conmoverdoras. Sin embargo, por debajo de ellos pero con igual
intensidad, circulan palabras. Pueden advertirse al menos dos
usos diferenciados, e incluso opuestos, de la palabra. Dos usos
que no hacen más que remitir a dos órdenes. Estas dos categorías
no son otras que las descriptas por Ludmer, cuando sitúa a
Moreira en un espacio de cruce:  "Ocupa, como Martín Fierro, la
posición de un sujeto entre dos culturas y justicias: la oral, la
ley tradicional del honor y del valor, y la justicia escrita
moderna, la ley del poder." ("Los escándalos de Juan Moreira"
p.104). El uso de la palabra que hace Moreira remite al primero
de los órdenes. La lógica que rige sus actos es la de una noción
y un ejercicio del honor que prescinde (por desconfianza) de las
palabras. Moreira se comunica a través de gestos, de actitudes y
cuando habla lo hace seleccionando con precisión y mesura sus
palabras. Para el gaucho, destituido de todo derecho, no puede
existir confianza en la palabra. Es la palabra la herramienta
principal de dominación de la que se sirve la "justicia" (1). La
justicia es la que emite y redacta la versión oficial de los
hechos, versión parcial y deformante que condena al gaucho al
lugar del delincuente. Si se quisiera rastrear en el texto el
momento que funda la desconfianza de la palabra, debería
remitirse al episodio que concluye con la muerte del pulpero
Sardetti. El préstamo efectuado por Moreira no tiene el respaldo
de documento alguno, se ha hecho de palabra (2). Cuando el
conflicto es llevado a la autoridad, la palabra de Moreira es
desoída y la injusticia se impone. A partir de este momento
Moreira comenzará a caer por la pendiente del crimen, alternando,
por el momento, dos modalidades:

1- utilización precisa y moderada de la palabra.

2- laconismo y utilización de recursos no verbales, una suerte de
elocuencia hecha de acciones, gestos, miradas y silencios.


La primera modalidad se hace presente, en forma nítida, en siete
momentos del texto. Identificados como monólogos, aparecen en las
siguientes escenas:

I - monólogo en la pulpería de Sardetti, previo a la muerte de
este. Capítulo II, pp.30 y ss. II - monólogo en el rancho
devastado de Moreira, previo a la muerte de Don Francisco.
Capítulo III, pp.50 y ss. III - monólogo ante Marañón, luego de
dar muerte a sus ofensores y salvarle la vida. Capítulo V, p.90.
IV - monólogo doble: glosa del Quijote y palabras que le siguen.
Capítulo VII, p.102. V - monólogo en el rancho de Julián, luego
de conocer el destino que sufrieron Vicenta y Juancito. Capítulo
VIII, pp.131 y ss. VI - monólogo ante Marañón, declinando el
ofrecimiento de éste de radicarse en el interior. Capítulo XII,
p.173. VII - monólogo ante Eulogio Varela, a la salida de "La
Estrella". Capítulo XIV, p.202.

En estos siete momentos, Moreira hace uso de la palabra y la
utiliza para exponer sus razones y consignar, en cada uno, los
motivos que lo han llevado a pelear. Funcionan como verdaderas
declaraciones de principios, en las que Moreira recurre a la
palabra, en ese lenguaje simple de los paisanos. A través de
ellos, el lector accede al universo interior de un héroe más
propenso a codificar en gestos mudos sus motivaciones profundas.
Moreira expone aquí su necesidad de venganza, la conciencia de su
destino y su deseo de dar y hallar muerte.

Dotadas de idéntica contundencia resultan las escenas en las que
Moreira hace uso de la segunda de las dos modalidades expresivas
descriptas. Se registrarán sólo algunas de las incontables
ocasiones en las Moreira recurre a su eficaz elocuencia no
verbal. Sus herramientas más potentes en tales casos resultan su
mirada, sus gestos y sus prendas (caballo y armas). En la
descripción de sus amores con Vicenta se dice que la conquistó
"sin hablarle una palabra, sino con la mirada de sus magníficos
ojos" (Cap. II, p.23). El apretón de manos que le da a su suegro,
cuando regresa de matar a Sardetti, exime a Moreira del detalle
de los hechos ya que "fue la narración de todo lo que hiciera"
(Cap.II, p.35). Literalmente, el gesto reemplaza a la palabra. Al
describir la relación entre Julián y Moreira se dice: "el gaucho
de corazón y de prendas de carácter no necesita hablar para ser
comprendido por otro gaucho; dotados de una sensibilidad
delicada, llegan al corazón con una mirada, en un lenguaje
poderosamente elocuente." (Cap. II, p.41) En un segundo encuentro
entre Julián y Moreira se observa a los dos amigos contemplándose
en silencio y "transmitiéndose con la mirada todo el mundo de
cariño que la palabra no había podido expresar" (Cap.VII, p.110).
La caracterización de Gondra, el "gaucho flojo" (Cap.VI) ofrece
el reverso perfecto de la modalidad de Moreira. Ese gaucho es uno
"de los que llama pura boca" (p.94), esgrime palabras en lugar de
armas y, enfrentado al forastero, resulta ser un cobarde. En el
capítulo XII (p.164), Moreira intercepta el paso de una galera en
la que supone viaja Giménez. Ante la insistencia del mayoral para
que se le permita continuar la marcha, "Moreira no contestó una
sóla palabra, pero sacó de su cintura uno de sus enormes
trabucos", ante los que la galera se detiene de inmediato. Esta
es una de las tantas escenas en las que las armas de Morerira
hablan por el, como sucede con la mítica daga cuya descripción
merece un capítulo completo y funciona como un retrato póstumo
del héroe. La daga, en su materialidad muda, provoca el relato ya
que cada marca que ostenta remite a un duelo o a un episodio de
sangre que es referido. Las marcas de la daga, asimilables a las
cicatrices del torso de Moreira, urden en su mutismo un mapa de
sentidos, funcionando como otra manifestación de esa elocuencia
sin palabras. Y justamente al aludir a sus armas se emplea
idéntica calificación: "el arsenal que se veía en su tirador y la
daga que le cruzaba la espalda eran argumentos de una peso
bastante elocuente" (Cap. XIV, p.200). La mirada, además de
comunicar sentimientos nobles, funciona como un instrumento de
terror. Se manifiesta claramente en esa suerte de duelo de
miradas que libra con el Cuerudo y en la significativa escena que
tiene por protagonistas a Moreira y al capitán Varela.  Desde un
comienzo la mirada de Moreira reclama la atención del lector: "su
pupila fosforescente lanzaba intensos rayos de cólera cuyo
contacto abrasador acobardaba a sus enemigos, que retrocedían
cediéndole el terreno palmo a palmo."(Cap.XVI, p.217).  Moreira
conquista terreno y asegura el triunfo lacerando con su mirada y
blandiendo su daga. Varela, herido y cercado, "animaba a la gente
con la palabra", instándolos a combatir. La mencionada elocuencia
no verbal de Moreira (compuesta de mirada, armas, apostura)
ofrece combate y vence a la palabra de la que se vale Varela. La
escena del enfrentamiento entre Moreira y la partida del sargento
Navarro ofrece un contrapunto indiscutible (Cap.XI, pp.156 y
ss.). Navarro es caracterizado como "aquel hombre tan flaco y tan
charlatán" que había hablado y contado patrañas acerca de Moreira
a sus hombres. Cuando éstos divisan en la puerta de la pulpería
las prendas del gaucho que vienen a detener, todas las palabras
son vencidas por una sola imagen: "La sola vista del caballo de
Moreira descompaginó por completo a la partida". La escena ofrece
las dos formas de circulación de la palabra consignadas: el
laconismo de Moreira y la elocuencia de los gestos, el uso
mesurado de la palabra que emplea cuando asiste al vencido
Navarro y una tercera forma, que ahora se analizará:

3 - la circulación de la palabra de los otros puesta a construir
la fama de Moreira.

Se han registrado los usos de la palabra (o su significativa
reemplazo por formas no verbales de expresión) que realiza
Moreira. Hay también dos formas de la palabra que no ejecuta
Moreira, sino de las que más bien es el destinatario.
Destinatario directo de las palabras que provienen de un
interlocutor respetado por el gaucho que, como Alsina, sabe
hablarle "en lenguaje sencillo y noble, en ese único lenguaje
que, dirigido al corazón del gaucho, hace de este hombre un niño 
dócil" (Cap. V, p.85) (3).

La otra forma de circulación de la palabra, de la que Moreira
resulta más testigo que protagonista, es la que se refiere a la
construcción de su fama. Moreira, desplazado del primer plano en
el escenario del discurso, es la materia de las narraciones de
terceros. Así, se opera una suerte de trueque en el que Moreira
intercambia hechos por palabras. Impasible, deja correr la
palabra en boca de otros, construyendo su reputación con palabras
que el no pronuncia. Este movimiento describe el episodio del
capítulo XI, en el que se observa a un Moreira que delegó en
Navarro el ejercicio de la palabra y la construcción de su fama,
capitalizándolo luego a su favor. Esta tercera forma recupera lo
propuesto en la hipótesis inicial. Como se intentó postular, el
ejercicio de la palabra en Moreira tiene que ver con un sistema
de omisiones y de gestos mudos llamados a disparar el mecanismo
de su fama. Moreira habla a través de sus hechos y estos devienen
materia de infinitas narraciones. Más que un mero objeto, Moreira
resulta en este esquema un hábil e inusual narrador.


Notas

(1) La propia palabra justicia aparece como vaciada de sentido:
"esa palabra justicia que suena como una sangrienta sátira en el
oído del gaucho" p.61, convertida casi en un oxímoron de un único
miembro.[volver]


(2) Cabe conjeturar, sin embargo, que la documentación, en caso
de existir, tampoco funcionaría como una garantía para el gaucho.
La palabra escrita tampoco es confiable. Llevado por la necesidad
de comunicarse con Alsina, Moreira contempla la posibilidad de
escribirle una carta (Cap. VI, p.96).  Rápidamente descarta la
idea. Conjetura que la carta será interceptada y, una vez
conocido su contenido, destruída. Una vez más la palabra, en este
caso materializada en escritura, no puede socorrerlo. Es clara
herramienta de la justicia, cuyas partidas derrotadas por Moreira
se retiran, justamente, a redactar el parte oficial del
enfrentamiento (Cap. III, p.56) . Los partes oficiales son las
formas gubernamentales, legales y escritas de las mentas
populares, fabulosas y orales que hacen circular  los paisanos.
[volver]


(3) Es llamativo observar de qué modo está presente en el texto
el peligro que comporta la palabra para el gaucho. Siempre
conjurada, pero nunca lo suficiente, Moreira, que bien se cuida
de ser presa de la trampa del lenguaje en sus manifestaciones más
ostensibles, resulta ser un óptimo receptor de las apelaciones
llamadas a tocar su sensibilidad. [volver]


Bibliografía

Gutierrez Eduardo, Juan Moreira, Buenos Aires, Eudeba, 1961.

Ludmer Josefina, "Los escándalos de Juan Moreira" en Las culturas
de fin de siglo en América Latina, Rosario, Beatriz Viterbo,
1994.

Prieto Adolfo, El discurso criollista en la formación de la
Argentina moderna, Buenos Aires, Sudamericana, 1988.

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