Formas de la memoria en Juan Moreira
por Nancy Viejo
Juan Moreira se revela contra un orden político y social opresor; el anhelo de justicia fuerza una forma de acción que trasciende a lo social. Moreira se transforma para los de su clase en un símbolo de justicia. El héroe se contruye, tanto en lo individual como en lo colectivo, dentro de los distintos marcos de legalidad que definen la cultura oral y letrada; la memoria que se tiene de Moreira estará definida según éstos parámetros.
Juan Moreira se presenta como un gaucho capaz de resistirse a las injusticias y humillaciones a las cuales es sometida su clase. En esta resistencia se produce una transformación: Moreira pasa de ser un gaucho bueno y trabajador, respetuoso de la ley, a ser un gaucho perseguido, capaz de enfrentarse a las partidas en búsqueda de la venganza como recurso de justicia, hechos que lo transforman en un héroe para su comunidad. Tanto en la génesis de la elección y aceptación de un camino de resistencia, como en la transformación en "héroe", la "memoria" constituye un elemento fundante. Existe en Moreira una memoria íntima (recuerdo), que lo lleva a un acto interno de evocación de su vida familiar y de reconstrucción de los hechos que lo llevaron a la disolución de su vida privada. En el recuerdo se sustenta la fuerza interna que lo ata a sus pagos y cimienta su búsqueda de venganza, (por eso Moreira no acepta la propuesta de Marañón, ya que irse significaría el olvido). Su rebelión desata, al mismo tiempo, consecuencias externas: La identificación con su propia causa de parte de una clase social que se siente relegada, junto con la consecuente contrapartida de la identificación de Moreira para los representantes de la ley, con un elemento perturbador "gaucho malo", "bandido", al que se debe eliminar. La fama, como una forma de la memoria colectiva conformará entonces, una manera de apropiación pública de su figura, que se constituirá al mismo tiempo en su salvación y su condena. Era un gaucho "querido por su extremada bondad y mansedumbre", cantaba y "con él iban la alegría y la perspectiva de una noche de baile"; luego de una serie de hechos injustos se transforma en una "máquina de matar", estratega de la vida y de la muerte. Las injusticias son entonces en Moreira un motor de cambio, y este cambio es el que lo constituye para su comunidad en un referente, un símbolo de libertad y de justicia; al mismo tiempo que en un delincuente y asesino para la ley, y la sociedad que ella representa, "(...) su atractivo no es el de agentes de la justicia, sino el de unos hombres que demuestran que incluso los pobres y los débiles pueden ser terribles." (E. Hobsbawm, 1976). Su resistencia tiene un carácter individual: "Su rebelión es individual, está minada política y socialmente, (...) no constituye la vanguardia de una rebelión de masas sino más bien el resultado y la contrapartida de la pasividad general de los pobres" (E. Hobsbawn, 1976) Moreira se ajusta a los códigos y parámetros en que se constituye su clase social, estructurada en base a la transmisión y tradición oral, y que por su misma naturaleza (la "oralidad"), se presenta como radicalmente distinta de la cultura escrita en la cual se basa la justicia que parte de la cultura letrada. La posibilidad de venganza, de ser un gaucho bravo y temido, que tiene Moreira, se encuentra entonces dentro de su comunidad, en la memoria que de él guardan los otros gauchos, que serán quienes brinden el marco de esta construcción, como testigos y transmisores de su accionar, tanto para su sociedad como para la ley. Existen entonces, como ya vimos, dos formas de la memoria en Juan Moreira , una de ellas es el recuerdo, y la otra es la fama. El recuerdo se relaciona con la memoria que por un lado Moreira tiene de sí mismo, como una forma de conciencia, (sus recuerdos de los días en que era un hombre feliz con su familia, junto a la visión de su realidad de gaucho perseguido), y por otro lado con la que el narrador -omnisciente- repone, de los días en que Moreira era un gaucho respetado. La fama está basada en la opinión que los demás tienen de Moreira, (como testigos de sus duelos, enfrentamientos con las partidas y su comportamiento social), opinión que él mismo se ocupa de construir y conservar; se relaciona con los códigos y la forma de registro oral de su comunidad. Esta fama tiene un aspecto de valoración positiva, en tanto y en cuanto Moreira se constituye como un arquetipo de valor y bravura frente a los otros gauchos, y otro aspecto de valoración negativa desde el punto de vista de la justicia, para quien Moreira se transforma en un delincuente temido y desafiante con el que se debe acabar. El narrador, desde un primer momento, instala la imagen de Moreira dentro del marco de la fama: "Juan Moreira es uno de esos seres que pisan el teatro de la vida con el destino de la celebridad; es de aquellos hombres que (...) vienen a la vida poderosamente tallados en bronce."; para constituirlo como un héroe lo acerca a la características excepcionales de tipo moral y místicas, que lo enlazan dentro de la "tradición de omnipotencia" de la que habla J. Rivera: Moreira es portador de un "valor casi sobrehumano" y de "sentimientos tiernos e hidalgos". Por otra parte se introduce como autor en su calidad de periodista-investigador, siempre para reforzar la imagen construida de Moreira, brindando a la narración un efecto de verosimilitud, "(...) Gutiérrez se introdujera en el relato como oficiante del nuevo verosímil establecido por las pautas y los recursos del periodismo contemporáneo (...)" (A. Prieto, 1988). Los recursos del periodismo se basan en la labor documental que privilegia la recolección de testimonios provenientes de testigos directos de los hechos: "No hacemos novela, narramos los hechos que pueden atestiguar el señor Correa Morales, el señor Marañón, el señor Casanova, juez de paz entonces, y otras muchas personas que conocen todos estos hechos"; puede apreciarse claramente el sustento en la oralidad como materia del testimonio: "Según se dice (...), "Cuentan que (...)", "Hemos hablado con los empleados de policía que han combatido con Moreira (...)", etc.. Además de tenerse en cuenta las crónicas policiales de la época, el mismo Gutiérrez se propone como testigo: "Hemos hablado una sola vez con Moreira, en el año 74, y el timbre de su voz ha quedado grabado en nuestra memoria.", el testimonio valida la narración. La memoria que se tiene de Moreira, en la cultura oral y letrada, se propone como base del relato: "Cuando hablamos con él, entonces, Moreira estaba tachado de bandido y su fama recorría los pueblos de nuestra campaña." La fama de Moreira se construye entonces conforme a los testimonios que sean capaces de brindar los testigos. Cuando se presenta ante el juez de paz al mismo tiempo que reclama por una ley (escrita) que es "una palabra hueca para él" se evidencia que ante la justicia la palabra de un gaucho, no tiene ningún valor; sin embargo es la misma justicia quien debe tener en cuenta a los gauchos como testigos, "Los paisanos que presenciaron el hecho, fueron reducidos a prisión...". Un testimonio puede ser verdadero o falso, el que lo escucha puede creer en él o no: Ante el teniente alcalde, un representante de la justicia, Sardetti da un testimonio falso y sin embargo se le da credibilidad, no pasa lo mismo con Moreira que ha dicho la verdad; por otra parte esto cambia con los gauchos, delante de quienes Sardetti no puede mentir, los gauchos son testigos de la injusticia. La justificación del accionar tanto de Moreira como de la ley, depende de los distintos valores de verdad que se adjudican a los testimonios; la cuestión es pensar quiénes se otorgan la capacidad de distinguir esta valoración. "Estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad. Esto es válido para todas las sociedades (...) estamos sometidos a la verdad en el sentido en que la verdad hace la ley..." (M. Foucault, 1976). Moreira toma la decisión de constituir su propia ley y justicia: la de la venganza, que instrumenta con su puñal, "su puñal que, según se expresión genuina, 'no sabía contar mentiras'.". Las interpretaciones del accionar de Moreira dependerán entonces de las distintas valoraciones que se le adjudiquen a esta fama: Por un lado, para los gauchos "La acción de Moreira (...) había dominado, cautivado a los paisanos, cuya influencia cede a la del valor y mucho más si tal valor va aparejado a sentimientos nobles y humanitarios"; por otro lado para la justicia Moreira constituye un peligro, que "(...) había de poner en juego todos los medios a su alcance para reducirlo a prisión."; desde el punto de vista de la ley "Su infamia no es sino una modalidad de la universal fama"(M. Foucault, 1990) Si bien es un gaucho que sabe leer y escribir, características un poco ambiguas, no se considera esto como un elemento que incluya a Moreira dentro de la cultura letrada. El cumplimiento de su palabra y la presencia de testigos es lo que le brinda el reconocimiento de su comunidad y le permite conservar, dentro de las reglas de su clase, un lugar privilegiado; Moreira cuida ambos aspectos: Antes del enfrentamiento con Sardetti: "Juan Moreira cumple lo que promete aunque lo lleve el diablo", "No quiero que digan que no me basto para pelear con maulas". Luego de haber matado a Sardetti, se encuentra con el suegro que le pregunta si mató "en buena ley" ; cuando Don Francisco grita "(..) me han asesinado", Moreira contesta "(...) te he muerto en buena ley, y ahí quedan los testigos". No alcanza con que se lo considere un hombre bravo, debe dar cuenta de ello: "Sabía que un hombre guapo no sellaba sus hechos si no había peleado a la partida (...) y la esperaba , para dejar antes de irse bien sentada su fama de guapo." Como se ve, comienza a orientar sus acciones en función de la opinión que los demás puedan hacerse de él, los gauchos pasan de comentar "la desgracia en que había caído Juan Moreira" a ser "asombrados testigos". Los paisanos, como testigos de sus duelos, quedan marcados por la impresión que causa Moreira: "los paisanos no salen de su estupor", "Profunda impresión produjo en el espíritu de aquella gente", "dejando absortos a los testigos", "asombrados testigos", "paisanos dominados por el terror y el asombro". Los policías dan testimonio de "la honda impresión que producía la mirada de Moreira en el combate". Esa es la marca de identificación que deja Moreira, la marca de su fama: Una profunda impresión que deja con su mirada y con sus acciones ya sea a sus víctimas, a los paisanos que son sus testigos, como a los policías de las partidas. Todo el accionar de Moreira se sitúa bajo la mirada de los de su clase y más allá de los actos de venganza o justicia por mano propia, debe enfrentar su destino hasta las últimas consecuencias "que se cumpla mi sino": "Usted ha sido provocado y, si no lo mata, lo mata él", le dice un paisano luego del enfrentamiento con Córdoba. Al mismo tiempo conserva las características de hidalguía que lo muestran como un ser superior o dotado de características especiales que lo distinguen dentro de los de su misma clase: Los otros gauchos "(...) estaban muy lejos de apreciar aquel espíritu caballeresco hasta la exageración." En varias oportunidades Moreira se detiene para reflexionar, el recuerdo surge como una forma de conciencia reveladora, hace evidente que ha quedado marginado de lo social, que hasta hace poco constituía su mundo, siendo testigo de su propia desintegración. Se ha producido un quiebre entre su realidad y su ideal de vida: "Hacía muy pocos días que era un hombre estimado de todo el partido, vivía feliz con su mujer y su hijito (...) y hoy se veía errante y perseguido por la justicia (...)". En el acto reflexivo Moreira se convierte en su propio testigo, sus recuerdos le sirven de testimonio, el que no pudo dar ante la ley. En el ámbito de su vida privada surgen entonces estos testimonios en forma de recuerdos, a los cuales se agregan los de Julián, (que por un lado es un testigo cercano de las injusticias y por otro es el transmisor de los testimonios de Vicenta/Andrea). Moreira se transforma en su propio juez, (juez y testigo), y éstos testimonios justificarán por un lado la búsqueda de la venganza como su forma de ley, y por otro la búsqueda de la muerte en el enfrentamiento con las partidas como su forma de castigo. Los que "se hacen respetar" (...). Pueden abrirse camino fuera del mundo campesino haciéndose guardias del pueblo, servidores del señor o soldados (es decir, bandidos oficiales de diversos tipos)." (E. Hobsbawn, 1976). El recuerdo que se tiene de Moreira en el partido de Navarro "por los antecedentes buenos que había dejado en otras épocas.", cuando por su valentía "era mucho más respetado el sargento Moreira que toda la justicia entera", le brinda la posibilidad de sacarle provecho a su fama; teniendo en cuenta el carácter individual de su resistencia, se puede considerar este hecho como un acto de supervivencia: "Moreira se afilió a uno de los bandos políticos, (...), y pudo quedar tranquilo en Navarro sin que la justicia se metiera con él para nada (...)". La reputación de Moreira es capitalizada indistintamente por partidos políticos opuestos, en dos oportunidades, como forma de coacción del campesinado, "Desde el lado de la política, la alianza populista del liberalismo implica el uso de la violencia popular." (J. Ludmer, 1994); en ambas oportunidades el éxito es total: "no hubo ningún paisano que se atreviera a votar en contra de don Juan Moreira". La represalia que se toman los avellanedistas es, justamente, atentar contra su fama con falsos testimonios; siendo esto uno de los desencadenantes de su fin: "El partido vencido empezó a calumniar a Moreira contando 'horribles asesinatos' que no habían existido jamás (...)" La justicia de Buenos Aires, representante de la ley y del poder central, renueva en forma terminante la persecución, movilizada nuevamente por los falsos testimonios de falsos testigos. Moreira no reconoce esta autoridad que pretende erigirse como una instancia superior de la ley: la policía es de Buenos Aires. Para Moreira esto, mas que una instancia superior, es algo distante, no reconocible "aquí" no hay más; por otra parte frente a ese poder él impone su "yo", éste es el punto más alto en su trayectoria como héroe gaucho, representante de la justicia popular: "Aquí no hay más policía que yo". La partida que lo encuentra en el prostíbulo "La Estrella" le pide que se entregue "a la policía de Buenos Aires", Moreira exclama: "Aquí no hay más policía que yo (...)!". Finalmente es vencido sin testigos, por la versión legal de la justicia, (a quien desafía hasta su muerte): "Al saltar Moreira al patio, daga en mano, todo el mundo disparó, quedando sólo en el patio, frente al gaucho, don Pedro Berton y el capitán Varela", es el único enfrentamiento de Moreira sin testigos y los que pueden dar testimonio de esa lucha son, precisamente, los encargados de ejecutarlo. Los paisanos, que no fueron testigos de su ejecución, sí se presentan como testigos de su muerte: "(...) llegaban al partido de Lobos comisiones de los pueblos vecinos para cerciorarse por sus propios ojos de que realmente Moreira había muerto." "(...) un ciclo heroico destinado fatalmente a concluir en el fracaso, doblemente marcado por la muerte a traición, con lo cual la idealización excesiva (la pelea con la partida de Navarro) concluía reconociendo la verdad realista del fracaso de la empresa" (A. Rama, 1994). Las dos formas de la memoria, tanto como un estado de la conciencia que le permite una visión privilegiada de su propio destino (recuerdo), como la posibilidad de entrada en la memoria colectiva de una clase (fama), confluyen en la formación del "héroe de la justicia popular"; héroe que representó para la clase dominante un símbolo condensador de lo antisocial y para las clases marginadas de su época (criollos e inmigrantes), un símbolo donde canalizar los sentimientos de exclusión social.
Bibliografía
- Derrida, J. Testimonio y Responsabilidad, conferencia, Buenos Aires, Teatro Nacional Cervantes, 1995.
- Foucault, Michel,La vida de los hombres infames, Madrid, La Piqueta, 1990
- Foucault, Michel, Microfisica del poder; Madrid, La Piqueta, 1990
- Hobsbawn, E. Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976
- Ludmer, Josefina, Los escándalos de Juan Moreira, Las culturas de fin de siglo en América Latina, Rosario,Beatriz Viterbo, 1994.
- Prieto, Adolfo, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Buenos Aires, Sudamericana, 1988.
- Rama, Angel, Los gauchipolíticos rioplatenses (volumen 2)Buenos Aires, Centro Editor de América Latina ,1994.
- Rivera , Jorge B. La vida entre dos épocas, Buenos Aires, Centro Editor, de América Latina, 1967.
- Rivera,Jorge B., El folletín y la novela popular, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1968.