por Mariana Sainz
Análisis del pasaje de la leyenda a la escritura folletinesca y de cómo Eduardo Gutiérrez instauró, por medio de distintas estrategias de versomilización, un espacio ficcional propicio que funcionase como marco de lectura de su propio texto. Gutiérrez construye una representación literaria a partir de una figura popular reconocida; y a su vez, suministra al público lector de la Argentina de los '80 _de incipiente alfabetización_ la imagen de un modelo de representante social para una identidad criolla amenazada por los procesos de inmigración. Gutierrez, desde la serialidad exigida por el género, encuentra en la fama infame de Moreira su máquina de narrar al convertirla en el elemento articulador _narrativa y estructuralmente_ del pasaje de la necesidad a la gratuidad, de la ley escrita a la ley del gaucho, de la acumulación productiva a la lógica del consumo y la ostentación.
¿Cómo se apropia la literatura de un material histórico que la precede? Eduardo Gutiérrez publica periódicamente en La Patria Argentina _entre 1879 y1880_ su novela por entregas Juan Moreira, inspirada en el caso policial de un gaucho "bandido" que fuera asesinado por la policía bonaerense en 1874. En nuestro trabajo intentaremos analizar la construcción del pasaje de Juan Moreira a Juan Moreira; y de cómo Gutiérrez instauró, por medio de estrategias de verosimilización, un espacio ficcional propicio que funcionase como marco de lectura de su propio texto. Antes de emprender este análisis, debiéramos hacer mención a las motivaciones que posibilitaron el Juan Moreira. Por "motivación" no entendemos aquí las intenciones personales del escritor, sino las condiciones sociohistóricas de posibilidad para la aparición de esta novela folletinesca en el mercado cultural de la Argentina de fin de siglo pasado. La pregunta, entonces, de por qué Gutiérrez escribió sobre Moreira encontraría su respuesta en el uso original que hizo el escritor de las leyes del género, cuando adaptó las técnicas del folletín europeo a los intereses y necesidades del público lector en una Argentina de incipiente modernización. En consecuencia, un hombre memorable ligado a incidentes sangrientos hacía de Juan Moreira el perfecto referente a partir del cual desplegar una historia que pudiese interesar a un público recién alfabetizado. Cuando Gutiérrez decidió emprender su "dramática historia", la fama ya había convertido a ese gaucho rebelde, violento, de "vida temeraria" en un mito: un "hombre fabuloso" (1); desde allí, sólo faltaba extender el puente de la escritura para transformar una vida, que ya era considerada fabulosa, en una novela de aventuras. En los folletines se ve, de modo inmejorable, que la literatura puede comportarse como cualquier otro mercado, regido por leyes de oferta y demanda: los gustos e intereses del público deciden sobre qué merece ser narrado y sobre cuál es la perdurabilidad de un relato ofertado para gustar _en esto reside la importancia de la primera entrega_. Gutiérrez capitaliza para sí esta exigencia del mercado y la devuelve optimizada desde un doble movimiento: construye una representación literaria a partir de una figura popular reconocida; y a su vez suministra a ese público lector la imagen de un modelo representante para la nueva nación. Si lo viésemos desde Lukács,Juan Moreira en Juan Moreira representaría el tipo social "gaucho" _asociado a los valores del coraje, a una palabra que se cumple, a la sinceridad, etc_, puesto a funcionar como modelo de evocación nostálgica de un época no lejana temporalmente, pero sí percibida como perdida por la transformación del horizonte perceptivo y vivencial que vivieron los contemporáneos de Moreira y de Gutiérrez. Si quisiésemos extremar la noción del gaucho como representante de un tipo social,Juan Moreira se convertiría en aquel emblema donde el criollo pudiera reconstruir en esa imagen especular (siempre desde la óptica lukácsiana en la que el "tipo" es reflejo de una totalidad) una identidad "argentina", frente a la otredad _en muchos casos amenazante_ del inmigrante. Entonces, es el mismo público lector quien convalida con su lectura el modelo representado hasta la necesidad de hacerlo su representante; y esta apropiación de lo real desde la voz de una escritura que les lee la historia, hace que los límites entre la ficción y el documento se confundan. Sobre todo, porque esta disolución de límites es promovida desde la propia instancia textual. Una de las estrategias perpetradas _si hablamos de delitos, esta palabra es pertinente_ por Gutiérrez para situar a su Juan Moreira bajo un régimen de verdad y no de ficción consistió en autorrepresentarse en el texto como "el narrador periodista Gutiérrez", quien emprende un trabajo investigativo, basado en documentos policiales y no en materiales ficcionales. En esta postulación génerica y enunciativa, en la que Juan Moreira sería una puesta por escrito de un hecho real, también se pone en juego una concepción específica de la literatura: la práctica literaria se reduciría a una sucesión de juegos retóricos convocados a posteriori para adornar un material documental previo, la vestimenta del texto _como es al menos enunciado por las voces del texto: "Me es grato hacer conocer a usted estos hechos a los que su inimitable pluma sabrá llenar de ese gran interés que despierta siempre lo interesante cuando está bien escrito." (2) Sin embargo, contra la aparente posición secundaria y ancilar de esta noción de literatura con respecto a los hechos históricos, se alza la escritura, en el contexto del proyecto modernizador del '80 la práctica escrituraria se erigirá como dominio e instrumento de dominación de los letrados; a partir del uso de distintas estrategias enunciativas: escribir sobre los bárbaros, escribir desde los bárbaros o escribir para los bárbaros. (3) El narrador-periodista Gutiérrez se sirve del "efecto de realidad" como un instrumento retórico que le permite confundir los límites entre géneros y categorías. Esta técnica de verosimilización, basada en la inclusión de cartas (epílogo), testimonios y de evidencias tangibles (la conservación de la daga vendría a certificar,dentro del verosímil, la existencia "real" de Juan Moreira) y la constante apelación a referencias históricogeográficas compartidas por los lectores le permite a Gutiérrez reconstruir un relato oral (el de la fama legendaria de Juan Moreira) en su traslación a la escritura. Esta traducción va más allá de un cambio de registro oral a uno escrito; puesto que la aparición de este relato escrito en un periódico tiene un efecto fáctico: el diario no sólo verosimiliza la leyenda sino que la actualiza y transforma en noticia. ¿Con Juan Moreira estaremos, acaso, ante una incipiente muestra de non fiction? _ II _ El tema en Juan Moreira son las famosas hazañas de su héroe infame. La fama, por definición, es de naturaleza fabulatoria: "noticia o voz común de una cosa; opinión que las gentes tienen de una persona" (4); y, por dominio, territorio de la doxa; pero también por el tipo de transmisión oral se asemeja al rumor: ambos están sometidos a amplificaciones, alteraciones y desvíos. Por lo tanto, trabajar con materiales solicitados y construidos por la fama facilita y propicia la circulación y la multiplicación del relato. Desde este punto de vista, el género que le conviene a un relato de fama es la novela folletinesca: crímenes seriales reclaman relatos seriados. Y es también el género _como señala Rivera en su artículo: "Eduardo Gutiérrez"_ el que determina la opción estética: "Confirmar una estética a partir de una circulación simbólica". El caso de nuestro folletín, que se incluye dentro de la categorización de géneros melodramáticos, dispone los materiales de la fama bajo una estética kitsch. Uno de los principios que definen al melodrama es el exceso; un exceso fundado en el horror al vacío ante el miedo de que algo permanezca no dicho. Esta insistencia en querer explicitarlo todo está guiada por una voluntad imperiosa del melodrama de indicar constantemente de qué modo debe ser leído lo narrado _he aquí otro principio definitorio del género_. El melodrama se pretende pedagógico y encuentra en el plano de la narración su instancia evaluativa. Todo apunta a la constitución de un sentido único, moralizante, que busca la confirmación de la opinión común a través de una pedagogía del ejemplo. El "caso" Moreira es a un tiempo un caso policial-periodístico y un (contra)ejemplo moral que es "observado" como desvío de una norma y a la vez convocado para señalar el límite que está siendo cuestionado. En Gutiérrez, la exposición del contraejemplo Moreira es llevada a cabo para señalar los efectos de un determinismo social (5). En el plano del discurso, la retórica kitsch del exceso se puede leer, esencialmente, en los momentos descriptivos del texto (6). A medida que avanza el relato, las descripciones se prodigan en una sucesión de formulaciones estereotipadas, imágenes fosilizadas que apuntan a evocar identificaciones, sensaciones prefabricadas y de probada eficacia; a la vez, esta profusión de recursos melodramáticos pretende ser reconocida como expresión de un sentimiento artístico, inspirado en el "buen gusto". Juan Moreira pareciera moverse, entonces, entre dos voluntades, como si dos fueran los principios en los cuales se sostuviera: al artístico y el mercantil; y como si cada una de estas voluntades tuviesen textualmente asignadas sus espacios discursivos. Para seguir con el Lukács de "¿Narrar o Describir?" el texto resolvería_¿o no?_ esta disyunción de modo alternativo: pasando de un tipo de discurso a otro, ya sea regulado por una pretensión literaria o por una comercial. El texto se detiene en las descripciones(7) _donde se entabla una correspondencia entre habitat y habitante, ya presente en Sarmiento como un modelo de formulación teórica, de saber de época_ para hacer literatura; luego, continúa narrando, mandato dinámico del género. _III_ La inestabilidad en el eje que distingue los géneros, propiciada desde la producción y apropiada desde la recepción, ha sido correlacionada por la crítica y desde condiciones sociohistóricas con una inestabilidad social_tal es una de las perspectivas de Adolfo Prieto en El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna_; lo cual promovería contiendas discursivas y distintintos puntos de vista en conflicito (8) . Esta inestabilidad social no sólo está representada en Juan Moreira en el cambio que sufre el personaje _pasaje que denominaremos, siguiendo una terminología clásica, de la sophrosyne a la hybris_; sino también como condición dramática para el desarrollo y continuidad de la acción, para la justificación de la narración del "caso" . Si focalizamos en el personaje, Moreira parte de un estado inicial de mesura, cuando un hecho injusto desata su hybris. Ante ese estado de descontrolada violencia, se le ofrece una solución dilemática: la integración al orden social (9) (ilustrada en La vuelta de Martín Fierro) o la expulsión, que a su vez se bifurca en dos opciones límites: la frontera o la muerte. Moreira elije la muerte: una ida sin vuelta, que en el texto adopta la forma de confrontación violenta, espectacularizada: desde la voz de los personajes: "ya no hay que mezquinar el cuerpo,Julián" (10) y desde la narración, donde tampoco se regatean las imágenes de los crueles encuentros: "Moreira (...) preparó su golpe favorito, y cuando menos lo esperaba Navarro, hundió sobre su frente la terrible daga, que penetró hasta el hueso, produciéndole una herida de más de tres centímetros, por la que empezó a salir abundante sangre, que enceguecía al sargento al caer sobre los párpados" . (11) La escenificación de la violencia es ostentosa, "escandalosa" _dirá Ludmer (12)_ y es el leit-motiv del relato y también su fin: el estallido del cuerpo: "aquella muerte es el principio de mi obra, y don Francisco es el fin con que tengo que estrellarme" (13) precipita el fin de la historia (14); sin embargo, y paradójicamente, el cuerpo atomizado, "develado" hace posible futuros relatos. Por un lado, el torso desnudo de Moreira, recorrido por las enigmáticas escrituras de sus cicatrices _como veremos más adelante_ se dejará leer; y por otro _por mencionar sólo un ejemplo_, desmembrado se convertirá en fetiche para ser recuperado por la lengua erotizada deAlambres de Perlongher. _IV_ El pasaje de la sophrosyne a la hybris está dispuesto narrativamente de un modo escalonado y acumulativo. La hybris de Moreira es a la vez modelada y "seriada" por las circunstancias de la trama y las extensiones de las entregas; se trata de una seriación amplificada que hace que a las injusticias contra Moreira: multas, cepo, persecusión, traición, deshonra y muerte por la espalda se contesten con una sucesión progresiva de muertes. Dentro de este proceso de escansión del relato y de la intriga, la fama podría leerse como el elemento articulador _discursiva y estructuralmente_ del pasaje de la necesidad a la gratuidad, de la vida gregaria a la soledad, de la ley escrita a la ley del gaucho. Gutiérrez, desde la serialidad exigida por el género, encuentra en la fama infame de Moreira su máquina de narrar (15): en el plano de la historia la fama genera acción (muertes) y en el plano del discurso, permite la continuidad del relato. En el momento en que Moreira se ve obligado a elegir el destino que le impone su fama, confluyen las dos instancias del texto: el personaje (portavoz del "sino") y el narrador (vocero de la "determinación social"). No obstante esta coincidencia, o a partir de ella, la fama se independiza y materializa al tomar cuerpo en la figura de Juan Blanco: su doble, su primera representación _como señala Ludmer_, su autorrepresentación que le permite _como en un bucle gdeliano_ asistir a los efectos de sus actos. La reproducción duplicada en la imagen especular de Juan Blanco conformaría la imagen famosa calculada por Moreira; pero la fama, como el rumor son dominios de hybris y no de sophrosyne: una vez desatados, proliferan sin control (a Moreira le atribuyen más muertes que las que tuvo). De tal suerte, que a la luminosidad ostentosa de Juan Blanco, se opone una aparición fantasmática, lúgubre e infame: "pasó como una exhalación", "una espantosa maldición salió como un trueno de su boca", "toda la fuerza muscular de que estaba poseído Moreira" (16). Desde otro eje, la fama de Moreira articula temporalmente el texto, porque lo precede desde el inicio de la novela: "Moreira era tachado de bandido" (17), lo determina en su presente: la deshonra lo lleva a actuar y lo sobrevive en el futuro: hayMoreira, muerto Moreira. Finalmente, la fama crea una doble identidad, que se suma a las señaladas por Ludmer en su artículo, puesto que reduplica y abisma el texto. Reduplica en el sentido que hay dos Moreiras: el verdadero (en el texto) y el que la fama agranda: Juan Blanco, como acabamos de ver; y abisma al texto en el sentido que al presentar un Moreira legendario que modela al verdadero, escenifica los procedimientos del propio texto: su condición material y los efectos de la inscripción social del género. _V_ Para que la fama se convierta en máquina de generar relato tiene que reemplazar a la evidencia empírica, y abandonar con ello el orden de la necesidad, que justifica todo acto, toda muerte, para alistarse junto a la gratuidad: "pelear de puro guapo". Entre la opción binaria: ganar/perder (que tiene su correspondencia en otros pares opositivos: recuperación social/perdición, trabajo/vagancia, etc), Moreira elige perder, se pierde al preferir no negociar con Marañón para ganar fama: "ganar la pampa" (18). Desde el sentido económico recuperador de la polis, la gratuidad resulta sinrazón, y por ende, igual de incomprensibles los actos de mostrar el cuerpo, de presentarse ante los enemigos, de retornar como espactador. Como la exclusión se sostiene en una lógica binaria, lo gratuito se ligará invariablemente al vicio, que en el texto es enunciado desde la voz de Moreira: "como él decía, estaba peleando de puro vicio" (19), en una muestra althusseriana de cómo en una sociedad de clases, la ideología hegemónica es siempre la ideología de la clase dominante, que es reproducida por la clase dominada. Pero existen otros modelos de intercambio no fundados en una apropiación y acumulación productiva sino en una lógica de consumo y donación. Observados desde esta nueva óptica de intercambio simbólico, el lujo, la ostentación, el gasto improductivo ya no serán vicios; por el contrario, habrán revertido su signo hasta transformarse en índices de superioridad y grandeza. Marcel Mauss en "Essai sur le don, forme archaque de l'échange" (1925), luego retomado por George Bataille en su libro La parte maldita analizaron esta noción de consumo en la teoría del "potlach": modelo arcaico de circulación de bienes materiales y simbólicos no basados en el trueque, sino en la necesidad de destrucción y pérdida. Desde esta nueva perspectiva constrastante con la anterior, perder, ostentar, gastar, humillar, matar (y también no matar por asco) se volverán, entonces, signos de la preeminencia del donador. El derroche sin un justificación que lo explique: el puro gasto será la marca de superioridad del donador, que se ofrecerá al enemigo como muestra de humillación. No hay mayor ejemplo de grandeza _el "potlach" incontestable_ que entregarse a sí mismo, exponerse el cuerpo, pero no en el sentido de sacrificio, al modo cristiano, sino como signo de altivez. Tal vez no sea casual que el pasaje de la acumulación inicial a la dilapidación final se consume durante la estancia de Moreira con los indios. Los indios representan la alteridad absoluta para el orden de la polis: son lo inenarrable por excelencia; puesto que su estado anómico, en permanente hybris resulta irrecuperable para la intención moralizante, pedagógica del melodrama. Sin embargo, la estadía con los indios demuestra su eficacia en ausencia: transformará el principio de conservación de Moreira en principio de pérdida, bajo la forma de desafíos sangrientos y ostentación escandalosa: el lujo en relación a la vanidad. Una vanidad que al principio _cuando Moreira todavía era hombre de trabajo_ recaía sobre el adorno del caballo: "magnífico caballo parejero, aperado con ese lujo del gaucho que reconcentra toda su vanidad en las prendas con que adorna su caballo en los días de paseo" (20); y que después en el pasaje a la errancia se incorporará al sujeto en su vestimenta y será devuelta al mundo en una serie de muertes. _VI_ Focalizaremos en la daga y en el torso cubierto de cicatrices como signos privilegiados de la ostentación de Moreira. La daga es soporte de diferentes significados y está relacionada con distintas dimensiones del texto. En una dimensión espacial, es parte viva del cuerpo de Moreira: "se desnuda", "se cuida", "penetra" (21); y a su vez, extensión que anticipa al gaucho en el espacio: la daga es el instrumento con que desafía y marca a la autoridad. Por otro lado, es signo suntuoso, introductorio de la dimensión del lujo, la ostentación y la altivez: "Haga el favor, amigo, alcánceme la daga que dejé olvidada ahí" (22) .También es emblema de los valores del gaucho: "y que su daga es más segura que la justicia y más firme que la amistad" (23) Finalmente, es portadora de una dimesión temporal: sobrevivirá a Moreira, muerto Moreira. En el plano formal, la daga es aprovechada discursivamente por el narrador para construir un verosímil: dentro del relato funciona como elemento de verficación del texto; y a su vez, se constituye en el elemento sobreviviente a partir del cual se configura la leyenda. La daga es el anclaje material para el depliegue de un relato que se quiere verídico: la conservación de la daga es señal de la existencia de Moreira. El pecho cubierto de cicatrices es la condensación del valor de Moreira, la literalidad de su valentía, su cifra: "El pecho de Moreira estaba realmente cubierto por una cota, pero no era de malla de acero, sino un tejido de enormes cicatrices que lo cruzaban en todas direcciones, heridas cuya existencia no se había conocido nunca, porque el altivo paisano cuando las recibía, iba a curárselas donde nadie pudiera verlas." (24) La malla de cicatrices es su ornamento más lujoso y también el más secreto. Es un texto ("tejido"): el comprobante de su historia; pero que, sin embargo, sólo puede ser leído en futuro, des/cubierto en su ausencia. Haberlo develado antes de tiempo, hubiera sido señalar su condición de simple mortal, y, en consecuencia, silenciar la fama. Una vez muerto, las cicatrices de Moreira se resignifican y positivizan: son trofeos que se ofrecen como escándalo ante los pies del enemigo y que al condensar en una imagen se vuelven legendarios y actualizan la fama. Y es allí donde la fama es retomada por la escritura novelesca, que encuentra allí, en potencia, su propio relato. Es en el cuerpo y en la daga donde se inscriben las primeras marcas sobre Moreira, el correlato de su prontuario: son su superficie legible, primer soporte material para la inscripción de una fama. Sin duda, es la inscripción más rudimentaria: un cuchillo sobre un cuero, pero también la más ritual. Es la escritura incivilizada de la barbarie y a su vez, es la reversión de la noción de literatura de Gutiérrez: si la escritura era un adorno, el "tejido de enormes cicatrices" hace del adorno una escritura. _VII_ Cuando mencionamos la lógica del consumo y la dilapidación que condujo a Moreira hacia la frontera, al punto sin retorno, debiéramos también haber dicho que una lógica similar es la que regula los relatos de transmisión oral. Todo relato _y por un buen rato estaremos parafraseando el ensayo de Cozarinsky "Sobre algo indefendible"_ está fabricado para circular, interesar y cautivar: seducir. El exceso de un relato que se prodiga incesante parece contener una victoria contra una determinada economía del orden, del ahorro, de la retención. A diferencia del exceso retórico kitsch, el exceso de la ostentación, del puro gasto es descontrolado, no busca recuperarse en un sentido moral: el relato de fama, de la circulación de la fama _como así también el del chisme_ se agotan en el placer que procuran, se actualizan en cada puesta en escena. La fama de Moreira, que tuvo su origen en la oralidad, encuentra su perdurabilidad en la escritura; el relato al ser recuperado por la escritura y volverlo a presentar (re-presentarlo) en un texto impreso, detiene su transformación, al menos por un instante. El espacio de la escritura actualiza la leyenda y la autoriza al volverla verosímil. Pero por otro lado, el género: novela folletín, el medio: periódico desacralizan mediante su producción (bastarda) y su reproducción (mecanizada) esa misma autoridad. En el gesto de desautorizarlo como alta literatura, lo acerca de nuevo a la transmisión oral. En el contexto de la Argentina del '80, la proliferación de relatos orales encontró en la prensa el medio para seguir (re)produciendo relatos escritos y permitiendo nuevas escenificaciones de los mismos. La escritura desde sus mitos de origen en adelante, y como hemos visto en Moreira, nos es presentada como un signo arrojado al futuro: la presencia de una ausencia; un signo que seguirá hablando para cuando nosotros ya no estemos. Un signo que permitirá reconstruir, presentar de nuevo una historia que a su vez sirva de modelo para nuevas representaciones. En este caso _en el caso del Moreira escrito_ la escritura sería sólo una instancia, un eslabón que el relato adopta para seguir reproduciéndose.Notas
(1) Gutiérrez, Eduardo. Juan Moreira, Biblioteca Básica Argentina, Bs As, CEAL, 1993, p241. (volver)
(2) Carta de Julio Llanos al narrador Eduardo Gutiérrez en el epílogo, op. cit. p 250. (volver)
(3)Este juego con las preposiciones podría condensar, si quisiéramos ser extremos, la relación entre letrados y no letrados que articuló el programa de Lit Arg 1 en el año 96: escribir sobre los bárbaros (Sarmiento en el Facundo), escribir desde los bárbaros (José Hernández en Martín Fierro) o escribir para los bárbaros (Eduardo Gutiérrez en Juan Moreira). (volver)
(4) Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (volver)
(5) Nótese la distancia aquí entre Facundo y Juan Moreira en referencia a la relación entre los narradores y sus personajes : "Facundo ha nacido(así)" (cap V), "a Juan Moreira lo han hecho ser así" (volver)
(6)Los ejemplos son innúmeros, indicamos las páginas: Gutiérrez, Eduardo. op cit. p47, 107, 145, 74 , 122, 154, 228-230(volver)
(7) Para Lukács,quien hace corresponder estos distintos tipos de discurso con escuelas y períodos en la historia literaria, la descripción funcionaría como un elemento esencialemente moderno y su aparición sería una necesidad de la representación. (volver)
(8) Aquí debiera inscribirse los reproches de Hormiga Negra a los letrados en Prieto, Adolfo, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Bs As, Sudamericana, 1988, p95 y ss. (volver)
(9) En la antigua Grecia, el pasaje de la sociedad arcaica a la polis estaba relacionado con el poder de templanza de la sophrosyne sobre la hybris . Ver Vernant, Jean Pierre. Los orígenes del pensamiento griego, Bs As, EUDEBA, 1986, p50.(volver)
(10) Gutiérrez, Eduardo. op. cit p52 (volver)
(11) Gutiérrez, Eduardo. op. cit p168-169 (volver)
(12)"Los escándalos de Juan Moreira" en Ludmer, Josefina (comp). Las culturas de fin de siglo en América Latina, Rosario, Beatriz Viterbo, 1994.(volver)
(13) Gutiérrez, Eduardo. op. cit p 37. (volver)
(14)Para el crítico Hormiga Negra el cuerpo violentado no sólo será el límite del relato: su fin (¿qué hay más allá de la muerte? ¿por qué continúa el Moreira muerto Moreira?), sino el límite de la literatura . Prieto, Adolfo. op cit. p96.(volver)
(15) Así como Moreira era "la máquinade muerte": "Entonces, como un relámpago, como una máquina de muerte, moreira le dio nueve puñaladas más" en Gutiérrez, Eduardo. op. cit p30. (volver)
(16)op. cit p 232-233. (volver)
(17)op. cit. p12. (volver)
(18)op. cit p37. (volver)
(19)op. cit p 122. (volver)
(20) op. cit. p9-10.(volver)
(21)op. cit p107.(volver)
(22)op. cit. p83.(volver)
(23)op. cit p 136. (volver)
(24) op. cit p 237. (volver)
Amante, Adriana. (compiladora), Moreirismo. Antología, BsAs, Cátedra Lit Arg 1, FFy L, UBA, 1996.
Bataille, Georges. La parte maldita, Barcelona, EDHASA, 1974.
Benjamin, Walter. "El narrador. Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov" en Sobre el programa de la filosofía futura, Barcelona, Planeta-Agostini, 1986.
Cozarinsky, Edgardo. "Sobre algo indefendible", Premio literario La Nación, 1973.
Frye, Northrop. Anatomy of Criticism, Princeton, 1957.
Gutierrez, Eduardo. Juan Moreira, Biblioteca Básica Argentina, Bs As, CEAL, 1993
Ludmer, Josefina. "Los escándalos de Juan Moreira" en Ludmer, Josefina (comp). Las culturas de fin de siglo en América Latina, Rosario, Beatriz Viterbo, 1994.
Lucacks, Georg. "¿Narrar o describir?", artículo ofrecido por la cátedra de Teoría y Análisis "C", profesor Panesi, Fac FFyL, UBA
Magadán, Cecilia. "Sobre la conversación en el melodrama", ponencia leída en "II Congreso Internacional de Literatura y Crítica Cultural" , organizado por el Deparatamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en Centro Cultural Gral. San Martín, 14-18 nov 1994.
Ong, Walter. Oralidad y Escritura. Tecnologías de la palabra, México, FCE, 1987.
Prieto, Adolfo. El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Bs As, Sudamericana, 1988.
Sarmiento, Domingo. Facundo, BsAs, Losada, 1994.
Vernant, Jean Pierre. Los orígenes del pensamiento griego, Bs As, EUDEBA, 1986